lunes, 29 de julio de 2019

PRIMTIVOS, VIOLENTOS Y ASTUTOS



PRIMTIVOS, VIOLENTOS Y ASTUTOS
LUPE CAJÍAS
            ¿Vieron las escenas de un alcalde golpeando a un conductor porque le solicita que
pague sus servicios? ¿Contemplaron ese abuso gamonal desde la silla de cantina contra una persona que se atreve a cobrar por su trabajo? ¿Se dieron cuenta de los demás participantes en la borrachera, hombres y mujeres? ¿Del género de música, de las mesas, del escenario?
            ¿Se detuvieron en las figuras excedidas de grasa y de alcohol?
            Personalmente esperé algún desmentido antes de comentar esa nueva muestra de la decadencia moral a la que arrastra al país la conducción del Movimiento al Socialismo
(MAS), el partido de todos los excesos, de los vicios más decadentes. ¿O todavía alguien
apuesta que esa sigla representa a la Utopía de los años revoltosos, al ideal de un hombre
nuevo, a la dignidad del ser humano?
            Mientras la mayoría de los bolivianos sentía como propia la agonía de los doctores
que no tienen condiciones en la salud pública para ejercer su trabajo cotidiano, como en
tantas ocasiones, los militantes masistas se emborrachan de poder, dinero, sexo.
            Para el MAS, la salud es solamente “¡Salud!” de beodos. Un nuevo capítulo de
excesos de la carne a la que son tan afectos. Es el descontrol tribal que a veces parece más
de seres primitivos que de personas que conviven en una comunidad. Salta la simple
explicación: “son nuestros usos y costumbres”.
            La violencia masista no distingue géneros. Entre las bartolinas se pelean a rasguños y jalones de trenzas, groserías y silletazos. Quienes no conocen el valor de las ideas, la serenidad de la meditación, la importancia de los argumentos racionales, el debate usando las palabras adecuadas, sólo utilizan la fuerza bruta para imponerse. ¡Vergüenza!
            Su poder baja al otro a la condición de bestia, de esclavo con grados militares pero
amarrando huatos de zapatos presidenciales; de sumisos como jamás habíamos conocido en nuestra historia. Quieren perpetuarse y siguen usando bienes del estado ante el silencio de las maría engenias choques y sus otros cómplices.
            Estamos donde estamos porque en algún momento todos bajamos la cerviz.
Simón Bolívar decía que los bolivianos nos distinguíamos por amar a la libertad (letrero que estuvo en Palacio de Gobierno hasta 2007). ¿Qué diría ahora? Nos han chupado la dignidad, el valor civil, la palabra precisa, la batalla colectiva, la resistencia cotidiana.
Humillan con el palo a los minusválidos, con los cercos a las plazas, con la bala a los mineros, con la asfixia a los municipios institucionalizados. Hay más muertos que durante las guerrillas rurales, hay más exiliados democráticos que durante el barrientismo. Y nada los detiene.
            Junto con el video del alcalde golpeador circuló el video del vicepresidente regalando una computadora a una menor de edad, como si fuese suya, como si la niña fuese su cliente, como si los yungueños estuvieran con trabajo, como si el hospital de Yanacachi tendría farmacia, como si el río Takesi no estuviese contaminado, como si el pueblo tuviese relleno sanitario.
            Porque a la violencia física unen la violencia moral. Personajes astutos que aprovechan las carencias seculares para humillar a una adolescente ante el aplauso de sus
funcionarios que trasladan de un lugar a otro. ¿Podrá Bolivia salir de este estropicio?


SABER SER LIBRE

            Uno de los asuntos más conmovedores en relación a los asesinatos masivos de judíos en los campos de concentración europeos durante la Segunda Guerra Mundial, es la capacidad de los sobrevivientes de perdonar, reflexionar sobre el horror que les tocó vivir y situarse por encima de las miserias humanas. Esa condición es, seguramente, la oportunidad más grandiosa de ser libre.
            Los escritos de la filósofa alemana Hannah Arendt (1906-1975), la más premiada y la más famosa, impresionan porque su capacidad de razonar le posibilita superar los sentimientos de odio, de venganza, de angustia. La búsqueda de las explicaciones para entender a los asesinos es más fuerte que la reacción visceral.
            Hace poco murió Eva Mozes, rumana (1934-2019), quien junto con su hermana gemela fue enviada para ser parte de los terribles experimentos de Josef Mengele. Tenía apenas 10 años y fue testigo de la muerte de sus padres, hermanitas y amiguitas, pero sobrevivió. Estuvo en Israel y luego en Estados Unidos, desde donde alentó la memoria sobre el Holocausto, al mismo tiempo que alentaba la reconciliación.
            Escuchar sus entrevistas nos guía hacia la grandeza que puede alcanzar la Humanidad. Ella, que vivió meses entre ratas, sometida a presiones que no parecen de este mundo, dedicó su vida a hablar de paz.
            Tenía un espíritu tan libre, un ser tan alado, que podía dar la mano, la mejilla.
            Este viernes 19 murió otra filósofa, húngara, también sobreviviente de dos totalitarismos, al nazismo contra los judíos y luego el estalinismo, al que primero respetó afiliándose al Partido Comunista, hasta comprobar que ahí también se asesinaba a los que querían tener una patria soberana.
            Ágnes Heller (1929) era filósofa, menuda físicamente, pero mantuvo hasta su muerte, a los noventa años, una lucidez suficiente para entender que la lucha por la libertad se da en el día a día, en lo cotidiano. Entendió que había sobrevivido por una circunstancia especial, los fascistas húngaros no alcanzaron a llegar donde ella y su madre, aunque llevaron a su padre a Auschwitz.
            El dolor de su infancia atormentada, de la juventud truncada por la invasión soviética,  no le impidió repetir que en el mundo siempre hay personas buenas y que la relación armónica entre pensamiento y sentimiento nos ayuda a entender mejor el mundo que las teorías sobre el poder.
            No dejó de escribir, de dar conferencias y de buscar respuestas a su inmensa sed de conocimiento, siempre desde su postura humanista que la ayudó a vencer la revancha y la venganza.
            Es interesante conocer estas y tantas otras biografías, incluyendo de misioneros católicos, porque nos muestran caminos distintos a la política, a la protesta cotidiana, en busca de la Libertad.
            Quizá lo que faltó a las culturas precolombinas es la elaboración de estos sistemas de contemplación y de preguntas filosóficas que distinguen al ser humano entre todos los mamíferos.
            Sin buscar la Libertad, es difícil encontrar sistemas jurídicos como tuvieron los mesopotámicos hace ya 30 siglos, o la tolerancia religiosa de Suleiman, o las propuestas de los dominicos sobre los derechos: “Los hombres no nacen esclavos, sino libres. Por derecho natural, nadie es superior a otros”.