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LAS ESTACIONES DEL TRUENO:
EL DUELO A TRAVÉS DE LOS VIENTOS
LUPE CAJÍAS
Dicen
que la brisa es la presencia del espíritu. Ese viento bíblico que nadie sabe si
llega del sur o del norte, como apunta el Nuevo Testamento. En los entierros,
cuando se mueven las hojas, los dolientes suspiran porque creen que el muerto
se desprende de la tierra. Así se despide.
Ese
soplido que puede ser música. Esa música que puede ser desde las sorpresas que
nos depara la naturaleza o puede ser inventada y ejecutada por los seres
humanos. Es algo que está en el trabajo extraordinario de Francia Oblitas (La
Paz, 1977) y Oscar García (La Paz, 1960) en la obra “Las Estaciones del
Trueno”, recién estrenada por su compañía Impresentables.
Un
espectáculo que se presenta como un experimento de teatralidad con paisajes
sonoros, una de las fases más novedosas que desarrolló García en sus talleres
de creación. Además, es un teatro del cual pueden disfrutar personas sin visión
o con otras dificultades. El músico tiene una larga historia de combinar sus
búsquedas con otras expresiones artísticas y en la creación de grupos con
instrumentos andinos y otros no convencionales. Ha musicalizado películas de
los grandes directores de cine bolivianos.
Aparentemente
es una cuidadosa experimentación. Sin embargo, el hilo de la narración nos
descubre un soporte mucho más complejo y sólido: el duelo de una hija, Leonora,
que acompaña los últimos momentos de su padre. No pueden viajar, pero ella le
ayuda a recordar los sonidos de los lugares que más amó en la vida: “hasta que
llegue la lluvia, hasta que la lluvia te llore”.
“Objetos cotidianos son instrumentos que
construyen un viaje hecho de voces, texturas, memorias acústicas: la ciudad, la
selva, la mina, el bosque de castañas, las peregrinaciones, cada estación es
una memoria y un presagio personal y colectivo”.
Francia
rinde así homenaje a su padre, muerto en sus brazos hace poco tiempo.
Lo hace
desde los clásicos que tanto admira y ama. Quizá sin ser absolutamente
consciente de ello. En 2023 presentó junto a otras actrices: “Antígonas”, donde
ellas, igual que la hija de Edipo, no solamente querían enterrar a sus muertos
(físicos o inmateriales) sino ser portaestandartes de esas leyes
morales/divinas que están por encima de las normas terrenales y de las
restricciones sociales. También se ocupó este año de la figura de Ifigenia en
otra obra. En esta ocasión, el personaje de Leonora tiene algo de las dos y también
de Electra, la hija que adora a su padre Agamenón, sin juzgar su vida.
Los
actores lucen vestimentas deportivas, cómodas y sencillas, en variados tonos
azules de tormenta. A la vez me parecieron túnicas flotantes de plañideras, de
troyanas. Pequeños elementos complementan la escenografía basada en cajas donde
cada actor/músico descubre sus instrumentos.
Escuchar
es otra forma de ver. Es una manera de recorrer una vida. Está la mina, ese
espacio que García conoció desde la niñez; el bosque amable y agredido con los
incendios; las capas sonoras del caos paceño que es ruido y a la vez es vida y
siempre con el fondo de la montaña de luz, el Illimani, o la procesión de San
Roque, la feria alteña, la festividad orureña. Son nueve paisajes sonoros que
se atan como se complementan los nueve departamentos bolivianos, con lo cual se
homenajea sutilmente al Bicentenario. Estaciones melancólicas y vivas, como el
tren que se detiene sólo unos minutos.
La obra
evita el recurso fácil, la consigna, el estribillo. Se centra en una imagen que
el padre, que ha perdido la vista, recuerda como el sonido de una manifestación
o los muchos trinos del trópico utilizando tapas de olla, botellas de plástico,
papeles celofán, cartones, pitillos, maderas.
El
público que asistió a la obra, con la cual se abrió el XII Nunafest, premió con
largos aplausos a esta sonoridad del trueno en todas sus armonías y colores.
Ese Illapa tan caro para las poblaciones andinas. Illapa que es Santiago
Apóstol, el camino, la peregrinación de todas las almas que buscan a la
divinidad a través de la voluntad, del sacrificio y del dolor.
Trayectoria:
Oblitas
es actriz, gestora y productora teatral, docente y locutora. Estudió
Comunicación en la Universidad Católica de La Paz y en la Escuela Nacional de
Teatro de Santa Cruz, Pedagogía Teatral en Iquique (Chile) y es diplomada en
Historia de las Expresiones Artísticas en la UNAM de México. Trabajó como
artista desde 1999 y desde entonces obtuvo los principales premios en el teatro
boliviano. Impulsó diferentes grupos de teatro, participó en festivales, da
talleres y actualmente es docente. Uno de sus últimos desafíos es la enseñanza
del desplazamiento teatral con enfoque para ópera.
Desde
hace una década está sumergida en formatear obras con visiones
multidisciplinarias. Las sonoridades la inquietan en esas búsquedas y su
trabajo con el músico García, desde Tautologías, es un camino cada vez más
fino.
Desde
otro cauce, su trabajo en áreas del arte con adolescentes con síndromes de Tourette
(tics nerviosos) o de Asperger le ha dado el atrevimiento de concebir obras
para personas con dificultades en los sentidos.
También
ha destacado en la escena paceña por sacar al teatro del teatro y buscar
espacios en garajes o galpones, a veces ófricos, que se llenan de fantasía con
la puesta en escena de las obras que escoge.
Ficha
Técnica:
Creación artística, dirección y gestión general: Francia
Oblitas y Oscar García
Composición y dirección sonora: Oscar García
Texto y Diseño escénico: Francia Oblitas
Ensamble: Alejandra Serrudo, Gimmer Illanes, Konka
Jauregui, Matías Laguna, Mariana Requena, Nebal Ríos, José María Santalla y
Francia Oblitas
Producción Escénica: Nicole Paredes y Daniel Mauricio
Ingeniería de sonido: Bernarda Villagómez