Desde hace mucho insisto en describir al territorio nacional con sus cuatro puntos cardinales: Norte, Este, Sur y Oeste. Mientras crean que la cordillera es lo más elocuente no superarán la imagen inconclusa: “Occidente-Oriente”, que deja de lado otras personalidades.
Los ríos
que cruzan Bolivia cuentan una historia más completa. El Río Pilcomayo nace en
las alturas de Potosí, cruza los valles de tres departamentos y llega al Chaco,
geografía que abarca una región con influencia trinacional. O el Río Grande que
recorre recovecos desde sus primeras aguas cochabambinas y potosinas hasta las
llanuras cruceñas y las selvas amazónicas. O ese caudal de novela, que tiene
sus antecedentes más remotos en los nevados paceños con el citadino y
maltratado Río Choqueyapu, atraviesa el sur de montañas rojas, baña los valles
cálidos, se une con varios afluentes y desde el corazón del pie monte yungueño
recibe el nombre de Río Beni.
Así como
urge superar la simplicidad de los comentaristas deportivos argentinos que nombran
a la selección nacional como la “del país del altiplano”, es vital que los
bolivianos se miren en la pluri geografía que le da la fuerza y diversidad.
Acá
conviven los espacios verdes del mundo, aunque la costa marítima fue amputada. Los
paisajes albergan a todos los colores de cabellos, de manos, de ojos.
Por eso
alegra contemplar a Jeanine Añez Chávez (1967), originaria de San Joaquín,
población emblemática de nativos y migrantes de tres continentes. Su cabellera
rubia y su tez blanca fueron utilizadas por los decadentes para contrarrestarla
con el aimara Evo Morales, como un ingrediente adicional para fabular un golpe
de estado.
Al
contrario, ella es la imagen de los bolivianos con distintas herencias, igual
que su esposo y sus hijos, tan bolivianos como David Choquehuanca. Solamente
que Jeanine creció a orillas del río Machupo, casi a nivel del mar, con altas
temperaturas y cielo tropical. Posa con sombrero de vaquera como decenas de
benianas que están acostumbradas a recorrer las estancias ganaderas, donde
suelen ser las más valientes. En su provincia, las mujeres tienen fama de
hermosas.
Una
colla y citadina como yo registró con asombro la participación femenina en las
famosas cabalgatas durante las fiestas pueblerinas benianas, donde esas
amazonas demuestran su destreza sobre chúcaros caballos. Seguro saldrán este 18
de noviembre, fecha cívica del departamento, el próximo 6 de enero en Reyes y
todo el calendario.
Tener
una presidenta constitucional beniana hizo mucho bien al país. No era
casualidad el origen de su familia, sus estudios, sus vivencias en la sede de
gobierno, su involucramiento en la política y su determinación de aceptar el
desafío histórico. Su gobierno fue desastroso, pero ese es otro asunto.
Los
benianos tienen fama de ser los más corajudos del país. Recuerdo en mi lejana
adolescencia cuando hubo una trompada entre elenos y falangistas en el atrio universitario.
Sea de izquierda o de derecha, el que ganaba era el beniano. Entre los más
destacados guerrilleros de los años 60 estaban los benianos, como también
sucedió en las trincheras chaqueñas con el legendario Carmelo Cuellar Jiménez.
Paradójicamente,
en el territorio beniano existen más poetas per cápita que en cualquier otro
lugar de Bolivia. En cada pueblo donde uno se detiene para la pascana, hay un
poeta con guitarra o declamando. Cantan a la mujer, al paisaje y a la patria.
Hace un mes escuché incrédula cómo entonaba sus versos el poeta Rivero Aramayo,
hijo de otro gran vate. Su audiencia silenciosa y respetuosa era de rudos
ganaderos.
“Soy un
soñador y soy una playa (…) y soy un soñador porque he querido que el rey
cóndor, soberano de la patria, llegue en su vuelo colorido y brillante hasta el
imperio de nuestra reina garza”. En vez de la queja lastimera, el reclamo del
olvido con bellas palabras.
El
destino de Bolivia está en sus habitantes del Norte. Y del Sur. Por eso tampoco
es casual la biografía del flamante presidente Rodrigo Paz, de la misma
generación de Jeanine. Nacido y crecido a salto de mata por los exilios
familiares, se reclama por sobre todo tarijeño.
Históricamente
es en la encrucijada cardinal de Cochabamba, donde nacen o crecen la mayoría de
los fundadores de partidos políticos y mandatarios de Bolivia. Un ejemplo es
Jaime Paz Zamora. Edmand Lara nació en Villa Rivero; cuna también de Gualberto
Villarroel, en 1908. Lara es migrante en Santa Cruz, como miles de bolivianos.
Su biografía avisa que ya no sólo importan los que llegaron en barco o en avión,
sino los que arribaron en camión.