lunes, 3 de abril de 2017

POR ALGO SOMOS POBRES


            Hace pocos meses la gobernación de La Paz estrenó un sólido asfalto para facilitar el tránsito de los muchos turistas que van hasta Río Abajo para disfrutar el fin de semana en un clima más cálido, camino de la red troncal. Sin embargo, la empresa estatal del agua decidió que le tocaba a ella abrir zanjas para sus cañerías y, como suele suceder, dejó el asfalto lateral partido y esparcido.
            ¿Quién pagará la reparación? ¿EPSAS, la gobernación, la alcaldía de Mecapaca, los contribuyentes? De hecho, la garantía que comprometió la constructora ya no sirve pues los destrozos son intencionados. Seguramente, los pedazos quedarán muchas semanas, años, y una buena idea terminará en un intento más.
            Lo mismo sucedió con los arreglos de la alcaldía paceña en el barrio de Aranjuez, perforados poco después por las (descuidadas) microempresas que cavan espacios para las tuberías que llevan gas. Una meta loable pero a costa de picotear un esfuerzo municipal.
            La falta de coordinación entre los niveles del estado y las empresas públicas tiene en la sede de gobierno un sello político. Sin embargo, revela algo más complejo, la tendencia a la ineficiencia, ineficacia y desperdicio que marca a la sociedad boliviana.
            A ello se agrega una voluntad colectiva de perder tiempo que es a la vez perder dinero, perder energías, perder desarrollo. Azorados seguimos tres días de ¿celebración? por pretextos marítimos al punto de que muchos paceños perdieron trabajos, reuniones,  actos culturales, el colegio, o la universidad. Martes, miércoles, jueves, desesperados peatones y rabiosos transportistas veían pasar las horas sin que el tráfico se descongestionara, de siete de la mañana a diez de la noche.
            Hay jóvenes que se divierten destrozando las plazas, incluso las glorietas más históricas y alguien paga por ello. El Dakar costó varios miles en plantas y ornamentos a su paso por La Paz.
            Parece que el boliviano gasta más que ahorra. Quizá por ello no se nota la crisis macroeconómica. El martes de carnaval los puestos de carne para parrillada o para lechoncito estaban vacíos, acabaron sus existencias. Los comensales repletaron locales de todo nivel para festejar al papá, a la familia.
            La incapacidad es más profunda en otros casos como el deterioro del sector forestal con datos negativos después de años de dinámica. Y la quinua… Bolivia era por herencia el mayor producto del mundo, hoy bajó al segundo lugar y otras naciones menos retóricas están listas para la competencia.
            Si hay platita para la cerveza, nada más importa. Patria o muerte, ¡salud!