En la primera aparición pública del entonces flamante alcalde paceño Iván Arias Durán ante los industriales, su discurso se centró en una promesa: la sede de gobierno tendría el árbol de navidad más alto del país. Temí en ese momento que el populismo había llegado al municipio que durante tres lustros se había defendido de una administración masista.
En los
siguientes días, mediante declaraciones y acciones, el antiguo municipalista
confirmó esa orientación. Al más puro estilo masista desmanteló la costosa
edificación institucional construida en 20 años después de las catastróficas
gestiones municipales de fines del siglo XX en La Paz. El delfín de Samuel
Doria Medina, Omar Rocha Rojo, había hecho lo mismo en cuatro meses de ser
burgomaestre transitorio en 2015.
Entre los
dinamitazos de Arias están los destrozos en dos espacios que fueron orgullo
local: la secretaría de culturas que pasó de ser la vanguardia nacional a ser
una dependencia de las agrupaciones del folklore callejero; y las oficinas de
gestión de riesgos, que, de ser ejemplo de meritocracia, fueron vaciadas. El
despido de personal altamente calificado y con experiencia para prevenir y
atender las emergencias de la compleja urbe; el desprecio a planes de
contingencia; y el desecho de mapas de riesgos han resultado catastróficos para
la ciudad.
Mientras
eran premiados los improvisados constructores como el equipo de Las Loritas,
símbolo de la gestión municipal iniciada en 2021. Son muchas las voces
alarmadas por el acelerado cerricidio que malogra al ajayu de la ciudad
de las montañas de mil colores. Aparecen edificios sobre antiguos arenales, a
veces con súbitos aumentos de pisos, como es posible ver alrededor de la gasolinera
de la Kantutani. ¿Quiénes firman las autorizaciones? ¿Quiénes fiscalizan?
En la
amplia publicidad que difunde la alcaldía en radios y programas pagados no se
nombra a la institución ni al gobierno municipal, sólo se habla del “Negrito”.
En ese
mismo espacio se produjo hace meses una catástrofe. Entonces Arias se apresuró
a culpar a la empresa de agua potable EPSAS, sin ninguna verificación técnica
previa. EPSAS había mostrado semanas antes las contradicciones de la alcaldía
en torno a la provisión de agua en La Paz. Los hechos dieron la razón a EPSAS
que cumple en estas fechas una mejor tarea que el municipio. En ningún momento
Arias entregó una auditoría técnica para explicar el hundimiento del terreno
que afectó a un barrio y a miles de vehículos que por ahí circulaban.
Hace una
semana, ante el desborde de uno de los muchos riachuelos que tiene La Paz y la
consiguiente mazamorra, acusó inmediatamente a una empresa privada. Una vez más
no tuvo la prudencia de informar que se verificarían las causas de largo y
corto plazo. Arias no asumió el deber de revisar como máxima autoridad las
responsabilidades que caben a la Alcaldía. Ni siquiera miró que más allá de ese
barrio, las calles se llenaban de barro por sus mal ejecutadas obras.
Esta
vez, Iván Arias fue más lejos, peligrosamente más lejos. ¿Quién acusó y condenó
mediáticamente al empresario de la empresa de “fuga”, además dando a entender
de una salida precipitada vía Perú (Desaguadero) hacia Chile? ¿Quién subió a
las redes un típico bulo de fake con la foto del industrial como
delincuente confeso? ¿Quién distribuyó en los medios una información
supuestamente oficial del “gran escape”? ¿Quién lanzó esa típica bola de la
información aprovechada por los “titulares del lodo” -como se llama a esa
prensa- que de una hilacha promueve el escándalo para dañar la fama de las
personas? ¿Alguno averiguó si era huida o viaje programado por razones de
salud?
¿Acaso
no existe una prestigiosa Sociedad de Ingenieros, departamental o nacional, que
pueda ser convocada para realizar una auditoría técnica imparcial? ¿Acaso no
existe la presunción de inocencia, el derecho al buen nombre, el derecho al
debido proceso?
¿Cuántas
dueños de las viviendas afectadas mostraron sus papeles en orden? ¿Por qué se
siguen permitiendo construcciones de varios pisos en el antiguo territorio del
Parque Forestal donde existían los estoraques que cada año se desmoronaban en
fino polvo? La apertura de un cementerio arbolado fue porque era imposible
realizar otro tipo de construcciones en el área.
Paradójicamente,
es esta la misma administración municipal que descuidó el proceso para quien
estuvo involucrado en el incendio de 60 buses Pumakatari y hoy goza de absoluta
libertad.
La
Policía Boliviana también sacó careta pues actúa rápidamente cuando hay que
perseguir a gente decente, mientras tiembla ante cocaleros alcoholizados,
avasalladores armados o contrabandistas de gasolina y garrafas.
La otrora
orgullosa ciudad se estropea a pasos agigantados. Los parques ya no son para
niños sino para feriantes que ocupan los espacios con todo tipo de productos,
algunos hechos por manos bolivianas, la mayoría ajenos.
Arias
concedió a vendedoras ambulantes las aceras de los barrios por donde pasaron
los desfiles escolares de este 2024. Ocupaban además las calzadas: unas freían
chorizos o anticuchos, al mismo tiempo que otra señora vendía calzones y más
allá unas chicas ofrecían juguetes chinos.
El
populismo destruyó a la democracia boliviana. También acorrala a los ciudadanos.
Se sustenta sobre los pilares de las fáciles concesiones a la informalidad
(ilegalidad) y a la irresponsabilidad.
Al final,
para los populistas valen más los votos de personas que no pagan impuestos ni
crean empresas ni auspician fundaciones sociales y culturales que el trabajo de
los de los últimos empresarios que tontamente siguen invirtiendo en su ciudad,
en su país.