viernes, 21 de junio de 2024

LA AUTODERROTA DE ISRAEL

 


            El genocidio de Israel contra la población civil palestina, principalmente contra los niños y bebés, le ha quitado para siempre la autoridad moral para presentarse como la nación sufrida; el chivo expiatorio de los excesos europeos; y, sobre todo, la mártir colectiva del racismo supra germano, que asesinó a millones de judíos, junto a millones de gitanos, homosexuales, comunistas y una amplia gama de opositores al fascismo.

            La brutalidad de los bombardeos contra escuelas, hospitales, campos de refugiados, edificios o caravanas de ayuda humanitaria ha encendido como nunca en la historia contemporánea la solidaridad mundial con la lucha palestina.

            Es una paradoja que un acto brutal como el asalto de Hamas a centros civiles israelíes el pasado 7 de octubre consiga, por carambola, que el mundo atienda (¡finalmente!) la situación desesperante que viven los seres humanos en Gaza y en Cisjordania o en encierros como Sabra y Chatila. Hace décadas que millones de familias de la tierra donde nació Jesús carecen de un hogar estable, de una escuela fija, de un hospital propio, de parques. Son perseguidos, hostigados, asesinados.

            Como escribía este domingo un sabio hindú, Occidente cerró los ojos para no ver, para no molestarse, para no asumir su responsabilidad histórica con lo que sucedía y sucede en los territorios palestinos. Durísimas palabras para una sociedad que se dice vanguardia en la defensa de los derechos de las personas a la libertad y a la dignidad.

            El panorama sombrío tuvo picos aún más oscuros durante las Intifadas o desde 2014. No hay que olvidar. Hay que repetirlo una y otra vez porque esto no sale en los filmes de Hollywood: colonos ultraortodoxos se apoderan ilegalmente (pero con respaldo oficial judío) de las escasas tierras que mantenían los beduinos; sacan de sus casas centenarias a ancianos palestinos; humillan todos los días a mujeres de Jerusalén Este con burlas, salivazos, excrementos, golpes y bofetones.

            Las multitudinarias manifestaciones contra esos abusos y defendiendo la causa palestina cubren todo el globo terráqueo. Nueve meses después de los primeros asaltos contra Gaza continúan las protestas en las ciudades árabes, en Turquía, España, Gran Bretaña. India, toda Asia, y en el sur global. A la iniciativa sudafricana para enjuiciar a Tel Aviv se une el gobierno chileno. Los abogados que defienden el derecho palestino son irlandeses.

            En este mes han tenido lugar importantes acciones diplomáticas para reconocer al Estado Palestino, a las cuales se ha unido Noruega, un país al cual nadie puede negar su altura ética y su prudencia.

            Lo insólito es que la reacción de Israel con las diarias matanzas a casi 40 mil palestinos (casi la misma cifra de soldados bolivianos que murieron combatiendo durante tres años en el Chaco) ha promovido la difusión de la historia de la fundación de Israel en 1948. Poca gente tenía conciencia de lo que significó la apresurada decisión de los líderes sionistas para 750 mil inocentes. Los palestinos avasallados no tenían ninguna responsabilidad con el juicio a Alfred Dreyfus en 1894 o con alguno de los 40 campos de concentración nazis entre 1933 y 1945.

            Ahora aparece el cuestionamiento a un estado que se organizó sobre la base del odio. Setenta seis años con miles de miles de víctimas, más y más violencia, más y más semilla para el terrorismo de grupos o de estado y una espiral de muerte que se traga cada minuto un nuevo infante.