Esta semana se cumplió el centenario
de aquella movilización de obreras conmemorando el Día Internacional de la
Mujer, que desencadenó la llamada Revolución de Febrero (por el calendario
juliano) y precipitó la Revolución Soviética. Las textileras no tenían más que
un pan rancio para sus hijos. Sus hombres estaban en el frente de guerra y ellas
debían trabajar, además de encargarse de su hogar. Aunque las ciudadanas ya
participaron en la Revolución Francesa, en 1917 estaban organizadas y luchaban
en un contexto de demandas femeninas propias, como el derecho al voto.
Un siglo después, cómo están las
mujeres rusas, ¿son más libres?, ¿son más felices?, ¿son más autónomas? ¿O sólo
son estadísticas que cubren lo poco que cambiaron sus condiciones? Las luchas
feministas siguen más ocupadas en los números y en el aborto que en insistir en
políticas públicas integrales para lograr la igualdad de oportunidades.
Mucho menos le interesa a Naciones
Unidas los asuntos del amor, de la ternura, de la unidad familiar para que
todos, hombres, mujeres y –sobre todo niños- se desarrollen como seres
armónicos. Hay dinero para campañas sobre derechos reproductivos, no para
alentar a los poetas y creativos, más humanos que los soldados.
Bolivia debe a cuatro mujeres y a
sus 14 hijos la apertura democrática, esposas de mineros, madres de familia,
que lanzaron los dados sin los cálculos de los dirigentes sindicales y lograron
la victoria a favor de todos los presos, los exilados, los bolivianos. ¿Qué
organización feminista se acuerda de ellas cada 18 de enero?
Hemos fallado y hay que preguntarse
por qué, se preguntaba un panelista en un reciente foro organizado por la
Embajada sueca que reunió a lo más representativo de mujeres y organismos que
trabajaron por agendar el tema de la mujer. Otro enfrentaba datos con una
realidad que es más dura para la mujer, el 80 por ciento de los alimentos se
importan, asunto que merecerá un análisis más detallado por todo lo que
significa.
Hubo un enfoque exagerado en las
cifras para mostrar avances. El gobierno aprovecha ese discurso. Así esconde
que los principales programas sociales, los más publicitados, como el Evo
Cumple, no contemplaron ni políticas de género ni las dificultades de las
campesinas, desde las canchas de pasto sintético hasta las sedes sindicales.
Al importante análisis que hizo el
parlamentario Oscar Ortiz a ese fondo clientelar, las feministas podrían
desentrañar si dar tanto dinero benefició a las mujeres, si el “cambio” es real
y sostenible.