lunes, 6 de agosto de 2018

MEMORIA OBRERA



            El semestre que termina nos trajo también buenas noticias, entre ellas la entrega de dos obras escritas por sendos protagonistas de la historia boliviana del último medio siglo. Se trata de los trabajos del líder minero Simón Reyes Rivera y del emblemático dirigente fabril Felipe Tapia, ambos militantes del Partido Comunista de Bolivia.
            Reyes escribió distintas obras en sus escasos momentos de tranquilidad, después de décadas de persecución por su actividad política y sindical. Perteneció a la generación de oro de la dirigencia de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), emblemática portaestandarte del movimiento obrero latinoamericano hasta ahora, cuando fue coptada por el poder central.
            Simón Reyes tuvo la formación de un cuadro partidario de los años cincuenta, con lecturas teóricas, historia mundial y nacional, biografías de los autores de la revolución de 1917 y además literatura, arte, cultura general. Por ello era un placer escucharlo en la charla de café o en el discurso durante el congreso sindical. El, como sus compañeros, protagonizaba debates ideológicos, siempre respetuosos.
            El 24 de junio de este año, su familia tuvo la buena iniciativa de publicar la versión de Reyes sobre los sucesos de la Masacre de San Juan en el distrito minero de Siglo XX, al norte del departamento de Potosí, relacionada con las guerrillas que se desarrollaban al otro extremo, en el sureste del país.
            Es fundamental que los protagonistas no sólo sean entrevistados por los historiadores, sino que aporten sus propios recuerdos y su enfoque personal. Reyes muestra que falta mucho para entender la dimensión de esos hechos que aparecen en apenas un párrafo en el Diario de Ernesto Guevara y que en general se tienen como secundarios a las batallas militares.
            El aporte, difundido por la prensa local, se une a una nueva filmación de Adys Cupull y Froilán González, investigadores cubanos, que están empeñados desde hace tres décadas en desentrañar la historia del Ché y el rol de sus compañeros bolivianos. También conocí estos días informes secretos de las Fuerzas Armadas sobre el alcance de la relación entre la protesta minera y el levantamiento armado.
            Queda claro que los mineros bolivianos, como hicieron desde 1944, tenían claros objetivos políticos, ideológicos, y la opción por la acción directa. Su otro pilar fundamental era la independencia de clase, asunto perdido este 2018.
            Felipe Tapia me entregó parte de sus manuscritos para prologarlos. La obra es monumental, con una visión de la historia de las primeras factorías bolivianas, sobre todo en La Paz, las villas obreras, la organización del proletariado urbano, las luchas de sexenio, el emblemático año 50, la ilusión de la revolución de 1952, las rupturas con los gobernantes. Tapia cumplió, junto con otros dirigentes que lucharon por la democracia, las tareas históricas que hicieron grande al proletariado nacional.
            Estas obras se suman a los escritos de Filemón Escobar y de Felipe Quispe y muestran que los mejores historiadores son los que vivieron los hechos.