viernes, 7 de marzo de 2025

VLADIMIR PUTIN, BENJAMÍN NETANYAHU, DONALD TRUMP: EL EJE DE LA MALDAD

 

            Tres rostros, muy parecidos entre sí, son constantes en los informativos. Aparecen enojados, furiosos, con mentones tensos como si tuviesen urgencia de ir al retrete, con ojillos huidizos y dedos amenazantes, vocecitas poco viriles. Tres rostros que se repiten desde hace lustros cuando las noticias tratan asuntos sobre agresiones contra poblaciones inermes; advertencias de expulsiones masivas: invasiones a territorios ajenos; armas, soldados, muertes, tragedias colectivas.

            Son los jinetes de los apocalipsis modernos, trajeados como espías azules, milicianos verdes, lujuriosos rojos.

            Son los guerreristas que desde distintos continentes alardean con hacer estallar al mundo en mil pedazos.

            Son los negociantes a escalas inimaginables: anexiones de penínsulas y fronteras para construir edificios destinados a burócratas; asentamientos ilegales para expandir colonias asesinando a los propietarios históricos; construcciones de muros millonarios; planes para lujosas mansiones en playas bombardeadas; presupuestos para inmensas oficinas de inteligencia que controlen el pensamiento, la palabra y el movimiento de los seres humanos en su propio país o en otros más lejanos.

            Los tres han enfrentado procesos por diferentes acusaciones relacionadas con su comportamiento inadecuado en el manejo de la administración pública. El principal autor de las pruebas contra las estructuras mafiosas en los poderes rusos fue envenenado en territorio extranjero; fue apresado cuando retornó a su patria; apareció muerto en su celda. Su viuda y su familia son también perseguidos. Los tentáculos llegan muy lejos. Incluso, un examigo del Kremlin, líder de las fuerzas mercenarias, murió despedazado en un oportuno accidente de aviación.

            El otro prefiere prolongar una guerra y no rescatar a sus ciudadanos secuestrados para no enfrentar las demandas sobre sus oscuras actuaciones. Hace cinco años que está acusado oficialmente de fraude y abuso de confianza y aceptación de sobornos. Ha mandado asesinar niños, madres, familias y destruir hospitales y escuelas. Es capaz de negar la ayuda humanitaria urgente a quienes enfrentan hambruna, muerte de prematuros por congelamiento, operaciones sin anestesia, desplazamientos permanentes.

            El tercero es el primer presidente convicto de su país. No por defender las libertades, no por luchar por sus ideales, no por objeciones de consciencia. Ha sido llevado a los estrados por falsificación de registros comerciales en relación con los pagos opacos a una joven (no activista, no brigadista) que trabajaba como actriz porno. La triangulación del dinero era para silenciar la versión de la chica sobre sus relaciones sexuales con el candidato.

            También fue investigado por la fiscalía por intentar anular ilegalmente el resultado de las elecciones de 2020. Asuntos que hasta hace poco parecían reservados a las repúblicas más inestables, a las que se despreciaba como apartadas de las reglas democráticas.

            Los tres manejan billeteras millonarias. Investigaciones independientes han denunciado sus relaciones con empresarios de comunicaciones, de inmobiliarias y de otras áreas, a pesar del conflicto de intereses o de las redes que se extienden hacia contactos delictivos.

            Sus adversarios políticos son tratados como enemigos y toda la maquinaria del estado es aprovechada para hundirlos, humillarlos, acusarlos, silenciarlos.

            Los tres tratan de controlar a la prensa con censuras, prohibiciones o casos más graves como el asesinato de reporteros en Gaza, hasta los sobornos disimulados a cambio de coberturas favorables, halagos, conveniencias y concesiones mutuas, el espacio de las entrevistas pactadas, de los titulares amañados.

            Los tres quieren expandir su poder mucho más allá del tiempo constitucional de sus mandatos; mucho más lejos de sus fronteras reconocidas internacionalmente y tienen la idea de tener derecho a ejercer mandatos sobre el resto de los habitantes del planeta Tierra.

            Los tres están dispuestos a emplear todo su potencial militar y su capacidad de persecución para cumplir sus objetivos. En sus discursos no disimulan su admiración por las salidas violentas, por convocar a las guerras, a los enfrentamientos más intensos. Sin límites.

            Los tres consiguen aduladores en todas partes del mundo. En el (No) Estado Plurinacional los sucesivos cancilleres mezclan la Operación Cóndor de los años 70 con el derecho de Rusia a invadir Ucrania. Hay periódicos que abren sus puertas al embajador de Moscú y hay grupos que lo reciben en sus actos públicos.

            Así también, en escenarios diversos hay voces que los señalan y que claman por la resistencia a estos malvados, sea a través de mensajes, memes o artículos o en el discurso al recibir uno de los premios en la gala de los Oscar.

            Y hay presidentes que no se dejan. El poderoso temblaba de ira, índice amenazante, chaqueta estirada, jopo despeinado. Frente a él, Volodimir Zelenski, en su propio idioma, luciendo la ropa simbólica de la emergencia, sereno, dio una lección que el resto del mundo le agradece.

            Ojalá se entere que en este país que sabe de invasiones nefastas, son muchos los que respaldan a su patria soberana.