viernes, 25 de diciembre de 2020

EL SUR TAMBIÉN EXISTE

 

            Suelo recorrer a fin de año el sur boliviano porque me fascina el estío en esos valles floridos; las sementeras de maíz y el olor a humintas por las calles de Cotagaita; las frutas de Vitichi; los viñedos en Villa Abecia; los duraznos para la fiesta en Remedios, a orillas río Toroyo; la luminosidad del atardecer tupiceño. Desde Camargo a Tarija, desde Entre Ríos a Esmeralda es una región colorida y cantarina.

            Sin embargo, las comarcas situadas en el extremo meridional de la patria no aparecen como debieran en el imaginario nacional. Se divide al país en Occidente y Oriente como una caricatura pues ello no refleja la realidad plurinacional. El Sur no existe en los símbolos añadidos a banderas y escudos en los últimos años.

            “¿Qué me dice la flor de patujú?” Me interrogaba una amiga chapaca. “A mí ni el patujú ni la whipala me dicen algo de mi tierra, de mis antepasados, de mis raíces, de mis tradiciones. Las autoridades, los parlamentarios, ni conocen ni piensan en el Sur; en cómo somos nosotros. No nos sentimos representados.”

            El sureste chaqueño es un territorio ajeno al Collao y tampoco es parte del “Oriente”, como se suele simplificar, más allá de las relaciones históricas reflejadas en la toponimia. Los chaqueños se identifican más con sus similares de Paraguay y del norte argentino: chanchito a la cruz, sábalo, chacarera, fogón, guitarreada, tonos y modismos en el lenguaje. ¿Cómo los representa el Estado Plurinacional de Bolivia? No aparecen ni en los murales en la Asamblea Legislativa, ni en las gigantografías de Casa de la Libertad, ni en los uniformes de los policías ni en las consignas de los militares.

            Sin embargo, el río Pilcomayo debería estar en la cabeza de todos los bolivianos como el hilo más antiguo que entretejió la base de la creación de la república. Desde la región minera, donde nace, une los departamentos de Potosí, Chuquisaca y Tarija hasta abrirse hacia Paraguay y Argentina. En sus orillas se originó gran parte del nacionalismo boliviano, la idea de una pertenencia a algo común. Atraviesa grandes y diversas culturas originarias, desde los señoríos aimaras, los caracaras, los charkas, los quechuas, hasta los guaraníes y matacos o weehnayeks y otras etnias más pequeñas.

            Nace en las alturas andinas con nombre quechua de “río de pájaros” y termina en las llanuras a menos de 250 metros sobre el nivel del mar. Lo llaman en guaraní Araguay, “agua de loros”, tan hermoso debe haber sido hace 500 años. En sus más de 1500 kilómetros de recorrido lleva no solamente aguas (y contaminación) sino el intercambio entre habitantes de las principales culturas bolivianas.

            Cuando hace un año apareció la dupla del potosino Marco Pumari y el camba Luis Fernando Camacho, parecía que finalmente se consolidaba un símbolo de esa relación de las minas en las montañas con el llano agropecuario, la luna llena. Fue un espejismo de pocos días. Ellos mismos enterraron la ilusión soñada por tantos autores de la zona.

            El país sigue ignorando al Sur, cómo es el Sur, qué quiere el Sur. Lo vimos en las elecciones pasadas, en las candidaturas, en los discursos. Aunque hubo presidentes nacidos en esos lares desde el siglo XIX, el Sur no está metido en el cotidiano boliviano. Habría que retomar las iniciativas liberales de hace un siglo para entender más al Sur y para estudiar que tampoco el Norte es sinónimo de “Oriente”.

           

viernes, 18 de diciembre de 2020

SER PROFE COVID

 

            “¿Estás todavía ahí, Rodríguez?”, pregunta un profesor para saber si su alumno sigue en la clase virtual. Es uno de los muchos memes que burlan las incertidumbres de miles de docentes en todo el mundo cuando las palabras se transformaron en ecos y los rostros en fotos fijadas a la pantalla.

            En Bolivia, durante la resistencia civil de octubre 2019, profesores y estudiantes buscamos modos para continuar con la enseñanza en medio de los 21 días de conflicto. Existía ya ese señor “zoom”, todavía tímidamente, pero también había la opción de una reunión en el parque, en una casa, en un café. Fue un ensayo general para la tormenta que se avecinaba.

            En 2020 todo cambió. Aunque formalmente las clases comienzan en febrero, la gestión cobra la dinámica de un nuevo año educativo recién después del carnaval, a veces hasta después de Semana Santa. Así que el 22 de marzo apenas se encendían motores.

            La cuarentena rígida planteó urgentes medidas nacionales, regionales y en los diferentes niveles educativos: inicial, primario, secundario, universitario, posuniversitario. Además, no era lo mismo el área urbana que el área dispersa; como tampoco era comparable una escuelita fiscal en Betanzos con un colegio de convenio en La Paz; o una universidad pública que una maestría en un centro privado.

            La Universidad Católica Boliviana San Pablo, la UCB, buscó respuestas inmediatas. Tenía la ventaja de una larga experiencia en la enseñanza- incluso a distancia, como las antiguas escuelas radiofónicas que alentó la Iglesia Católica- y un compromiso con la educación por encima de otro interés.

            Los docentes fuimos capacitados en nuevas herramientas y tuvimos que aprender de forma acelerada cómo organizar la programación, cada clase, los trabajos, las reuniones, los controles. Los alumnos nos superaban en destrezas virtuales y eran ellos los que corregían las “chambonadas” de cada “profe”.

            Personalmente fue una experiencia extraordinaria y estoy agradecida por ello. Comprobé una vez más las potencialidades de los recursos humanos bolivianos, así como lamenté las limitaciones estructurales en nuestro país. Asistieron alumnos desde otros puntos cardinales, pero también abandonaron alumnos que se contagiaron con COVID. Muchos tenían dificultades de conexión a pesar de vivir en el centro paceño. Otros compartían computadora con los hermanos y papás y hacían turnos. Varios preparaban trabajos desde sus celulares.

            Junto con mis alumnos inventamos variables, como el teatro virtual con voces múltiples, como si fuésemos griegos, pero copiando el levantamiento indígena de 1780. Conocí que eran más creativos con Podcast y Whatsapp que con ensayos escritos. Nos divertimos mucho, conscientes de ser privilegiados porque en la UCB siguieron las clases.

Yo, que hasta hace poco rehuí incluso usar celular, me llené de electrónica.

            Al final, nos atrevimos a un paseo de etnografía urbana por el centro paceño. Me adivinaron detrás de barbijo, gafas y turbante y yo a ellos: uno era más rubio que en la foto, otra más flaca que desde la pantalla, aquella más elegante que el pijama que usaba desde su casa. Caminamos por las calles intentando mantener las distancias, gritando, riendo. Solo nos faltó el abrazo para el adiós final, melancólico.

            La tecnología se aprende, pero las pantallas no contienen la ternura y la complicidad del aula presencial ni el cafecito vespertino en la cafetería universitaria.

           

viernes, 11 de diciembre de 2020

REACTIVAR EL TURISMO INTERNO

 

            El azul del Lago Titicaca luce más brillante que nunca. “Ha rejuvenecido”, comenta una antigua visitante. Mientras los humanos padecían una emergencia sanitaria, el agua se despedía de aceites de motores, basuras y excesos. La playa de Copacabana está limpiecita porque las autoridades municipales están decididas a recobrar su atractivo.

            Los lancheros lucen barbijos de diferentes texturas y pintaron de blanco las embarcaciones para atraer al forastero; ofrecen recorridos a las islas de la Luna y del Sol y otros paseos. En el cruce a Tiquina encontré varios grupos de cruceños; algunos llegaban por primera vez; otros repetían el peregrinaje hasta el santuario de la Vírgen.

            Fue un acierto familiar escoger a la empresa Magri Turismo para volver a caminar por la patria después de tantos meses de forzado encierro urbano. El programa se cumplió puntualmente, acorde a aquello ofrecido en la propaganda: ¡albricias! Tres días en medio de achachilas, gozando aire limpio, agua, sol y buena comida del altiplano.

            El Ecolodge es precioso y permite realizar caminatas y visitas con un excelente guía profesional. Es un tiempo único para el turista porque aún no hay esa cantidad de gente que suele entorpecer el recorrido por la Isla del Sol. Sobresale el esfuerzo de los comunarios por atender en sus locales con barbijo y suficientes medidas de seguridad.

            La sombra es la pelea entre el sur y el norte que mantiene cerrado el ingreso a una parte de las ruinas y ya ocasionó violentos enfrentamientos. Por otra parte, el asfalto de la carretera nueva sólo llega a Huarina; después el vehículo sorteará grietas y desvíos, aunque hubo foto de “inauguración”. El otro desaliento es tener que pasar por el desordenado tráfico alteño y la ausencia absoluta de señalética.

            También pudimos llegar a Coroico, declarado hace décadas como el primer municipio turístico de Bolivia, más título que realidad. Desde la salida de la tranca, pude comprobar la cantidad de grupos en bicicletas desafiando la “ruta de la muerte”, algunos extranjeros, la mayoría bolivianos.

            La carretera muestra la falta de mantenimiento en todos estos meses. La Paz es seguramente uno de los departamentos menos atendidos en su vertebración y la salida a Sud Yungas sigue de tierra y con derrumbes, a pesar de que ahí también había una vez un gran cartel con foto de “inauguración”.

            Los turistas que fueron este fin de semana estuvieron bloqueados durante horas por una actividad sindical, como sucedió también hace poco por una proclamación política. Tampoco hay disciplina ni control para evitar los conflictos durante horas por las obras en el ingreso a Coroico. “Nadie hace caso” explica un agente de tránsito.

            Solamente el paisaje fantástico y la permanencia de los últimos restaurantes internacionales (que antes abundaban) compensan la pérdida de ese tiempo en la carretera.

            Esta semana “El País” de España recomendó los 10 sitios imperdibles para conocer América Latina. El primer puesto, por su majestuosidad, es la Amazonía, los parques nacionales y entre ellos el Madidi (lastimosamente amenazado por los interculturales). El segundo es el Salar de Uyuni, también en Bolivia.

            El gobierno de Luis Arce aconseja retomar el turismo interno para dinamizar la economía y es una buena idea, ajustando las medidas de bioseguridad y los detalles que desconciertan al visitante. Conocer las orillas del país, sus rostros pluris y multiculturales, es la mejor inversión, la única que no se quema ni se devalúa ni te roban.

 

 

 

 

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viernes, 4 de diciembre de 2020

“HUMILLADOS Y OFENDIDOS”

 

            Me presto el título de Fiodor Dostoyevski para describir una inédita situación que se vive en Bolivia, donde todos los papeles parecen trucados y se confunden los roles de victimarios y víctimas. “Humillados y ofendidos”, así parecería que desea ver el Movimiento al Socialismo (MAS) a los militares y a los policías bolivianos, seguramente con el plan de Evo Morales para reemplazarlos por “milicias armadas”.

            Esa es la estrategia aprendida por Daniel Ortega y por Hugo Chávez/ Nicolás Maduro para impedir el ejercicio pleno de las libertades democráticas y controlar violentamente las protestas sociales. El uso de mercenarios también fue aprovechado por grandes potencias en diferentes guerras, como en Irak y Siria.

            Los milicianos armados no responden a ninguna legalidad, se esconden en el anonimato, en la masa. No tienen que rendir cuentas a tribunales, parlamentos, comisiones internacionales. ¿O, acaso alguien pregunta por esos hombres y mujeres armados que aparecen en fotografías y redes sociales en los bloqueos del MAS?

            Probablemente no es una convicción del presidente Luis Arce ni de David Choquehuanca, pero sí de los dirigentes de diferentes organizaciones que protagonizaron los violentos hechos en octubre y noviembre de 2019 y repitieron su vandalismo en agosto de 2020 para evitar que llegue el oxígeno a los recién nacidos y a los afectados por la emergencia sanitaria.

            ¿Acaso son hechos tan lejanos para olvidar cómo, en 2015, el expresidente Morales obligó a su guardaespaldas a atarle los cordones de los zapatos, de rodillas? No existe registro de otro presidente o presidenta humillando de esa forma a un policía boliviano. Un botón de una actitud perversa que se reflejó en varios otros momentos.

            El mandatario indígena despreció a los uniformados nacionales para entregar la seguridad del estado a agentes extranjeros, uniformados o de servicios de inteligencia, que reemplazaron a militares y policías en sus tareas constitucionales.

            Durante 14 años de mandato, la Policía Boliviana fue usada únicamente para fines políticos y represivos, sin mejorar su presupuesto ni sus condiciones de trabajo. El gobierno se limitaba a entregar vehículos comprados a un socio amigo, sin cuidar a la institución compuesta en su mayoría por personas de origen aimara y quechua.

            ¿Cómo no iban a rebelarse? Compartí el indecente rancho que reciben los agentes de tránsito, vi las condiciones miserables de los guardias en las cárceles, comprobé la permanente discriminación. Operadores del MAS pintan con cruces las viviendas de humildes policías para asustarlos, queman sus oficinas, destrozan sus vehículos.

            A los militares los obligaron a corear una consigna ajena a Bolivia, el “Patria o muerte” foráneo. Juan Ramón Quintana se encargó de borrar promociones, de saltar estatutos, de humillar a los mejores alumnos. Los incidentes son múltiples.

            Un ejemplo por demás cruel fue someter al general del Ejército boliviano, Gary Prado, a un larguísimo proceso. No era solamente la acusación jamás probada, sino el maltrato en los tribunales, sin considerar su edad, su invalidez. Ni San Román se atrevió a tanto con el héroe del Chaco Bernardino Bilbao Rioja. ¿Venganza?

            Los excesos en Senkata y Sacaba se deben investigar imparcialmente, de lado a lado, así como se debe retroceder al delito mayor de la candidatura inconstitucional. ¿Quién o quiénes arrojaron la primera piedra? ¿Por qué tuvo que pasar lo que pasó?

viernes, 27 de noviembre de 2020

CULTURAS ENTRE DOS DISCURSOS


            ¿Qué pueden esperar los bolivianos del nuevo Ministerio de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización? El acto de posesión contó con la presencia de la nación profunda pluricultural y multilingüe; bellos tejidos, linda música, muchos abrazos. La segunda mirada preocupa más: ¿por qué nombraron a Sabina Orellana Cruz al frente de una cartera clave en la narrativa política ideológica?

            Parece que los nuevos funcionarios llegan a sus puestos como cuotas de poder comprometidas con aquellos sectores que bloquearon en plena emergencia sanitaria. A los cocaleros del Chapare les dan el control del narconegocio; a los colonizadores las carreteras dinamitadas en agosto; a las bartolinas el despacho del Palacio Chico. Adiós meritocracia; hasta nunca carrera administrativa.

            Orellana, de origen quechua y con tradición sindical, no presenta credenciales en gestión cultural, ni como dirigente ni como parlamentaria.  En su discurso se centró en lo andino y en elementos simbólicos como la pollera o la wiphala que no representan al conjunto del país. Ningún énfasis a los artistas, a los teatros.

            En sus primeras palabras combinó dos enfoques que reflejan los dos discursos del actual gobierno. Convocó a la unidad: “Hermanos, trabajaremos desde las artes, de la cultura del oriente, occidente, del campo y la ciudad. Les pido la oportunidad para trabajar por una cultura diversa, en beneficio de nuestra Bolivia. Gracias por haber confiado, pedir a mi abuela Bartolina Sisa, a mi abuelo Tupac Katari que me guíen para ser un beneficio para el pueblo boliviano”.

            Sin embargo, Culturas comienza con la sombra de convertirse en otro espacio de represión, como se intentó en el pasado aprovechando la lucha contra el racismo. Anunció: “Hay personas (para investigar), por ejemplo, la Unión Juvenil Cruceñista, la Resistencia Cochala, entonces esos jóvenes tienen que pagar por los actos que han hecho y que han cometido contra las mujeres”, según Erbol. “Se va a investigar todos los actos de violencia y racismo que hicieron contra las mujeres, en especial a las mujeres de pollera y a las mujeres indígenas, solamente ha sido el delito de ponernos una pollera, llevar dos trenzas”, señaló.

            Ese peligroso y maniqueísta discurso que ignora el conjunto de los hechos, de los pensamientos, de las otras realidades. La cultura es usada por los regímenes totalitarios para esclavizar sutilmente a los ciudadanos, para convencerlos de una hegemonía, para falsear la historia, para acallar las opiniones diferentes.

            No basta el ministerio de Gobierno, la justicia, la fiscalía. También otras reparticiones ingresan en la ola de las amenazas, contradiciendo su propio fin principal.

            Al mismo tiempo, en un concierto en homenaje a Ludwig van Beethoven, Andrónico Rodríguez admitía que nunca había escuchado una orquesta sinfónica. Atendía en silencio, mientras su séquito usaba celulares y cuchicheaba sin respetar al público.

            Ahí también está esa expresión binaria: uno que recuerda que no tuvo oportunidad de saborear la música universal; otros ni se conmueven. Probablemente no por falta de dinero sino porque las alcaldías del Trópico, en manos del MAS, no se interesaron en adquirir bibliotecas, formar orquestas, invertir en museos, como hicieron Toro Toro, Tupiza, Roboré. ¿Cuánto cambiaría Chimoré con la orquesta de Urubichá?

            Quizá no es tarde. Si la ministra Orellana quiere trabajar por la diversidad, podría comenzar por apoyar las expresiones culturales que unen, que pueden ser el mejor rostro boliviano, en vez de enfatizar la pelea. Aprender que la Novena Sinfonía nació allende el mar, pero pertenece a la Humanidad. Sus notas ayudan a la fraternidad, no a la maldad.

             

           

viernes, 20 de noviembre de 2020

LOIDA RODRÍGUEZ Y LA GENERACIÓN DE ORO

 

            Partió al viaje sin retorno la periodista Loida Clavijo, viuda de Daniel Rodríguez, y con ella se acaba la generación de oro del periodismo boliviano femenino; aquel periodismo del combate cotidiano: desde la sala de redacción, el hogar, la calle, el exilio. Partió como vivió, en silencio, sin molestar a nadie y con la firmeza que le permitió enfrentar la persecución política, una viudez temprana, una maternidad de abuela y una enfermedad compleja.

            Loida tenía sangre cochabambina por todos los poros, reflejada en su porte y en su rebeldía, desde sus estudios secundarios. Fue seguramente la primera boliviana con título en periodismo, graduada en la Escuela de Periodismo de la Universidad del Brasil (Río de Janeiro), cuando acá no existía ninguna carrera similar. Aprendió en “Radio O Globo” las técnicas y metodologías de la opinión pública, también hizo cursos de postgrado en la Universidad Internacional de Estudios Sociales Pro Deo de Roma y en la escuela de CIESPAL para mejorar sus conocimientos en radiofonía.

            Cuando regresó a Bolivia ocupó la jefatura de prensa de “Radio La Cruz del Sur”, en la época de esplendor y de compromiso social de esa emisora. También fue corresponsal de “El Diario” en Cochabamba. Desde esos tempranos años continuó un largo recorrido en varios países latinoamericanos, como productora de programas especiales, siempre vinculados a la problemática social, o como corresponsal para crónicas en profundidad de las agencias IPS y Prensa Latina.

            Por varios años trabajó en el área de difusión de entidades públicas y de organizaciones no gubernamentales. Ahí consolidó su conocimiento para completar los trabajos de extensión entre los sectores más vulnerables, con los modernos soportes de comunicación. Estuvo varios años en UNITAS, en SEMTA, en FOBOMADE. Ahí amplió su interés por las temáticas de género y de medio ambiente.

            Más allá de su trayectoria profesional, Loida se convirtió en una persona imprescindible en las constantes batallas de los periodistas por la libertad de expresión. Alentó el sindicalismo, estuvo en varios cargos en la Asociación de Periodistas, ocupando en este último directorio la presidencia del Tribunal de Honor.

            Fue parte impulsora de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia y es en esas trincheras donde su vida se enlaza para siempre con la de su compañero Daniel, paceño, dirigente influido por las revoluciones de los años sesenta. Ambos conocieron la persecución durante las dictaduras militares y el exilio. Al retornar a Bolivia, Daniel murió y ella quedó a cargo de sus dos pequeños: Katia Rodríguez, futura notable periodista y Daniel Rodríguez, ingeniero agrónomo, nacido en el exilio.

            Es acá donde más admiré a la mujer porque Loida decidió que su apuesta de vida era el ejercicio de la maternidad y construyó un frente interno de paz y seguridad para sus hijos. La vida quiso que también tuviese que ser abuela madre de los nietos por la pronta partida de su nuera. Son en ellos en los que más pienso este momento, en Matías que era su cómplice inseparable y en la pequeña Tonka que la acompañaban a todas las actividades de la APLP.

            Ella les enseñó que la vida es un camino que se hace caminando, sin temblores, sin debilidades. Sin quejarse, sin cansarse, dejando huellas y, como dice el poeta, sembrando “estelas en la mar”.

viernes, 13 de noviembre de 2020

¿Y LA AUTOCRÍTICA DE CC?

 

            Pasan los días, las semanas y los bolivianos esperan en vano un comunicado oficial de la agrupación Comunidad Ciudadana (CC) con un análisis sereno y suficiente que explique a sus votantes el desastre de sus resultados electorales y el fracaso de una estrategia que consolidó la victoria del Movimiento al Socialismo (MAS).

            Hasta la fecha de esta nota, sólo circuló un artículo firmado por el candidato presidencial Carlos Mesa que en sí refleja un defecto que acompañó a la agrupación desde sus inicios: la idea de que CC es únicamente CM. Así ya se notaba en decisiones donde no aparecía una estructura política, sino la voz exclusiva de su máxima figura.

            Podrá discutirse y argumentarse sobre los errores de nuestra campaña. Los cometimos sin duda, pudimos hacerlo mejor, pero está claro que el descalabro tuvo que ver por encima de todo con dos hechos externos: la fragmentación en dos de la oposición y la radicalización de una parte del electorado antimasista”, escribe Mesa. Añade: “en mi opinión” y el lector no sabe si esa es la posición de su agrupación, o sólo la de él, si escribe como candidato derrotado, como historiador, como analista.

            El gran vacío del texto difundido es la caída en la tendencia tan boliviana (algunos dirán tan altoperuana) de culpar a los demás por los propios fracasos. Así, se ha responsabilizado secularmente a ingleses, chilenos, gringos, sin mirar cómo está la casa por dentro.

            Mesa pone la carga sobre el extravío del gobierno de Jeanine Añez y sobre la candidatura de Luis Fernando Camacho, sin reflexionar por qué él y Comunidad Ciudadana no lograron ser una oferta convincente y se mantuvieron como un premio consuelo. ¿Cuántos votaron por la oferta electoral de Mesa y cuántos simplemente por estar contra el MAS?

            ¿Acaso fue culpa de Añez, de Samuel Doria Medina o de Jorge Quiroga la poca previsión de CC para el control electoral, por ejemplo, o la poca imaginación para convocar a voluntarios para recaudar fondos? No pidieron disculpas por las equivocaciones; por no entender las fortalezas históricas del MAS o por carecer de nuevas herramientas para enfrentar unas elecciones 2020 tan diferentes a las de 2019.

            Ricardo Paz repitió esquemas antiguos, como si el agobiante año que atravesó la humanidad y especialmente Bolivia no hubiese dejado huella. Al parecer, no era posible llamar la atención sobre los errores. Mesa no cuenta con el “hombre mil”, aquel que se atreve a hacer notar los desaciertos al caudillo, en vez de loarlo.

            Mesa actuó más como otro “jefazo” que como un líder. Su apego a la democracia, a las libertades constitucionales pasó como un tema secundario, en vez de ser su principal estandarte. La persona más cercana tiene créditos de empresaria, pero no de conocer los ríos profundos de esa Bolivia tan complicada y compleja que no se deja asir fácilmente.

            Si CC no sabe por qué perdió como perdió, su labor parlamentaria será también extraviada. Esta legislatura no es comparable al pasado. La crisis social y económica exigirá de los bolivianos un compromiso por el país por encima de las consignas partidarias. La oposición tiene que tener la sabiduría de respaldar las medidas acertadas del presidente Luis Arce, sin perder su identidad.

            La magnitud de la crisis exige un profundo cambio de la política tradicional.

           

 

           

viernes, 6 de noviembre de 2020

¿RELACIONES O INJERENCIAS EXTERNAS?

 

           Antiguos funcionarios del Palacio de Gobierno comentaban cómo el peruano Walter Chávez ponía sus sudados pies sobre un escritorio del histórico edificio. Aunque ya muchos sospechaban de él como mercenario y traidor a entidades, incluso a los amigos que colectaron dinero para que se trate un cáncer en sus testículos, Chávez se sentía dueño del poder. Nadie lo ponía en su sitio, aunque ya era parte de su biografía su capacidad de armar guerras sucias, como antes inventaba nombres para difamar a escritores paceños.

            Era el peor ejemplo, pero no el único de una cantidad de extranjeros que coparon espacios de decisión en la administración pública de Evo Morales- Álvaro García Linera, como jamás se habían atrevido chilenos, ingleses o estadounidenses. El gobierno que se definía como nacionalista y anticolonialista aceptó que se mancille la soberanía patria.

            El peronismo, desde sus inicios, influyó en la política boliviana, pero ni en su momento más activo se atrevió a cercar a Bolivia, distorsionando noticias y permitiendo conspiraciones. ¿Cuánto cobrarán los Fernández por los favores? ¿Será otra hipoteca? ¿Otro maletín chavista? En este nuevo estilo de Plan Cóndor, nada es gratis.

            En el Ministerio de Relaciones Exteriores, desde 2006, un “gringo” era el principal asesor del canciller. ¿Qué intereses tenía? ¿Era un servidor público? Es también otra paradoja que fuesen españoles los que pusieran y sacaran artículos, párrafos, comas y puntos en la nueva Constitución Política del Estado, de principio a fin.

            En el Ministerio de Comunicación, donde cobraban personas ajenas a luchas sociales bolivianas, la injerencia alcanzó su clímax contratando a seudo empresas como la mexicana Neorona, ligada a la vez con políticos hispanos. Un gaucho recibió sumas millonarias para armar documentales contra periodistas nacionales. Varios porteños se desplazaron por radios y canales para crear programas de insultos y agresión contra dueños de medios. ¿Ese es el “internacionalismo”?

            La mayoría eran pobres “chantas” que pretendían dar lecciones a los “bolitas” y salieron en estampida en noviembre del 2019 en busca de otro país de ingenuos.

            Más grave aún fue la sustitución de policías y militares bolivianos, muy bien formados en inteligencia y antiterrorismo, por agentes extranjeros. Desde la primera reunión del gabinete de Evo Morales, también en hoteles o sedes sociales, la “avanzada” de caribeños se encargaba de desarmar enchufes, cables y controlar cada movimiento. Seguramente también grababan.

            ¿Cómo entender que las personas que gobernaban Bolivia permitiesen que fuerzas extranjeras los controlen y sepan más de su vida privada que sus propios parientes?

            Hace poco, ante el bunker chavista en Obrajes, exempleados bolivianos en la embajada venezolana se quejaban de falta de pago, mientras esa representación poseía más de 10 vehículos y ¡dos lanchas! ¿Por qué llegaban aviones caraqueños sin control de los responsables bolivianos?

            Algunos datos conocidos últimamente señalan que pasaron por Bolivia más de sesenta mil chinos en los últimos años. ¿Por qué tantos? ¿Qué hacían? ¿Dónde estaban? ¿Por qué los masistas permitieron esa masiva presencia con diferentes pretextos, mientras decenas de pobladores locales buscaban empleo?

            ¿Cómo serán los próximos años? Las elecciones bolivianas se jugaron sutilmente en un tablero ajeno a la nación, aunque oculto. ¿Qué precio se pagará? ¿Quién ganará?

           

           

viernes, 30 de octubre de 2020

ELECCIONES LIBRES Y TRANSPARENTES

 

            Luis Arce Catacora y David Choquehuanca son los candidatos electos para presidir Bolivia durante los próximos cinco años y gozan de legalidad y de legitimidad porque fueron respaldados por más de la mitad de los votantes en sufragio libre y transparente.

            Esta elección histórica- con una participación ciudadana que pocos países logran en la región- fue posible por la rebeldía de la población, sobre todo jóvenes y mujeres, en octubre y noviembre de 2019, frente a la cantidad de irregularidades de los comicios de ese año. Fue gracias al sacrificio de miles de bolivianos y de su revuelta absolutamente pacífica y voluntaria, que en 2020 el país acudió a las urnas en paz, serenidad y sin amenazas desde el estado.

            Ese será el mejor legado histórico de la generación “pititas”, aunque toda la narrativa del “Socialismo siglo 21” intentó enlodarla y negarla. Es el sello de los pensamientos autoritarios, como el estalinismo borrando de la historia rusa la figura de León Trotsky; o los militares colombianos asegurando que jamás existió la masacre de las bananeras en 1928; o el discurso de Luis García Meza aclarando que él tomó el poder porque Lidia Gueiler renunció.

            Por ello, los sucesivos ataques al actual Tribunal Supremo Electoral llegan desde dos extremos, los llamados “duros” del Movimiento al Socialismo (MAS) y los derrotados de Creemos, quienes imaginaron una victoria nacional que no se sustentaba en la realidad. Importantes funcionarios de gobierno y sus adláteres también se empeñaron en dañar lo que fue el mejor momento de la presidente Jeanine Añez y de la saliente Asamblea Legislativa Plurinacional: dar paso a un TSE técnico y mucho más institucional que los precedentes.

            El pueblo boliviano agradece y agradecerá la valentía de Salvador Romero Ballivián quien- como José María Bacovic en su momento- prefirió dejar la comodidad de un trabajo privado y tranquilo para aceptar el enorme desafío de reconstruir una entidad pública hecha pedazos.

            Los ambientes dejados por María Eugenia Choque y José Luis Exeni olían a podrido, como pasó con otros recintos públicos después de vendavales de corrupción y manejos al servicio de intereses mezquinos. Cuando las máximas autoridades ejecutivas son responsables de tanto estropicio, como es el caso del TSE del 2019, es imposible que funcionen bien otras dependencias, sean las administrativas, las comunicacionales o las de servicios.

            Romero junto con la vicepresidenta del TSE, Angélica Ruiz Vaca Diez y demás vocales prepararon elecciones que ahora son citadas como ejemplo para otros países. Todo ese esfuerzo en medio de la peor crisis mundial desde la Segunda Guerra.

            ¿Fueron perfectos? Claro que no. ¿Fueron correctos y comprometidos? Seguramente que sí. Dejaron otras tareas, faltaron ajustes en las notarías, en los tribunales departamentales, pero cumplieron con la demanda de los miles de bolivianos que salieron a las calles y caminos en 2019 y como servidores públicos.

            Ahora les tocan dos tareas inmensas: seguir el proceso contra las responsables del quiebre del 20 de octubre pasado y sus consecuencias; y organizar el próximo año otras elecciones libres y transparentes para cambiar gobernadores y alcaldes.

            Esa será la prueba real para comprobar cuál es el grado de compromiso con el cambio y con una visión institucional y no partidaria del futuro presidente Luis Arce.

            El actual TSE debe continuar como piedra angular de la reconstrucción nacional.

viernes, 23 de octubre de 2020

LOS INÚTILES (NO) DEBATES

 

            ¿Sirvieron de algo los promocionados (no) debates presidenciales del último tramo en la campaña electoral para las elecciones generales 2020? Por los resultados, la respuesta es: ¡no! ¿A qué elector ayudaron en su decisión? Por sus alcances, tampoco reflejan la extensa democracia boliviana. ¿Cuál audiencia los siguió, qué comunidad?

            Además, una segunda lectura del contexto retrata, como un microcosmos, aspectos del deterioro de la prensa boliviana que al mismo tiempo es parte de la descomposición de la sociedad boliviana, sobre todo en lo referido a la polarización y a la falta de decoro personal y colectivo.

            El (no) debate del sábado 3 de octubre fue auspiciado por la Federación de Asociaciones Municipales de Bolivia (FAM) que pasó de ser una entidad técnica a ser otra más al servicio del Movimiento al Socialismo; igual que la Confederación Universitaria Boliviana, CUB, desconocida por sus bases y con liderazgos de estudiantes veteranos. Usaron un canal privado, cuyo exgerente está preso, otro prófugo y ensombrecido como cómplice de oscuros negocios de empresarios masistas.

            El (no) debate, del domingo 4 de octubre, partió con una no verdad, o como ahora se disfraza la mentira como una “posverdad”, para distorsionar la realidad. Sus organizadores afirmaron en diferentes publicidades que era el “primer debate” después de 15 años. ¡Falso!, tan falso que toca la infamia. Sin embargo, repitieron tanto el slogan que gran parte de la opinión pública lo aceptó como “verdad”.

            Como escribió una líder política en las redes, entonces “a qué asistimos en el Hotel Europa hace seis años”. ¿Eran montadas las fotos con los candidatos a la vicepresidencia y a la presidencia de ese momento? ¿Eran los centenares de asistentes un público fantasma? ¿Vivimos un desdoblamiento colectivo?

            Cuando algunos periodistas reclamaron a sus colegas por la manipulación, uno de ellos intentó justificarse: “es que en 2014 “uno de los candidatos” (Evo Morales) no asistió.” Entonces, en 2020, ¿cómo leer la no asistencia de no uno, sino de dos de los candidatos sobrevivientes? La respuesta es típica del concepto de la posverdad como estafa a la audiencia.

            En septiembre de 2014, la Asociación de Periodistas de La Paz, con el respaldo de Canal 13 Televisión Universitaria, Cadena A, Erbol organizó el foro debate tradicional, suspendido por otros directorios desde 2002. El encuentro pudo darse por el decidido apoyo de Maximilian Hedrich de la Fundación Konrad Adenauer que lo financió, dentro de su línea de fortalecimiento democrático. Recién llegado a Bolivia, Max enfrentó una cantidad de presiones, incluida la de su colega de la otra fundación alemana, la FES, para desistir de ese respaldo. Naciones Unidas instruyó a sus funcionarios no asistir.

            Durante 20 días, titulares de la prensa reprodujeron noticias, editoriales y entrevistas sobre este asunto. La propia exministra Amanda Dávila y periodistas del canal oficialista TVB gestionaron sin éxito la asistencia de Morales. Pocas personas conocieron el enorme esfuerzo detrás de bambalinas para dar seguridad a los candidatos y al propio hotel. Homenaje especial para Waldo Albarracín que, en este aporte democrático, como en 2019, puso todo su empeño institucional y su esfuerzo personal para romper el cerco.

            La posverdad manejada este 2020, como suele suceder, quedó evidente cuando los organizadores copiaron el formato del 2014 sin darse cuenta de que, en esta ocasión, era inútil. Juntaron payasos con candidatos serios y repitieron preguntas ya respondidas.

            Como decíamos al inicio, esto podría ser una anécdota, pero es el reflejo en lo micro de lo macro: una sociedad, sin memoria, con el complejo de Adán para ser siempre “el primero”, “por primera vez”, mediocre, mezquina.

            ¿Acaso detrás del voto por el MAS no está también ese pueblo enfermo que vota por el que quemó la casa de su vecino o por el que incendió sus únicos buses decentes o por el jefe depredador sexual? ¿Olvido? ¿Conveniencia? ¿Posverdad?

            O es la ausencia del decoro que, como dice José Martí, debe acumular toda nación para sentirse digna y ver el futuro aprendiendo del pasado.

viernes, 16 de octubre de 2020

LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD

 


            Hace más de dos centurias comenzó a expandirse por el mundo las consignas de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Como es notorio en las noticias cotidianas, 231 años después, la Humanidad no logró alcanzar esos ideales. Este 18 de octubre, los bolivianos intentarán una vez más apostar por una nueva oportunidad.

            Casi todos quieren Libertad, aun cuando existan diferentes enfoques y puntos de vista. No faltan autoridades o líderes políticos que buscan ponerle frenos, pero la sociedad persigue siempre aquella línea escurridiza en el horizonte que le garantice libertad de pensamiento, libertad de consciencia, libertad de expresión y libertad de multiplicar por cualquier medio sus propias ideas.

            En vísperas del adiós al gobierno de la presidenta Jeanine Añez, el mejor recuerdo para los periodistas será el respiro que les dio. No humilló redactores en el Palacio; no mandó cercar con hordas embriagadas a los canales de televisión; ni hubo bombas paramilitares en antenas repetidoras; ni se sintieron despidos selectivos por la molestia de una ministra; ni se financiaron documentales contra “carteles de la mentira”; ni tampoco los conductores de programas nocturnos tuvieron que cambiar súbitamente de posición política para mantener el negocio.

            Bolivia está aún muy lejos de terminar de tallar la Libertad, aunque Simón Bolívar la describía como el territorio donde desbordaba el amor a ella. Es aún difícil escribir sobre temas que alguien considera tabúes sin provocar reacciones iracundas, emotivas. El foro está muy lejos de un ejercicio pleno de debate y conversación.

            La Igualdad es aún más precaria. Es un panorama desalentador contemplar cómo los que luchan por la Igualdad en el llano, desde el poder arremeten contra el más débil y repiten la historia de los siglos. La represión contra los marchistas que defendían el bosque en 2011, los discursos contra ellos, los silogismos, las imposturas, mostraron que los métodos se reeditaban como el mito de Sísifo.

            La Fraternidad pareció posible a fines de los noventa, cuando Bolivia ingresaba a la modernidad estatal y política. Había la ilusión que finalmente el ejercicio democrático era una realidad; el respeto a las reglas del juego; los avances en la cultura ciudadana; los talleres con múltiples actores sociales, políticos, económicos.

            Es más, un ideal que no apareció ni en las religiones ni en las revoluciones, se abría paso en la convivencia cotidiana: la Tolerancia, sobre todo entre los más jóvenes. Algunas expresiones eran más evidentes que otras, como el respeto a las opciones sexuales o a las propuestas estéticas en narrativa, artes escénicas, pintura.

            A regañadientes, pero ya presente, estaba el imaginario de un país multicultural, más horizontal e inclusivo. La participación popular; la cantidad de proyectos creativos; los nuevos parques nacionales; la preocupación creciente por el cuidado de la naturaleza; los alcances del poder local mostraban que era posible cambiar.

            Ahora, la mayoría de esos sueños están rotos. Ni siquiera está la ilusión de que un acto mágico, la creencia en una varita de hada madrina para transformar de un momento al otro la calabaza en un carruaje y los ratones en caballos.

            Y, sin embargo, como escribía Rafael Barret, “vamos a cambiar el mundo, aunque el mundo no quiera”. Vamos a ir a votar, a pesar de la pandemia. Vamos a respetar el resultado, nos guste o no nos guste. Vamos a imaginar que los nietos vivirán en libertad, con igualdad de oportunidades, en el gran abrazo fraterno que predijo Liber Forti.

 

 

 

viernes, 9 de octubre de 2020

¿POR QUIÉN VOTARÁ EL AGRONEGOCIO?

 

            El sector económicamente más poderoso de Bolivia la tiene difícil para las elecciones generales del próximo 18 de octubre; ninguno de los siete candidatos representa directamente sus intereses, como sucedía desde hace décadas, y los tres principales le causan dudas existenciales, casi esquizofrénicas.

            Si los dueños del agronegocio más expansivo en Santa Cruz y Beni son coherentes con su posición de los últimos años, deberían votar por la fórmula andina Luis Arce Catacora- David Choquehuanca. En efecto, ellos- la agroindustria como institución y muchos como miembros individuales- fueron el mayor sostén político de Evo Morales y del Movimiento al Socialismo (MAS) este periodo, especialmente después de la Marcha por el TIPNIS (Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure.

            Las ventajas de ganaderos y soyeros benianos y, sobre todo cruceños, no es ajena a una línea seguida desde la temprana época del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) que los favoreció desde 1952 con cantidad de medidas legales, políticas y la apertura de la carretera Cochabamba- Santa Cruz.  El aporte de los trabajadores mineros para esa dinámica es poco reconocido en los textos de historia y discursos de los beneficiados.

            Los mimos oficiales a la agroindustria se ampliaron, incluso ilegalmente, con entregas de tierra o perdones a los impuestos, durante las dictaduras militares, especialmente en el septenio de Hugo Banzer (1971-78), pero también en los pocos meses de Luis García Mesa (1980). Así lo revelan decenas de estudios sobre la tenencia de la tierra en Bolivia, su legislación, la distribución legal e ilegal y los favoritismos políticos.

            Paradójicamente, el gobierno que mejor intentó equilibrar ese poder fue el de Gonzalo Sánchez de Lozada en los noventa con el debate y aprobación de la Ley INRA (1996), perforada por los mismos empresarios que nunca la aceptaron ni escucharon la voz de José Guillermo Justiniano.

            La llegada del MAS al poder y sus iniciales discursos ideológicos, no faltos de amenazas, tensaron la relación entre el agro poder y el poder central, pero desde 2008 las aguas volvieron a su cauce y llegaron a un enamoramiento total. No por casualidad, Alex Ferrier y las familias benianas más ricas apoyaron al MAS.

            El agronegocio fue uno de los pocos sectores que no pidió la renuncia de Evo. Es más, le hizo homenajes hasta la víspera de su caída, celebrando la exportación de carne a China, mientras ardía la Chiquitanía. Ahora se sabe que le prometieron fidelidad hasta las últimas horas. Varios personajes, incluyendo periodistas, cayeron en la trampa.

            El candidato regional (y como un intento de tener finalmente liderazgo oriental para el país) es Luis Fernando Camacho. Pero Camacho fue el primero que valientemente señaló las incoherencias del sector, motivadas por intereses mezquinos. Además, es una persona que reforzaría el imaginario de que los ganaderos son audaces pero emotivos y poco reflexivos.

            Les queda Carlos Mesa, pero no lo quieren. Este candidato tiene el programa de defensa al medioambiente más opuesto a sus ambiciones de expansión de la frontera agrícola. ¿Cómo apoyar a la persona, cuyo gobierno ayudaron a desestabilizar con un agresivo cerco hace 15 años? Entonces gritaban “autonomía” muy fuerte; con el MAS se olvidaron de ella, como olvidaron a los muertos, heridos y perseguidos cruceños de ese periodo.

            ¿Votarán por Chi, o quizá Feliciano?

           

           

viernes, 2 de octubre de 2020

FORTALEZA E IMPOSTURAS DEL MAS

 

            ¿Acaso sorprende el caudal de posibles votos para el Movimiento al Socialismo (MAS) el próximo 18 de octubre? El MAS estuvo tres lustros en el poder central y casi tres décadas en el poder municipal. Tiene dinero, estructura, discurso y medios de comunicación.

            El MAS es, además, el partido que mejor entendió que había que llegar a las orillas del país, a la frontera, al poblado más alejado. La presencia territorial del MAS es inédita. Presencia de los activistas, pero sobre todo del Estado. La lejana Plaza Murillo llegaba a la puerta de la casa a través de muchos programas, sean o no exitosos.

            Presencia reforzada por el expresidente Evo Morales, de cuyos defectos ya nos hemos ocupado antes, pero que tenía la capacidad de compartir con quien comía chuño o sábalo o lechón. Desde sus épocas de dirigente y de candidato era capaz de dormir en cualquier espacio. Esa cercanía no será fácil de borrar en miles de pobladores.

            Por ello, paradójicamente, el MAS es el único partido actual con posibilidades de romper regiones, de tener una luna creciente aún cuando no sea un plenilunio. A ello se agrega su otra gran ventaja que es una constelación mayor, el MAS tiene una llegada internacional que los otros partidos no han comprendido. A pesar de ser parte de internacionales políticas, personajes como Samuel Doria o Jorge Quiroga no conmueven a una audiencia externa.

            También el MAS tiene un alcance vertical porque le dice algo al pobre más pobre, al estudiante o al profesional. Además, sus puntales más importantes están en el agronegocio cruceño. Aún ya en agonía, empresarios de la carne homenajearon a Morales y entre sus últimos defensores estaban dirigentes de los empresarios privados, algo que no harían por ninguno de los candidatos de otros partidos.

            El MAS logró entender muchas de las demandas acumuladas entre las poblaciones más marginadas y, al menos, les dio la sensación térmica de una inédita inclusión en los planes y programas oficiales. Había un rostro creíble y que dura tanto que es como un traje de seguridad para evitar la combustión de sus líderes con tantas denuncias que no se dieron en ningún momento de la democracia boliviana.

            Sin embargo, el MAS fue perforado desde un principio por los grupos violentos ilegales con fines corporativos, como los muchos masistas ligados al circuito de la coca/cocaína, desde productores, pisacocas, micro fabricantes, narco funcionarios, clanes familiares hasta carteles internacionales. Ese inmenso poder le dará su voto al MAS y, seguramente, será el primero en provocar violencia cuando el MAS no gane.

            Los otros sectores violentos, alimentados por los discursos ideológicos de los enriquecidos hermanos García Linera, también se aprontan como grupos de choque, como quisieron provocar hace un año. Nunca aceptaron al sistema democrático y añoran las bandas paramilitares que defienden a Maduro o a Ortega y las patotas kirscheneristas.

            Bajo el amparo del MAS florecieron ganancias ilícitas con tráfico de tierras rurales, semiurbanas y urbanas, incluyendo a un exgobernador; con tráfico de personas; delincuentes comunes protegidos por exministros de estado. No quieren perder el espacio ganado. Lo defenderán con cercos o con extorciones, como ya se ha visto.

            David Choquehuanca denunció a los impostores, la duda es qué piensa Luis Arce.

¿Aceptarán las reglas de la democracia o no se resignarán a la derrota?

viernes, 25 de septiembre de 2020

EL VALOR DE LA PALABRA

 


            Confianza. Esa es la palabra mágica que abre el sésamo de los ciudadanos frente al Estado. Es el concepto repetido entre los analistas que se ocupan del éxito alemán para enfrentar la crisis sanitaria. Su líder, Ángela Merkel, en un histórico discurso advirtió de la profundidad del problema y de las dificultades para enfrentarlo. Más allá de los “negacionistas” y de otras protestas, la opinión pública expresa su seguridad; cree en su canciller.

            En el caso latinoamericano, en Uruguay- a pesar del cambio de gobierno en el inicio de los contagios por el COVID 19- los habitantes aceptaron las recomendaciones oficiales. Confiaban en la palabra de los representantes de la administración pública, se cuidaron y ayudaron a cuidarse a los demás. La sólida institucionalidad fue la primera gran barrera al virus.

            En el extremo opuesto está la República Popular de China. ¿Quién puede creer en las explicaciones de su presidente, de sus gobernantes, de su sistema? Un puñado de fanáticos. El resto, los propios enfermos, sus familiares y el mundo dudan de las frases de Xi Jinping. La desconfianza es tan extensa que alcanzó a la Organización Mundial de la Salud; la influencia china destrozó la palabra del organismo.

            Para la región, el cúmulo de mentiras, de falsos positivos, de información distorsionada es más la regla que la excepción. Venezuela es la más expresiva. Tanta farsa no permite que ni la población, ni las estrategias sanitarias internacionales, ni la prensa crean en las cifras que repite Nicolás Maduro. Ni siquiera la muerte de Hugo Chávez respetó la sinceridad.

            Los libros sagrados de las religiones más importantes, los mitos y una muy grande cantidad de textos aconsejan a la persona cuidar su palabra. La palabra es la que puede consolar y aportar, aunque también puede desencadenar disputas, conflictos, guerras.

            El valor de la palabra está relacionado con el honor, con el decoro propio, familiar, comunitario. La puntualidad no es un valor en sí misma, sino que adquiere su dimensión mayor cuando se cumple con la palabra empeñada: a qué hora era la cita, cuándo había que entregar el trabajo, qué día acababa un plazo.

            Las personas, los grupos, las naciones que no respetan su palabra, no tienen honor ni decoro y con ello se rompe toda su imagen; un vidrio trizado que siempre guardará la cicatriz.

            Así le sucedió a Evo Morales, a pesar de los consejos de sus aliados iniciales o de sus más fieles funcionarios, como David Choquehuanca. Fingir silogismos para participar en las elecciones de 2014; desconocer la promesa de aceptar los resultados del referendo de 2016; hacer tretas para seguir de candidato; le quitaron todo brillo. Por ello, está claro que su mayor enemigo íntimo fueron Álvaro García Linera y el entorno palaciego.

            Janine Añez tuvo la oportunidad de proyectarse al futuro con rostro propio. El pueblo, sensible como es, hubiese perdonado errores y caídas porque le tocó una carrera de obstáculos como a una Hércules moderna. ¿Por qué no respetó su palabra? Sus explicaciones fueron un embrollo, un enredo que la lanzaron al vacío. Tanto fingimiento alcanzó a su equipo.

            El resultado de las elecciones del próximo 18 de octubre es incierto, como lo es aún el alto porcentaje de indecisos. Sin embargo, un dato es seguro. Faltar la palabra cobra un precio muy alto.

viernes, 18 de septiembre de 2020

D.D.H.H., 40 AÑOS DE RETROCESO


           ¿Gozan Evo Morales Ayma, Álvaro y Raúl García Linera, Juan Ramón Quintana, Sacha Llorenti, Héctor Arce del derecho al debido proceso por los presuntos delitos cometidos durante 14 años? Aparentemente no. Esa duda debe preocupar a todos los candidatos que se identifiquen con los principios esenciales de la democracia. El Informe de Human Rights Watch no es superficial ni partidario.

            Cuando el país recuperó el proceso constitucional en octubre de 1982, Luis García Mesa, Luis Arce Gómez, los paramilitares que asaltaron la Central Obrera Boliviana, los asesinos que torturaron a Luis Espinal, los militares que se aprovecharon de las piedras preciosas de La Gaiba fueron investigados, acusados y procesados con todo el rigor de la ley y con el respeto a sus derechos personales.

            La madurez de la democracia boliviana, a pesar de su relativamente corta edad, la solidez de las organizaciones defensoras de derechos humanos, la dignidad de Cristina Quiroga Santa Cruz y de los otros familiares de los mártires, colocaron a los responsables en el banquillo. Esa fue su mayor derrota, gozaron de beneficios que ellos negaron a los demás durante la dictadura.

            No hubo necesidad de pobladas, de excesos, de venganzas, de arreglos turbios para lograr Justicia. El sistema funcionaba, con todos sus achaques, los abogados podían sustentar sus pliegos con base en su conocimiento, como fue el caso de Juan del Granado y de Freddy Panique; también los abogados defensores, los fiscales, los magistrados.

            Funcionaba una sólida cancillería, con personalidades como Karen Longaric, Jorge Balcázar, Jaime Aparicio, decenas de servidores públicos que lograron la extradición de García Mesa, no por afinidades políticas sino por una demanda impecable.

            El andamiaje institucional de los Derechos Humanos era creíble. La Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB), cuyo embrión fue el movimiento “Justicia y Paz”, funcionaba con activistas voluntarios y con presupuestos mínimos. Inimaginables escenas como las protagonizadas por Teresa Zubieta para apoderarse por la fuerza de sus instalaciones.

            Había un discurso humanista, respaldado fuertemente por las iglesias, la católica, la metodista, la luterana. Parroquias en las ciudades y en el campo, comunidades eclesiásticas de base eran la columna vertebral del compromiso con la causa del ser humano libre y digno. Ahora, esa voluntad está disminuida, casi enmudecida, aún golpeada por tres lustros de persecución con insultos y cercos, algunos violentos.

            Desde 1982, con el paso de la dictadura al gobierno constitucional, el propio estado aumentó sus capacidades para defender los derechos humanos de todos los bolivianos y cumplir con sus compromisos internacionales. No sólo reformas constitucionales y mejoramiento en la normativa como logró René Blatman, sino la creación de la Defensoría del Pueblo. Desde que Morales instruyó que la entidad lo defienda a él, la hizo pedazos. Aun así, Nadia Alejandra Cruz Tarifa debe tener derecho al debido proceso, ahora que se aproxima el final de su usurpación.

            En estos meses, el gobierno ha denunciado varios hechos de violación de derechos humanos, de inmoralidad penada por ley, de corrupción y de ataques a la población, pero no logra darles un sustento suficiente, una base institucionalista por encima de lo político. El enredo, quizá más por incapacidad que por mala fe, puede ser un boomerang. Hasta el peor asesino tiene derechos. Lo contrario es volverlo víctima y dejarlo impune.