viernes, 22 de marzo de 2024

BOLIVIA TIENE CUATRO PUNTOS CARDINALES

 

            Este sábado 23 de marzo -en un atípico día dedicado a recordar la Guerra del Pacífico de 1879- los habitantes del territorio que actualmente ocupa el Estado Plurinacional de Bolivia serán contabilizados en números y en otras calidades. Este Censo se realiza con retraso, después de doce años y con escasa credibilidad.

            Pese a ello, nos debemos esforzar por el éxito del conteo y por tener los resultados más aproximados a una fotografía grupal en beneficio del futuro nacional. Los periodistas, los medios de comunicación y quienes acceden a redes -sobre todo las informativas- deberán actuar como aliados y no como adversarios del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Las especulaciones, las informaciones erradas, las tergiversaciones serán tan nefastas, como cualquier actitud gubernativa de controlar el trabajo de la prensa. La autorregulación responsable tendrá un gran desafío.

            Es mejor ser optimista. ¡Así será!

            Porque los habitantes de este territorio necesitan tener más certezas que incertidumbres o datos disfrazados. Es necesario, imprescindible, como lo fue hace casi dos siglos, o en 1900 o en 1950 realizar el Censo con la mayor precisión posible y limitar al máximo los márgenes de error.

            El “Bosquejo Estadístico” de José María Dalence o el “Informe de (Joseph B.) Pentland” nos remiten al nacimiento dificultoso de la patria; aún con sus limitaciones ayudan a entender por qué Bolivia brillaba con sus primeras estrellas y por qué los inmensos desafíos de territorio y población complejizaron su desarrollo.

            Las categorías de los censos (algunos sólo conteos) decimonónicos reflejan una ideología miope que calificaba a los habitantes de las tierras bajas como “selvicolas”, “bárbaros”, gente sin alma. Las cifras eran aproximaciones.

            Aunque los censos fueron importantes para las civilizaciones, incluyendo las continentales, desde hace milenios, en el siglo XX Bolivia tuvo hasta la Revolución de 1952 apenas dos estudios nacionales. Tampoco hubo estadísticas confiables durante los sucesivos ciclos inestables hasta 1976.

            El primer Censo moderno se realizó bajo el gobierno militar de Hugo Banzer quien delegó la tarea a un equipo altamente técnico. Jorge Félix Ballivián era un profesional formado en Europa y catedrático de Estadística de la Universidad Católica Boliviana. Con sólo 30 años organizó un staff interdisciplinario con economistas/estadísticos, gestores, administrativos, sociólogos, antropólogos.

            Ballivián, heredero de las cultas élites paceñas, es un nombre que debería ser más recordado porque demostró que los bolivianos pueden enfrentar con éxito las grandes tareas. El Censo de 1976 no sólo arrojó cifras reales, sino que pintó el país que era y que podía ser. Él murió joven, pero ayudó a consolidar la visión universitaria de los estadísticos.

            Una vez más, la inestabilidad política afectó el desarrollo de las tareas del INE y los conteos bianuales y decenales no siempre se cumplieron. Sin embargo, en medio de charreteras y gobiernos democráticos, el INE mantuvo un perfil técnico bajo la dirección de personal adecuado y responsable… hasta que llegó al poder el Movimiento al Socialismo (MAS).

            El Censo 2012 se realizó con retraso y contaminado por la política, jaloneado por corrientes pachamamistas y en un contexto de grandes migraciones internas. Algunos de esos traslados fueron artificiales con el objetivo de modificar resultados electorales, sobre todo al norte y este del territorio. Además, al mismo tiempo, las decisiones y opiniones de José Luis Exeni desde 2009 habían dañado para siempre la independencia del tribunal electoral. El sistema de registro civil y el sistema biométrico estaba (está) altamente contaminado. Todavía no se conoce el alcance de la intromisión venezolana.

            El Censo de este 2024 marcó fecha después de protestas regionales, sobre todo desde el departamento de Santa Cruz. La fotografía deberá ser muy distinta por los aumentos en la población urbana y periurbana y por las densidades poblacionales regionales. También deberá mostrar cómo están afectadas las provincias, incluyendo los valles mesotérmicos cruceños.

            Lo más difícil será evidenciar que Bolivia tiene cuatro puntos cardinales, que no se divide únicamente entre oriente y occidente, o entre tierra altas y tierras bajas, como se suele simplificar.

            Es momento de que los bolivianos, sobre todo los políticos, entiendan que la geografía y la población boliviana ocupa más que la división de la Cordillera Andina. Los benianos no son orientales, son sobre todo nordestinos, con bosques tropicales alternados por pampas. La Paz es más amazónica que altiplánica. Chuquisaca tiene valles ardientes. Potosí es mucho más diverso que la foto del Cerro Rico. Ese extraño paisaje árido y de matorrales llamado Chaco es muy diferente a las llanuras donde se lo suele incluir en los discursos regionalistas. Ojalá el Censo ayude a superar los imaginarios anticuados.

            Los comentaristas deportivos de la televisión argentina deben aprender que la selección boliviana no es la “del altiplano” sino la representación de una de las naciones para diversas y plurinacionales del continente. Esa es su fortaleza. ¡Con mucho orgullo!

 

viernes, 15 de marzo de 2024

LA PAZ: VULNERABLE Y MALTRATADA

 

            Llueve. Llueve y llueve. Caen gotas enormes junto con granizos. Es marzo; no es enero, que llueve poco, ni febrero loco. Algunos tenían la esperanza de que el cambio de mes traería las tibias mañanas del otoño paceño y la luminosidad de las tardes que suelen coincidir con la Semana Santa. La luna nueva que inicia el Ramadán tampoco modificó las nubes negras y el cielo encapotado.

            Son extrañas tormentas las que asustan al vecindario; pocas veces vistas, dicen los más veteranos. Me recuerdan a un diluvio universal que soporté en Coroico cuando precisamente leía por primera vez “Isabel viendo llover en Macondo” y sentía el olor a humedad, los zumbidos de los zancudos y la calle que bajaba al Hotel Prefectural absolutamente desbordada. Al poco salió el sol y escampó. Brillaban las hojas mojadas y la tierra se secó rápido. Acá no. Los lechos de los ríos citadinos siempre tan anónimos están oscurecidos y traen pedregones de quién sabe qué cerros; hacen ruido mientras caen. Las aguas forman olas que rebasan los antiguos muros.

            La Paz es una ciudad difícil desde siempre. Está a una altura sobre el nivel del mar similar al glaciar donde quedó el fuselaje del avión uruguayo en 1972 (11.710 pies). Seguramente a nadie se le ocurriría fundar una ciudad en ese Valle de las Lágrimas. Es una ollada que serpentea desde la puna hasta los cálidos valles y sus ríos dan origen a las grandes corrientes amazónicas.

            Sólo unas pocas manzanas ocupan terrenos planos y pueden seguir el orden del damero renacentista. La mayoría de los barrios se acomodan unos sobre otros abriendo los cerros de areniscas propias de los lagos. Los visitantes que no son futbolistas argentinos se admiran al comprobar que los servicios de luz y agua potable llegan hasta allá arriba. Las cimas son infinitas y muchas tienen las paredes de colores intensos y se asemejan a farallones. Ahí, no faltan quienes se atreven a lotear espacios y venderlos a altos precios porque la vivienda escasea. Últimamente talan árboles de los escasos bosquecillos en las laderas: aparecen ladrillos y tejados sin que nadie explique dónde está la autoridad.

            Desde arriba, donde están las cuencas de los muchos arroyos que bajan hacia la zona sur, escasean los trabajos de prevención desde los últimos tres años. La administración edil expulsó al personal con mayor conocimiento en la prevención de riesgos porque las prioridades eran los festejos.

            Hace unos años, un conocido dirigente futbolero construyó un edificio que partió la hermosa quinta que ocupaba en la calle 16 de Obrajes la residencia de la Embajada de Francia. Poco después, el boom de edificios en la misma zona afectó tanto a la bella residencia de la Embajada británica que el diplomático fue evacuado a medianoche por orden del Foreign Office para preservar su vida. Constructores improvisados que desean aprovechar la demanda, pero también empresas constructoras experimentadas, desafían las normas y las leyes de la naturaleza para vender pisos. No falta el antiguo ecologista que quita eucaliptos en Achumani porque estorban su improvisada urbanización.

            Basta ver cómo se aprovecharon de los bordes de ríos, militares, policías y políticos; cómo se aprueban planos para casas de tres, cinco, 10 pisos en lugares que ya fueron calificadas como zona roja. O pretenden abrir caminos “bicentenarios” estropeando todo a su paso, ahora tragados por el barro, incluyendo los banners gigantescos con la carita de Iván Arias.

Muchos creen que hasta ahora La Paz se salva de mayores desastres por los rituales como  el martes de challa y por las ofrendas de agosto. Parece, sin embargo, que hasta la Pachamama está enojada de tanto estropicio. Mucha provocación. Y la respuesta edil son jueguitos con baldecitos, enojos, ojeras y discursos, protagonismos nocturnos en lugar de planificación institucional y equipos de trabajo creíbles.

viernes, 1 de marzo de 2024

EL HORROR, EL HORROR,

 

            “El horror, el horror” susurra moribundo el coronel Kurtz con la mirada detenida en algún punto de la jungla. En su rostro, entre el sudor y la sangre, los labios se mueven apenas y los ojos parpadean lentos, agonizantes. El escenario se tiñe con la luz de la luna, el sacrificio de la vaca, los tambores rituales, el zumbido de las moscas.

            Como decía el director de “Apocalipsis Now”, Francis Ford Coppola, su película no era una versión sobre Vietnam, ¡era Vietnam! El ejército estadounidense no ahorró ninguna posibilidad para destruir a los habitantes del norte de ese país asiático. No eran monstruos, como apunta la presentación, eran hombres. Hombres matando a otros hombres; muchos necesitaban drogas, como los propios actores. Otros, entre ellos el protagonista, tenían la ilusión de defender su bandera. Terminaron enloquecidos por todo lo que vieron.

            Marlon Brando, en su magnífica actuación, aparece poco, casi siempre bajo una iluminación que resalta su cráneo, sus ojos, sus manos, el resto queda en sombras. “He visto horrores que tú has visto”, le apunta al joven asignado para matarlo. “Es imposible que las palabras puedan describir lo que necesitan aquellos que no saben lo que el horror significa; el horror”.

            La película de 1979 resume el horror que provocan las guerras, sobre todo entre los más indefensos, como esos niños que pierden sus bracitos. Vietnam fue un escenario que cambió la historia en muchos sentidos, incluyendo el arte. El periodismo se lució con sus reportajes, las famosas fotografías de denuncia, los programas radiales.

            En este febrero de 2024 vuelvo a ver la obra, basada en la crónica de Joseph Conrad “El corazón de las tinieblas” que describe el horror de la colonización belga en Congo, la violenta campaña para obtener marfil a nombre de la civilización. Horror silenciado por décadas hasta que el país europeo se vio obligado a reconocer su responsabilidad.

A continuación, reviso las noticias sobre la masacre cotidiana de las tropas israelíes contra la población civil de Gaza y la usurpación de las casas de familias palestinas en Cisjordania y alrededores. Algunas previenen a los espectadores que las imágenes pueden herir su sensibilidad; preferible que no las vean los menores.

            “El horror, el horror”. Un hombre llora porque la bomba que destrozó su vivienda no solo mató a su familia, sino que las caras de sus seres queridos quedaron como una bola blanca (que la cámara trata de mostrar sin morbosidad); algo que nunca se vio: los cadáveres no tienen facciones. Los muertos bajo los escombros tienen los cuerpos diseminados. Un paramédico llora cuando ordena juntar los restos esparcidos de una niña. Poco después él también será acribillado y su ambulancia incendiada. Los rescatistas de la niña de cinco años que pide desesperadamente auxilio desde un vehículo calcinado, rodeada de cadáveres de sus familiares, también serán ajusticiados.

            “El horror tiene rostro” afirma el coronel de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos en la película. En los más de cien días de genocidio contra los palestinos, queda claro que el horror que se ha llevado a más de 30 mil ciudadanos no es únicamente una convicción del gobierno de Benjamín Netanyahu, de sus ministros o de los supramasistas sionistas.

            El horror es que la comunidad judía justifica cómo mueren sus vecinos -los dueños hasta 1948 de los terrenos que actualmente ocupan. Ningún argumento antisemitismo, derecho a la defensa, o el horror del ataque de Hamas a familias y jóvenes indefensos justifica la reacción de Tel Aviv. Grupos de choque evitan que lleguen alimentos y medicinas, aunque las agencias internacionales advierten de la hambruna en la zona.

            Existen protestas en muchos lugares del mundo y la mayoría de los gobiernos del sur del planeta condenan a Israel, pero nada detiene el horror de cada día. Israel se siente por encima de toda norma internacional y de toda moral. Gaza desnuda a la civilización occidental pues en estos meses está claro que las mujeres y los infantes palestinos valen menos que los europeos.

            ¿O Estados Unidos vetaría una resolución para el alto al fuego si fuesen niños británicos los asesinados cada 15 minutos? Los medios de comunicación están censurados, la prensa no tiene la libertad de informar, tal como lograba publicar desde Saigón. Los periodistas palestinos han sido eliminados uno a uno, igual que el personal de salud. Israel no quiere que el mundo sepa lo que sucede.

            A pesar de toda la presión, cada vez se escuchan más voces de condena como la mayoría de los artistas durante la entrega de los premios Goya o durante el festival de cine en Berlín. Otros temen perder contratos en un mundo dominado por capitales judíos.

“Yo quiero recordarlo, Jamás quiero olvidarlo”, murmura Marlon Brando cuando cuenta los horrores que presenció. “Eres soldado o eres asesino” le preguntan al protagonista de “Apocalipsis Now”. La respuesta es abierta. Vietnam, Irak, Ucrania, Gaza: el horror, el horror.