viernes, 28 de febrero de 2020

SIN HIGUIENE, NO VALE EL PIB



            Pedro Casusol, poeta peruano, cuenta que el máximo exponente del movimiento beatnik Allen Ginsberg inició su recital en Lima con una frase que dejó a todos confusos: “Acabo de llegar del hospital donde me he ido a quemar las almorranas porque soy maricón”.
            Más allá de la típica provocación de Ginsberg, su biógrafo Michael Schumacher confirma que adquirió un cuadro de hemorroides durante su paso por Bolivia, no por los picantes, sino por las precarias condiciones de los servicios higiénicos en este país. De La Paz se fue al Cuzco en un camión hacinado.
            Sesenta años después, con dos bonanzas económicas entre 1972-1976 y 2005-2013, ¿podría Allen Ginsberg o cualquier turista encontrar buenos servicios higiénicos en un recorrido por Bolivia? ¿Tendría esperanza de comprar asientos en cómodos transportes con atención suficiente para garantizar su bienestar? Es más, cuántos habitantes de los once millones contabilizados como bolivianos acceden a una sanidad suficiente, adecuada al Siglo XXI.
            Hace dos siglos nació la enfermera británica Florence Nightingale y ella enseñó a los guerreros que lavarse las manos con agua y jabón limitaba epidemias, contagios, enfermedades gastrointestinales. ¿Cuántos bolivianos pueden lavarse las manos en cualquier momento, siquiera después de defecar?
            El asunto del aseo y de los aseos en Bolivia es simplemente trágico, pero no atrae ni votos ni programas de gobierno y enfrentamos día a día la contaminación en los mercados, en los lugares donde se venden platos de comida, en los caminos y también en los colegios, en las universidades.
            Hace unos años, vecinos del centro paceño hicieron una marcha “No queremos baño” contra la idea municipal de poner baños públicos en los lugares más concurridos de la Avenida 16 de julio. Mientras todos los espectáculos al aire libre, sobre todo las entradas folklóricas y ahora con mucho énfasis, “el Carnaval” esconden detrás de lujos y joyas la precariedad absoluta en las letrinas, aseos, baños o “toilets”.
            Hace pocos días, en forma dramática ante el avance del coronavirus, un afamado médico chino declaraba que nada significan los índices del PIB con cifras azules, así sea de dos dígitos, si los habitantes de un país enfrentan la suciedad en la cadena alimentaria, desde el acopio, las ventas, los preparados y sus desechos.
            Así también, no puede habar programa coherente para aumentar la autoestima en las adolescentes si en sus casas y en sus escuelas no tienen cómo garantizar un mínimo de su higiene íntima y su autocuidado que empieza y termina en el cuerpo.
            Ahora, festejaremos con disfraces y máscaras las carnestolendas con sus alegrías y tragedias, con sus costumbres y con sus excesos. Muchas fotos, videos, publicidades y cervezas. Algunas quejas. Comentarios, una nota y nada más.
            Día tras día, semana tras semana, año tras año, igual. Volverá el fantasma de Ginsberg y una vez más encontrará que Uyuni es único, que las montañas andinas lo deslumbran, que los yungas y los valles son fantásticos, pero los servicios higiénicos o no existen o son tan precarios como cuando llegó en 1960.
            El aseo, escribió Florence, es el primer alivio para cualquier persona, más para un enfermo. Añadimos, un país sucio es una nación sin futuro.

GILKA WARA Y LOS OJOS DE LOS ÁRBOLES



Predicaba San Francisco de Asís que la naturaleza puede ser maleza, bosque, sembradío o jardín. El soplo divino da vida y conecta lo absoluto del Cosmos con la existencia de las pequeñitas criaturas del Señor y una y otra vez asegura la continuidad de las especies.

Gilka Wara Libermann aprendió desde niña que ella tenía el don de perpetuar el caos ordenado de esa creación. Que su plegaria no era el Verbo porque su manito podía trazar líneas y curvas, ojos y alas para reflejar un mundo de flores y de animales que nadie más que ella parece encontrar. Coloreó hojas desde la tierna infancia, en el colegio, en la universidad, con los maestros bolivianos, mexicanos, en diferentes viajes buscando cuántos más tonalidades podría encontrar, buscando-se, indagando-se.

Julio de la Vega decía de su obra juvenil: “todo en ella es descubrimiento”. Siente siempre el desborde del tinte que le sale de los dedos. No usa caballete ni siquiera tiene taller. Pinta donde puede, donde cabe una madera, un lienzo, un muro o una cajita, los pinceles, las témperas o los óleos. Nunca usó el horno de cerámica que compró con sus ahorros.

Encontró que la naturaleza no es “muerta” sino fuego, lluvia y simiente. Así se rodea desde su habitación en Uni, frente a la montaña mágica de La Paz, de pinares, queñuales, margaritas y retamas, senderos y hierbales. Escucha desde el eucalipto a la lechuza casera y en la ventana los picotazos del chihuanco que anuncia el aguacero; los inmoviliza con dos o tres pinceladas.
Congela la realidad fantástica; organiza lo enredado; habla siguiendo muda.

Amó el aire libre desde sus primeros paseos en el jardín de la casa paterna que aún hoy parece un microclima en medio del cemento de su ciudad natal. Vivió el exilio familiar en la campiña argentina, se refugió en el Yanacachi yungueño, puso cuarto en el Tepotztlan mexicano. Lo cotidiano desde las estrellas, como traduce su propio nombre andino: Wara. El cielo, la tierra, el sol.

De claros ojos de guardabosque sacó desde su primera exposición en Bolivia, en 1985, unos hallazgos que de tan inocentes parecían imposibles. Tan primitiva, tan ingenua- apuntaban los críticos en sus crónicas- como solamente pueden pintar los muy estudiosos, los que han pasado horas frente al lienzo en blanco, al muro gris, al barro sin modelar, a la piedra sin musgo. Heredera del Bosco, de Rousseau, del arte naive, del expresionismo. De todos y a la vez de ninguno.

Nacida en 1961, es de la generación de artistas posteriores a la Revolución de 1952. Ajena a los ismos y a las corrientes ideologizadas, protesta a su manera, desde la revelación del mundo que podría ser feliz y brillante. Sin discurso social, espontánea, como los niños que señalan desde su simplicidad a los ambiciosos que destruyen lo hermoso.

Barroca toda ella, la conocí cuando sus trenzas no tenían las canas de su larga cabellera. Saltarina, delgada como los troncos de olmos callejeros, ha reunido para su nueva exposición cientos de pequeños cuadros con insectos y mamíferos, ríos y guijarros, barros y bosques.
Una vez más será el Todo, el Absoluto y al mismo tiempo el pequeño detalle, lo microscópico. El universo desde los ojos sin párpados de los árboles floridos.

BOLIVIA FESTIVA



            Mi querido anfitrión, el poeta y novelista Juan Carlos Castellanos, me abraza, besa mis mejillas y me entrega una canasta de panes y vinos, frutas, pimientos, choclos, albaca, rosa pascua, globos y serpentinas. Saca el pañuelo y pide a la banda tronar con una cueca tarijeña, mientras su esposa y mi esposo nos festejan con silbidos y videos.
            Zapateo algo colla, recuerdo mis clases de bailecito, y aunque llovizna sentimos el calor del carnaval chapaco. Quizá hemos roto alguna tradición, un compadre y una comadre. No interesa a nadie. A “Chaplin” como lo saludan por las calles, le debo muchos festejos, en Tarija y en Villa Abecia, todos de antología. Y le debo sus biografías sobre mujeres revoltosas, la Gorriti infiel o Sor Isabel que enamoró al general.
            En las calles suena la música alegre de Enriqueta Ulloa y hay comparsas de comadres en las esquinas, hermosas mantillas, la blusa ajustada, las trenzas con cintas de colores, la pollerita sobre la rodilla girando con la tonada de Nilo Soruco. Es tiempo de abundancia y en los mercados sobran los racimos de uvas, los duraznos de todo tamaño, choclos para humintas y tamales, higos y quesos, muchos bizcochos.
            Regreso a la casa donde me aloja Gisela y la abrazo emocionada porque siento que en estos gestos de hospitalidad y brindis está la razón profunda que explica esa conmoción que a veces llamamos patria y no es más que el sentimiento de la ternura y de la fraternidad que aleja a los humanos de los demás mamíferos.
            Con mi familia recorremos los carnavales de Bolivia (también los domingos de pascua) por ciudades y pueblos y en cada rincón encontramos una forma diversa de ser festivos y de ser amables. Quizá es esta reserva la que nos ayuda a vivir cuando en los palacios gobiernan dictadores o también cuando el resto del año faltan víveres y no hay trabajo.
            En ningún lugar le niegan a un forastero el convite, la libación con chicha, ambrosía, licor de membrillo o vino. Siempre hay alguien que ofrece un plato de comida, sea en Sica Sica cuando las flores de la papa se pierden en el horizonte del sembradío. En Vallegrande a cada paso sale algún vecino con una porción de lechón al horno, arroz, plátano, yuca, verduras. En el sur nos saciamos con carnes a la parrilla y en Oruro imposible pasar carnaval sin caer donde algún conocido que cocinó costillar, guiso, brazuelo. En La Paz comemos puchero y así al infinito. Parecería que está prohibido hablar de escasez o de miseria.
            Muchos han estudiado y descrito los orígenes y las transformaciones de la fiesta desde sus tiempos más lejanos hasta las entradas de pepinos, las rupturas sociales, la relación con los socavones, las diosas griegas convertidas en candelarias. Sin embargo, queda la principal pregunta.
            ¿Por qué nos gustará tanto festejar el carnaval en Bolivia? En todo el territorio, de banda a banda, mientras otros pueblos latinoamericanos similares al nuestro no mantienen esos ritos. Ni siquiera en Brasil es tan extensivo.
            Más tarde, como canta Serrat, volverá el rico a sus riquezas, el pobre a sus pobrezas y el señor cura a sus misas. Mientras el festejo seguirá en los recuerdos, en los comentarios vespertinos, en las fotos y videos, en las historias que se cuentan a los niños.
           

viernes, 14 de febrero de 2020

LOS MILLONARIOS REVOLUCIONARIOS



            Uno de los asuntos que más indigna del paso del Movimiento Al Socialismo (MAS) por el gobierno central, gobernaciones, alcaldías y empresas públicas es su afán de enriquecimiento rápido a costa de los bienes colectivos. Sin considerar sus relaciones con el circuito coca cocaína y la gran transnacional mundial, que merecen otra nota.
            ¿Dónde quedó el hombre nuevo? En otras palabras, qué pasó con los ideales de anarquistas, marxistas, socialistas, pachamamistas que presentaban sus acciones como un medio para lograr una humanidad gloriosa, sana, digna, solidaria.
            El caso boliviano no es aislado y es apenas un enano frente al derroche chavista y al espantoso engranaje familiar de los Kirchner o de los Ortega. A nombre del antiimperialismo, del anticolonialismo, del antiliberalismo, gobernantes han acumulado fortunas y han preñado una clase de nuevos ricos.
            En este mes saltó a las primeras planas uno de los ejemplos más dramáticos, el de la familia Santos de Angola. Muchos jóvenes de los años setenta recordarán con nostalgia aquellas gestas del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) enfrentando al colonialismo portugués, a la intromisión estadounidense y sudafricana, a los mercenarios de UNITA. Una lucha emblemática en el proceso político africano.
            Se involucraron directamente tropas cubanas y el respaldo soviético fue clave. El golpe institucional de militares portugueses en 1974 apuró la salida de esa metrópoli de sus colonias. Agusthino Neto daba rostro a la revuelta y Pablo Milanés cantaba: “Angola liberada, Angola independiente”.
            Neto murió poco después y José Eduardo dos Santos, marxista y respaldado por Cuba y la URSS, asumió el poder que no quiso abandonar, de 1979 a 2017. El rico territorio petrolero fue pronto aprovechado por la familia dos Santos. Su hijo José Filomeno está ahora juzgado por trasladar irregularmente ¡500 millones de dólares! del banco central angoleño a un banco suizo en Londres.
            Isabel, su hija mayor con su primera esposa rusa Tatiana Kukonova, es considerada la mujer más rica de África, habitual en fiestas de gala y en revistas rosa. Directora de la empresa petrolera angoleña es a la vez ejecutiva en un complejo engranaje de empresas vinculadas directa o indirectamente al estado.
            Una investigación de varios periódicos desnuda los excesos de la familia dos Santos y descubre además que esa corrupción está ligada con el sistema bancario mundial y penetra a los capitales industriales y tradicionales. Mientras, el 70% de la población angoleña vive con dos dólares al día, los campesinos enfrentan permanentes epidemias de fiebre hemorrágica y otras plagas de la pobreza.
            ¿Para ello lucharon Neto y los guerrilleros del MPLA, el pueblo bantú?
            Dos Santos competía con Teodoro Obiang de Guinea Ecuatorial, otro dictador enriquecido y que Evo Morales recibió con honores y una pregunta: ¿cómo había hecho para estar décadas en el poder?
            Trágicamente, América Latina se asemejó en este siglo a la África subsahariana en corrupción, discrecionalidad en el manejo del poder, autoritarismo, aliento a las luchas tribales, carencia de instituciones sólidas. Josep Kabila en Congo, Biya en Camerún, Mugave en Zimbabue podrían encontrar sus símiles en el continente americano.
            Acumulación de poder y riqueza, elecciones amañadas, demagogia, populismo “revolucionario”, culto al jefe supremo, son las razones internas de las hambrunas y guerras en África.

lunes, 10 de febrero de 2020

DON WERNER, IN MEMORIAN


            El mundo conmemoró con diferentes actos en distintos escenarios el 75 aniversario del ingreso de tropas del Ejército Rojo al campo de concentración en Auschwitz, el símbolo más famoso de lo que significó el grado de maldad que había alcanzado la humanidad para despedazar a otros seres humanos por su procedencia étnica, por sus creencias, por sus ideas, por su opción sexual. “Nunca más” han coreado los actuales sobrevivientes que entonces eran niños adolescentes y hoy están en el umbral de la muerte.
            Pocos días después en Bolivia hubo homenajes para recordar a Werner Guttentag, el librero, como muchos lo conocían. Había nacido en Breslau, ahora Polonia, el 6 de febrero de 1920 y tuvo que abandonar su patria junto a su padre escapando de la persecución nazi. En una bitácora que contaba los muchos días, sobre todo, las muchas noches de temor entre la huida, el barco, el ancho mar, las posibilidades de asilo, hasta su llegada a Cochabamba.
            Era 1939, año nefasto para la dignidad humana. El final de la Guerra Civil española (1936) mostró cuan largos tentáculos tiene el odio al que no piensa como uno piensa. Las décadas posteriores dividieron a regiones, a cultos, a familias, a enamorados. Pocos ejemplos tan dramáticos de lo que desencadena la confrontación entre paisanos.
            Era el inicio de la Segunda Guerra Mundial que consiguió desentraña la maldad que lleva el hombre cuando deja de ser una criatura divina. Los soldados rusos describieron cómo habían encontrado a otros humanos que parecían zombis, piel y hueso, con ojos tan vacíos pues también el alma había volado. Se confirmaban las denuncias de documentales estadounidenses que muchos pensaban eran solo propaganda.
            Miles, millones de personas murieron en las trincheras, otros millones civiles en bombardeos. La peor pesadilla fue el asesinato de mujeres, niños, hombres en cámaras de gas, con métodos sofisticados, con maquillajes científicos, con experimentos perversos.
            Werner pudo salvarse y encontrar en Bolivia una posibilidad de vida tranquila, más aún con la política de Germán Busch para abrir las fronteras a judíos. Muchos refugiados retornaron a sus lugares de origen porque les era difícil comprender a los bolivianos. Guttentag se quedó, sembró hijos, árboles y muchos libros. Dio su vida para fomentar la lectura entre sus nuevos vecinos. Arriesgó su capital para imprimir a poetas desconocidos. Fomentó ferias, exposiciones, concursos. No leer lo que Bolivia escribe, era no saber lo que Bolivia es.
            Werner no guardó rencor ni vengó su dolor contra otras personas. Por el contrario, hizo mucho para la comprensión entre los cochabambinos. Así como este 27 de enero se reunieron en Auschwitz representantes de origen israelí y de 20 países árabes, alemanes y otros europeos. Desean un futuro de paz, justicia, amistad, como relata la DW.
            En cambio, la conmemoración en Jerusalén fue una nueva expresión de rivalidades y poderes. Donald Trump anunció un plan para hundir más al pueblo palestino, para olvidar que 700.000 y luego miles más fueron arrancados de sus hogares para habilitar Israel. No hay señales que las lecciones sean aprendidas. Palestina sigue pagando el precio de un infierno que ellos no provocaron pero que Israel se los cobra todos los días. El resto del mundo calla.

LA SOMBRA DE SÍSIFO

            ¿Aún hay tiempo? Parece que no es posible vencer el perverso destino de Sísifo, que acompaña a los bolivianos desde el inicio de su historia republicana. En 1809, fueron los primeros criollos en rebelarse contra la corona española en el continente americano, como un eco algo distorsionado de la gran rebelión de indios en 1780 y del movimiento independentista de los haitianos.   
Al final, fueron los altoperuanos los últimos en firmar un acta de independencia. Quedaron excluidos de aquella y sucesivas ceremonias y asambleas constituyentes los guerreros que habían mantenido 15 años de resistencia. Afuera sobrevivieron, como porteras, las mujeres que habían entregado sus hijos a esa utopía que comenzó a llamarse patria. La Juana consolada por el nieto, la Vicenta consciente que había donado todos sus recursos para atender unas batallas que pronto la olvidaron.
            Al borde del bicentenario la historia no cambia. Abundan los ejemplos.
            Por ello asombra, y a la vez se confirma, ese hado Sísifo perverso con la candidatura de la presidente Janine Añez, que decidió posar para la foto del poder coyuntural en vez de quedar en el video de la posteridad. Decidió convertirse en una más del montón y abandonar la oportunidad de ser única; prefirió atender los aplausos de los cortesanos de todos los tiempos en vez de escuchar al Hombre Mil, ese buen consejero que recomienda Rudyard Kipling a todos los poderosos.
            ¿Optó por suicidarse, hastiada de la vida que le espera o fue acribillada por los cantos de los sirenos y faunos que asoman apenas hay carnada para devorar?
            Es posible que las presiones llegaran desde allende nuestras fronteras, mucho más lejos de las intrigas palaciegas. Es posible todo, en medio de esta borrasca de los juegos por un trono que ahora se disputan en tableros más y más complejos, donde intervienen las fichas rojas sin que ni las negras ni las blancas sean reinas sino solamente peones de feroces estrategas.
            En todo caso, Jeanine Añez sopló con un solo gesto el castillo de prestigio y valentía que había logrado en dos meses de costosa construcción, ladrillo a ladrillo. Muerte en dos actos, el primero anunciando su candidatura a la presidencia para intentar perpetuarse en el palacio, aunque seguramente la suerte le será caprichosa. La segunda, la más desilusionante, culpando de machismo a las miles de voces que han cuestionado esa decisión.
            Un gran tropiezo de Luis Revilla que podría finalmente haber afianzado su trabajo al mando de la alcaldía paceña, después de diez años de desempeño bajo la durísima presión del poder central del MAS. Pudo ser el rostro de la diferencia con las ganancias derivadas del apoyo público a su gestión, identificada en los buses pumakataris.
            No deja de ser patético el derrumbe acelerado de las dirigencias cívicas. Valientes en el llano, fracasados en la visión de construir país.
            En el medio, la actitud del grupo central de Comunidad Ciudadana con una gran capacidad de alejar aliados visibles y posibles. Parece que son más importantes las voces del aplauso, amigas y amigos. Rápidamente alejaron a las opiniones diferentes, a las visiones que propusieron autocríticas, miradas más profundas, transiciones más adecuadas a los nuevos desafíos.
            El MAS no es el enemigo, el enemigo es su método, ese que se ha quedado.