viernes, 25 de diciembre de 2020

EL SUR TAMBIÉN EXISTE

 

            Suelo recorrer a fin de año el sur boliviano porque me fascina el estío en esos valles floridos; las sementeras de maíz y el olor a humintas por las calles de Cotagaita; las frutas de Vitichi; los viñedos en Villa Abecia; los duraznos para la fiesta en Remedios, a orillas río Toroyo; la luminosidad del atardecer tupiceño. Desde Camargo a Tarija, desde Entre Ríos a Esmeralda es una región colorida y cantarina.

            Sin embargo, las comarcas situadas en el extremo meridional de la patria no aparecen como debieran en el imaginario nacional. Se divide al país en Occidente y Oriente como una caricatura pues ello no refleja la realidad plurinacional. El Sur no existe en los símbolos añadidos a banderas y escudos en los últimos años.

            “¿Qué me dice la flor de patujú?” Me interrogaba una amiga chapaca. “A mí ni el patujú ni la whipala me dicen algo de mi tierra, de mis antepasados, de mis raíces, de mis tradiciones. Las autoridades, los parlamentarios, ni conocen ni piensan en el Sur; en cómo somos nosotros. No nos sentimos representados.”

            El sureste chaqueño es un territorio ajeno al Collao y tampoco es parte del “Oriente”, como se suele simplificar, más allá de las relaciones históricas reflejadas en la toponimia. Los chaqueños se identifican más con sus similares de Paraguay y del norte argentino: chanchito a la cruz, sábalo, chacarera, fogón, guitarreada, tonos y modismos en el lenguaje. ¿Cómo los representa el Estado Plurinacional de Bolivia? No aparecen ni en los murales en la Asamblea Legislativa, ni en las gigantografías de Casa de la Libertad, ni en los uniformes de los policías ni en las consignas de los militares.

            Sin embargo, el río Pilcomayo debería estar en la cabeza de todos los bolivianos como el hilo más antiguo que entretejió la base de la creación de la república. Desde la región minera, donde nace, une los departamentos de Potosí, Chuquisaca y Tarija hasta abrirse hacia Paraguay y Argentina. En sus orillas se originó gran parte del nacionalismo boliviano, la idea de una pertenencia a algo común. Atraviesa grandes y diversas culturas originarias, desde los señoríos aimaras, los caracaras, los charkas, los quechuas, hasta los guaraníes y matacos o weehnayeks y otras etnias más pequeñas.

            Nace en las alturas andinas con nombre quechua de “río de pájaros” y termina en las llanuras a menos de 250 metros sobre el nivel del mar. Lo llaman en guaraní Araguay, “agua de loros”, tan hermoso debe haber sido hace 500 años. En sus más de 1500 kilómetros de recorrido lleva no solamente aguas (y contaminación) sino el intercambio entre habitantes de las principales culturas bolivianas.

            Cuando hace un año apareció la dupla del potosino Marco Pumari y el camba Luis Fernando Camacho, parecía que finalmente se consolidaba un símbolo de esa relación de las minas en las montañas con el llano agropecuario, la luna llena. Fue un espejismo de pocos días. Ellos mismos enterraron la ilusión soñada por tantos autores de la zona.

            El país sigue ignorando al Sur, cómo es el Sur, qué quiere el Sur. Lo vimos en las elecciones pasadas, en las candidaturas, en los discursos. Aunque hubo presidentes nacidos en esos lares desde el siglo XIX, el Sur no está metido en el cotidiano boliviano. Habría que retomar las iniciativas liberales de hace un siglo para entender más al Sur y para estudiar que tampoco el Norte es sinónimo de “Oriente”.

           

viernes, 18 de diciembre de 2020

SER PROFE COVID

 

            “¿Estás todavía ahí, Rodríguez?”, pregunta un profesor para saber si su alumno sigue en la clase virtual. Es uno de los muchos memes que burlan las incertidumbres de miles de docentes en todo el mundo cuando las palabras se transformaron en ecos y los rostros en fotos fijadas a la pantalla.

            En Bolivia, durante la resistencia civil de octubre 2019, profesores y estudiantes buscamos modos para continuar con la enseñanza en medio de los 21 días de conflicto. Existía ya ese señor “zoom”, todavía tímidamente, pero también había la opción de una reunión en el parque, en una casa, en un café. Fue un ensayo general para la tormenta que se avecinaba.

            En 2020 todo cambió. Aunque formalmente las clases comienzan en febrero, la gestión cobra la dinámica de un nuevo año educativo recién después del carnaval, a veces hasta después de Semana Santa. Así que el 22 de marzo apenas se encendían motores.

            La cuarentena rígida planteó urgentes medidas nacionales, regionales y en los diferentes niveles educativos: inicial, primario, secundario, universitario, posuniversitario. Además, no era lo mismo el área urbana que el área dispersa; como tampoco era comparable una escuelita fiscal en Betanzos con un colegio de convenio en La Paz; o una universidad pública que una maestría en un centro privado.

            La Universidad Católica Boliviana San Pablo, la UCB, buscó respuestas inmediatas. Tenía la ventaja de una larga experiencia en la enseñanza- incluso a distancia, como las antiguas escuelas radiofónicas que alentó la Iglesia Católica- y un compromiso con la educación por encima de otro interés.

            Los docentes fuimos capacitados en nuevas herramientas y tuvimos que aprender de forma acelerada cómo organizar la programación, cada clase, los trabajos, las reuniones, los controles. Los alumnos nos superaban en destrezas virtuales y eran ellos los que corregían las “chambonadas” de cada “profe”.

            Personalmente fue una experiencia extraordinaria y estoy agradecida por ello. Comprobé una vez más las potencialidades de los recursos humanos bolivianos, así como lamenté las limitaciones estructurales en nuestro país. Asistieron alumnos desde otros puntos cardinales, pero también abandonaron alumnos que se contagiaron con COVID. Muchos tenían dificultades de conexión a pesar de vivir en el centro paceño. Otros compartían computadora con los hermanos y papás y hacían turnos. Varios preparaban trabajos desde sus celulares.

            Junto con mis alumnos inventamos variables, como el teatro virtual con voces múltiples, como si fuésemos griegos, pero copiando el levantamiento indígena de 1780. Conocí que eran más creativos con Podcast y Whatsapp que con ensayos escritos. Nos divertimos mucho, conscientes de ser privilegiados porque en la UCB siguieron las clases.

Yo, que hasta hace poco rehuí incluso usar celular, me llené de electrónica.

            Al final, nos atrevimos a un paseo de etnografía urbana por el centro paceño. Me adivinaron detrás de barbijo, gafas y turbante y yo a ellos: uno era más rubio que en la foto, otra más flaca que desde la pantalla, aquella más elegante que el pijama que usaba desde su casa. Caminamos por las calles intentando mantener las distancias, gritando, riendo. Solo nos faltó el abrazo para el adiós final, melancólico.

            La tecnología se aprende, pero las pantallas no contienen la ternura y la complicidad del aula presencial ni el cafecito vespertino en la cafetería universitaria.

           

viernes, 11 de diciembre de 2020

REACTIVAR EL TURISMO INTERNO

 

            El azul del Lago Titicaca luce más brillante que nunca. “Ha rejuvenecido”, comenta una antigua visitante. Mientras los humanos padecían una emergencia sanitaria, el agua se despedía de aceites de motores, basuras y excesos. La playa de Copacabana está limpiecita porque las autoridades municipales están decididas a recobrar su atractivo.

            Los lancheros lucen barbijos de diferentes texturas y pintaron de blanco las embarcaciones para atraer al forastero; ofrecen recorridos a las islas de la Luna y del Sol y otros paseos. En el cruce a Tiquina encontré varios grupos de cruceños; algunos llegaban por primera vez; otros repetían el peregrinaje hasta el santuario de la Vírgen.

            Fue un acierto familiar escoger a la empresa Magri Turismo para volver a caminar por la patria después de tantos meses de forzado encierro urbano. El programa se cumplió puntualmente, acorde a aquello ofrecido en la propaganda: ¡albricias! Tres días en medio de achachilas, gozando aire limpio, agua, sol y buena comida del altiplano.

            El Ecolodge es precioso y permite realizar caminatas y visitas con un excelente guía profesional. Es un tiempo único para el turista porque aún no hay esa cantidad de gente que suele entorpecer el recorrido por la Isla del Sol. Sobresale el esfuerzo de los comunarios por atender en sus locales con barbijo y suficientes medidas de seguridad.

            La sombra es la pelea entre el sur y el norte que mantiene cerrado el ingreso a una parte de las ruinas y ya ocasionó violentos enfrentamientos. Por otra parte, el asfalto de la carretera nueva sólo llega a Huarina; después el vehículo sorteará grietas y desvíos, aunque hubo foto de “inauguración”. El otro desaliento es tener que pasar por el desordenado tráfico alteño y la ausencia absoluta de señalética.

            También pudimos llegar a Coroico, declarado hace décadas como el primer municipio turístico de Bolivia, más título que realidad. Desde la salida de la tranca, pude comprobar la cantidad de grupos en bicicletas desafiando la “ruta de la muerte”, algunos extranjeros, la mayoría bolivianos.

            La carretera muestra la falta de mantenimiento en todos estos meses. La Paz es seguramente uno de los departamentos menos atendidos en su vertebración y la salida a Sud Yungas sigue de tierra y con derrumbes, a pesar de que ahí también había una vez un gran cartel con foto de “inauguración”.

            Los turistas que fueron este fin de semana estuvieron bloqueados durante horas por una actividad sindical, como sucedió también hace poco por una proclamación política. Tampoco hay disciplina ni control para evitar los conflictos durante horas por las obras en el ingreso a Coroico. “Nadie hace caso” explica un agente de tránsito.

            Solamente el paisaje fantástico y la permanencia de los últimos restaurantes internacionales (que antes abundaban) compensan la pérdida de ese tiempo en la carretera.

            Esta semana “El País” de España recomendó los 10 sitios imperdibles para conocer América Latina. El primer puesto, por su majestuosidad, es la Amazonía, los parques nacionales y entre ellos el Madidi (lastimosamente amenazado por los interculturales). El segundo es el Salar de Uyuni, también en Bolivia.

            El gobierno de Luis Arce aconseja retomar el turismo interno para dinamizar la economía y es una buena idea, ajustando las medidas de bioseguridad y los detalles que desconciertan al visitante. Conocer las orillas del país, sus rostros pluris y multiculturales, es la mejor inversión, la única que no se quema ni se devalúa ni te roban.

 

 

 

 

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viernes, 4 de diciembre de 2020

“HUMILLADOS Y OFENDIDOS”

 

            Me presto el título de Fiodor Dostoyevski para describir una inédita situación que se vive en Bolivia, donde todos los papeles parecen trucados y se confunden los roles de victimarios y víctimas. “Humillados y ofendidos”, así parecería que desea ver el Movimiento al Socialismo (MAS) a los militares y a los policías bolivianos, seguramente con el plan de Evo Morales para reemplazarlos por “milicias armadas”.

            Esa es la estrategia aprendida por Daniel Ortega y por Hugo Chávez/ Nicolás Maduro para impedir el ejercicio pleno de las libertades democráticas y controlar violentamente las protestas sociales. El uso de mercenarios también fue aprovechado por grandes potencias en diferentes guerras, como en Irak y Siria.

            Los milicianos armados no responden a ninguna legalidad, se esconden en el anonimato, en la masa. No tienen que rendir cuentas a tribunales, parlamentos, comisiones internacionales. ¿O, acaso alguien pregunta por esos hombres y mujeres armados que aparecen en fotografías y redes sociales en los bloqueos del MAS?

            Probablemente no es una convicción del presidente Luis Arce ni de David Choquehuanca, pero sí de los dirigentes de diferentes organizaciones que protagonizaron los violentos hechos en octubre y noviembre de 2019 y repitieron su vandalismo en agosto de 2020 para evitar que llegue el oxígeno a los recién nacidos y a los afectados por la emergencia sanitaria.

            ¿Acaso son hechos tan lejanos para olvidar cómo, en 2015, el expresidente Morales obligó a su guardaespaldas a atarle los cordones de los zapatos, de rodillas? No existe registro de otro presidente o presidenta humillando de esa forma a un policía boliviano. Un botón de una actitud perversa que se reflejó en varios otros momentos.

            El mandatario indígena despreció a los uniformados nacionales para entregar la seguridad del estado a agentes extranjeros, uniformados o de servicios de inteligencia, que reemplazaron a militares y policías en sus tareas constitucionales.

            Durante 14 años de mandato, la Policía Boliviana fue usada únicamente para fines políticos y represivos, sin mejorar su presupuesto ni sus condiciones de trabajo. El gobierno se limitaba a entregar vehículos comprados a un socio amigo, sin cuidar a la institución compuesta en su mayoría por personas de origen aimara y quechua.

            ¿Cómo no iban a rebelarse? Compartí el indecente rancho que reciben los agentes de tránsito, vi las condiciones miserables de los guardias en las cárceles, comprobé la permanente discriminación. Operadores del MAS pintan con cruces las viviendas de humildes policías para asustarlos, queman sus oficinas, destrozan sus vehículos.

            A los militares los obligaron a corear una consigna ajena a Bolivia, el “Patria o muerte” foráneo. Juan Ramón Quintana se encargó de borrar promociones, de saltar estatutos, de humillar a los mejores alumnos. Los incidentes son múltiples.

            Un ejemplo por demás cruel fue someter al general del Ejército boliviano, Gary Prado, a un larguísimo proceso. No era solamente la acusación jamás probada, sino el maltrato en los tribunales, sin considerar su edad, su invalidez. Ni San Román se atrevió a tanto con el héroe del Chaco Bernardino Bilbao Rioja. ¿Venganza?

            Los excesos en Senkata y Sacaba se deben investigar imparcialmente, de lado a lado, así como se debe retroceder al delito mayor de la candidatura inconstitucional. ¿Quién o quiénes arrojaron la primera piedra? ¿Por qué tuvo que pasar lo que pasó?