El
semestre que termina nos trajo también buenas noticias, entre ellas la entrega
de dos obras escritas por sendos protagonistas de la historia boliviana del
último medio siglo. Se trata de los trabajos del líder minero Simón Reyes
Rivera y del emblemático dirigente fabril Felipe Tapia, ambos militantes del
Partido Comunista de Bolivia.
Reyes
escribió distintas obras en sus escasos momentos de tranquilidad, después de
décadas de persecución por su actividad política y sindical. Perteneció a la
generación de oro de la dirigencia de la Federación Sindical de Trabajadores
Mineros de Bolivia (FSTMB), emblemática portaestandarte del movimiento obrero
latinoamericano hasta ahora, cuando fue coptada por el poder central.
Simón
Reyes tuvo la formación de un cuadro partidario de los años cincuenta, con
lecturas teóricas, historia mundial y nacional, biografías de los autores de la
revolución de 1917 y además literatura, arte, cultura general. Por ello era un
placer escucharlo en la charla de café o en el discurso durante el congreso
sindical. El, como sus compañeros, protagonizaba debates ideológicos, siempre
respetuosos.
El
24 de junio de este año, su familia tuvo la buena iniciativa de publicar la
versión de Reyes sobre los sucesos de la Masacre de San Juan en el distrito minero
de Siglo XX, al norte del departamento de Potosí, relacionada con las
guerrillas que se desarrollaban al otro extremo, en el sureste del país.
Es
fundamental que los protagonistas no sólo sean entrevistados por los historiadores,
sino que aporten sus propios recuerdos y su enfoque personal. Reyes muestra que
falta mucho para entender la dimensión de esos hechos que aparecen en apenas un
párrafo en el Diario de Ernesto Guevara y que en general se tienen como
secundarios a las batallas militares.
El
aporte, difundido por la prensa local, se une a una nueva filmación de Adys
Cupull y Froilán González, investigadores cubanos, que están empeñados desde
hace tres décadas en desentrañar la historia del Ché y el rol de sus compañeros
bolivianos. También conocí estos días informes secretos de las Fuerzas Armadas
sobre el alcance de la relación entre la protesta minera y el levantamiento
armado.
Queda
claro que los mineros bolivianos, como hicieron desde 1944, tenían claros
objetivos políticos, ideológicos, y la opción por la acción directa. Su otro
pilar fundamental era la independencia de clase, asunto perdido este 2018.
Felipe
Tapia me entregó parte de sus manuscritos para prologarlos. La obra es monumental,
con una visión de la historia de las primeras factorías bolivianas, sobre todo
en La Paz, las villas obreras, la organización del proletariado urbano, las
luchas de sexenio, el emblemático año 50, la ilusión de la revolución de 1952,
las rupturas con los gobernantes. Tapia cumplió, junto con otros dirigentes que
lucharon por la democracia, las tareas históricas que hicieron grande al
proletariado nacional.
Estas
obras se suman a los escritos de Filemón Escobar y de Felipe Quispe y muestran
que los mejores historiadores son los que vivieron los hechos.