Pasan los días, las semanas y los bolivianos esperan en vano un comunicado oficial de la agrupación Comunidad Ciudadana (CC) con un análisis sereno y suficiente que explique a sus votantes el desastre de sus resultados electorales y el fracaso de una estrategia que consolidó la victoria del Movimiento al Socialismo (MAS).
Hasta la fecha de esta nota, sólo circuló
un artículo firmado por el candidato presidencial Carlos Mesa que en sí refleja
un defecto que acompañó a la agrupación desde sus inicios: la idea de que CC es
únicamente CM. Así ya se notaba en decisiones donde no aparecía una estructura
política, sino la voz exclusiva de su máxima figura.
“Podrá discutirse y argumentarse sobre los errores de nuestra campaña. Los
cometimos sin duda, pudimos hacerlo mejor, pero está claro que el descalabro
tuvo que ver por encima de todo con dos hechos externos: la fragmentación en
dos de la oposición y la radicalización de una parte del electorado antimasista”,
escribe Mesa. Añade: “en mi opinión” y el lector no sabe si esa es la posición
de su agrupación, o sólo la de él, si escribe como candidato derrotado, como
historiador, como analista.
El gran
vacío del texto difundido es la caída en la tendencia tan boliviana (algunos
dirán tan altoperuana) de culpar a los demás por los propios fracasos. Así, se
ha responsabilizado secularmente a ingleses, chilenos, gringos, sin mirar cómo
está la casa por dentro.
Mesa
pone la carga sobre el extravío del gobierno de Jeanine Añez y sobre la
candidatura de Luis Fernando Camacho, sin reflexionar por qué él y Comunidad
Ciudadana no lograron ser una oferta convincente y se mantuvieron como un
premio consuelo. ¿Cuántos votaron por la oferta electoral de Mesa y cuántos
simplemente por estar contra el MAS?
¿Acaso
fue culpa de Añez, de Samuel Doria Medina o de Jorge Quiroga la poca previsión
de CC para el control electoral, por ejemplo, o la poca imaginación para
convocar a voluntarios para recaudar fondos? No pidieron disculpas por las
equivocaciones; por no entender las fortalezas históricas del MAS o por carecer
de nuevas herramientas para enfrentar unas elecciones 2020 tan diferentes a las
de 2019.
Ricardo
Paz repitió esquemas antiguos, como si el agobiante año que atravesó la
humanidad y especialmente Bolivia no hubiese dejado huella. Al parecer, no era
posible llamar la atención sobre los errores. Mesa no cuenta con el “hombre
mil”, aquel que se atreve a hacer notar los desaciertos al caudillo, en vez de
loarlo.
Mesa
actuó más como otro “jefazo” que como un líder. Su apego a la democracia, a las
libertades constitucionales pasó como un tema secundario, en vez de ser su
principal estandarte. La persona más cercana tiene créditos de empresaria, pero
no de conocer los ríos profundos de esa Bolivia tan complicada y compleja que
no se deja asir fácilmente.
Si CC no
sabe por qué perdió como perdió, su labor parlamentaria será también
extraviada. Esta legislatura no es comparable al pasado. La crisis social y
económica exigirá de los bolivianos un compromiso por el país por encima de las
consignas partidarias. La oposición tiene que tener la sabiduría de respaldar
las medidas acertadas del presidente Luis Arce, sin perder su identidad.
La
magnitud de la crisis exige un profundo cambio de la política tradicional.