Hace pocos meses la gobernación de
La Paz estrenó un sólido asfalto para facilitar el tránsito de los muchos
turistas que van hasta Río Abajo para disfrutar el fin de semana en un clima
más cálido, camino de la red troncal. Sin embargo, la empresa estatal del agua
decidió que le tocaba a ella abrir zanjas para sus cañerías y, como suele
suceder, dejó el asfalto lateral partido y esparcido.
¿Quién pagará la reparación? ¿EPSAS,
la gobernación, la alcaldía de Mecapaca, los contribuyentes? De hecho, la
garantía que comprometió la constructora ya no sirve pues los destrozos son
intencionados. Seguramente, los pedazos quedarán muchas semanas, años, y una
buena idea terminará en un intento más.
Lo mismo sucedió con los arreglos de
la alcaldía paceña en el barrio de Aranjuez, perforados poco después por las
(descuidadas) microempresas que cavan espacios para las tuberías que llevan
gas. Una meta loable pero a costa de picotear un esfuerzo municipal.
La falta de coordinación entre los
niveles del estado y las empresas públicas tiene en la sede de gobierno un
sello político. Sin embargo, revela algo más complejo, la tendencia a la
ineficiencia, ineficacia y desperdicio que marca a la sociedad boliviana.
A ello se agrega una voluntad
colectiva de perder tiempo que es a la vez perder dinero, perder energías,
perder desarrollo. Azorados seguimos tres días de ¿celebración? por pretextos
marítimos al punto de que muchos paceños perdieron trabajos, reuniones, actos culturales, el colegio, o la
universidad. Martes, miércoles, jueves, desesperados peatones y rabiosos
transportistas veían pasar las horas sin que el tráfico se descongestionara, de
siete de la mañana a diez de la noche.
Hay jóvenes que se divierten destrozando
las plazas, incluso las glorietas más históricas y alguien paga por ello. El
Dakar costó varios miles en plantas y ornamentos a su paso por La Paz.
Parece que el boliviano gasta más
que ahorra. Quizá por ello no se nota la crisis macroeconómica. El martes de
carnaval los puestos de carne para parrillada o para lechoncito estaban vacíos,
acabaron sus existencias. Los comensales repletaron locales de todo nivel para
festejar al papá, a la familia.
La incapacidad es más profunda en
otros casos como el deterioro del sector forestal con datos negativos después
de años de dinámica. Y la quinua… Bolivia era por herencia el mayor producto
del mundo, hoy bajó al segundo lugar y otras naciones menos retóricas están
listas para la competencia.
Si hay platita para la cerveza, nada
más importa. Patria o muerte, ¡salud!