viernes, 7 de noviembre de 2025

TODO PASA POR POTOSÍ

 

            ¿Qué futuro espera a los bolivianos con el nuevo gobierno? ¿Cuánto cambiarán las prácticas masistas? ¿Cómo encontrarán las arcas y las instituciones? ¿Dónde se podrán llevar los trastos viejos como el reloj pachamamista que contamina la Plaza Murillo? ¿Quién iniciará el proceso a cada militar involucrado en el manoseo de la medalla de Simón Bolívar olvidada como pago de “pieza” en un prostíbulo?

            ¿Quiénes tendrán a su cargo el pesado fardo de hurgar en el fondo de la olla para intentar salvar alguna presa del puchero y dar de comer a las familias, cada vez más hambrientas?

            Se ensayan consejos en decenas de entrevistas o editoriales. Algunos expertos alertaron a tiempo que se acababa el gas; que faltarían papas para los comensales; que no alcanzaba para la carne. Ahora abundan los opinadores de último momento: “yo lo dije”. Ejem. Seguramente le habló a su almohada porque nadie se enteró de esa opinión. Proliferan los recién convertidos que critican el modelo comunitario que antes alabaron.

            Entre tantos ruidos, quedan varitas de hada madrina: minería y turismo. En general, los analistas anuncian que el tema de los hidrocarburos demorará mucho más para recobrar un ritmo adecuado en la normativa, la inversión extranjera, la exploración, la explotación. Muy lejanos se dibujan nuevos contratos con Brasil o con Argentina, como los que el neoliberalismo heredó al socialismo siglo XXI.

            En cambio, la minería suena una y otra vez como una salida pronta. Los dioses condenaron a los bolivianos a ser mineros desde hace quinientos años. Desde aquellas jornadas, cuando el rumor de que existía una montaña fantástica repleta del “dicho metal” corroyó las voluntades de todos los arcabuceros, curas y encomenderos, la minería es un designio ineludible.

            Desde esas vetas se trazó el territorio de la Audiencia de Charcas; se financió dos virreinatos y cinco reinados; se llenó de monedas plateadas las bóvedas de los banqueros de Flandes y de Augsburgo.

            Desde ese 10 de noviembre de 1810, cuando al amanecer, con el repique de las campanas, la población potosina tomó la plaza principal y desconoció a la autoridad española. Aun cuando, la minería no era la grandiosa industria del siglo XVII, Potosí continuó resolviendo para la nueva república, durante estos doscientos años, el ingreso de las divisas con sus montañas de plata, de estaño, de bismuto, de wólfram, de zinc. Socavones interminables, desde la provincia Bustillos hasta Sur Chichas, desde Juan del Valle a San Cristóbal.

            En medio de la actual crisis económica, Potosí hizo historia al registrar este último mes de septiembre una recaudación sin precedentes, que le permitió llenar sus arcas con más de 100 millones de bolivianos de regalías, según el informe del Servicio Nacional de Registro y Control de la Comercialización de Minerales y Metales (SENAREM).

            En el sur potosino está la empresa más tecnificada y moderna de Bolivia, la Minera San Cristóbal que explota plata, zinc y plomo. En Los Lípez se encuentran tierras raras. En épocas de dictadura, Chile ofrecía salida al mar a cambio de ese riquísimo territorio. Existen depósitos de uranio en la mina Cotaje en la Provincia Quijarro.

            Aparte del oro que ha vuelto mineros a otros departamentos, Potosí fue dotado con un listado interminable de vetas. Vetas que traen dólares, esos ansiados papelitos verdes. La exportación minera será seguramente uno de los principales pilares para enfrentar la decrepitud de la economía boliviana. ¿Quién será el elegido para ocupar la importantísima cartera de Minería y Metalurgia? Ese nombre será la marca del rumbo económico, social y político del nuevo gobierno.

            ¿Dónde están las mayores reservas de litio? En Potosí. ¿Qué pasará con esa quimera que engolosina desde hace por lo menos 40 años? Otra vez más Potosí tiene la llave del comercio exterior boliviano.

            Alrededor de la minería ha crecido en Potosí una población culta, de pintores extraordinarios, de músicos, de intelectuales, de bohemios, de bailes y festejos. Un capítulo que abarca miles de páginas.

            Cada municipio de Potosí cosecha variedad de papas y de quinua blanca, roja, negra, cuya exportación también trae dólares. Los potosinos producen trigo, maíz, habas, duraznos, manzanas. El paisaje combina la puna multicolor, los valles de molles y álamos, arroyos.

            En Potosí está el turismo más vendible de Bolivia: Toro Toro, cada vez más de moda, la ciudad colonial, la preciosa hacienda/museo Cayara. Sobre todo, el inagotable Uyuni. Cualquier día, un extranjero cuenta en las redes su alucinante experiencia en medio del paisaje blanco infinito.

            Así como Potosí fue el eje articulador de Bolivia, Uyuni puede articular el circuito turístico por Bolivia, como ya lo logra con La Paz, Oruro, Sucre y las fronteras con Chile y Argentina. Si a pesar de los bloqueos llegaron tantos visitantes, con un plan sostenible, el turismo será la otra gran fuente de divisas. Por Potosí pasa toda la futura prosperidad.