viernes, 24 de abril de 2020

EL RETORNO DE LAS ABUELAS


            La mayoría de los chefs que ganó alguna estrella Michelin cuenta en entrevistas que aprendió el gusto por cocinar en su casa; casi siempre, la nostalgia de las recetas preparadas por la abuela, los ingredientes, los olores, los colores, las formas y el largo ritual que se desarrollaba en un espacio cálido.
            Territorio de las mujeres, de las generaciones de mujeres, porque ahí cabían todas, las más ancianas, la tía solterona, la vecina del conventillo, las hijas, la cocinera. Ahí se aprendía a hornear empanadas y también las historias de la familia, de la comunidad, de la humanidad. Corrían cuentos y cuentas sobre mitos y leyendas; muchos susurros que subían de tono cuando cada una quería aportar algo y se detenían cuando entraba una chiquilla sin edad de conocer las debilidades de los humanos.
            Esos fogones, tan menospreciados por teorías modernas, por las propias mujeres que han repetido decenas de veces frases contra ese rol; esa “condena” de preparar sopas y de lavar la loza; de calentar el café y de salir corriendo a la oficina.
            Sin embargo, la cocina es la columna del amor, como recordaba Sui Géneris, en aquellos gloriosos años 70 cuando no era políticamente incorrecto necesitar alguien que “sepa preparar el té, besarme después y echar a reír”. Cuando todavía las argentinas uslereaban ravioles y recogían albahaca en el huerto de la casa o en la maceta de la ventana. “Que cocine guisos de madre, postres de abuela y torres de caramelo”.     
            Entre las buenas oportunidades que nos trae el virus originado en China, está la posibilidad de volver a vivir desde la cocina hacia dentro de la familia, como la mayor protección amorosa frente al mal, y hacia dentro de nuestra propia biografía infantil.
            Decenas de reportajes reflejan cómo viven la pandemia las personas en Berlín o en Bérgamo, en La Paz o en Panamá, y generalmente hay como un retorno a lo más básico que es garantizar la comida. Ese objetivo como instinto de conservación, acompañado casi siempre de un esfuerzo colectivo, para retornar al rito de preparar con gusto lo mucho o lo poco que se consigue.
            Comprar alimentos es el nuevo eje de las familias, sobre todo las de aquellas con hijos pequeños y mucho más en las casas donde aún vive la abuela. No sólo las amigas se pasan datos de a qué hora funcionará el mercadito municipal itinerante o quién ofrece un nuevo servicio a domicilio, sino que se ingresa a un sistema casi inevitable de turnos para preparar el almuerzo o la cena.
            En tribus más extendidas, aún con ingredientes limitados, se comparte una sana competencia para cocinar un platillo sabroso. Sobre todo, porque cada uno siente que de pronto la vida cobra una gran importancia. Estar vivo; ojalá fuera del alcance del maligno coronavirus. Hay que compartir y, una vez más, el mejor lugar para conversar es alrededor de una mesa.
            Aún aquellos con mucho teletrabajo y tareas e sus hijos escolares, aprenden a reordenar el tiempo dedicado al alimento, al pan y al vino. Aunque abunden recetas de comida saludable, métodos para no engordar en la cuarentena, ejercicios con instructoras chillonas, el mejor y más sano espacio para el disfrute es retornar al calor de la cocina. Ahí donde las sabias abuelas daban de comer y preservaban la cultura de cada pueblo.



viernes, 17 de abril de 2020

¿CONFIAR EN LA OMS?



            Para América del Sur, las próximas semanas, los próximos meses, pueden ser aún más duros sumando a la pandemia del virus surgido en China con las enfermedades típicas del invierno que se aproxima. Como una sentencia apocalíptica, “Winter is coming”. En el norte, la primavera y el verano seguramente ayudarán a aliviar las condiciones que favorecieron a la expansión del COVID 19.
            Las personas de la tercera edad contemplan todo aquello asombradas y cada vez conscientes de la mucha ignorancia que las acompaña. ¿A quién recurrir?  Si ya es difícil conseguir una campaña oficial con detalles y consejos integrales, acceder a las redes es más complicado y no se distingue falso de verdadero; incluso los medios en los medios de comunicación tradicionales confunden.
            Aún menos es posible confiar en los mensajes del organismo creado en el marco de las Naciones Unidas para atender los asuntos relacionados con la salud mundial. La Organización Mundial de la Salud y su filial continental la Organización Panamericana de la Salud hace mucho tiempo que priorizaron la salud reproductiva y se olvidaron de atender otros males, sobre todo los que afectan a los más pobres; como el chagas, por ejemplo, para el caso boliviano.
            Además, está más politizado que otras agencias. Por eso, en un hospital cruceño se apañaban los enfermos de dengue, más allá los enfermos de cáncer se crucificaban para conseguir atención del gobierno central, las parturientas preferían cruzar a Argentina para asegurar un parto más seguro y el representante de la OMS en Bolivia, Fernando Leanes, felicitaba al MAS por su trabajo en la salud pública.
            El Director General de la OMS, el etíope Tedros Adharom lo secundaba. Este polémico personaje fue ampliamente criticado acusado de ocultar explícitamente crisis sanitarias en su país. Circula una gran cantidad de información contra él tanto como profesional, como por militante apoyado por China para llegar al alto puesto en la OMS. Una de sus actuaciones más condenadas fue nombrar al dictador y responsable de la violación sistemática de Derechos Humanos, Robert Mugabe, como embajador de la institución mundial. Para Tedros, Zimbabue es un buen ejemplo de salubridad, igual que la Bolivia del socialismo Siglo XXI. No importa que los datos de la realidad lo contradigan.
            Mientras su homóloga Clarisse Etienne, directora de la OPS, felicita a Daniel Ortega por los muchos avances de Nicaragua en la salud del binomio madre niño.
            Las críticas de Donald Trump a la OMS y el congelamiento de fondos estadounidenses a la entidad internacional aprovechan la situación. Podría ser un escudo para ocultar los propios errores o también parte de la permanente crítica de los republicanos a entidades de la ONU. Varios senadores ultraderechistas hacen campaña contra Adharom por razones ideológicas más que por sus fallas técnicas.
            Así, los ciudadanos no saben dónde ampararse. La OMS no es un líder confiable, menos aún la OPS. Los gobiernos sin hoja de ruta, ni siquiera en Europa.         
            Mientras el mundo se desgarra, el gobierno chino difunde videos de alegría y festejos suntuosos de su población porque asegura ya la enfermedad se alejó de sus costas.



viernes, 10 de abril de 2020

LOS BOLIVIANOS PODEMOS


            Mi bisabuelo Juan Cajías escribió una carta a su esposa Florinda con malas noticias. La gripe española había truncado sus planes de establecer una quinta en la Chiquitanía cruceña y volvía a los Yungas. Contaba que habían enfermado su nuera y consuegra y que morían de 10 a 12 peones por día. Era septiembre de 1919.
            No tengo más datos de cómo se venció a esa famosa pandemia hace un siglo y después de la cuarentena buscaré noticias en la hemeroteca municipal. El doctor Enrique Saint Loup Bustillo escribió la historia de la medicina en Bolivia (1990) y es muy escueto al hablar de las epidemias. Cita a cronistas coloniales sobre varios males que azotaron a la población indígena. “(En 1560) Descargó Dios en Potosí, por sus pecados, el azote de su ira enviándole una mortífera peste… que heridos del contagio sus moradores no llegaban con vida a las 24 horas”. Aventura el escritor que pudo ser garrotillo, tabardillo, viruela o el mal venéreo que se extendió mucho por el consumo de “bebidas espirituales”. En cambio, señala, según el Padre Calancha, los indios no sufrían de asma, ni de gota, ni del corazón, “gracias a la chicha”. Una epidemia habría asolado Potosí en 1609, por cuyo motivo se establecieron 14 hospitales para las 14 parroquias “en los cuales curaban diariamente dos a tres mil indios”.
            También conocí en El Trigal, en 1998, a una viejecita que me contó de la peste bubónica que asoló la zona en los años 30 y que su familia compró tres veces un ataúd en vano, por miedo a no conseguirlo en el momento de la urgencia. Al final, los cedieron a vecinos vencidos por el mal mientras otros partían al Chaco y tampoco regresaban.
            Algún texto habrá que cuente cuántas epidemias han pasado por este territorio y seguimos acá y seguramente sobreviviremos y quizá sobreviviremos mejor que en otros lugares porque estamos acostumbrados a la batalla cotidiana y a aguantar muchas y diferentes calamidades.
            Los 21 días de resistencia civil al fraude electoral del año pasado entrenaron a la población y a los jóvenes. Parece increíble que enfrentar a ese otro mal ahora ayuda a los vecinos porque ya están organizados en grupos de redes sociales; porque ya hay práctica en ollas comunes; porque ya hay iniciativas para repartir bolsitas con meriendas para otro que necesita más que uno.
            La reacción de las empresas de alimentos (grandes, medianas y unipersonales), de las farmacias, de los grupos de vendedoras de mercados populares, de los importadores de comestibles, ha sido sorprendente. Una enorme red de ofertas, difusión gratuita entre todos los grupos y servicios generalmente puntuales y confiables.             Incluso en barrios alejados y en poblaciones pequeñas. Nunca suficientes, pero alivian.
            Como también sorprende que un gobierno de transición, organizado para pocos meses, pueda día a día enfrentar la pandemia del virus COVID 19 con contundencia. Hay los que se quejan porque ese es su oficio, o los que critican porque no quieren algún rédito; en cambio, la mayoría de los ciudadanos aprueba las medidas de contención. Si hay disciplina, durarán menos tiempo.
            Es interesante que un articulista del Nuevo Herald escriba desde Miami: “En nuestro país, el gobierno nacional de Estados Unidos fue totalmente contraproducente, displicente, engañoso y pueril; mientras que en Oruro sus autoridades fueron responsables, preventivas y prácticas. Algo se puede aprender de Bolivia.”






           



viernes, 3 de abril de 2020

LOS NUEVOS HÉROES



            Aprendí en la escuela a repetir nombres de héroes, a cantarles, a recitarles poesías infantiles y a copiar sus gorras frigias. A recordar sus figuras con el fusil en bandolera o apuntando directo a un enemigo que imaginábamos feroz. Aprendí sobre la divisa colorada, el escudo, la banda, el himno, la batalla. También los ídolos que aparecían en afiches, con su puro en la boca y el uniforme militar, las botas, las boinas guerrilleras.
            Desde el estallido de la pandemia de COVID 19 los nuevos héroes no portan armas. Son mujeres y hombres de diferentes edades, con distintas especializaciones, con muchos obstáculos, pero con un compromiso atávico: sanar al prójimo. La nueva divisa es blanca, de simple tela, una cofia tiesa, unos instrumentos científicos, un lapicero, una libreta de apuntes; palabras, acciones, no disparos. Dispuestos al sacrificio personal sin esperar guirnaldas ni estatuas plebeyas.
            Hay excepciones, como es regla en toda guerra. Son los menos. La gran mayoría de médicos, enfermeras, paramédicos, trabajadores de apoyo en casas de salud o en ambulancias está luchando en todo el mundo para frenar la amenaza planetaria.
            En Bolivia, se convirtieron en la vanguardia de la resistencia civil desde hace varios años. Enfermeros, salubristas, ginecólogos, pediatras, internistas, gastroenterólogos, cardiólogos, anestesiólogos, nefrólogos, neurólogos, epidemiólogos y sigue un largo etcétera. Comenzaron su larga lucha por asuntos gremiales cuando comprendieron por experiencia directa que el frágil edificio de la salud pública se rajaba cada día más por las deficientes políticas estatales.
            Después ganaron las calles para derrotar la propuesta de un nuevo Código Penal contradictorio y con sutiles amenazas a libertades ciudadanas. Las manifestaciones cotidianas convocaron el respaldo de miles de ciudadanos y fueron las primeras experiencias de movilización territorial en todo el país. Su consigna de “Nadie se rinde, nadie se cansa” marcó a toda una generación.
            Entrenados en la lucha social más allá de hospitales y consultorios volvieron a enfrentarse con la represión en los 21 días de resistencia civil el año pasado. A varios los vimos golpeados: mandiles blancos manchados con su propia sangre.
            En la pandemia del coronavirus son otra vez la vanguardia de contención. En Bolivia, en América Latina y en todo el mundo. Una prueba inmensa a su vocación, a su juramento hipocrático, a sus familias, a su vida de hogar, a sus propias ambiciones profesionales.
            Las historias que conocemos estos días superan a cualquier serie televisiva sobre hospitales o medicina; son capítulos de tristísimas condiciones de trabajo en la mayoría de los países, incluso del primer mundo. Varios doctores están infectados, varias enfermeras han dado hasta el último aliento para salvar la vida de una anciana o de un benemérito.
            En muchas calles europeas salen policías y bomberos para rendirles con sus sirenas una especie de serenata de agradecimiento. Los ciudadanos abren sus ventanas, salen a los balcones para aplaudirlos en medio de las lágrimas por este horror que hoy vive la Humanidad.
            No estaba equivocado San Pablo al poner junto a apóstoles y a profetas a aquellos que tienen el don de curar. El don de los héroes de esta época. Agradecida por todo ello.