El
movimiento de vehículos militares y de tropas desarmadas del pasado miércoles
olvidó un detalle esencial de todo golpe de estado desde la Guerra del Chaco:
tocar un bolero de caballería del ejército, de preferencia “Talacocha”; en su
defecto, para despedirse, salir de la plaza al son del “Terremoto de Sipe
Sipe”.
Los
habitantes de Bolivia que tenemos más de medio siglo de vida, recordamos cómo
son los auténticos “ruidos de sable”. Al amanecer, en “Radio Illimani” se
interrumpía la transmisión habitual para dar lugar a las tonadas de la banda
militar (lo mejor de las Fuerzas Armadas). Después, una grave voz masculina
anunciaba: “Comunicado Militar Nr. 1”. Y las amas de casa corrían a la tienda
de la esquina a abastecerse de pan y huevos, compraban velas y fósforos y
juntaban agua en baldes.
Los
aviones rozaban los cerros con ruidos ensordecedores para avisar que también la
Fuerza Aérea estaba en la conspiración. Comenzaban a escucharse disparos
aislados. Cuando los enfrentamientos eran duros, la batalla callejera duraba
hasta el anochecer. Las luces de bengala iluminaban los cerros y los niños las
observaban fascinados como si fuesen el cometa Hayley. Las mamás corrían para
volverlos a parapetar detrás de los colchones que cubrían las ventanas. No
faltaba el ulular de las sirenas de la Asistencia Pública.
Desde el
estratégico Montículo, donde mi familia vive ya seis generaciones, el
espectáculo era histórico porque los milicianos o los civiles armados siempre
trataban de tomar el cerrito. Desde la glorieta se divisa el Colegio Militar,
al otro lado el Ministerio de Defensa y, más atrás, el anhelado Estado Mayor.
Todos estos espacios no se turbaron este 26 de junio.
Sacar a
las Fuerzas Armadas de una segunda fila, donde han permanecido más o menos
silenciosas en los últimos 42 años, es jugar con fuego. En los primeros años de
la democracia, los militares intentaron buscar su lugar en el desarrollo
nacional, como muy bien describe en sus libros un militar estudioso como fue el
General Gary Prado Salmón. ¡Hay que leerlo! También explica claramente por qué
la ideología más fuerte entre los uniformados es el nacionalismo, en su amplio
abanico, desde el fascismo hasta el sentimiento progresista.
Los
militares salieron a las calles, en La Paz, para enfrentar los peores momentos
de inestabilidad política a inicios del siglo XXI. A pesar de su pasado, los
militares fueron mimados por todos los gobiernos democráticos, garantizándoles
sus ingresos económicos y sus privilegios como la jubilación con el 100 por
ciento de sus haberes (incluso a Luis García Mesa).
Participaron en tareas como la
lucha contra el contrabando y, sobre todo, en la interdicción contra el
circuito coca cocaína. Este último asunto es uno de sus lodos más sigilosos. En
diferentes bandas de narcotraficantes aparecen involucrados ex miembros de las
FFAA, sobre todo de la Naval, de la Aviación y de inteligencia. El deterioro
comenzó en la época de la dictadura banzerista, se agravó con la alianza
narcofascista en los años 80 y se dispersó en los últimos lustros. La relación
de Evo Morales con los militares es mucho más compleja que lo aparente. En ella,
es un capítulo esencial la presencia de tropas estadounidenses en 1986,
rechazada por militares patriotas.
La llegada del Movimiento al
Socialismo (MAS) al poder en 2006 significó un giro geopolítico trascendente,
aunque poco explícito. La aparición de Juan Ramón Quintana es un elemento
importante. Otro, es la ruptura de relaciones con Estados Unidos. Lo peor, fue
y es la visión chavista, originada en los cuarteles de Venezuela. Esta
intromisión torció el curso de lo que pudo ser un gobierno independiente del
MAS.
No hay espacio para detallar,
pero es imposible dejar de nombrar las relaciones subordinadas del (No) Estado
Plurinacional con Cuba, con Irán y sobre todo con Rusia, donde el asunto
militar/guerra es el primordial. El fantasma del sistema nicaragüense de usar a
los militares para perpetuarse en el poder al estilo Ortega no es algo lejano.
El general Juan José Zúñiga es
altamente representativo de este esquema. De origen humilde, resume el interés
de Morales de introducir gente del Chapare y de las minas en el ejército.
Aunque en el caso de Bolivia, esto no es nuevo, data de 1952, cuando se
reorganizó al ejército, muy diferente a las elites que dominan las FFAA en
Argentina o en Chile.
Zúñiga no es un hombre
inteligente ni preparado, condición que gusta al presidente Luis Arce para escoger
a quienes lo rodean. En una entrevista, con el menos inocente de los programas
de la televisión local, reflejó ese nivel elemental de pensamiento y su
ignorancia de hechos y personajes históricos. Sólo repitió consignas.
No fue casual esa presencia
mediática como tampoco fue casual la inesperada convocatoria desde la
Cancillería a la representante de Estados Unidos. Aparentemente, todo sigue un
guion con un objetivo oscuro. Quizá inspirados en crear la segunda parte del invento
del golpe en 2019. Lo grave es que han abierto la caja de Pandora.
Mucha tinta correrá sobre los
hechos de este 26 de junio. Lo único cierto es que al movimiento de vehículos
militares le faltó la partitura del bolero verdadero.