En una
de sus primeras decisiones como presidente de Estados Unidos, Donald Trump
indultó a un condenado a cadena perpetua por crear una amplia red de tráfico de
narcóticos. Trump escribió en su cuenta personal: “Acabo de llamar a la madre
de Ross William Ulbricht para hacerle saber que en nombre del Movimiento
Libertario que me apoyó tan firmemente, fue un placer para mí haber firmado el
indulto completo e incondicional de su hijo”.
Ross
(1984) creó en 2011 el sitio web Silk Road, un mercado negro en línea
para comprar y vender en forma anónima drogas ilegales en Estados Unidos utilizando
bitcoin. El millonario negocio fue desmantelado el 2013 por el FBI. El
traficante fue condenado a dos cadenas perpetuas y multado con 183 millones de
dólares, una cifra difícil de imaginar para un dealer boliviano.
El narco
fue encontrado culpable de conspiración de empresa criminal, tráfico con
drogas, lavado de dinero y otros graves delitos. Sin embargo, el presidente del
jopo rebelde lo perdonó.
Esto
significa que: si eres narcotraficante, pero tu mamá apoya la candidatura de
Donald no eres parte de los malvados migrantes que arruinan a la juventud
estadounidense. Puedes gozar de tus millones en libertad. Si eres rubio y
vendes cocaína, tu delito no tiene la misma categoría si eres mexicano y
traficas con fentanilo.
El
sofisticado sistema que creó Ross para vender estupefacientes fue un desafío
para los investigadores de la Administración para el Control de Drogas (DEA)
que tuvo que rastrear miles de correos electrónicos. Cuando fue detenido, Ross
guardaba en su laptop pruebas de sus crímenes, incluso posibles sicariatos. Dos
de los agentes que lo investigaron fueron a su vez acusados de blanqueo de
capitales.
Sin
embargo, cientos de militantes del Partido Libertario iniciaron una campaña
para su liberación, igual que miembros de la comunidad de criptomonedas porque
consideraron que Ross ayudó a difundir su uso. Reportajes de prensa
internacional citan cifras millonarias del movimiento subterráneo en Silk
Road. El narcotraficante se convirtió en héroe y Trump prometió en su
campaña indultarlo.
Pocos
medios censuraron la medida. Un periódico recordó que Trump defendía la pena de
muerte para los narcos. Ross traficó a una escala superlativa, pero salió
libre.
¡Qué
escena más diferente a la detención de esas mujeres chapareñas encontradas por
la DEA con pasta base en sus aguayos! La Ley 1008 impuesta por Washington preveía
condenas drásticas. Las cárceles de los países andinos se llenaron con
(presuntos) narcotraficantes, sobre todo con los más pobres en la cadena del
negocio multinacional. Los banqueros de Chicago o Boston no están precisamente
en Palmasola.
Fariseos.
La guerra contra el narcotráfico es hipócrita.
“¡Que la
DEA no me vea que me causa estrés!” coreaba la juventud en los conciertos de
Atajo. Había un sentimiento de que la DEA perseguía a cualquier boliviano,
culpable o no. A la vez, el rechazo a la agencia estadounidense era por sus
constantes abusos, sobre todo en Cochabamba y Beni.
El
campesino era el más indefenso. Aunque hay que recordar que cocaleros eran
también capaces de torturar a policías, a mujeres embarazas y a sus propios
compañeros, como admite Leonilda Zurita en un documental ecuatoriano sobre Evo
Morales.
Mientras
tanto, las guerrillas castristas y los partidarios del Socialismo Siglo XXI no
sólo se impregnaron del oscuro negocio, sino que permitieron que éste capture al
Estado. Entre los casos más patéticos están la Venezuela bolivariana y el
Estado Plurinacional de Bolivia, con amplia complicidad de policías y
militares: desde la producción hasta el tráfico de personas. En el país, los
narcos ricos y sus bellas amigas no reciben ni siquiera la condena social.
Extraordinario
pretexto para EE. UU. que ya usó la trampa de la lucha contra la marihuana para
cercar a Michael Manley en Jamaica por su gobierno antiimperialista y el
control de la bauxita. Los marines invadieron Panamá, bombardearon el Hospital
del Niño y mataron en Chorrillos en vísperas de la recuperación soberana del
Canal Interoceánico con el cuento de apresar a Manuel Noriega.
Actualmente,
aviones y barcos estadounidenses cercan aguas internacionales. Ajusticiaron a
más de 40 traficantes de cocaína, sin proceso, y América Latina se calla. El
pretexto es sacar al dictador Nicolás Maduro, pero se vuelve a militarizar el
Caribe. Pocas voces condenan esa nueva agresión ilegal del imperio contra el
subcontinente.
La
política soberana nacional de verdadera lucha contra el tráfico de drogas, de
cocaína, parece una utopía. ¿Se podrá desmantelar los amplios tentáculos del
narco en Bolivia? Si la DEA vuelve oficialmente a Bolivia, ¿a quién obedecerá?
¿Seguirá la ley del embudo? Otra encrucijada para el futuro.