Era adolescente en aquel primer
viaje familiar a la ciudad de las abuelas. Algún primo invitó a disfrutar la
Laguna Los Batos, casi en las afueras, a la cual se podía llegar caminando
desde el casco histórico. Aún tengo la sensación del goce por el sol, el agua y
la atención a los chiquilines. Se quedó grabada esa imagen del resplandor.
Durante casi medio siglo retorné al
lugar y fui testigo de sus diferentes transformaciones. Compartí con los
compañeros del colegio en memorable recorrido de bachilleres que optaron por
conocer Bolivia. En los ochenta con el esposo, muchas veces con mis hijos y
decenas de ocasiones por motivos de trabajo.
La poza se convirtió en una hermosa
piscina, pulcra y llena de sombrillas y perezosas; el quincho fue un comedor y
más tarde un restaurante con aire acondicionado, cada vez más amplio. El
desayuno sencillo es ahora un sofisticado buffet para competir con muestras
internacionales, con la ventaja de los alimentos frescos. La gastronomía es uno
de los objetivos centrales de la administración para contentar al cliente.
Hace años que atienden los mismos
amables y eficientes mozos y mozas que entre miles de turistas logran reconocer
los gustos de cada uno. Me siento mimada cuando me ayudan con mis zumos
preferidos y mis mates nocturnos. Siempre la sonrisa.
El Hotel Cortez ubicado a pocos
metros del Cristo Redentor es una de las empresas representativas de la época
de oro del desarrollo cruceño. Un migrante colla, Martín Cortez se atrevió a la
primera inversión en un lugar aún apartado, con las 12 primeras habitaciones.
Apoyado por la esposa y la familia avanzó rápidamente con otras ofertas.
Se nota el deseo de ser los mejores aplicando
la metodología alemana de la Formación Dual y por ello cada empleado está
entrenado para atender al huésped desde que llega a píe o en vehículo. Una
limonada, un cafecito camba, son el primer saludo antes de las formalidades en
el mostrador. Ahora hay nuevas habitaciones, muy modernas, aunque me quedo con
el antiguo pabellón, la sala dedicada a don Martín y el centro ejecutivo. Por
lo que se nota, los herederos -10 hijos- están siempre preocupados por cumplir su
acreditación.
Hay varios salones para realizar
talleres alquilados por ONGs, empresas privadas, el Estado con el suficiente
soporte técnico y logístico.
Actualmente abren nuevos hoteles
cruceños, varios de cadenas internacionales, con más inversión y lujos. El gran
reto no está en esas competencias o en el Airbnb, sino en los recursos humanos.
La comunidad de viajeros constantes, por turismo o por trabajo, demanda cada
vez más un sistema personalizado en los alojamientos.
La cadena IBIS es un ejemplo; o la propuesta
del gobierno mexicano para que las empresas hoteleras compitan con Europa, Asia
y Estados Unidos, más que con grandes edificios, con naturaleza y con el
personal latino, que se da tiempo de conversar, de reír.
Sin embargo, preocupa que estas
empresas bolivianas tan esforzadas tengan al frente una política errante en
materia de seguridad jurídica, populista con dobles aguinaldos, más impuestos,
que pueden obstaculizar el empuje que tienen.