Los
escaladores de mi familia relatan la imagen más intensa cuando coronan la cima
del Huayna Potosí: a un lado el precipicio es profundo; al otro lado, el
precipicio es profundo. El sendero sólo permite dar un paso tras el otro, con
sumo cuidado para no resbalar. Un tropezón arrastra a todos los montañistas que
suben atados a una cuerda. El guía mantiene la calma. Da los últimos consejos
después del entrenamiento de días y del esfuerzo para vencer al frío y al mal
de altura. Arriba espera la luz.
Madrugar
a las dos de la mañana, caminar sin descanso, controlar la sed, respirar sin
desperdiciar energía son cualidades que se ven recompensadas cuando al arribar
se contempla el hermoso espectáculo de la patria. A lo lejos se dibujan las
siluetas de los otros nevados. Se divisa la selva que nace en el piemonte
yungueño y los ríos que se forman desde los deshielos hasta acariciar la
floresta. Abajo parpadean las luces citadinas. Arriba se despiden las
estrellas. Asoma tenue la aurora de rosados brazos.
Bolivia
está en estas semanas postelectorales en un escenario similar. A cada lado amenaza
el precipicio. Al centro, existe la posibilidad de un camino difícil pero
posible, esforzado pero lleno de esperanza.
La
dificultad mayor está en el contexto. ¿Podrá el futuro guía vencer la larga
sombra del (No) Estado Plurinacional chuto? ¿Cómo coronar la montaña si no se
respetan las reglas básicas para enfrentarla?
Muchas
veces escribí sobre la plaga que nos deja el Movimiento al Socialismo (MAS)
porque más que partido fue y es un método para obtener ascenso social y
ganancias para grupos privilegiados y clanes familiares. Un método violento,
cuya base es la burla a la ley. A la vez un método capaz de construir una
narrativa que envuelve con celofán sus promesas demagógicas.
Evo
Morales burló toda normativa en su vida personal y como líder de un sector
relacionado con un circuito ilícito. Como presidente reconoció públicamente que
no respetaba las reglas. Para ello contó con un séquito de abogados (de
consorcios) y de amarra huatos uniformados.
Morales
no actuó solo en el desmontaje de la frágil institucionalidad boliviana. Su
principal aliado fue Álvaro García Linera, el licenciado chuto que fue
catedrático sin cumplir las condiciones para ejercer ese cargo, que usó un
templo sagrado para su lujoso matrimonio y que ejerció todo el poder desde la
vicepresidencia para hundir a la prensa boliviana.
El
aparato estatal fue instrumentalizado para enterrar a la Ley SAFCO, al Estatuto
del funcionario público y a la meritocracia que Bolivia se había comprometido
respetar al ratificar las convenciones contra la corrupción y la Ronda de
Buenos Aires.
El MAS
entregó los ministerios, las empresas estatales y las embajadas y al personal
menos calificado para ello. García Linera urdió las tramoyas, como sucedió con
la Fundación Cultural del Banco Central y el Archivo Nacional. Lidia Patty no
es la única analfabeta funcional convertida en diplomática.
El peor
error de Luis Arce Catacora fue nombrar ministros por cuotas del poder sindical
y no por méritos. La lealtad no sirvió para entender cómo debía funcionar la
administración pública.
El
método masista es contagioso. Así lo sufrimos los habitantes de La Paz con el
gobierno de Iván Arias. Destrozó la prestigiosa alcaldía. Último calvario,
bajar a la zona sur por la costanera donde durante semanas sus funcionarios
juego con fichitas de lego.
En estos
días escucho los mensajes del nuevo Evito que ni llegó al poder, pero ya ataca
a la prensa, acusa a los periodistas de tergiversarlo, amenaza a sus propios
aliados y hace promesas que sabe que jamás podrá cumplir. Esa línea hundió los
años de lucha de la izquierda. Gustavo Petro es un ejemplo palpable.
Un Evito
que difunde como columna vertebral de su programa económico la “nacionalización”
de los autos chutos. Chuterío entreverado con cocaína, bandas internacionales,
corrupción. Chuterío que es el antagonista de la
institucionalidad.
Rodrigo
Paz lo imitó esta semana con saldos temerarios. Afirmó que “parece un pecado
tener un auto chuto cuando todo el mundo lo tiene”. No, señor Paz Pereira. Muchos
bolivianos adquieren o venden su vehículo de forma legal y pagan los impuestos correspondientes.
El que alentó la compra de chutos fue García Linera y los que se enriquecieron
fueron emergentes que sacaron sus millones fuera de Bolivia (además de ocupar
puestos parlamentarios). Dudo que Jaime Paz maneje una vagoneta chuta.
Acusó a
carabineros chilenos y lanzó otras ligerezas provocando un incidente
diplomático sin siquiera ser presidente. Todas las fuerzas políticas condenaron
sus dichos.
Continuar
por el modelo del (No) Estado chuto, con o sin el MAS en el poder, es caer en
el precipicio, de donde ningún montañista retorna con vida.