Aunque la travesía del militar
encargado de la medalla presidencial parece silenciarse con “estamos
investigando”, los ciudadanos no debemos olvidar. Este episodio es el retrato
de la descomposición del gobierno, de las Fuerzas Armadas, del Movimiento al
Socialismo y también de la sociedad.
Las noticias y comentarios se
limitaron a citar el escenario como “la zona más roja de El Alto”, “la zona de
prostíbulos”, “la famosa 12 de octubre”, sin recordar que ahí también se
sintetiza la explotación sexual de niñas, adolescentes y mujeres, la mayoría de
piel cobriza y pobres.
Hace algunos años, el municipio
alteño intentó ingresar con la ley a esa larga calle de faroles rojos por
motivos humanos, de salubridad y de seguridad ciudadana. Sin embargo, al igual
que el Polígono 7, es otro territorio donde dominan los poderes fácticos.
Entonces se informó, sin llegar a resultados conclusivos, que más de un
concejal y supuestos líderes sociales- inclusive renombrados en las jornadas de
octubre de 2003- eran protectores del negocio carnal.
Estos días, la prensa local publicó
notas especiales sobre la explotación sexual en El Alto, donde los infantes son
parte de la degradación. Voluntarios que intentan ayudar a las víctimas
contaron cómo se abren lugares de prostitución infantil y los vecinos se
acostumbran a convivir con ellos. Salvo extremos como asesinatos, nadie
denuncia ni se compadece.
Hace algunos años, conocimos en
comunidades potosinas, desde Uncía hasta Villazón, el rumor del robo de
chiquitas que son llevadas a lenocinios de la frontera o de las grandes
ciudades bolivianas.
La Revolución Cubana, entre sus
logros sociales, frenó por varias décadas el enorme sistema de burdeles que
heredó del régimen. Acá, el Proceso de Cambio nunca se ocupó del asunto.
Cito a mi amado anarquista Rafael
Barret que resume qué significa esto:
“No es lo espantoso que el hambre de
la mujer sea peor que la del hombre, lo espantoso es que al hambre femenina se
agrega una plaga especial, la prostitución. Era lógico que los más débiles
entre los débiles fueran los más cobardemente torturados. Al macho que combate
se le puede arrancar la salud, la razón, la existencia, no el sexo. A la mujer
se le arranca todo, y además el sexo. Se le arranca el sexo mediante la
ignominia. A tal grado de horror hemos llegado, a envenenar el amor en sus
fuentes, a convertir la santa ánfora de la felicidad y de la vida, la mujer, es
decir la madre, es una cosa obscena, donde todos escupen riendo. La triste y
ronca prostituta que pasa, es el espectro mismo de la humanidad. Prostituta,
hermana nuestra, en tus ojos no hay ya lágrimas, en tus cabellos no hay brisas,
ni juventud en tu boca, ni esperanza en tu corazón. Han destruido a puñaladas
la fecundidad de tu vientre. Todo lo has perdido, hasta el recuerdo, hasta el
dolor y el deseo de morir. Te crees tal vez un cadáver que anda. Pero nosotros,
hermana, tendremos esperanza por ti y te devolveremos cuanto te quitaron y te
resucitaremos”.