lunes, 6 de agosto de 2018

¡OTRA DÉCADA PERDIDA?


            Hace poco,  un conocedor del fútbol latinoamericano decía que los escasos resultados de las selecciones del continente, en la última Copa Mundial Rusia 2018,  son un reflejo del retroceso del balompié en la región, a causa de la corrupción y del despotismo con los que se manejaron las confederaciones de fútbol en los últimos lustros.
            “Hemos retrocedido 20 años”, se lamentaba esa voz, que llegaba desde Uruguay, el más digno plantel de la América sureña, donde su director técnico, el maestro Tavare Vázquez, insiste que entrenar jugadores no es sinónimo de preparar estrellas, sino, la construcción de personas integrales.
             ¿Qué se podría decir de las demás selecciones? 
            En Bolivia, el presidente Evo Morales cree que el pasto sintético -que compró el Estado a algún feliz comerciante- es suficiente para fomentar el deporte. Es probable que no conozca las historias del migrante Enrique Happ, o del cruceño Aguilera, que crearon sendas escuelas, en Cochabamba y en Santa Cruz de la Sierra, para fomentar no solo la competición deportiva, sino los valores éticos.
            ¿Cuánto retrocedió el deporte boliviano en la última década? No sólo el fútbol, sino el conjunto de disciplinas, por la falta de políticas públicas para crear verdaderos espacios de práctica corporal, como parte de la formación integral de niños y jóvenes. 
            Los escasos resultados para los equipos bolivianos, en Odesur, nos muestran la improvisación en todo lo que le toca enfrentar al gobierno del MAS. Tuvieron cuatro años y mucho dinero; pero no tuvieron conocimiento, preparación, decisión y mucho menos transparencia, evidenciando a través del deporte nuestra realidad actual. 
            Bolivia no ha sabido aprovechar las oportunidades que el contexto histórico le ha brindado en la última década. Y difícilmente podrá recuperar lo que seguramente se llamará “la segunda década perdida”, como pasó en los años ochenta.
            Los grandes esfuerzos por crear un Estado moderno y los avances para tener una administración pública sólida, basada en la meritocracia, capacitada de manera permanente, a través de la escuela de gestión estatal, titulada, competente, conocedora de idiomas modernos, fueron enterrados por la influencia del modelo chavista, que anuló el ritmo del proceso histórico boliviano. 
            En cambio, tenemos una burocracia tan inflada que necesita un nuevo palacio para dos ministerios y edificios de 15 pisos, supernumeraria y escasamente formada. El propio presidente admite que le es difícil contar con recursos humanos, que implementen el programa de desarrollo económico y social.
            En el área de justicia, si antes existían vacíos, hoy se abre un enorme agujero negro que se ha tragado todos los diagnósticos y mejoras constitucionales y operativas que se comenzaron a implementar entre 1994 y 2004.
            Así, tal parece que, a pesar de los publicitados avances, estamos retrocediendo en la construcción de nuestro Estado y de lo público. El deporte y nuestro fútbol son solo dos ejemplos.