PRESENTACIÓN PARA LA SEGUNDA EDICIÓN DEL LIBRO:
“CONVERSACIONES CON VÍCTOR PAZ ESTENSSORO”
AUTOR: EDUARDO TRIGO O’CONNOR D’ARLACH
TARIJA, 12 DE MARZO DE 2025
Muy
buenos días a todos, especialmente a la familia Trigo Moscoso, con la cual celebramos
tres generaciones de amistad y compañerismo. Saludo a las autoridades ediles
que propician la cultura y fomentan la memoria colectiva.
En
cada ocasión, brota extenso material para hablar del autor, Eduardo “Lalo”
Trigo O’Connor d’Arlach, porque fue un ser humano con dones y con méritos para
ser destacados en distintas áreas de los valores éticos y de la excelencia
académica y profesional.
El
extraordinario retrato que publicó de él su hija María Silvia, a manera de
obituario, es un resumen indispensable y, seguramente, inmejorable.
No
es esta la ocasión para ampliar los detalles de esos largos años tan intensamente
vividos.
Me
limito a algunas pinceladas que creo imprescindibles para enmarcar el libro que
hoy se presenta.
Eduardo
nació en Tarija, valle que marcó su visión del mundo, en 1936. Es decir, poco
después de finalizada la desmovilización de las tropas que habían participado
en la guerra contra Paraguay. El Chaco y por tanto Tarija llevarían para
siempre esa marca que transformó el devenir histórico del país.
Hijo
y descendiente de estirpes patriotas, Trigo O’Connor d’Arlach era un
extraordinario defensor de Bolivia y de la bolivianidad en los diferentes
escenarios donde le tocó actuar: como periodista, como escritor, como
diplomático y como el gran conversador que siempre tenía a la nación en su
pensamiento.
En
cada tarea mantuvo el apego al recuerdo, al pasado, a la indagación para
comprender mejor el presente. Él solía contar sobre su niñez aferrada a los
libros, material que lo acompañó hasta el último aliento.
Lecturas
tempranas y permanentes que le dieron pulcritud a su pluma. Todo lo que él
escribió es de fácil lectura y comprensión, como muestran sus artículos de
prensa, sus varios volúmenes sobre historia de su terruño y de su Bolivia y
esta obra en género de diálogo.
Estas
virtudes se expresaban en el contacto personal. Así como amaba el silencio- tan
característico desde su profunda mirada de cielo y agua- y la escucha atenta,
él era un exquisito conversador. Un conversador sin estridencias, sin
fanatismos, suave como era toda su figura, compartiendo en una confitería, en
el comedor familiar o en el salón de la cancillería.
Era
parte de la fascinación que ejercía sobre los demás.
Eduardo
era como un eterno atardecer, ese momento cuando la ciudad se retira, se
silencian las muchedumbres y las luces son melancólicas. Esas dos luces que
describen las escrituras sagradas, entre el sol que se despide y la noche que
se anuncia.
Era
brisa, voz que murmura, no la que grita, con aquellos ojos que miraban más allá
de lo que veían. Era el trigo dorado que sabe a pan y a certeza, a la seguridad
de ser amado, tanto que no guardaba resentimientos ni complejos.
Así
lo debe haber comprendido Víctor Paz Entenssoro, el hombre que abrió sus más
íntimas emociones al periodista, al historiador, al amigo. Trigo logró que
aquel mito viviente, que ya estaba por encima de la historia y de los rumores,
le abriese la ventana desde su lejana infancia hasta la tórrida madurez de sus
principales intervenciones, en la quietud del descanso del guerrero ya
encanecido.
El
libro es una larga conversación, seguramente de muchos momentos, entre una
persona que sabe escuchar y sabe preguntar (condiciones que parecen actualmente
olvidadas en el precioso género de la entrevista) y un anciano que fue todo
para una nación a lo largo de un siglo, idolatrado y aborrecido, citado y
calumniado.
En
el prólogo, Eduardo Trigo explica su admiración desde la adolescencia por su paisano
Víctor Paz Estenssoro y los sucesivos contactos que les depararon sus
respectivas biografías, inclusive cuando Paz lo nombró embajador de su último
gobierno.
Ambos
comparten ese apego a la campiña, a la madre Tarija, ese escenario común. Seguramente
los ceibos y los ventanales de San Luis ayudaron a la fluidez de las charlas. En
el diálogo existe franqueza, sencilles, cultura, humor.
Desde
el principio, el lector comprende que el autor ha sabido sintetizar y escoger
el material para presentar a su entrevistado sin censuras y sin elogios,
consciente que ese hombre no deja indiferente a ningún boliviano.
En
las más de doscientas páginas encontramos los ríos más profundos de la
personalidad del más famoso de los tarijeños. El cuatro veces presidente de
Bolivia luce su memoria cuidadosa para contar sobre Tarija al inicio del siglo
XX, los orígenes y las preocupaciones de su familia, el ambiente de amor al
libro y a la naturaleza y las oportunidades que tuvo para asistir al teatro,
ver cine. Confiesa que sus dotes de líder se remontaban a la etapa colegial.
Paz
cuenta sobre sus estudios en Oruro, donde su padre fue a trabajar en 1921. No
deja de considerar que aquello marcó su vocación: el esplendor de la ciudad
minera hace un siglo; la estación ferroviaria que traía migrantes, riquezas y
también ideas: la impresionante empresa de Simón Patiño y los obreros, los
mineros. Todos son datos que lo persiguieron a lo largo de su vida.
La
amistad de sus padres con Hernando Siles y su esposa Luisa Salinas tendría
impacto en su futuro político.
Desde
joven aparecen espacios ligados con su destino: el trabajo en un banco para
sustentar sus estudios jurídicos y a la vez aprender sobre economía; el puesto
en la Cámara de Diputados; la cercanía con el Museo Tiahuanacu y el significado
de las culturas originarias. Su tío diputado por Tarija Jorge Paz Rojas lo
influyó en esas iniciales inquietudes políticas.
Paz
Estenssoro le cuenta a Eduardo cómo y por qué el descalabro de los tres años de
la guerra del Chaco y lo que sucedía en las ciudades y en las trincheras fue
tan vital para toda una generación. Así se forjó la incubadora de la
Revolución.
Es
reveladora su trayectoria profesional, sobre todo dentro del Estado, como
técnico, porque muestra por una parte esa conciencia y capacidad personal y,
por otra parte, es un retrato del estado previo a 1952, con sus luces y
sombras. Dejo en mis apuntes muchos detalles que seguramente utilizaré en otros
escritos pues el material es abundante para los historiadores.
Paz
remarca sobre todo aquellos aspectos que parecerían diseñados para tejer su vida:
su familia, sus vivencias en diferentes lugares del país y del continente, sus
relaciones de amistad y luego políticas, sus intereses profesionales y
generacionales, la decisión de hacer una revolución profunda, los sucesos en
América Latina que influían en Bolivia y viceversa, las decisiones que tuvo que
asumir en momentos durísimos, casi fatales.
Este
asunto -repartido en diferentes capítulos del libro, pero sobre todo entre las
páginas que resumen la participación política de Paz desde la convención de
1938, el exilio durante el sexenio y la toma del poder- explica por qué él fue
elegido el jefe entre una pléyade de intelectuales y militantes de primera
línea. Nunca dudó qué hacer.
Él
destaca su llegada en un destartalado avión desde Ezeiza hasta El Alto
justamente un 15 de abril, fecha cívica tarijeña, cuando él no había cumplido
45 años. El recorrido hacia el Palacio de Gobierno, donde lo esperaba el sillón
presidencial, lo hizo en un convertible manejado por Brunilda de Roberts. Es
interesante cómo destaca el rol y valor de las mujeres en las misiones
revolucionarias.
Es
notable que en sus recuerdos deje de lado el rencor, a pesar de que varios de
los nombres que aparecen fueron algunos de sus mayores enemigos políticos y
personales. No habla mal de Hernán Siles, ni de Juan Lechín, ni de Walter
Guevara. Recuerda las virtudes de los fundadores del Movimiento Nacionalista
Revolucionario y de los que asumieron las duras tareas de las primeras
transformaciones entre 1952 y 1956.
Aparecen
listas de los líderes latinoamericanos con los cuales compartió y que
seguramente lo admiraban, como admiraban las transformaciones que se realizaban
en Bolivia. La proyección internacional fue una preocupación constante desde su
juventud.
El
libro deja reflexiones sobre las contradicciones básicas de la sociedad y del
estado boliviano. Paz Estenssoro subraya la tensión entre el país semi feudal y
la nación inconclusa, el poder del super estado minero y las miserias
proletarias, categorías que se desvanecen en otros momentos como en 1971 o en
1985.
¿Cómo
explicarían Eduardo Trigo y Víctor Paz la actual Bolivia, la agonía
republicana, los nuevos apogeos y los recientes actores sociales?
Dejo
las respuestas para la consciencia de cada uno de los presentes.