lunes, 17 de marzo de 2025

“CONVERSACIONES CON VÍCTOR PAZ ESTENSSORO”

 

PRESENTACIÓN PARA LA SEGUNDA EDICIÓN DEL LIBRO:

“CONVERSACIONES CON VÍCTOR PAZ ESTENSSORO”

AUTOR: EDUARDO TRIGO O’CONNOR D’ARLACH

TARIJA, 12 DE MARZO DE 2025

 

Muy buenos días a todos, especialmente a la familia Trigo Moscoso, con la cual celebramos tres generaciones de amistad y compañerismo. Saludo a las autoridades ediles que propician la cultura y fomentan la memoria colectiva.

En cada ocasión, brota extenso material para hablar del autor, Eduardo “Lalo” Trigo O’Connor d’Arlach, porque fue un ser humano con dones y con méritos para ser destacados en distintas áreas de los valores éticos y de la excelencia académica y profesional.

El extraordinario retrato que publicó de él su hija María Silvia, a manera de obituario, es un resumen indispensable y, seguramente, inmejorable.

No es esta la ocasión para ampliar los detalles de esos largos años tan intensamente vividos.

Me limito a algunas pinceladas que creo imprescindibles para enmarcar el libro que hoy se presenta.

Eduardo nació en Tarija, valle que marcó su visión del mundo, en 1936. Es decir, poco después de finalizada la desmovilización de las tropas que habían participado en la guerra contra Paraguay. El Chaco y por tanto Tarija llevarían para siempre esa marca que transformó el devenir histórico del país.

Hijo y descendiente de estirpes patriotas, Trigo O’Connor d’Arlach era un extraordinario defensor de Bolivia y de la bolivianidad en los diferentes escenarios donde le tocó actuar: como periodista, como escritor, como diplomático y como el gran conversador que siempre tenía a la nación en su pensamiento.

En cada tarea mantuvo el apego al recuerdo, al pasado, a la indagación para comprender mejor el presente. Él solía contar sobre su niñez aferrada a los libros, material que lo acompañó hasta el último aliento.

 

Lecturas tempranas y permanentes que le dieron pulcritud a su pluma. Todo lo que él escribió es de fácil lectura y comprensión, como muestran sus artículos de prensa, sus varios volúmenes sobre historia de su terruño y de su Bolivia y esta obra en género de diálogo.

Estas virtudes se expresaban en el contacto personal. Así como amaba el silencio- tan característico desde su profunda mirada de cielo y agua- y la escucha atenta, él era un exquisito conversador. Un conversador sin estridencias, sin fanatismos, suave como era toda su figura, compartiendo en una confitería, en el comedor familiar o en el salón de la cancillería.

Era parte de la fascinación que ejercía sobre los demás.

Eduardo era como un eterno atardecer, ese momento cuando la ciudad se retira, se silencian las muchedumbres y las luces son melancólicas. Esas dos luces que describen las escrituras sagradas, entre el sol que se despide y la noche que se anuncia.

Era brisa, voz que murmura, no la que grita, con aquellos ojos que miraban más allá de lo que veían. Era el trigo dorado que sabe a pan y a certeza, a la seguridad de ser amado, tanto que no guardaba resentimientos ni complejos.

Así lo debe haber comprendido Víctor Paz Entenssoro, el hombre que abrió sus más íntimas emociones al periodista, al historiador, al amigo. Trigo logró que aquel mito viviente, que ya estaba por encima de la historia y de los rumores, le abriese la ventana desde su lejana infancia hasta la tórrida madurez de sus principales intervenciones, en la quietud del descanso del guerrero ya encanecido.

El libro es una larga conversación, seguramente de muchos momentos, entre una persona que sabe escuchar y sabe preguntar (condiciones que parecen actualmente olvidadas en el precioso género de la entrevista) y un anciano que fue todo para una nación a lo largo de un siglo, idolatrado y aborrecido, citado y calumniado.

En el prólogo, Eduardo Trigo explica su admiración desde la adolescencia por su paisano Víctor Paz Estenssoro y los sucesivos contactos que les depararon sus respectivas biografías, inclusive cuando Paz lo nombró embajador de su último gobierno.

Ambos comparten ese apego a la campiña, a la madre Tarija, ese escenario común. Seguramente los ceibos y los ventanales de San Luis ayudaron a la fluidez de las charlas. En el diálogo existe franqueza, sencilles, cultura, humor.

Desde el principio, el lector comprende que el autor ha sabido sintetizar y escoger el material para presentar a su entrevistado sin censuras y sin elogios, consciente que ese hombre no deja indiferente a ningún boliviano.

En las más de doscientas páginas encontramos los ríos más profundos de la personalidad del más famoso de los tarijeños. El cuatro veces presidente de Bolivia luce su memoria cuidadosa para contar sobre Tarija al inicio del siglo XX, los orígenes y las preocupaciones de su familia, el ambiente de amor al libro y a la naturaleza y las oportunidades que tuvo para asistir al teatro, ver cine. Confiesa que sus dotes de líder se remontaban a la etapa colegial.

Paz cuenta sobre sus estudios en Oruro, donde su padre fue a trabajar en 1921. No deja de considerar que aquello marcó su vocación: el esplendor de la ciudad minera hace un siglo; la estación ferroviaria que traía migrantes, riquezas y también ideas: la impresionante empresa de Simón Patiño y los obreros, los mineros. Todos son datos que lo persiguieron a lo largo de su vida.

La amistad de sus padres con Hernando Siles y su esposa Luisa Salinas tendría impacto en su futuro político.

Desde joven aparecen espacios ligados con su destino: el trabajo en un banco para sustentar sus estudios jurídicos y a la vez aprender sobre economía; el puesto en la Cámara de Diputados; la cercanía con el Museo Tiahuanacu y el significado de las culturas originarias. Su tío diputado por Tarija Jorge Paz Rojas lo influyó en esas iniciales inquietudes políticas.

Paz Estenssoro le cuenta a Eduardo cómo y por qué el descalabro de los tres años de la guerra del Chaco y lo que sucedía en las ciudades y en las trincheras fue tan vital para toda una generación. Así se forjó la incubadora de la Revolución.

Es reveladora su trayectoria profesional, sobre todo dentro del Estado, como técnico, porque muestra por una parte esa conciencia y capacidad personal y, por otra parte, es un retrato del estado previo a 1952, con sus luces y sombras. Dejo en mis apuntes muchos detalles que seguramente utilizaré en otros escritos pues el material es abundante para los historiadores.

Paz remarca sobre todo aquellos aspectos que parecerían diseñados para tejer su vida: su familia, sus vivencias en diferentes lugares del país y del continente, sus relaciones de amistad y luego políticas, sus intereses profesionales y generacionales, la decisión de hacer una revolución profunda, los sucesos en América Latina que influían en Bolivia y viceversa, las decisiones que tuvo que asumir en momentos durísimos, casi fatales.

Este asunto -repartido en diferentes capítulos del libro, pero sobre todo entre las páginas que resumen la participación política de Paz desde la convención de 1938, el exilio durante el sexenio y la toma del poder- explica por qué él fue elegido el jefe entre una pléyade de intelectuales y militantes de primera línea. Nunca dudó qué hacer.

Él destaca su llegada en un destartalado avión desde Ezeiza hasta El Alto justamente un 15 de abril, fecha cívica tarijeña, cuando él no había cumplido 45 años. El recorrido hacia el Palacio de Gobierno, donde lo esperaba el sillón presidencial, lo hizo en un convertible manejado por Brunilda de Roberts. Es interesante cómo destaca el rol y valor de las mujeres en las misiones revolucionarias.

Es notable que en sus recuerdos deje de lado el rencor, a pesar de que varios de los nombres que aparecen fueron algunos de sus mayores enemigos políticos y personales. No habla mal de Hernán Siles, ni de Juan Lechín, ni de Walter Guevara. Recuerda las virtudes de los fundadores del Movimiento Nacionalista Revolucionario y de los que asumieron las duras tareas de las primeras transformaciones entre 1952 y 1956.

Aparecen listas de los líderes latinoamericanos con los cuales compartió y que seguramente lo admiraban, como admiraban las transformaciones que se realizaban en Bolivia. La proyección internacional fue una preocupación constante desde su juventud.

El libro deja reflexiones sobre las contradicciones básicas de la sociedad y del estado boliviano. Paz Estenssoro subraya la tensión entre el país semi feudal y la nación inconclusa, el poder del super estado minero y las miserias proletarias, categorías que se desvanecen en otros momentos como en 1971 o en 1985.

¿Cómo explicarían Eduardo Trigo y Víctor Paz la actual Bolivia, la agonía republicana, los nuevos apogeos y los recientes actores sociales?

Dejo las respuestas para la consciencia de cada uno de los presentes.