El
pantano provocado por el (No) Estado Plurinacional no consigue engullir a los
bolivianos porque existe una resistencia silenciosa. Es un tejido social aún
resiliente que cubre todo el territorio nacional, pero que en La Paz adquiere
una particularidad grandeza porque el combate es aún más intenso, a veces
dramático.
Bloqueos
cotidianos y permanentes, dinamitazos trimestrales, impuestos concentrados en
unos pocos, controles sanitarios discrecionales, falta de divisas, falta de
carburantes y de gas licuado, aumento diario de los insumos son las vallas para
vencer.
Sin
embargo, cuando la gente despierta, el dinosaurio todavía está ahí. Un
dinosaurio más simpático del imaginado por Augusto Monterroso porque representa
a esas personas que están dispuestas a superar los obstáculos.
Son esos
pequeños, medianos y grandes empresarios que hacen malabarismos para conseguir
harina, sal, manteca, combustible; que trabajan de noche para que al amanecer
la tiendita de barrio tenga la canasta lista con marraqueta fresca, sarnita o
chamillo. Los paceños gozaron siempre de panecillos fantásticos; quizá porque
la altura influye en la cocción. El pan de Laja es legendario. Un griego nacido
en la misma isla de Homero trajo la marraqueta. Una familia italiana le dio
apellido con esa costra tostada que la hace única.
En la
época del modelo de libre mercado aumentaron las ofertas y variedades. Hay pan
alemán, pan francés, pan árabe, pan pita, pan negro, pan con linaza, pan con
semillas, panes redondos, panes largos, panes cortos. Empresas emblemáticas
como San Gabriel brindan su producto en el desayuno escolar para escuelas
urbanas y rurales.
Los
fabricantes de quesos unen tradiciones con novedades. Los quesos de la
provincia Ingavi fueron siempre notables y Tiahuanacu es el pionero. Collana en
la provincia Aroma es famosa marca de queso blanco para el pan, para el plato
paceño, para combinarlo con leche condensada o con mermelada de frutillas. Los
viajeros se detienen en El Tholar sólo para disfrutarlo.
En los
años noventa, cuando el estado alentaba la inversión privada, aparecieron los
quesos sofisticados, de inspiración francesa, danesa, holandesa, belga.
Cooperantes que eligieron quedarse en el país juntaron sus recetas con las
habilidades locales. Pronto sobresalió Flor de Leche con su fábrica en
Achocalla. La caja con los quesos madurados, Achocalla, Brie, Tilsit es un preciado
regalo navideño. Ofrece un circuito de degustación en su local campestre.
El
producto que ha evolucionado como un gigante es el café yungueño. Fue el lugar
privilegiado para los granos traídos en legendarias travesías desde Etiopía,
Europa hasta América en el siglo 18. Por muchos años fue una bebida caliente
artesanal, a veces tosca, aunque siempre acertada para combatir el frío. Café
con pan en Unduavi era la posta indispensable para quien ingresaba desde el
páramo a la selva.
Son
varios los nombres de los que abrieron el paso al café industrial en el siglo
XX como Royal, Copacabana, el moka introducido por un italiano. Los cultivos
enfrentaban constantemente plagas como la roya.
Una vez
más, fue el ambiente económico favorable a la inversión y al trabajo legal el
que auspició en las últimas décadas del siglo XX la transición de ese café rural
a un café de altísima calidad. También incluyeron programas de erradicación de
la coca ilegal, sobre todo en Caranavi, donde llegaron expertos colombianos. De
las decenas de inscritos, pocos continuaron, pero el resultado es espectacular.
No
solamente en la ciudad se consume café de primera sino en pueblos como Coroico
donde la cafetería MyM, de Marcos y Maritza brinda diversas formas de consumir
café con inspiración italiana. El café de Madini es servido en Alexander Coffe.
El café de Yanacachi está destinado casi en su totalidad para la exportación.
Los jóvenes que inventaron la franquicia de Typica se hicieron famosos primero
con su variedad para preparar la bebida, igual que los dueños de Bronce y de
decenas de locales en Sopocachi, en el casco antiguo, en la Sagárnaga. Tomar
café es un saber, una pertenencia.
Cerca de
las universidades hay puestos que sirven café con pan con palta. Otro acierto.
Hay buena palta en Santa Cruz y en Sucre, pero la palta yungueña es la
preferida. También compite la peruana. La palta, el aguacate, se ha convertido
en un producto de lujo en el mundo, tanto que su producción masiva ha traído secuelas
medioambientales en territorios no adecuados, como en Chile.
Cada uno
de estos productos une la tradición con la modernidad y la capacidad de nuevos
aprendizajes. Con su esfuerzo, los emprendedores nos ayudan a despertar con el
aroma de café, el pan caliente, queso fresco, palta. Al mismo tiempo alientan
la fe en la patria de la infancia.