viernes, 29 de noviembre de 2019

VALIENTE JEANINNE



            Recuerdo reiteradamente la escena cuando conocí a Nelson Mandela en Copenhague. Ignorante, comenté a uno de los periodistas que acompañaba la comitiva: “¡Qué increíble ver que ahora la secretaria que sirve a un negro es una rubia!”. El me miró asombrado y cortó de plano mi frase: “En Sudáfrica hace tiempo que ya no hablamos de color de piel, sólo hablamos de personas”.
            Palabras más, palabras menos, lo importante es la lección de cómo una nación remontaba el racismo que había marcado durante siglos su historia. Además, me revelaba cómo desde la “izquierda progre” muchas veces reaccionamos con frases hechas, con modelos fijos que no nos atrevemos a superar.
            Ahora, los bolivianos padecemos similares adjetivos ignorantes por parte de académicos, periodistas, activistas. Sobre todo, son criterios originados en Argentina, en el mismo país que tanto arrinconó a los “cabecitas negras”, eliminó a los onas y tehuelches originarios y margina a los sobrevivientes.
            Pensé que eran sólo los comentaristas deportivos los que despreciaban a los “bolitas” y retrataban con simpleza a la “selección del altiplano” o reiteraban: “la altura de La Paz”. No son los únicos iletrados que ignoran que Bolivia es un país de selvas, florestas, bosques secos, montañas y que el altiplano representa sólo el 10% de su geografía. Lástima que ahora también el binomio presidencial Fernández y Fernández revele su incultura sobre lo que es la sociedad boliviana.
            En pleno 2019 escuchamos comentarios emitidos por periodistas argentinos tan absurdos como “Luis Fernando Camacho no parece boliviano”. O reaccionar: “boliviana basura”. Nunca nos comprendieron como nación pluri multi, menos ahora.
            Lo inaceptable es que generen tanta confusión y malestar criticando qué una rubia reemplazó al indio. No se han tomado el tiempo de leer la normativa boliviana que prevé sucesiones constitucionales incluso en momentos tan dramáticos como los vividos entre el 10 y el 12 de noviembre. No tienen idea que en Bolivia hubo renuncias presidenciales en este siglo, pero ni Gonzalo Sánchez de Lozada ni Carlos Mesa ordenaron acciones terroristas y cercos incendiarios para despedirse del poder.
            No se enteraron en su TV que, al igual que allá, acá llegaron españoles en el Siglo XVI, así como arribaron japoneses, alemanes, árabes, croatas y palestinos. Ni idea de dónde queda San Joaquín, del mestizaje beniano, de sus ríos, de sus cantos, de su forma de vida, de sus costumbres.
            Quieren castigar a Jeaninne Añez por ser blanca, por no encajar en su prejuicio de “bolita”, por ser mujer, por ser inteligente, por ser graduada, por ser valiente.
            En cambio, los que vivimos el día a día de este intenso mes boliviano agradecemos a esta senadora que decidió dejar sus comodidades para enfrentar una turbulencia, pocas veces tan peligrosa. En pocas horas, en pocos días, ha resuelto asuntos que parecían imposibles. Ha enfrentado las primeras campañas de guerra sucia por su condición de mujer (típico) y ha sabido salir airosa.
            El albur quiso que fuese así. luego del hombre duro, una mujer amable. La providencia le ayudó a contar con otra admirable profesional, Karen Longaric, y como una predestinación el primer abrazo con el adversario fue con una joven, Eva Copa.
            Argentina intentará, ni duda cabe, desestabilizar a Bolivia. Cuidado el matón termine entrampado.


viernes, 22 de noviembre de 2019

¡INCENDIARIOS!


            ¿Se acuerdan cuando Álvaro García Linera aseguraba en 2007 que había aprendido a matar, cuando la mayoría de los bolivianos optamos por la democracia? Él y su hermano Raúl estuvieron presos por mandar a un humilde aimara a la muerte intentando volar una instalación eléctrica y por robarse la remesa destinada a los salarios en la universidad pública. Ahora sabemos que como vicepresidente organizaba grupos terroristas que hoy incendian diferentes puntos en el país. Armó y entrenó a funcionarios públicos para crear “un Viet Nam”. Él feliz, tequila y pozole bajo sobrilla azteca.
            ¡Igual que el Cartel de Medellín cuando desató el narcoterrorismo en Colombia!
            ¿Recuerdan la turba incendiando en 2006 la vivienda de Víctor Hugo Cárdenas a orillas del Lago Titicaca? Un acto vandálico contra el primer vicepresidente indígena de Bolivia (1993-1997). Víctor Hugo, aimara parlante, casado con una muchacha indígena. Era el odio al indio ilustrado que alentó Álvaro. Cárdenas no tenía más delito de ser intelectual exitoso y fundador del movimiento katarista en los 70.
            ¿Acaso alguien devolvió la vida a los funcionarios del municipio de El Alto cuando un tropel vinculado con la corrupción prendió fuego al edificio? Lágrimas de la alcaldesa Soledad Chapetón que recién comenzaba a recuperar la institucionalidad en la más nueva ciudad boliviana. Reacción: ¡destruyen la casa de sus padres!
            ¿O cuando incendiaron entidades públicas en Santa Cruz en 2008 los mismos jóvenes que fueron albergados por Gabriela Montaño? Entonces deberíamos haber aprendido su capacidad para mimetizarse y provocar los estropicios. No eran de la Unión Juvenil, eran agentes infiltrados que ahora aparecen maquillados burdamente de mineros en La Paz, de pandilleros en El Alto, de francotiradores en el camino a Challapata.
            ¿Quién quemó la Chiquitanía? ¡Que políticas perversas alimentaron el fuego para destruir el bosque! ¿Cómo encendieron la cerilla para que el noble elemento se transforme en la destrucción apocalíptica de 10 millones de hectáreas arboladas?
            Y qué irónico que aquellas llamas, devoradoras de flora, fauna y preciosas vidas humanas, se eleven en el momento de quiebre de la campaña electoral del MAS. Su calor derritió en pocas semanas un discurso falsamente ecologista, falsamente socialista, falsamente indigenista.
            Desde las tierras bajas llegó la fogata que consumió a Evo Morales y avivó la lumbre de la esperanza. Historia de magia que el análisis político no alcanza a explicar.
            Morales no podía huir sin seguir con su visión destructiva. Las últimas entrevistas lo muestran como una persona que necesita urgente reposo mental, quizá un tratamiento psiquiátrico. Ojos encendidos de maldad. Creciente parecido a Pablo Escobar.
            Siguió la ira incendiaria, de palabra y de hechos. Sus huestes quemaron los tribunales electorales donde las papeletas evidenciaban su derrota: Potosí, Chuquisaca, Beni, Santa Cruz.
            El primer acto de su salida, destruir 64 buses “Puma Katari”, orgullo de los paceño. ¡Cuánta maldad, cuánta rabia, cuánto complejo se necesita para vengarse incendiando el espacio de gentileza que se había transformado en un ícono de la ciudad! Cientos de pobres de las laderas fueron perjudicados, igual que miles de migrantes agrarios en El Alto. Incendiaron domicilios, tiendas, ¡colegios fiscales!, alcaldías, guarderías, negocios, puestos de venta callejeros.
            El rol perverso de invasores venezolanos, cubanos, argentinos que están detrás de varias de estas acciones de terror contra la población boliviana más indefensa. Los vieron testigos en el puente de Lipari, en Sacaba, en Montero… Eso se llama traición a la patria.




domingo, 17 de noviembre de 2019

¿POR QUE SE FUE EVO?



            La Paz, Bolivia, 14 noviembre 2019. Una vez más se comprueba que para determinados círculos académicos y mediáticos es difícil aplicar las mismas categorías de análisis para interpretar las crisis sociales y políticas en países regidos por gobiernos considerados conservadores y en países regidos por gobiernos considerados progresistas.
            Para el conflicto chileno se califica de protestas justas, para el caso boliviano se quiere insistir en un golpe de estado, aunque no existe una sola característica que permita considerar esa hipótesis.
            Es el caso actual circulan muchas informaciones y opiniones sobre la precipitada salida de Evo Morales Ayma de la presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia después de 21 días de resistencia civil a un monumental fraude electoral que intentó perpetuarlo en el poder.
            Morales, sus colaboradores y un inmenso aparato comunicacional relacionado con el llamado Socialismo Siglo XXI, especialmente desde Argentina, insisten en afirmar que un golpe de estado sacó al expresidente boliviano de la presidencia.
            Se contempla la foto final, no el proceso. Al parecer no se toma en cuenta el dato duro más importante, Morales logró habilitar su candidatura sin respetar las reglas del juego electorales y la propia Constitución Política del Estado Plurinacional que él firmó.

ALGUNOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS
            En primer lugar, hay que recordar que, en la difícil construcción de la democracia boliviana, desde 1982 a la fecha, tres presidentes constitucionales renunciaron para facilitar el tránsito a una nueva etapa y para contribuir a la pacificación nacional.
            Hernán Siles Zuazo (1982-1985), primer presidente surgido en las urnas después de 18 años de dictaduras militares acortó su mandato por el rechazo popular a las medidas económicas que generaron la más grande inflación de la historia boliviana.
            Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003) envió su renuncia al parlamento después de 17 días de convulsión social en el occidente del país por el aumento a los impuestos, la posible venta de gas a Estados Unidos a través de Chile y la crisis económica.
            Carlos Mesa Gisbert (2003-2005), su sucesor constitucional, renunció después de varios días de cerco sindical al parlamento, bloqueos en la zona cocalera y el pedido expreso de Evo Morales para que se dé lugar a nuevas elecciones. Las personas en línea de sucesión parlamentaria debieron renunciar por la presión de movimientos sociales. Asumió el presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez con la misión de convocar a nuevos comicios en diciembre de 2005.
            Era evidente el agotamiento del sistema político tradicional y el Movimiento al Socialismo ganó con amplio margen y con la garantía de una Corte Electoral profesional y transparente.

EL PASO EN FALSO
            En 2016 Morales perdió el referendo convocado por él mismo para modificar la Constitución Política del Estado que no permite la reelección indefinida. Perdió, incluso con el árbitro electoral a su favor.
            Pese a sus anuncios públicos de retornar a su cato de coca, desconoció el resultado. Desde ese momento se acentuó su aislamiento en la clase media urbana y entre muchos intelectuales que antes lo habían respaldado.
            No era una decisión democrática. Morales perdió la legitimidad que tenía.
            La habilitación tramposa para una nueva elección promovió la desconfianza de la ciudadanía en forma creciente.
            También volvió a postularse contra la CPE el vicepresidente Álvaro García Linera, quien también había anunciado dejar su puesto en 2020.
            Las renuncias de importantes vocales del Tribunal Electoral y de más de cien técnicos informáticos y de las áreas legales aumentaron la desconfianza. Demasiados datos acumulados en decenas de informaciones alertaron sobre la manipulación de los resultados electorales.
            Al frente de Morales tambaleaba una oposición desorganizada y con débil estructura partidaria. Varias candidaturas anunciaban la dispersión del voto frente a un vigoroso aparato político del MAS respaldado con el dinero y la infraestructura estatal para su campaña.

ARDE LA CHIQUITANÍA Y ENTRENA LAS PROTESTAS
            Un suceso inesperado, aunque previsible, cambió el curso del desarrollo de las elecciones bolivianas. Por una parte, el gobierno entregó tierras con vocación forestal a migrantes andinos que debían quemar bosques para intentar sembrar ahí; por otra parte, la intención de enviar toneladas de carne a China motivó a ganaderos ampliar la frontera agrícola. Este sector empresarial muy próspero, junto con los agroindustriales soyeros, se convirtió en el aliado más firme de Morales en este último periodo.
            La quema de pastizales y árboles en la Chiquitanía y en el Chaco, una prolongada sequía y los fuertes vientos del norte provocaron un incendio gigantesco que salió fuera de todo control y consumió 7 millones de hectáreas, sobre todo en el departamento más pujante de Bolivia, Santa Cruz.
            Las quejas ciudadanas se convirtieron en grandes movilizaciones en defensa del medio ambiente e incorporaron a activistas de todas las capas sociales, incluso las más indiferentes. Para los cruceños la pérdida de su identidad regional fue un golpe económico y simbólico.
            El primer cabildo contra Evo Morales por no declarar desastre nacional mostró la molestia de más de un millón de personas. En La Paz, los pacíficos activistas por la ecología llegaron hasta la casa presidencial con sus reclamos, como no habían podido lograr otras movilizaciones sociales o políticas.
            Como una consigna espontánea los votantes decidieron dar su apoyo a Carlos Mesa, el candidato opositor mejor situado en las encuestas para competir con Evo.

EL FRAUDE
            Es seguramente el caudal de votos que recogió Mesa y que fue testificado por el control social y por los veedores internacionales el que puso en evidencia fáctica las muchas irregularidades del Tribunal Electoral.
            La interrupción del conteo el domingo 20 de octubre precipitó la certeza del fraude, certeza subrayada por la misión de la Organización de Estados Americanos y ratificada con más evidencias por los auditores de la OEA. Su informe divulgado el domingo 10 de noviembre aceleró la caída de Morales.
            Las primeras declaraciones de los responsables de estos presuntos delitos electorales, actualmente detenidos, muestran que las órdenes para modificar la tendencia de los votantes salieron del propio Palacio de Gobierno.

LA SEGUNDA VUELTA A LA RENUNCIA
            El lunes 21 de octubre, ante la inexplicable interrupción del conteo y con la también inexplicable modificación de la tendencia electoral, plataformas ciudadanas, jóvenes que votaban por primera vez y muchas personas salieron espontáneamente a protestar de forma pacífica.
            La bandera boliviana se convirtió en el símbolo de esa resistencia y una consigna que habían elaborado los médicos enfrentados al gobierno: “¿Quién se cansa? ¡Nadie se cansa! ¿Quién se rinde? ¡Nadie se rinde! ¿Evo de nuevo? Huevo, carajo”, coreada con el alegre ritmo del tradicional baile caporal boliviano.
            Entre tanto, el Comité Cívico Cruceño, alicaído durante una década, convocó a un paro indefinido departamental. A los pocos días, todos los departamentos se unieron a la medida.
            Las protestas fueron pacíficas y los grupos de bloqueadores usaron una pitita delgada y sin pretensiones para expresar su repudio. Alrededor de la “pitita” se sentaban abuelas, madres con hijos, jubilados en sus hamacas.
            Un torrente de memes y mensajes de humor usados por los jóvenes ponían el sello moderno y pacífico. A ellos se unieron los artistas, conjuntos y orquestas.
            No hubo la lectura oportuna de los asesores de Morales que jugaron al cansancio de la población y a la violencia contra algunos grupos desprotegidos. Los muertos de estos días son por acciones de francotiradores amparados en turbas.
            La reacción de la población fue también en escala, desde el pedido a una segunda vuelta prevista en la norma; luego exigió nuevas elecciones con nuevo tribunal electoral, pedido que anunció Morales de forma tardía; hasta la demanda de su renuncia para pacificar el país como sucedió antes.
            Los tiempos no ayudaron a la estrategia oficial, más bien le jugaron en contra.
            Morales comprendió finalmente que no podía seguir gobernando contra las ciudades y contra los dos departamentos más duros en la protesta, Santa Cruz y Potosí.

DESPEDIDA CON VIOLENCIA

            Coherente con el estilo del MAS y con la influencia venezolana, Morales decidió irse sembrando caos y terror. Los violentos dentro del MAS están relacionados con antiguos militantes senderistas, de la guerrilla colombiana y de colectivos venezolanos.
            La ciudad más castigada es La Paz. Hordas de pobladores pobres, muchos jóvenes varones, mimetizan a francotiradores y terroristas que han intentado atemorizar a los vecinos.
            A pesar de noches muy duras, con el resultado de domicilios incendiados e intentos de tomar gasolineras, la inmediata organización barrial entrenada en los días de paro ha logrado detener a venezolanos, colombianos y otros extranjeros.
            Entre ello llamó la atención la presencia de un guerrillero argentino vinculado a las FARC colombianas.
            Además de la violencia simbólica, persisten una campaña mundial para victimizar a Morales y culpar a la “derecha fascista” de su salida.
            Ni siquiera en los resultados amañados por el tribunal electoral Morales ganó en Bolivia. Los votos que supuestamente le permitieron saltar el 10% llegaron desde Argentina. Comunidad Ciudadana ganó en el 98 por ciento de los países donde sufragaron bolivianos, pero en Argentina está la mayor colonia boliviana.
            Por ello, entre las cuentas pendientes sobre las irregularidades en las elecciones bolivianas la causa abierta en la fiscalía boliviana deberá investigar cómo funcionaron los consulados y la embajada boliviana en Argentina.
            En el futuro inmediato, podrían dañarse seriamente las relaciones entre Bolivia y Argentina si aparecen movidas (peor si son oficiales) para desestabilizar la dura reconstrucción de la institucionalidad boliviana.       

viernes, 15 de noviembre de 2019

¡QUE VIVAN LOS PERIODISTAS!



            Qué emocionante ver a colegas cubiertos con cascos y con rodilleras improvisadas filmando la vigilia de los jóvenes en el aeropuerto de El Alto; enviando imágenes de las distintas resistencias en sus duros enfrentamientos contra los grupos de choque del Movimiento al Socialismo (MAS); o grabando desde un árbol el discurso fogoso de algún actor social.
            Recordé una lejana cobertura, cuando una manifestación multitudinaria bajaba desde hacia la Garita de Lima, el mítico barrio paceño. Ahí Freddy Alborta, fotógrafo de “Presencia”, disparaba su cámara para grabar la historia. Ante la presión de la masa muchos escapaban; él se mantenía inmóvil. “El periódico me paga 10 pesos por cada foto y arriesgo mis equipos, que son propios, pero es más fuerte el compromiso de ilustrar lo que sucede”, me comentó, tan sencillo como era.
            Un compromiso que los reporteros bolivianos cumplieron estos días sin pausa y con una profunda convicción. En sus casas, una madre o un amado esperaban orando hasta su retorno, pero no toda la población se da cuenta de ese sacrificio pues es tan frecuente la inseguridad en este ejercicio profesional que ya no llama la atención.
            El peligro se acentuó desde la llegada al poder de Evo Morales Ayma y de un conjunto de personas que se negaron a facilitar el trabajo de los medios de comunicación. En la zona del circuito coca cocaína, en el seguimiento a protestas como en Chaparina o en la Plaza Murillo, muchos reporteros enfrentaron un método que poco a poco cobró más alcance: la acción de patotas barnizadas con militancia azul, más cercanas a las pandillas.
            En esas semanas muchos periodistas y medios de comunicación tuvieron que padecer el hostigamiento de las turbas, sobre todo las más exaltadas.
            Fue muy difícil mantener una cobertura serena, apegada a la búsqueda de la verdad, equilibrada. Los apuros se acrecentaron después del informe publicado por la OEA sobre las irregularidades en las elecciones del 20 de octubre. Desesperadas, turbas anónimas (sin capitanes ni comandantes, pero seguramente pagadas) agredieron al pueblo y en especial a la prensa al extremo de incendiar la casa de la reconocida colega Casimira Lema. Al menos tres medios escritos y varios canales no pudieron trabajar con normalidad.
            Al otro extremo, TELESUR mantuvo la línea de desinformar adaptando el libreto venezolano al caso boliviano y la insistencia de BTV para distorsionar la realidad.
            Sin embargo, en esta nueva etapa debemos dejar que hablen todas las voces, aún aquellas que sirvieron a Morales, sea por convicción ideológica o por otro interés.
            Está pendiente el futuro del Ministerio de Comunicación cuyos titulares cumplieron el rol más perverso en estos 14 años, desde la gestión de Alex Contreras hasta el patético Manuel Canelas. Colegas que gozaban de prestigio salieron embadurnadas de intolerancia, odio, corrupción y hasta denuncias no resueltas sobre acoso sexual en los medios estatales.
            Iván Canelas, el mismo que comparó a Evo con Cristo, dejó la línea de la sutil persecución a colegas y a medios, el chantaje económico y la compra de conciencias.
            Ojalá que ahora veamos un ministerio que informe y que deje de lado la propaganda, que tenga un presupuesto suficiente, equitativo y oportuno y que el Palacio de Evo sea un lugar para la cultura con sus salas y salones, para alojar a artistas y multiplicar las expresiones creativas que fueron la cara más linda de estos 21 días.


lunes, 11 de noviembre de 2019

LA CARTA QUE ESTREMECE A EVO



            La Paz, Bolivia. Desde hace días los parques, los muros y las fachadas de decenas de oficinas públicas amanecen en Bolivia con fotocopias pegadas de una carta escrita sin cuidados literarios, pero con profunda pasión que refleja el mandato de cabildos populares desarrollados en todo el país.
            “Renuncio de manera irrevocable al cargo de Presidente Constitucional, doy paso a la sucesión constitucional pues para mí, la patria está primero. Que la paz llegue a nuestras ciudades y a todas nuestras calles”, dice el texto que debería firmar Evo Morales Ayma.
            La misiva fechada el 5 de noviembre en sólo cuatro párrafos describe la situación que convulsiona a la nación sudamericana desde el 21 de octubre pasado. Fue leída por el líder cívico cruceño Luis Fernando Camacho ante multitudes concentradas en las principales plazas capitalinas y recibió el respaldo de las diferentes agrupaciones sociales que quieren que Evo se vaya.
            Son 20 líneas que se han convertido en el símbolo del deseo de cientos de miles de bolivianos que se manifiestan de día y de noche, en las urbes, en las provincias, en las cinco fronteras contra el Movimiento al Socialismo (MAS) que gobierna desde 2006. Específicamente hay condena a la cadena de indicios de irregularidades antes, durante y después de las elecciones generales del 20 de octubre de 2019.
            Es la primera vez en la historia de esta nación, acostumbrada desde su fundación en 1825 a revueltas y motines, que las manifestaciones alcanzan a todo el territorio de norte a sur y de este a oeste y reúnen una combinación inédita de procedencias de clase, de etnia y de región.
            Por ello, una de las claves de la resistencia de tantos días de protesta es la unión de millennials con habitantes de las laderas empobrecidas; de mineros potosinos con empresarios del trópico; de estudiantes con sus maestros; de antiguos combatientes de los años setenta con muchachos que desde se organizan a través de redes sociales y de plataformas.
            Ese abanico territorial y generacional tiene como rostro a los jóvenes que se solían calificar como apáticos políticamente, X o Z, y a las mujeres que reflejan una acumulación de varios lustros luchando por mayor protagonismo público.
            El alcance en el espacio y el tiempo de la movilización cotidiana ha dejado sin argumentos al gobierno que solía escudarse contra cualquier signo opositor como “ataque al presidente indígena”, “neoliberales”, “derechistas”, “separatistas”. Hoy, los adjetivos no le alcanzan para armar una narrativa.
            Más bien, han agudizado las demandas que empezaron contra la manipulación de los resultados electorales y que ahora piden la salida de Morales y de su gobierno como sucedió en otras crisis similares: 1985, cuando el presidente Hernán Siles tuvo que recortar su mandato para frenar las protestas contra la hiperinflación; 2003, cuando el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada salió por la sangrienta represión en la llamada guerra del gas; y 2005, cuando su sucesor constitucional anunció su renuncia para calmar las continuas protestas de movimientos sociales que cercaron su gobierno.

DE LA CIMA A LA SIMA
            En el caso de Evo Morales Ayma es complicado entender cómo pasó de ser el candidato mejor posicionado desde el inicio del ciclo democrático, que ya lleva 37 años, a ser el mandatario más aborrecido. En 2006 logró acumular el 54 por ciento de votos y ganó ampliamente un plebiscito nacional, la aprobación de la nueva constitución y un nuevo mandato en 2010.
            El presidente de origen aimara había logrado, además, arrinconar a representantes del “viejo régimen” con medidas populares y con represión selectiva, aunque a veces muy cuestionada como el ajusticiamiento de cinco hombres en el “Hotel de las Américas” acusados de querer provocar en Bolivia una guerra balcánica.
            A partir de 2011 comenzó un deterioro interno acelerado con el alejamiento de las figuras claves fundadoras del llamado instrumento del cambio IPSP/MAS (Instrumento por la Soberanía de los Pueblos/ Movimiento al socialismo) organizado sobre la base del combativo sector agrario que siembra coca en el Chapare al centro de Bolivia y con alianzas en múltiples asociaciones sindicales y de base.
            La represión ordenada por Morales contra los indígenas más pobres que habitan las tierras bajas provocó la condena de defensores de derechos humanos y de activistas ecologistas. Los nativos defendían el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) en el corazón amazónico, amenazado por la expansión de los cocaleros masistas y por una carretera para dividir su hábitat.
            Junto al vicepresidente Álvaro García Linera, un guerrillero acusado de robar las remesas de los catedráticos de la universidad, Morales volvió a candidatear en 2014 con una trampa interpretativa de la constitución que García Linera calificó de “estrategia envolvente”.
            Morales recibió nuevamente una mayoría de votos (aunque las últimas investigaciones sobre el proceso electoral muestran que los fraudes comenzaron antes del 2019). Sean más o menos votos, el apoyo democrático reflejaba varios éxitos del gobierno del MAS: estabilidad macroeconómica; distribución  social de los ingresos por la exportación de materias primas aumentados 10 veces por condiciones del mercado internacional; atención prioritaria a los sectores más vulnerables de la población; presencia constante en poblaciones olvidadas por el antiguo estado; visibilización de los grupos indígenas en un país secularmente excluyente; mejora en indicadores de pobreza, de alfabetización, de atención al binomio madre niño.
            Bolivia experimentó años de gobernabilidad que no gozó al inicio del nuevo siglo. Gobernabilidad que tuvo el rostro de la estabilidad cotidiana y de un respaldo internacional también inédito por el entorno del llamado socialismo Siglo XXI en varios países de la región y en dos vecinos claves: Argentina y Brasil.
            El rostro indígena de Evo también ayudó a abrirle muchas puertas, sobre todo en Europa, entre partidarios indigenistas, en las ONGs progresistas, entre partidos de la social democracia y con gobiernos más radicales como Irán o Turquía.
            Creció la presencia política y económica de Rusia con acuerdos políticos y comerciales, aunque sin ocupar el espacio más notable de China. Empresas chinas, algunas de dudosa procedencia y muchas explotando recursos naturales e incumpliendo leyes sociales bolivianas, se convirtieron en reclamos de obreros y de intelectuales.
            Parecía que el país salía de la dependencia del imperio estadounidense para someterse sin rubor a intereses asiáticos. Varios negociados fueron descubiertos en torno al dinero que fluía entre el MAS y Beijing.
            El rostro perverso de la gobernabilidad y el que ahora le cuesta a Morales el pedido de su renuncia es la corrupción; el clientelismo para silenciar al otrora combativo sindicalismo minero y a la Central Obrera Boliviana; la sumisión al punto de la humillación de los comandantes militares y policiales; y la desinstitucionalización de entidades que debieran ser independientes como el Poder Judicial, sobre todo el Tribunal Constitucional, el Ministerio Público, las fundaciones culturales públicas, la defensoría del pueblo, y otras.
            El MAS ignoró los pedidos para respetar la soberanía del órgano electoral en su calidad de árbitro en los sufragios.
            Seguro de su poder, el gobierno convocó a un Referendo en 2016 para que la población aprobase una modificación a la Constitución del Estado Plurinacional que permitiese a Evo y a Álvaro ser candidatos sin límites temporales.
            La victoria del NO el 21 de febrero, el 21F como se conoce en las movilizaciones, fue el parteaguas de un gobierno que de ser robusto comenzó a desmoronarse con medidas cada vez más abusivas por ignorar su derrota e imponer un binomio no constitucional.

SEGUNDA VUELTA, NUEVAS ELECCIONES, RENUNCIA
           
            Un rosario de medidas, apoyadas por gastos millonarios en publicidad estatal, para conseguir habilitar a Evo-Álvaro distrajeron al propio gobierno de sus tareas inmediatas y ensancharon el rechazo de las nuevas generaciones.
            El primer mandatario no era capaz de cumplir su palabra de irse ante la adversidad. Imagen aún más deteriorada por esconder un romance con una muchacha clave en contratos con empresas chinas y el cuento lleno de pasajes de telenovela de un hijo que hubo pero que no nació, que se acarició, pero no se conoció, que se inscribió, pero no murió.
            La toma del Tribunal Supremo Electoral, TSE, por partidarios del MAS- la mayoría de escasas luces profesionales- provocó la renuncia de los profesionales y muchas sospechas de una gran maquinaria para alterar resultados electorales a través de sofisticados mecanismos informáticos.
            El TSE, presidido por María Eugenia Choque y Antonio Costas, cambió reglas en complicidad con la Asamblea Legislativa de mayoría oficialista para evitar las candidaturas opositoras, la inscripción de nuevos partidos, la rendición de cuentas. Pese a esas desventajas, varias fórmulas alcanzaron a superar el cronograma electoral.
            Ese primer capítulo fue un primer obstáculo para el aparente camino allanado para lograr un nuevo mandato de Morales con maquillaje electoral.
            Carlos Mesa, periodista de 66 años, vocero del propio Morales en la demanda marítima presentada a la Corte de La Haya, se convirtió en el candidato más notable.
            La derrota de Bolivia ante Chile en ese escenario internacional había sido un gran balde de agua fría para ambos, pero sobre todo para Morales que quería tapar con la centenaria demanda boliviana su candidatura habilitada con una antojadiza interpretación sobre su derecho humano a ser siempre candidato.
            La piedra más grande fue el incendio inédito de siete millones de hectáreas en las llanuras y en el ingreso a la Amazonía, en al menos cinco departamentos bolivianos, pero sobre todo en Santa Cruz que perdió las áreas más simbólicas de su identidad. La inoperancia del régimen, la aparición de Morales para negar la declaratoria de desastre nacional, provocaron las primeras grandes movilizaciones contra su gobierno.
            Un cabildo con más de un millón de personas en Santa Cruz de la Sierra fue el gong que marcaba su fin.
            Los resultados urbanos del 21 de octubre fueron demasiados evidentes, el apoyo a Carlos Mesa superó todos los pronósticos de las encuestadoras y salió el voto ocultó. Al anochecer de ese domingo, el país conoció que habría una segunda vuelta electoral.
            Horas después, Morales salió en televisión anunciando que él era el ganador y por mayoría y que no habría segunda electoral.
           
            El súbito cambio de la tendencia electoral provocó inmediatamente la salida de jóvenes opositores a las calles pidiendo la segunda vuelta, tendencia reforzada por el informe de los observadores electorales de la Organización de Estados Americanos (OEA).
            Las reacciones burdas y torpes tanto del TSE como del propio gobierno agudizaron la protesta inicialmente focalizada en algunos centros citadinos. Pronto el polvorín alcanzó a todo el país y agudizó las medidas.
            El uso de lumpen y de patotas, a veces alcoholizadas, además de mineros oficialistas mezclados con agentes de seguridad lanzando dinamita a las manifestaciones encendió la violencia. Las protestas pacíficas se convirtieron rápidamente en batallas callejeras en todo el país. Decenas de memes, de creaciones artísticas, de protestas de los futbolistas más cotizados, de las poblaciones más alejadas, crearon un ambiente alegre para distraer los muchísimos de paro sin treguas.
            La demanda pasó a exigir nuevas elecciones cuando se conocieron detalles técnicos de las irregularidades del TSE y de las acciones de la operadora Lucy Cruz nombrada por Evo dentro del organismo electoral.
            Más respuestas violentas utilizando turbas contra las manifestantes y el uso indiscriminado de la fuerza policial radicalizó la exigencia: ¡fuera Evo Morales!
            Este pedido fue aprobado en cabildos callejeros, y sintetizado en la carta que no quiere recibir Morales pero que está ahí, en todas partes: su renuncia.
            Al anochecer del viernes 8, los policías se amotinaron en casi todo el país.
            Difícilmente Evo Morales podrá quedarse para su ansiado cuarto mandato.

LUPE CAJIAS, PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO 2018, PERIODISTA E HISTORIADORA BOLIVIANA, AUTORA DE 15 LIBROS SOBRE HISTORIA Y MEDIOS DE OCMUNICACIÓN, COLUMNISTA DE LOS PRINCIPALES PERIODICOS BOLIVIANOS Y CATEDRÁTICA DE HISTORIA DE BOLIVIA Y DE CRÓNICA PERIODÍSTICA EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVIANA.


           

viernes, 8 de noviembre de 2019

LAS TURBAS DEL GRUPO PALACIEGO




            ¿Por qué el presidente de un estado convoca a habitantes rurales a cercar a los citadinos? ¿Cómo es posible que un presidente autorice a altos funcionarios de su gobierno, incluso designados en el servicio exterior, tomar un aeropuerto internacional, y pegar a turistas de cabellos claros que llegan a la ciudad? ¿Quién pide a campesinos cocaleros a llegar a una urbe para apalear a jóvenes y a mujeres?
            ¿Qué castigo puede recibir la abogada Virginia Velasco Condori cuando aparece liderizando una turba que agrede a una madre y a su hija con discapacidad mental por el único pecado de llegar a una terminal aérea? La ex ministra de Justicia del Estado Plurinacional de Bolivia y actual servidora directa del Presidente Evo Morales Ayma y del ministro Juan Ramón Quintana como directora de la Unidad de Gestión Social del Ministerio de la Presidencia encabezó a maleantes que asumieron roles de paramilitares, aduaneros, parapoliciales, agentes y cobradores.
            Es muy difícil entender esa dimensión y explicar a colegas extranjeros estas características que no son sólo bolivianas pues ya aparecieron con las patotas kirchneristas en Argentina, con los colectivos chavistas armados en Venezuela y con los asaltantes orteguistas en Nicaragua.
            El terrorismo de estado de los duros años setenta en América Latina utilizaba fuerzas legales (policías y militares), agentes provocadores y paramilitares. Sin embargo, todos ellos de alguna manera estaban registrados y en el caso de los uniformados incluso podían escudarse en los mandatos constitucionales de preservar el orden y de “luchar contra la subversión.”    Con la recuperación de la democracia, sus excesos fueron juzgados y muchos aún purgan años de cárcel.
            El uso del lumpen para atacar al adversario- generalmente muchos contra unos- alentados por dinero, por alcohol o por la rabia de no tener nada que perder tiene fines perversos. El anonimato protege a la masa enardecida que ni sabe por quién grita ni para qué sale, pero cobra por romper la crisma al primero que se le cruza.
            Virginia Velasco ignora las leyes que se supone estudió alguna vez y se convierte en pandillera. Ya escribimos una vez, el MAS no es un partido, es un método.
            Entre los errores que comete Morales Ayma y sus estrategas criollos y forasteros está la desubicación en torno a su rol de presidente de todos los bolivianos. Permanentemente cambia esa función, que debería ser la principal en su vida pública antes de irse a su cato, por el sombrero de agitador.
            En momentos duros, Morales se convierte en dirigente sindical, sobre todo expresa los intereses de los cocaleros del Chapare, la zona considerada el primer eslabón de la producción de cocaína en el país y parte estratégica del tráfico de estupefacientes entre Perú a Brasil.
            Hace una década, en un programa de la televisión local, opiné que Morales podría ser uno de los mejores presidentes bolivianos porque creí que su principal preocupación era atender a la patria y sobre todo a los más pobres.
            Desde el 2011 cuando mandó apalear a través de Sacha Llorenti a los indígenas más excluidos comencé a dudar de mi criterio inicial.
            Hoy, noviembre 2019, cuando contemplo los muertos, los heridos y tantos indigentes humillados y ofendidos, aseguro que Evo Morales Ayma está entre los peores mandatarios de Bolivia, tan ignorante como Mariano Melgarejo, tan sanguinario como Luis García Mesa.

viernes, 1 de noviembre de 2019

CON NOMBRE Y APELLIDO



            La historia juzgará implacable a los responsables intelectuales de lo que sucede en Bolivia y de lo que todavía puede suceder. Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera convocaron un referéndum constitucional para preguntar a la ciudadanía si quería cambiar la Constitución de 2009 para ampliar su mandato. Los bolivianos les dijeron No, probablemente en un 58% como calculan estadísticos que ya en 2016 sospechaban de los mecanismos amañados en el sistema de conteo.
            Ante la derrota, la posición oficial fue culpar a los medios de comunicación y propagandizar la idea de un “cartel de la mentira”, encargando a un corresponsal de Irán, Andrés Salari, realizar un documental para difamar a periodistas de Bolivia. Salari, junto a Julio Peñaloza Bretel, era responsables de una “función política mediática” en el canal financiado por Irán y regalado a la fundación de Evo Morales. Les pagó Juan Ramón Quintana con dinero público. (Peñaloza estaría actualmente en el equipo encargado de la guerra sucia contra Comunidad Ciudadana.)
            Los militantes masistas aceptaron esa idea y se evitó una discusión interna de las razones del fracaso. Más bien una reunión nacional anunció tener 14 planes diferentes para habilitar al binomio Morales-García Linera. No necesitaron buscar mucho. El Tribunal Constitucional Plurinacional les dio el visto bueno.
            Ese fallo de 2017 fue firmado por: Macario Cortez Chávez, Osvaldo Valencia, Zenón Bacarreza, Mirtha Camacho, Virginia Andrade y Rudy Flores; Efren Choque no firmó. Varios recibieron regalos posteriormente en forma de cargos públicos.
            El siguiente paso fue dado por el Tribunal Electoral Plurinacional presidido por Katia Uriona, quien renunció sin denunciar qué presiones recibía. Prefirió salvarse del futuro juicio de responsabilidades por no hacer cumplir el resultado del 21 F.
            También se salió José Luis Exeni, a quien ya cité hace años como el primer responsable de la desintitucionalidad del otrora creíble árbitro electoral pues fue el primero en botar a personal capacitado y por su profunda vinculación con el MAS. Antes, después y actualmente como parte del esquema de intelectuales alrededor de la vicepresidencia y de la fundación alemana FES, permanente defensora del gobierno de Morales.
            Antonio Costas ha intentado en muchos episodios figurar como el técnico independiente pero sus actuaciones y sus propias palabras demuestran que es parte del esquema. Quizá el más peligroso por su responsabilidad en el sistema informático donde residen parte de los vicios que han rodeado las elecciones primarias y del 20 de octubre.
            María Eugenia Choque quiere escudarse por ser mestiza, mujer, madre… argumentos que no justifican su incompetencia.
            Fueron justamente las equivocaciones del árbitro (deliberadas y por temor) las que llevaron en julio de 1969 a la guerra entre El Salvador y Honduras, 100 días, 6 mil muertos, casi todos civiles. Los discursos incendiarios, las amenazas contra los jugadores, los ataques de paramilitares a los hinchas prendieron el fuego en un ambiente ya caldeado por razones históricas, económicas y sociales.
            Aquí, cualquier salida, pasa primero por la renuncia de todos los miembros de los tribunales nacional, departamentales y por quienes desde los consulados en todo el mundo intentaron burlar las inscripciones, los recintos y la votación boliviana del 20 de octubre.
Es ya tarde para una auditoría, una segunda vuelta. Nuevos árbitros, nuevas elecciones.