viernes, 25 de marzo de 2022

A VOS, MADRE UCRANIANA

 

            A vos, madre ucraniana que bajas las escaleras, salpicada de sangre, el cabello desordenado, el pie descalzo, los brazos aferrados al vientre. Intentas salvar la vida a la criatura que esperas con tanto amor. Seguramente, vos, como tantas madres del mundo, recibiste la noticia feliz: estabas embarazada. Seguramente, como tantas madres, imaginaste cómo sería la guagüita, sería hembra, sería varón, ¿nacería sanita? Seguramente cumpliste todos los exámenes y todos los cuidados. Con la llegada de la primavera en el hemisferio norte, sentiste los dolores del alumbramiento.

            Lo que vos no imaginaste ni en tus peores pesadillas es que un matón conocido como Vladimir Putin (acertado apellido) ordenaría a sus pilotos bombardear con precisión el maternológico de tu cuidad para matar a las criaturas ucranianas antes de que se conviertan en nuevos zelenskis.

            ¡Cobardes! Ni siquiera dan la cara, lanzan la muerte desde arriba. Después se esconden.

            ¿Habrá podido nacer tu hijo?

            Vos, junto con otras mujeres, fuiste arrancada de la sala de parto donde las enfermeras preparaban el gran momento. Apenas una noche antes cumpliste el ritual: la internación con tu nombre, edad, los otros hijos, dirección de una vivienda, números de emergencia, acompañada por un compañero. Mientras, el asesino te acechaba. Un camisón floreado, tan típico de los pacientes en los hospitales, te cubre mientras procuras escapar.

            Las agencias de noticias reflejan tu angustia. Aparentemente otra madre joven no alcanzó a eludir las esquirlas. Un enfermero relata entre lágrimas que no sabe qué hacer con los cuerpos apilados en el pasillo del último centro de salud que queda en la ciudad. Envuelto en una toalla verde, en sus brazos yace un bebé, sin nombre, sólo queda el dato: 18 días de nacido. No sabe si la mamá vendrá, si alguien de la familia sigue en el departamento, si será posible informar, dónde poderlo enterrar.

            Más de 100 niños han muerto en la invasión del imperio neozarista contra la población civil desarmada de Ucrania. Mientras millones han sido arrancados de sus hogares, del colegio, del parque, de los amiguitos y de los abuelos. Escenas inenarrables en las estaciones, en las trancas. Quedan los padres enjugando lágrimas.

            Un hombre llora hincado en una sala de espera. Se acusa de no haber sabido defender a sus niñitas. Han muerto su hija Natascha y su nieta Doménica, mientras la otra nieta aún la sacude para que despierte. Un niño de seis años vio morir a su madre quemada en el coche, le pide a papá que consiga alguien para que lo lleve al kinder; otro niño de dos años ha agotado sus lágrimas mientras se agarra la barriga perforada por la metralla; una niña se niega a comer porque sigue traumada después de la operación que amputó su piernita y parte de su brazo.

            Mientras en Bolivia, el Estado Plurinacional ve pasar y calla. Hay muchos negocios entre medio, sumados a la ignorancia y a las reacciones pueriles de la cancillería.

            Justamente es mujer, María Luisa Ramos Urzagaste, la que ocupa la embajada masista en Moscú. Desde hace décadas está vinculada a Rusia y organiza las relaciones con Putin. Aunque fue alejada de su cargo hace unos años por denuncias internas, Luis Arce la volvió a nombrar. ¿Son sus informes los que influyen en la posición plurinacional? ¿Verá noticias no censuradas? ¿Sabrá lo que pasa con las madres ucranianas? En 2017 declaraba que le habían enseñado a decir la verdad por más dura que fuese. ¿Cuál será la verdad para ella? Se declaraba antipatriarcal, ¿y esto qué es?

            Una vez más la violencia organizada por seudo machos enluta principalmente a las mujeres. Los militares rusos han vuelto a la barbarie primitiva; repiten las historias que pocos libros relatan. Los films de propaganda los mostraban sonrientes liberando ciudades del nazismo, sin detenerse en los muchos casos de muchachas alemanas violadas colectivamente. Los afiches retratan obreras con banderas, mientras miles de personas pasaban por sanatorios psiquiátricos que les tragaban el cerebro y el alma.

            Cada madre ucraniana que llora un hijo es una madre de la humanidad. Y Putin no es un héroe, es un criminal.

            

           


viernes, 18 de marzo de 2022

BICENTENARIO DE HEINRICH SCHLIEMANN

    

            Alguien que me cautivó en mi niñez fue Heinrich Schliemann, cuyo bicentenario natal se recordó/olvidó este 6 de enero. Un nombre, una biografía, una herencia que tuve la dicha de conocer gracias a las tertulias vespertinas con mi padre y gracias a las tareas con Herr Weber en el Colegio Alemán Mariscal Braun.

            Schliemann descubrió las ruinas de Troya, la legendaria ciudad del poema homérico “La Ilíada”, que a la vez era una de mis referencias favoritas a través de la revista ilustrada “Joyas de la Mitología” de la editorial mexicana Novarro, un privilegio semanal que costaba menos que un chupete.

            Los personajes, principalmente la enigmática Helena causante de una guerra por su belleza y pasión; el impecable Héctor; las madres y esposas troyanas; la figura paternal de Príamo; Aquiles el héroe griego, acompañaron la formación de miles de escolares latinoamericanos durante décadas. Lastimosamente, las nuevas tendencias de cierto discurso populista relegan la cultura cosmopolita al canasto. ¡No saben lo que hacen!

            Los actuales estudiantes bolivianos no se enteran de los fundamentos del conocimiento mundial, de los arquetipos psicológicos, de las ideas filosóficas, de las civilizaciones fundamentales en la historia de la Humanidad.

            Leía fragmentos de las memorias de Schliemann, donde él contaba cómo el libro ilustrado que le regaló su padre lo hizo soñar desde sus siete años con ese mundo antiguo. Un anhelo reforzado por la recitación de un vecino borracho que sabía de memoria los versos griegos. Para cumplir su objetivo de encontrar los escenarios de la guerra de Troya, Heinrich decidió vencer su destino de pobre y marginado.

            Aunque no había podido terminar el colegio, se dedicó a acumular dinero como comerciante. Estableció negocios en Venezuela, en Cuba, en Rusia- donde se casó con una aristócrata, Ekaterina Lyschin- y en otros países europeos. Su ambición era llegar a Grecia y a Turquía, donde suponía podía quedar la legendaria muralla.

            Para ello aprendió 20 idiomas. Esa era la otra razón de mi fascinación por su biografía. Además de su alemán materno, estudió inglés con su propio método que era recibir clases ordinarias, repetirlas cuando esperaba el bus, mientras comía, cuando iba a una iglesia. Así logró dominar el ruso, el español, el francés, el árabe, el griego y más tarde el turco, el griego antiguo, el hindi y conocer otras lenguas.

            Intenté copiar esa forma de aprender idiomas sin mucho éxito, pero me quedó la guía de aplicar el máximo esfuerzo cotidiano para llegar a los objetivos propuestos, así sean lejanos. Nada es regalado. Solamente con una mente amplia y la consciencia de combinar las propias limitaciones personales con las utopías se alcanzan las metas.

            Aunque muchos contemporáneos creyeron que estaba loco cuando decidió invertir su fortuna en estudiar arqueología y en ir hasta Turquía en busca de Troya, él mostró que tenía razón. No descubrió una, sino ciudades superpuestas, desde 3000 años A.C. hasta la época bizantina, cubiertas por sucesivas capas de tierra y piedra.

            Cometió errores y más de una de sus interpretaciones fueron torpes, pero consiguió desenterrar lo que se conoce como el tesoro de Príamo y la máscara de Agamenón (nombre que puso a uno de sus hijos); regaló joyas primitivas a su nueva esposa, la griega Sophia Engastromenos, aunque ello era incorrecto.

            Schliemann vivió la guerra de Crimea, una de las más sangrientas muestras del expansionismo ruso, que terminó con la derrota del ejército zarista. Sus experiencias son ejemplo de una época europea fascinante, cuando se consolidaba la relación de esa cultura con la herencia universal de la antigua Grecia. Época truncada en Sarajevo, 1914.

viernes, 11 de marzo de 2022

CUANDO LA IGNORANCIA MUEVE NAVAJAS

 

            ¿Qué pasará con el desfile militar este próximo 23 de marzo en la Plaza Abaroa de la sede de gobierno? ¿Qué dirá el comandante de la Fuerza Naval que espera esta fecha para lucirse al lado del héroe mítico que rechazó el ataque de chilenos a territorio boliviano? Qué dirá el ministro de Defensa rodeado de banderitas azules al son de himnos sentidos y el gran cartelón: “El mar nos pertenece por derecho, recuperarlo es un deber”.

            ¿Qué palabras podrá pronunciar el ministro de Relaciones Exteriores ante el cuerpo diplomático acreditado en Bolivia? ¿Podrá acaso explicar a un representante latinoamericano que Chile invadió a Bolivia? ¿Invadió? ¿Cómo probarlo si los diputados de su partido no estaban ahí en 1879? ¿Recordará ese funcionario público los diferentes momentos en los cuales las delegaciones bolivianas consiguieron el respaldo de sus pares continentales para intentar sanar una herida abierta el siglo XIX?

            ¿Podrá volver un primer mandatario boliviano a escenarios internacionales para pedir la solidaridad de los pueblos ante el “chileno invasor”? ¿Cuánto chance tiene de recuperar la confianza de los gobiernos europeos, los mejores socios de Bolivia actualmente maltratados por el Estado Plurinacional del MAS? ¿Será que la Federación Rusa respaldará a los embajadores bolivianos frente a los chilenos?

            ¿Sabrán en la Casa del Pueblo que desde el inicio del funcionamiento de la Sociedad de las Naciones Unidas -hace un siglo-, académicos y estudiosos bolivianos aprovecharon cada espacio para mantener vigente el reclamo de su país por la pérdida de su cualidad marítima?

            ¿Qué argumento histórico heredará este régimen a los venideros para continuar con esa esperanza, cada vez más diluida, de contar con un puerto soberano u otra solución para reconocer a los bolivianos acceso propio al Océano Pacífico?

            En menos de 72 horas, el gobierno presidido por Luis Arce Catacora borró de un plumazo el camino más fogueado de la diplomacia boliviana y aisló al país de sus amigos más leales: Alemania, Francia, Dinamarca, Suecia, España, la Unión Europea que acompañaron el desarrollo nacional desde diferentes espacios, sobre todo para consolidar la democracia.

            Cada vez más, la narrativa externa del Movimiento al Socialismo se asemeja al discurso de Mariano Melgarejo, que creía que podía sacar a Inglaterra del mapa o que más valía un caballo blanco que la soberanía nacional. Diferentes declaraciones, desde el más alto nivel hasta la dirigencia corporativa, reflejan un grado de ignorancia patético. El mono con un Gillette en la mano es un peligro para todos los demás.

            Parecería que creen que se pueden mofar de un bombardeo contra madres y niños con la misma mueca con la que comentan el partido de fútbol en Ivirgarzama. Parecería que juegan a solucionar acertijos de una sopa de letras, sin comprender qué es invasión, qué es imperio, qué es arma nuclear, qué es derecho internacional, qué es país soberano.

            En tal confusión, pronto Cusco reclamará sus ambiciones sobre el Kollasuyo y otros territorios del imperio inca del siglo XV; o Buenos Aires querrá invadir Charcas ansiosa de renovar el trazado del Virreinato de La Plata. Así de absurdos son los argumentos de Vladimir Putin para atacar a Ucrania y ser el nuevo zar imperial.

            Repetir de memoria argumentos construidos en lejanos palacios y palacetes no hacen más que confirmar la triste sospecha que el actual no-estado boliviano está extraviado. Detrás crece un drama que complica innecesariamente el futuro de la nación.

viernes, 4 de marzo de 2022

LA MUERTE LLEGA DESDE MOSCÚ

 

            Una vez más, la muerte llega desde Moscú: centro del imperio expansionista durante los 500 años de la dinastía Románov; luego, de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, varias anexadas a la fuerza; actualmente es la capital de la Federación Rusa. No es la primera vez que Rusia intenta apoderarse de territorios ajenos, como hace dos siglos con la propia Ucrania; el siglo XIX con la terrible guerra en Crimea; ha agredido a casi todos sus vecinos. No por falta de territorio o por falta de recursos naturales, sino por una ambición desmedida por dominar al mundo.

            Ese país está representando en Bolivia por Mikhail Ledenev (antiguo embajador en Cuba), quien presentó sus cartas credenciales hace justamente un año. En pocos meses (abril, mayo de 2021) hizo anuncios alejados de la realidad. Por ejemplo, prometió que estaba en gestión un proyecto para que en el Estado Plurinacional se fabriquen vacunas Sputnik 5 de una sola dosis. El canal oficial boliviano confirmaba que existían ya estudios avanzados en el Ministerio de Salud y que se concluirían en “los siguientes meses”. Obviamente, nada de eso sucedió.

            Al contrario, las vacunas rusas llegaron con retrasos, con diferentes versiones de continuidad entre la primera y la segunda dosis y se convirtieron en un dolor de cabeza para los bolivianos que las aceptaron. Una fórmula que no sirve para viajar a los principales países del mundo. Pese a las solicitudes de la prensa, el gobierno nunca informó las condiciones del contrato con los fabricantes de ese inyectable.

            El presidente Luis Arce viajaba junto al embajador, banderitas de colores, caricias a los conteiner con el sello ruso, anuncios y más anuncios de los millones de dosis que llegarían. Fotografías, entrevistas al embajador, palmaditas. Era parte del gigantesco aparato de propaganda y desinformación que han montado los rusos en varias naciones latinoamericanas. El tema de las vacunas fue un extraordinario pretexto para profundizar su presencia en el continente.

            Es una muestra minúscula del sistema de mentiras que organiza el especialista en espionaje y en operaciones encubiertas Vladimir Putin. Ahora despliega en el mundo, y, sobre todo, en el interior de su nación, informaciones, titulares, videos y declaraciones falsas para justificar la invasión al pueblo ucraniano.

            El estalinismo provocó más muertos que las batallas de la Segunda Guerra Mundial, millones de seres muriendo de hambre, en la Siberia, en prisiones, fusilados; persiguió a judíos, a gitanos, a homosexuales, a poetas, a escritores, a pacifistas; millones de ucranianos obligados a morir de hambre y a abandonar su nación. Sin embargo, la intelectualidad mundial -peor la latinoamericana- nunca fue capaz de reflejar el mismo repudio que provocó el nazismo.

            Es hora de que ese silencio termine frente a la muerte que llega desde Moscú a los hogares ucranianos. Es hora de que el planeta entero le diga a Putin cuánto repudia sus acciones. Es hora de que el embajador Ledenev sepa que la mayoría de los bolivianos rechazamos a su gobierno. No es bienvenido en La Paz, ni en la Zona Sur, ni en el barrio de La Florida, donde goza de los encantos burgueses.

            No lo queremos en este país que nunca invadió a ningún vecino. Al contrario, es una nación que sufrió sucesivas invasiones en su historia. Sólo dirigentes sumisos que creen que la historia se aprende en el celular pueden apoyar la agresión a Kiev.

            Amo tanto a los escritores rusos que el retrato de Alejandro Pushkin está a la derecha de mi dormitorio y al ingreso de mi escritorio; tengo la colección completa de las obras de Fedor Dostoyevski y de León Tolstoi; leo a Turguenev, a Gogol; he visto decenas de representaciones de “La Madre” de Máximo Gorki y escucho a Tchaikovski o a las Danzas del Príncipe Igor. A través de ellos conozco el amor del pueblo ruso por la libertad; su sensible alma eslava, las hambrunas y penurias que ha soportado, sus fortalezas.

            Vladimir Putin no es digno de esa herencia. Putin es enemigo de la Humanidad.