viernes, 28 de enero de 2022

IVAN ARIAS, EL ALCALDE DE MINIBUSEROS

 

            Llama la atención los esfuerzos del alcalde de La Paz, Iván Arias, para desmantelar el sistema de transporte público municipal, conocido como los “Puma Katari”. En su campaña no decía que sacaría de circulación a este servicio y eliminaría otros logros paceños, como el ordenamiento en las calles y parqueos.

            Arias, su equipo de trabajo y concejales variopintos se aliaron con Jesús Vera para hundir un símbolo que es más que un bus. Los “Puma Katari” fueron desde el inicio la utopía de una nueva cultura ciudadana: del orden y la solidaridad; del respeto al niño, al anciano, al inválido. ¡Los paceños descubrieron que podían ser amables! El extremo opuesto del minibusero que se nutre del desorden, la suciedad, la ausencia de reglas, lo “chuto”; todo aquello que rodea a círculos de poder clientelar.

            Recordemos las denuncias contra Vera, como presunto responsable de hechos violentos contra personas, sedes sociales y del oscuro episodio de la quema de 64 buses municipales el 2019. ¿Quién o quiénes, y con qué respaldo podían disponer de material incendiario para prender vehículos pesados? ¿De dónde salió la orden y con qué objetivo?

            Semanas antes, sindicatos de minibuseros, relacionados con el MAS, habían intentado impedir el recorrido de los apreciados “Pumas” en su nueva ruta por Achumani. Los vecinos los defendieron, derrotando a la turba enfurecida. Fue el entrenamiento para los días de resistencia ciudadana contra las irregulares elecciones y, a la vez, el ensayo de los neo paramilitares para cercar a la ciudad y maltratar a los barrios rebeldes.

            Arias, quizá por aborrecimiento, quizá por sus compromisos electorales, ha decidido sumarse sutilmente a Vera, a quien hasta sus propios antiguos jefes han dejado de lado. Quiere devolver a los minibuseros su antiguo reinado monopólico. Los transportistas son un grupo mimado en la política boliviana, desde los años de las dictaduras militares.

            La oferta de Luis Revilla de crear un sistema alternativo al deteriorado transporte público paceño fue resistida por los gremios que estaban acostumbrados a controlar las calles paceñas, las conexiones con El Alto y con los municipios vecinos. Los dirigentes del autotransporte, muchos de cuyos líderes tienen un historial oscuro, definen inclusive qué oficial asume la Dirección de Tránsito. El caos es el mejor escenario para la corrupción y el delito.

            Durante meses, la anterior administración municipal publicitó los diferentes trámites para conseguir maquinarias adecuadas a las empinadas y estrechas calles; para priorizar rutas; para seleccionar modelos, protocolos. El usuario del transporte público aplaudió la iniciativa. Posteriormente, la prensa siguió de cerca las convocatorias al personal, conductores, guías, controles, etc.

            Mientras, el gobierno central veía como un desafío inesperado a esa posibilidad. Pronto, sin licitaciones, apareció la oferta invasiva y más costosa del Teleférico para aislar el éxito edil. En esa empresa estaban involucrados Carlos Gil, Mauricio Etienne, cuyos antecedentes son de dominio público.

            Arias también se alía con la concejal Roxana Pérez, cercana a César Dockweiler, ex gerente del Teleférico y enemigo de los “Pumas”. Esta señora no ha desmentido que era asesora legal de una empresa importadora de vehículos cercana al masismo y con intereses particulares. ¿O alguien cree que actúa por amor a La Paz?

            Así, como a nivel nacional, a nivel municipal, la gestión prioriza la venganza. El perdedor será el pueblo más humilde que deberá volver agachado a su asientito trucho en un minibús, soportando malos tratos, robos y contagios.

viernes, 21 de enero de 2022

¿QUIÉN DEFIENDE A LOS UNIFORMES BLANCOS?

 

            Ella trabaja en el área de radiología de una caja privada de salud. Aunque es temprano luce ojeras y una mueca de agotamiento, un cansancio de días, de meses, de años. Es joven, bonita, más bajita que alta y más rellenita que flaca. Hace tiempo que dejó de dormir ocho horas y no conoce nuevos planes para una salida dominguera, para un viaje. Permanece en guardia como en una guerra.

            Es uno de los miles de trabajadores de salud al borde del colapso nervioso desde que atiende a los pacientes infectados con COVID 19, sobre todo a los que tienen complicaciones en el sistema respiratorio. Vio una muchacha agonizando, un abuelo en sus últimos instantes de vida, a su antiguo profesor, a una mujer que antes había controlado en los exámenes rutinarios de ginecología.

            No piensa en suicidarse, como sucede con otros colegas y como han relatado trabajadores en salud a la prensa internacional. Solamente siente un cansancio infinito, físico y mental. En abril de 2021 se contagió de un paciente y llevó el virus a su casa. Sus padres enfermaron y ella improvisó un hospital en los dormitorios, creando incluso un sistema de ventilación; le tocó cocinar y atenderlos. Ella no fue dada de baja porque era un momento pico de la pandemia y no logró reposar lo que era necesario ni cumplir la cuarentena.

            Cobra un salario menos que regular, aunque cancelado puntualmente. Sus amigos en los centros públicos de salud no reciben ni siquiera ese estimulo; tampoco cuentan con material mínimo para protegerse, dependen de la voluntad de la familia del paciente. Los internistas la pasan peor y sin la seguridad de tener un contrato permanente y hay que rogar cada mes para recibir Bs. 1800 después de días sin dormir.

            Si esto pasa en La Paz, en la sede de gobierno, donde se cuenta con una cantidad de camas hospitalarias y de unidades de terapia intensiva en casi todas las zonas, qué sucederá en otras ciudades, en las provincias, en las fronteras. Se estremece.

            En años pasados, participó activamente en las movilizaciones alentadas por los colegios de médicos contra diferentes disposiciones del gobierno para criminalizar de una u otra forma el trabajo de los galenos, enfermeras, auxiliares. O para reemplazarlos por aprendices cubanos. Está orgullosa de ser parte de ese gremio que se convirtió sin quererlo en la vanguardia de las nuevas luchas sociales bolivianas.

            Mientras revisa los mensajes de quienes están contra las vacunas, cada vez más violentos. Escucha a una dama pizpireta que desde un canal oficialista alienta a no aceptar la prevención contra el COVID 19, mientras ella ya está vacunada. Igual que pregonan otros antivacunas vacunados o un vicepresidente que consume pastizales o parlamentarios de la región del circuito coca-cocaína.

            Esa indiferencia es la que la hunde cada día. En los últimos meses, salvo tres casos, atendie solamente a contagiados que no se vacunaron. Debe dominar su desconsuelo para cumplir su promesa vocacional. También siente emociones negativas, a veces ira, al ver llegar a un niño enfermo cuyos padres no se vacunaron ni se cuidaron.

            En los hospitales bolivianos, la mitad del personal médico está infectado por culpa de los no vacunados que debe atender. Los centros de salud municipales que funcionaron satisfactoriamente hasta 2019 están obligados a recibir a personas que ni son de la ciudad ni pagan impuestos y que desbordan las salas de emergencia.

            A la falta de inversión en la salud pública, especialmente en los últimos 15 años, a la desorientación de las autoridades, al autosabotaje en el propio gobierno, a los nuevos virus, se suma esa campaña que no se compadece por el sacrificado trabajo del personal de salud. El egoísmo y el individualismo en su grado extremo.

viernes, 14 de enero de 2022

MUJERES, ¿CÓMO VAMOS?

 

            Este 25 de enero se conmemora el nacimiento de Adeline Virginia Stephen (Inglaterra, 1882), conocida como Virginia Woolf, apellido que adquirió en 1912 cuando se casó con Leonard, un escritor del grupo bohemio de Bloomsbury, barrio londinense.

            A ella se la recuerda por sus aportes a la narrativa. Sus novelas más famosas son también exitosas películas como “Las Horas”, basada en “La Señora Dalloway”. Aunque publicó su primera obra recién en 1915 su influencia tiene larga resonancia.

            Sin duda su ensayo más reproducido y traducido es “Una habitación propia” (1929), o “Cuarto propio”, donde expone la falta de valoración de los derechos de las mujeres y la difícil oportunidad de contar con un espacio privado para la creación intelectual y la realización personal. Estas líneas se convirtieron en un referente para el movimiento feminista europeo, sobre todo desde los años 70.

            Los movimientos contemporáneos de mujeres llegaron a Bolivia con el retorno de exiliadas que trajeron esa novedad. En general, los diagnósticos que presentaban sobre la situación de la mujer boliviana, sobre todo la mujer urbana de clase media, eran impecables y consiguieron inmediatas adhesiones.

            Al diagnóstico siguieron discursos y formatos, con los cuales personalmente no concuerdo. Las consignas de enfrentamiento contra el hombre por ser hombre; las invitaciones a “jueves de solteras”; los letreros con frases como “no le planches la camisa” me parecieron banales. Para mí, el “cuarto propio” pasaba por la complementación y no por la pelea; por la dignidad de cada miembro de la familia, comenzando por los niños desde su concepción; por la calidad del respeto y no por la cantidad de diputadas. Fui una voz solitaria, fuertemente criticada: una larga historia con diferentes capítulos.

            Pasados los años, pregunto: ¿qué logró el movimiento feminista boliviano?; ¿cuáles fueron los avances en los derechos de las mujeres? Además de las cuotas políticas o en puestos de trabajo, ¿qué cambios trajeron mayor bienestar a las esposas, a las madres, a las adolescentes, a las niñas?

            No conozco una evaluación o una autocrítica del movimiento feminista boliviano en su conjunto; quizá existe y no lo sé. En todo caso, en estos últimos años escucho azorada las estadísticas de feminicidios, de infanticidios y de abortos. Las últimas marchas por el Día Internacional de la Mujer fueron dominadas por masistas que han soportado sin protestar a personajes como Evo Morales o Percy Fernández.

            En más de una ocasión hordas disfrazadas y coléricas han actuado como punta de lanza del MAS contra otras mujeres, sobre todo las bonitas y las rubias; o, peor aún, contra ciudades patrimoniales como los ataques a la bella Potosí y a sus hospitalarios habitantes.

Quizá acá ha llegado lo que el filósofo francés Pascal Bruckner califica de “feminismo de venganza”, de caza de brujas al revés, pero igual de fanático y fatídico.

            Mientras se pierde día a día el poder de lo femenino, lo sutil de ser mujer, de la cocina, de la costura y del tejido, del contar cuentos, del sanar enfermitos, de convertir la voz en palabra de sabiduría y de comprensión. Ese verdadero poder detrás de lo evidente que representaron tantos mitos: las diosas, las hadas madrinas, los elementos de la naturaleza, el vientre, el útero, se diluye.

            El “cuarto propio” se convierte en una cárcel de lo “políticamente correcto” en vez de ancha puerta. Al punto que acá y en muchas partes del mundo, las fundamentalistas están destrozando obras de arte, óperas, leyendas, vidas porque no cuadran con sus esquemas. Releer a Virginia puede ayudar a encauzar el sendero perdido.

viernes, 7 de enero de 2022

LABORATORIOS BOLIVIANOS, UN POTENCIAL DESATENDIDO

 


            El año culmina como empezó, con los principales titulares relacionados con la expansión del virus exportado desde China. El COVID 19 ha cobrado la vida de millones de personas en todo el mundo; en Bolivia llegó con duelo, saturación de hospitales públicos y privados, secuelas en cientos de personas y un efecto perverso en la economía.

            En enero se abrió la esperanza internacional por la posibilidad de vacunación, aún con todos los obstáculos y las diferencias entre países más organizados y países con dificultades sistémicas. A lo largo de los meses se comprobó que aquella luz era tapada por sombras desde las campañas de los antivacunas, la compleja red para fabricar, distribuir y aplicar las dosis, la falta de hojas de ruta y las nuevas olas de contagios.

            En el caso boliviano, las cifras de población vacunada pueden ser engañosas. Los pesimistas lamentan que Bolivia tenga un porcentaje muy bajo de vacunación en la región. Sin embargo, si comparamos con lo que logró Bolivia frente a países que otrora eran sus compañeros de escala, como Haití, el gobierno nacional consiguió mucho más.

            Además, a medio camino superó el discurso ideologizado aferrado a las marcas rusa o china para abrirse a las fábricas situadas en Alemania y en otros lugares de Europa y en Estados Unidos. Aceptó combinar compras (no se conocen las cifras) con donaciones y hubo una disposición a llegar a toda la población, a pesar del deteriorado sistema de salud pública.

            Lo que llama la atención es la falta de coordinación oficial con los colegios médicos, los sindicatos de trabajadores en salud, la academia, los científicos que trabajan desde hace décadas para fortalecer la medicina en Bolivia.

            Alarma, además, el anuncio del presidente Luis Arce Catacora, de impulsar un laboratorio estatal para atender al puñado de países agrupados en el ALBA. El primer riesgo es que el gobierno del MAS intente entregar dinero boliviano para que los cubanos se apoderen de este afán. El sistema de envío de médicos, tan simpático en su inicio, acumuló más beneficios para La Habana que para los pobres bolivianos; un caso que no detallaremos en esta ocasión. Agencias de noticias, expertos y Gisela Derpic han denunciado lo que hay detrás de ese aparato.

            En cambio, Arce debería aprovechar las instalaciones que existen en Bolivia para crear medicamentos, investigar nuevas fórmulas, y cubrir gran parte de la demanda. Los laboratorios bolivianos dan empleo estable y digno a miles de bolivianos, de forma directa e indirecta. El enfermo local confía mucho más en un producto hecho en Bolivia que en una pastilla que llega desde China o desde la India.

            Los laboratorios bolivianos compiten con los internacionales y por ello pueden exportar sus marcas venciendo las duras barreras que imponen las organizaciones internacionales de salud y de medicamentos. La lista es larga. Esas fábricas cumplen igualmente con la infraestructura pulcra y ultramoderna que es necesaria para garantizar su producción. Varias veces escribí sobre ello, asombrada de esa otra realidad boliviana.

            Entristece que aumente el contrabando de medicamentos, algunos en venta en la puerta de las farmacias aprovechando la crisis sanitaria. Si el contrabando es el peor competidor de la industria nacional, en el caso de la salud es criminal y sin retorno.

            Los medicamentos de calidad no siempre son baratos. Es en ese espacio donde podría intervenir el gobierno central para lograr que los laboratorios puedan ayudar con fórmulas básicas, como ocurrió en 1982.

            Unir esfuerzos seguramente será más prometedor para el estado y para la sociedad boliviana en un sendero de gana/gana superando los anteriores fracasos.

 

LA NO PERSONA EN CUBA

 

            Este enero se conmemora el aniversario del ingreso de los rebeldes a La Habana en 1959. Durante años fue una fecha emblemática para los soñadores de un mundo nuevo en distintos puntos cardinales del planeta. La desilusión llegó a unos más temprano que a otros. La pequeña David luchando contra el monstruo Goliat sostuvo largas lealtades. Sin embargo, la represión masiva e individualizada durante 2020 y 2021 develó cuán profunda es la perversidad del régimen comunista.

            Adiós el imaginario romántico de una víctima bloqueada. Al revés: es el verdugo que anula la dignidad de quien se atreve a protestar.

            Las cifras son duras, aunque no alcanzan a describir todo el horror que vive cada preso cubano. El año culminó con 955 prisioneros políticos, de los cuales 700 fueron encerrados por salir a pedir pan y salud el 11 de julio. Para los bolivianos, que conocimos dictaduras y autoritarismos es difícil imaginar tal cantidad de gente reprimida por participar en una manifestación.

            Hace doce meses sufrían prisión por causas políticas 138 personas. Sin embargo, ya funcionaba toda una maquinaria en contra de los jóvenes- léase bien: jóvenes crecidos bajo el relato de la revolución- que querían componer canciones, escribir versos, corear que querían Vida y no Muerte.

            Culpar de ello a la agresión imperialista, a la conspiración desde Washington, a la derecha fascista, etc., ya no sirvió. Los artistas fueron cercados, pero alcanzaron a dar eco mundial a su voz y su himno circuló en todas partes. Lograron describir los métodos y las formas con los que eran desmoronados en su calidad de seres humanos.

            La represión intenta convertir al que piensa distinto al discurso oficial en un zombie, crear la No persona, el escarmiento viviente.

            Un sistema inmenso de soplones repartidos entre familiares, vecinos, colegas, funcionarios, transeúntes, pasajeros en el bus, vendedores de helados, profesores vigila al potencial libertario y lo denuncia. Las madres son controladas con el estómago de sus hijos porque su menor protesta podrá repercutir en el reparto de la escasa comida.

            El 8 de diciembre, más de 300 intelectuales de todo el mundo exigieron frenar la represión contra los artistas cubanos. No son firmas de fachos o de fracasados, sino son voces de personas laureadas por ejercer su libertad a lo largo de sus carreras y sumar premios. Meryl Streep, Elena Ponaitowska juntan su protesta a las Orhan Pamuk o J. M. Coetzee para exigir al gobierno comunista dejar que el arte se exprese sin represión.

            El manifiesto, poco difundido en Bolivia, une a personalidades africanas, latinoamericanas, europeas, árabes, turcos, asiáticos, europeos, estadounidenses que denuncian cómo La Habana reprime a los artistas simplemente por estar descontentos con el totalitarismo. Destaca que las protestas desde San Isidro, 27N, Archipiélago, 11julio fueron pacíficas.

            Apoyan a los artistas cubanos escritores que denunciaron la violencia en sus propios países como Héctor Abad Faciolince, Gioconda Belli, Bianca Jagger, Rosa Montero. No encontré la rúbrica de un creador nacido en Bolivia, aunque todos los periodistas deberíamos apoyar este comunicado contra la censura.

            El gobierno cubano comete abusos sistemáticos contra decenas de artistas independientes, declaran los 300 intelectuales. A ello hay que añadir la cantidad de presos menores de edad acusados de subversivos, acosados, hostigados, degradados con métodos psicológicos como no imaginó ni Owen.

            Tristemente, este panorama se da en el mismo mes que se recuerda al poeta José Martí, nuestro amado padre espiritual. Martí que luchó por la libertad física y moral, especialmente por la infancia y por la juventud y que hoy volvería a morir por tres balazos disparados en su propia patria.