viernes, 31 de julio de 2020

MAURICIO ETIENNE Y LA ROSCA MASISTA

            Apagadas las voces de los idealistas que fundaron el Movimiento al Socialismo (MAS), quedan los estridentes grupos violentos, clientelares, que no dudan en provocar confrontaciones sangrientas a cambio de dinero, un chicharrón o una farra. Los poderosos del partido (inscritos o no) son los silenciosos, los que aprovecharon el Buen Vivir y gozaron la bonanza económica pues consiguieron apoderarse de contratos sin licitación, sin competencia y en condiciones que pagamos y pagaremos todos los bolivianos.

            Un ejemplo de estos empresarios favorecidos por el MAS/Álvaro García Linera es Mauricio Eloy Etienne Solares, ligado con Carlos Gill Ramírez en grandes obras civiles como el teleférico o los radares. Etienne es director en la Ferroviaria Andina adquirida por Gill. Carlos Jorge Gómez Nuñez fue su suplente en 2015. Paraguayo beneficiado con contratos sin licitación pública, contactado con la empresa Thales Air Systems SAS, beneficiada a la vez con contratos para el satélite Tupac Katari y la red de radares en 2016. Thales subcontrató a la empresa constructora Gómez Nuñez que creó en cinco días una filial en Bolivia que a la vez subcontrató a la Constructora Etienne SA (Cotienne SA).

            Existe un amplísimo y complejo engranaje entre Gill, los Gómez Nuñez, la embajada venezolana en Bolivia, bancos privados, los directivos de las ferroviarias, el periódico “La Razón”, los compradores de Gravetal, y varios nombres que se repiten en el imperio que armaron amparados por Evo Morales. Aspectos denunciados por Oscar Ortiz y que ahora difunde también la prensa internacional.

            Gill escogió muy bien con quién ampliar sus negocios, bordeando lo legal y lo ético. Claudia Benavente se encargó de las loas públicas; Etienne de los dólares.

            Etienne fue subcontratado para las obras civiles con montos aún no establecidos. ¿Por qué la Contraloría no auditó esos contratos, las cifras que mostrarían un precio mucho más alto en comparación a obras similares en el continente?

            Mauricio Etienne es (¿era?) también dueño de MABET. El 16 de noviembre de 2011 negó que sus concesiones madereras en Pando afectasen al territorio indígena de los últimos pacahuaras. Tenía 224 mil hectáreas, la sexta parte de la provincia más dinámica del norte boliviano. Declaró entonces que “cedió de manera amigable” 69.538 hectáreas a las comunidades indígenas. ¿Qué dijeron sobre ese asunto las bartolinas, los ministerios, el fondo indígena? Solo silencio.

            Etienne, su esposa, hijos, yerno y familiares diversos aparecen como parte de las 14 familias beneficiadas con grandes concesiones forestales, junto a los supuestamente enemigos del MAS, empresarios y políticos de “derecha”. En 2017 creó otra empresa, la “Finn and bin” para construcciones, con sede en Santa Cruz. Representó a la Inmobiliaria Almendros, denunciada por no pagar impuestos municipales en La Paz. Su nombre está relacionado con muchos emprendimientos, así como con diferentes procesos por distintas causas. También sale en fotos con Juan Ramón Quintana. Éste era el socialismo del “proceso de cambio”.

            Etienne fue uno de los primeros en desaparecer de escena cuando el gobierno de Morales agonizaba. Aparentemente no le fue bien en Miami y partió a Santiago de Chile. El país no le interesa. Los magnates masistas no son mecenas, ni crean fundaciones, ni apoyan orquestas. Sólo fiestas, derroches, brindis. Lo que nunca logrará ni él ni su familia ni empresas es prestigio, el buen nombre, el abrazo sincero, liberarse del tufillo. Como tantos ricos sin esfuerzo, su fortuna es su tumba.

 


viernes, 24 de julio de 2020

INTROMISIÓN DE ARGENTINOS EN ASUNTOS BOLIVIANOS


I

            Hace dos siglos, en diciembre de 1815, Manuel Ascencio Padilla escribía indignado una misiva al General José Rondeau, conductor del Tercer Ejército Auxiliar Argentino, quien pretendía “enseñar” a los guerrilleros altoperuanos cómo deberían “hostigar al enemigo”.

            Padilla reclamó la actitud de esos argentinos que se jactaban de “ayudar” pero primero saquearon Potosí y trataron al “hijo de estas tierras como al enemigo”, “mientras el español es protegido y considerado”. “Ya es llegado el tiempo de dar rienda suelta a los sentimientos que abrigan en su corazón los habitantes de los Andes”.

            Padilla denuncia a esos argentinos porque fomentaron la rivalidad, ofendieron la honra de los habitantes de Chuquisaca, desorganizaron a los guerrilleros. Critica ante todo el desprecio de esos generales argentinos a los altoperuanos; a los “bolitas” como los llamarían ahora.

            Hace cuarenta años, militares y paramilitares argentinos actuaron directamente en el narco golpe fascista de 1980 y dirigieron personalmente torturas que ni los peores agentes bolivianos se atrevieron. Ya Rafael Videla había metido sus narices para agudizar la represión de la dictadura banzerista desde 1976, incluyendo el secuestro y la desaparición de la bebé Carlita Rutilo, el único caso en 18 años.

            En medio, hay muchísimas historias de argentinos intentando manejar la política boliviana en la mitad del Siglo XX, desde uno u otro signo ideológico. El Diario de Ernesto Ché Guevara refleja también esa intromisión y a la vez el desprecio por los bolivianos. Ni siquiera nombra al empezar su famosa libretita la reciente muerte de Federico Escobar, el gran dirigente minero; quizá ni lo conocía. Describe con sorna la calidad de varios de sus propios combatientes, incluyendo a “Willy” quien habría de morir protegiéndolo.

            Detalles menudos, frente a lo que ocurre desde 2006. Hubo mercenarios como Andrés Salari, quien, bajo la cobertura de “una empresa unipersonal”, cobró millonarios pagos para denigrar a la prensa boliviana. Pretendió, inclusive, enseñar cómo se debería hacer periodismo. Los bolitas mirados como incompetentes. Voló rapidito a otro nido.

            La televisión argentina distorsionó los hechos de octubre y noviembre en Bolivia con una cobertura banal y fantasiosa que sólo tendía a aumentar las rivalidades, tal como Rondeau hace dos siglos. El tono de superioridad infaltable frente a una ciudadana que se atrevió a encararlos por mentirosos y por ignorantes.

            Actualmente, el régimen argentino de los Fernández encubre a Evo Morales que no duda en enviar mensajes violentos para cercar las ciudades, para provocar enfrentamientos civiles. Desde una casona, bien protegido, gastando dinero del pueblo boliviano, del pueblo argentino. Tantísimos exilios a lo largo de la historia de Bolivia no cuentan con semejante agravio a las normas internacionales del asilo. El (ex) grupo palaciego disfruta los placeres y sus vicios conocidos, amparados por la Casa Rosada.

            Bolivia, en casi dos siglos de república, nunca agredió ni militarmente, ni políticamente a Argentina, ni se metió a fomentar revueltas desde sus fronteras contra un gobierno de Buenos Aires.

            Como pidió Padilla a ese tipo de argentinos; “muden de costumbres, adopten una política juiciosa, traigan oficiales que no conozcan el robo, el orgullo y la cobardía”. Dejen de una vez de lado “su infame conducta”, escribió el heroico patriota.


lunes, 20 de julio de 2020

DOS MUJERES, DOS DESTINOS



            Este viernes 17 de julio, al mediodía, recordaremos el 40 aniversario del sangriento golpe de estado narco fascista que interrumpió dos años la compleja construcción de un sistema democrático y de vigencia constitucional en Bolivia. Los autores de asesinatos, torturas y asaltos al tesoro público y a riquezas naturales fueron parcialmente castigados. Muchos consiguieron ensamblarse con los beneficios de la política y del poder. Fue el último golpe militar, pero no el fin de un periodo.
            También esta semana, el 12, se cumplieron ocho meses de la huida de Evo Morales, fuga que provocó festejos y abrazos callejeros, después de 21 días de resistencia pacífica al último golpe anticonstitucional de un gobierno que, durante 14 largos años, desmembró la frágil construcción de la democracia boliviana. Ese 12 de noviembre concluyó con el intento de ensangrentar otra vez al país con enfrentamientos civiles convocados por los caudillos ya refugiados en embajadas y protegidos por diplomáticos.
            El 17 de julio terminó con la presidencia de Lidia Gueiler, la primera mujer en jurar a la primera magistratura en Bolivia; el 12 de noviembre abrió la llegada a la presidencia de Jeanine Añez, la segunda mujer presidenta boliviana. Cochabambina la una, beniana la segunda, ninguna de las dos fue candidata para el alto puesto y fueron circunstancias y el azar las que las colocaron en ese destino.
            Gueiler Tejada (1926-2011) era alta, de cabellos claros y de ojos verdes, decidida y heroica. Enfrentó las murmuraciones desde jovencita, como tenista de faldita corta o como enamorada de un prisionero paraguayo, como universitaria rebelde y más aún como “barzola”, organizando huelgas de hambre y protestas callejeras. Tenía una larga trayectoria de militante del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y del Partido Revolucionario de la Izquierda Nacional (PRIN), cuando llegó a presidir la Cámara de Diputados en 1979.
            La negociación para superar el golde de Alberto Natusch Busch/Guillermo Bedregal/hermanos Sandoval Morón, en noviembre de ese año, la convirtió en presidenta. Al mes, enfrentó la gran protesta campesina de la recién organizada Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSTCB) y la gran crisis económica, heredada de 18 años de gobiernos militares.
            Fue humillada por un asaltante uniformado en la casa presidencial y pasó cercada sus meses en el gobierno. A pesar de su temple, cedió ante la presión fascista y permitió que Luis García Mesa y Luis Arce Gómez acumulen poder hasta derrocarla.
            Añez era una desconocida para la mayoría de los bolivianos, incluyendo políticos y periodistas, cuando el destino le puso la medalla presidencial en el pecho. Recibió un país profundamente dividido, al borde del caos, y reaccionó con valentía y prudencia asombrando a propios y extraños porque consiguió echar agua al barril de pólvora.
            Sin embargo, al poco tiempo, perdió la visión de largo plazo. En vez de guardar el zapatito de cristal que el hado le había confiado, cayó pronto en los enredos de los cortesanos y de los infaltables grupos palaciegos. Hoy, su imagen está salpicada por oportunismo y por corrupción.
            Para peor consuelo de tontos, otra mujer en línea de sucesión, Eva Copa, también se deslució rápidamente, urgida por el poder, envejecida antes de tener canas. En el horizonte, cuatro décadas después de Lidia, no aparece otra heroína como ella.

DOS MUJERES, DOS DESTINOS



            Este viernes 17 de julio, al mediodía, recordaremos el 40 aniversario del sangriento golpe de estado narco fascista que interrumpió dos años la compleja construcción de un sistema democrático y de vigencia constitucional en Bolivia. Los autores de asesinatos, torturas y asaltos al tesoro público y a riquezas naturales fueron parcialmente castigados. Muchos consiguieron ensamblarse con los beneficios de la política y del poder. Fue el último golpe militar, pero no el fin de un periodo.
            También esta semana, el 12, se cumplieron ocho meses de la huida de Evo Morales, fuga que provocó festejos y abrazos callejeros, después de 21 días de resistencia pacífica al último golpe anticonstitucional de un gobierno que, durante 14 largos años, desmembró la frágil construcción de la democracia boliviana. Ese 12 de noviembre concluyó con el intento de ensangrentar otra vez al país con enfrentamientos civiles convocados por los caudillos ya refugiados en embajadas y protegidos por diplomáticos.
            El 17 de julio terminó con la presidencia de Lidia Gueiler, la primera mujer en jurar a la primera magistratura en Bolivia; el 12 de noviembre abrió la llegada a la presidencia de Jeanine Añez, la segunda mujer presidenta boliviana. Cochabambina la una, beniana la segunda, ninguna de las dos fue candidata para el alto puesto y fueron circunstancias y el azar las que las colocaron en ese destino.
            Gueiler Tejada (1926-2011) era alta, de cabellos claros y de ojos verdes, decidida y heroica. Enfrentó las murmuraciones desde jovencita, como tenista de faldita corta o como enamorada de un prisionero paraguayo, como universitaria rebelde y más aún como “barzola”, organizando huelgas de hambre y protestas callejeras. Tenía una larga trayectoria de militante del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y del Partido Revolucionario de la Izquierda Nacional (PRIN), cuando llegó a presidir la Cámara de Diputados en 1979.
            La negociación para superar el golde de Alberto Natusch Busch/Guillermo Bedregal/hermanos Sandoval Morón, en noviembre de ese año, la convirtió en presidenta. Al mes, enfrentó la gran protesta campesina de la recién organizada Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSTCB) y la gran crisis económica, heredada de 18 años de gobiernos militares.
            Fue humillada por un asaltante uniformado en la casa presidencial y pasó cercada sus meses en el gobierno. A pesar de su temple, cedió ante la presión fascista y permitió que Luis García Mesa y Luis Arce Gómez acumulen poder hasta derrocarla.
            Añez era una desconocida para la mayoría de los bolivianos, incluyendo políticos y periodistas, cuando el destino le puso la medalla presidencial en el pecho. Recibió un país profundamente dividido, al borde del caos, y reaccionó con valentía y prudencia asombrando a propios y extraños porque consiguió echar agua al barril de pólvora.
            Sin embargo, al poco tiempo, perdió la visión de largo plazo. En vez de guardar el zapatito de cristal que el hado le había confiado, cayó pronto en los enredos de los cortesanos y de los infaltables grupos palaciegos. Hoy, su imagen está salpicada por oportunismo y por corrupción.
            Para peor consuelo de tontos, otra mujer en línea de sucesión, Eva Copa, también se deslució rápidamente, urgida por el poder, envejecida antes de tener canas. En el horizonte, cuatro décadas después de Lidia, no aparece otra heroína como ella.

viernes, 10 de julio de 2020

LA AGONÍA DEL CUARTO PODER




            Recuerdo el 22 de marzo, parece remoto y es tan cercano, cuando no llegó ningún periódico a mi puerta; ni el domingo, ni el lunes, ni el martes, ni marzo, ni abril, ni mayo. Desde que cumplí la edad consciente, aún antes de saber escribir, por primera vez en seis décadas no empecé la jornada con la prensa a mi lado.
            Escuchaba las noticias absurdas de los gringos comprando fardos de papel higiénico, las peleas campales en los supermercados inmensos, los estantes vacíos, los dependientes asustados. No entendía cómo no estaban más preocupados por los impresos; por los kioscos con las cortinas bajadas; por las bibliotecas cerradas.
            La falta de un periódico en casa era el mayor de los anuncios de la catástrofe mundial. Para los optimistas, era sólo el signo del fin de una época que quizá duró setenta años desde 1945; un siglo desde la influencia de los rotativos; o más de dos centurias, cuando la historia, la novela y la poesía se vendían con los modernos pasquines.
            Hace más de 100 años que se habla del Cuarto Poder, asunto que ya intuía el gran cruceño Gabriel René Moreno al escribir los hechos de trascendencia consultando a la prensa cotidiana. Casi al mismo tiempo del invento de los linotipos, los ciudadanos tuvieron la oportunidad de conocer ideas al vuelo o de imprimir sus propias consignas.
            Ni los anuncios apocalípticos como la aparición de la radiofonía, la televisión o del propio internet hirieron tan profundamente a la prensa como la plaga china del Coronavirus COVID 19.
            En el caso boliviano, dos monstruosidades socavaron piedra a piedra al periodismo boliviano y con ello al conjunto del Cuarto Poder. Aunque los primeros síntomas del cáncer se engendraron en las compras ventas de medios de comunicación y la llegada de capitales dudosos desde los años 80, fue el Movimiento al Socialismo el que enterró a la otrora prestigiosa prensa boliviana.
            Aunque mucho se ha escrito sobre el tema, nunca será suficiente. El MAS y sus instrumentos dóciles quebraron de forma consciente y sofisticada la estructura del periodismo boliviano. No olvidar los nombres de todos esos funcionarios y esas chicas que se prestaron a la deshonra; ellos saben quiénes son y sienten vergüenza, aunque la disimulen. Desaparecen.
            Otros arietes estuvieron a cargo del dinero, desde el inversionista Carlos Gil Ramírez socio del masismo y nuevos amos, hasta el manejo millonario del aparato publicitario estatal.
            ¿Qué periódicos, qué medios, qué periodistas podían resistir? Algunas radios, mejor dicho, algunos programas y algunos conductores; ningún canal privado, sólo algunos programas en canales universitarios; ningún programa de “debate” y la gran mayoría de los programas televisivos de entrevistas se fueron tiñendo de azul, paso a paso; don dinero se impuso, no la ideología. Sólo el esfuerzo titánico de redactores, algunos editores, algunos dueños, mantuvo la frente alta del Cuarto Poder boliviano.
            Entre tanto, los sindicatos fueron ahogados en farras, clientelismo y adulonería. La caída del masismo permitió comprobar las denuncias y cuan graves eran las heridas. No por casualidad están añicos ATB, La Razón y Extra. Los sobrevivientes enfrentaron al poco otro mazazo: la pandemia.
            Heroicos, los periodistas de a pie continuaron el trabajo de recoger noticias, casi siempre sin medidas de bioseguridad, en primera línea. Más de un centenar contagiado, cinco muertos, decenas de despedidos. ¿Quién quedará para apagar la luz?

martes, 7 de julio de 2020

ISRAEL, CADA VEZ MÁS PERVERSO



            Ni la crisis sanitaria mundial detiene los planes perversos del gobierno de Israel para ahogar más y más a miles de niños, recién nacidos, adolescentes, muchachas de origen palestino, obligados como sus padres, sus abuelos y sus bisabuelos a una cuarentena inhumana que abarca a más de tres generaciones.
            Ni las protestas mundiales contra las prácticas de racismo y discriminación que sacuden las principales capitales occidentales importan a Benjamín Netanyahu en su decisión de completar la anexión ilegal de territorios en Cisjordania para ocupar el valle del Río Jordán.
            Justamente hace un siglo, en el también aciago año bisiesto 1919, Inglaterra y Francia y otras potencias dividían a su antojo los restos del antiguo imperio otomano para garantizarse controles estratégicos en vitales rutas comerciales, además del petróleo y de otras riquezas. Esas divisiones artificiales crearon nuevos estados, dividiendo antiguas convivencias y fomentado odios religiosos y raciales, siempre sangrientos.
            En quinientos años, los sultanes turcos respetaron en esencia al sin número de culturas, idiomas, etnias y a las principales religiones que convivían en su vastísimo imperio. Sus últimos años, en cambio, fueron atroces y depredaron pueblos íntegros, como el genocidio armenio. Esa situación se agravó por la Primera Guerra mundial.
            No tenían los palestinos ninguna responsabilidad de haber permanecido en su tierra o de los pogromos que se desataban en Rusia contra habitantes judíos, como también había sucedido en España de los monarcas católicos. Mucho menos intervinieron en la ideología que intentó exterminar a judíos, gitanos y a otras minorías no arias.
            La creación del Estado de Israel pareció ser justa después de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, desde el primer día, la llegada a Palestina de los sobrevivientes del Holocausto nazi supuso la expulsión de miles de familias árabes, sacadas de sus viviendas y hogares hacia un destino incierto.
            Siete décadas de sufrir humillación, falta de agua potable, falta de servicios básicos, falta de escuelas y de hospitales, ausencia de contratos seguros de trabajo, expulsiones permanentes, prisiones, torturas, asesinatos de sus líderes, agobio contra las madres palestinas 24 horas al día, siete días a la semana.
            Ningún plan de paz ha logrado tener el apoyo pleno de los judíos más ortodoxos; al contrario, continúan con sus asentamientos ilegales en los escasos kilómetros cuadrados de territorio palestino. La llegada de Donald Trump alejó aún más una solución pacífica.
            A pesar de las advertencias de los expertos de Naciones Unidas, de la protesta de la mayoría de las democracias del mundo, Israel y Estados Unidos están dispuestos a acelerar desde este 1 de julio la nueva condición de la ocupación judía en Cisjordania.
            Israel y sus seguidores- cada vez menos- se amparan en acusar a cualquier país o persona de “antisemitismo” cuando se muestra su política llamada ahora de “apartheid siglo XXI”. Impresiona como artistas como Fania Felelón, a pesar de haber sufrido en campos de concentración, condena a la misma situación a las artistas palestinas. Víctimas que ahora son victimarios, como suele suceder.
            La situación es demasiado triste en Gaza y en Cisjordania, como en pocos otros lugares del mundo. La tibia esperanza es que ahora también ciudadanos israelíes se están manifestando en su país: “Basta ya”. En los jóvenes puede estar el cambio.