lunes, 10 de noviembre de 2025

LAS ESTACIONES DEL TRUENO: EL DUELO A TRAVÉS DE LOS VIENTOS

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LAS ESTACIONES DEL TRUENO:

EL DUELO A TRAVÉS DE LOS VIENTOS

LUPE CAJÍAS

 

            Dicen que la brisa es la presencia del espíritu. Ese viento bíblico que nadie sabe si llega del sur o del norte, como apunta el Nuevo Testamento. En los entierros, cuando se mueven las hojas, los dolientes suspiran porque creen que el muerto se desprende de la tierra. Así se despide.

            Ese soplido que puede ser música. Esa música que puede ser desde las sorpresas que nos depara la naturaleza o puede ser inventada y ejecutada por los seres humanos. Es algo que está en el trabajo extraordinario de Francia Oblitas (La Paz, 1977) y Oscar García (La Paz, 1960) en la obra “Las Estaciones del Trueno”, recién estrenada por su compañía Impresentables.

            Un espectáculo que se presenta como un experimento de teatralidad con paisajes sonoros, una de las fases más novedosas que desarrolló García en sus talleres de creación. Además, es un teatro del cual pueden disfrutar personas sin visión o con otras dificultades. El músico tiene una larga historia de combinar sus búsquedas con otras expresiones artísticas y en la creación de grupos con instrumentos andinos y otros no convencionales. Ha musicalizado películas de los grandes directores de cine bolivianos.

            Aparentemente es una cuidadosa experimentación. Sin embargo, el hilo de la narración nos descubre un soporte mucho más complejo y sólido: el duelo de una hija, Leonora, que acompaña los últimos momentos de su padre. No pueden viajar, pero ella le ayuda a recordar los sonidos de los lugares que más amó en la vida: “hasta que llegue la lluvia, hasta que la lluvia te llore”.

             “Objetos cotidianos son instrumentos que construyen un viaje hecho de voces, texturas, memorias acústicas: la ciudad, la selva, la mina, el bosque de castañas, las peregrinaciones, cada estación es una memoria y un presagio personal y colectivo”.

            Francia rinde así homenaje a su padre, muerto en sus brazos hace poco tiempo.

            Lo hace desde los clásicos que tanto admira y ama. Quizá sin ser absolutamente consciente de ello. En 2023 presentó junto a otras actrices: “Antígonas”, donde ellas, igual que la hija de Edipo, no solamente querían enterrar a sus muertos (físicos o inmateriales) sino ser portaestandartes de esas leyes morales/divinas que están por encima de las normas terrenales y de las restricciones sociales. También se ocupó este año de la figura de Ifigenia en otra obra. En esta ocasión, el personaje de Leonora tiene algo de las dos y también de Electra, la hija que adora a su padre Agamenón, sin juzgar su vida.

            Los actores lucen vestimentas deportivas, cómodas y sencillas, en variados tonos azules de tormenta. A la vez me parecieron túnicas flotantes de plañideras, de troyanas. Pequeños elementos complementan la escenografía basada en cajas donde cada actor/músico descubre sus instrumentos.

            Escuchar es otra forma de ver. Es una manera de recorrer una vida. Está la mina, ese espacio que García conoció desde la niñez; el bosque amable y agredido con los incendios; las capas sonoras del caos paceño que es ruido y a la vez es vida y siempre con el fondo de la montaña de luz, el Illimani, o la procesión de San Roque, la feria alteña, la festividad orureña. Son nueve paisajes sonoros que se atan como se complementan los nueve departamentos bolivianos, con lo cual se homenajea sutilmente al Bicentenario. Estaciones melancólicas y vivas, como el tren que se detiene sólo unos minutos.

            La obra evita el recurso fácil, la consigna, el estribillo. Se centra en una imagen que el padre, que ha perdido la vista, recuerda como el sonido de una manifestación o los muchos trinos del trópico utilizando tapas de olla, botellas de plástico, papeles celofán, cartones, pitillos, maderas.

            El público que asistió a la obra, con la cual se abrió el XII Nunafest, premió con largos aplausos a esta sonoridad del trueno en todas sus armonías y colores. Ese Illapa tan caro para las poblaciones andinas. Illapa que es Santiago Apóstol, el camino, la peregrinación de todas las almas que buscan a la divinidad a través de la voluntad, del sacrificio y del dolor.

 

            Trayectoria:

            Oblitas es actriz, gestora y productora teatral, docente y locutora. Estudió Comunicación en la Universidad Católica de La Paz y en la Escuela Nacional de Teatro de Santa Cruz, Pedagogía Teatral en Iquique (Chile) y es diplomada en Historia de las Expresiones Artísticas en la UNAM de México. Trabajó como artista desde 1999 y desde entonces obtuvo los principales premios en el teatro boliviano. Impulsó diferentes grupos de teatro, participó en festivales, da talleres y actualmente es docente. Uno de sus últimos desafíos es la enseñanza del desplazamiento teatral con enfoque para ópera.

            Desde hace una década está sumergida en formatear obras con visiones multidisciplinarias. Las sonoridades la inquietan en esas búsquedas y su trabajo con el músico García, desde Tautologías, es un camino cada vez más fino.

            Desde otro cauce, su trabajo en áreas del arte con adolescentes con síndromes de Tourette (tics nerviosos) o de Asperger le ha dado el atrevimiento de concebir obras para personas con dificultades en los sentidos.

            También ha destacado en la escena paceña por sacar al teatro del teatro y buscar espacios en garajes o galpones, a veces ófricos, que se llenan de fantasía con la puesta en escena de las obras que escoge.

            Ficha Técnica:

Creación artística, dirección y gestión general: Francia Oblitas y Oscar García

Composición y dirección sonora: Oscar García

Texto y Diseño escénico: Francia Oblitas

Ensamble: Alejandra Serrudo, Gimmer Illanes, Konka Jauregui, Matías Laguna, Mariana Requena, Nebal Ríos, José María Santalla y Francia Oblitas

Producción Escénica: Nicole Paredes y Daniel Mauricio

Ingeniería de sonido: Bernarda Villagómez