Recuerdo feliz una escena con la Madre Antonia en la antigua Clínica Alemana de la calle Fernando Guachalla en Sopocachi, La Paz. Los dolores de la cesárea se habían calmado con la felicidad de tener a mi guagüita en los brazos. Para la sed me mojaban los labios con mate de anís. ¡Pero yo moría de hambre! Entonces autorizaron mi primer alimento: tres galletas de agua de “La Francesa”.
Soy una
de las miles de paceñas que relaciona ese gusto con diferentes momentos
felices. Aunque la industria molinera boliviana registró (por lo menos hasta
2006) grandes marcas, “La Francesa” tiene la ventaja de ser parte de la memoria
colectiva. Eso sucede con los productos más carismáticos que crearon los
industriales en el pasado siglo, una buena parte migrantes recibidos con los
brazos abiertos.
A la
galleta de agua se une como pareja entrañable, el pan para las hot dogs
tradicionales con salchicha Stege. El otro producto que cotizadísimo era el panetone,
a pesar de la excelente competencia de fábricas menos antiguas. Detrás del
nombre hay una historia que publicamos con José Alejandro, 40 años después de
la escena con la Madre Antonia.
“La Francesa” es
una empresa que comenzó hace siete décadas y creció por el principio de
reinvertir de forma permanente. Zain Yaffar Zatt, nacido en Kana el Yalil
(Líbano) en 1889 desembarcó en Buenos Aires, pero por alguna razón prefirió subir
al norte. Probablemente en 1917 ya estaba en Corocoro, igual que el padre de
Juan Lechín que también venía del Líbano. Vivió en Charaña, se casó con Delicia
Corrales; ahí nació Mario Alfredo Yaffar Corrales.
A inicios de los cincuenta, la
familia optó por trasladarse a La Paz. En la ciudad eligieron el producto “pan”
para mantenerse; como todo emprendedor, por necesidad. Alquilaban hornos para
producir sus primeras unidades. Ese horno de barro quedaba en la calle Estados
Unidos de Miraflores.
“La Francesa” fue fundada
oficialmente en 1958, gracias a la visión de Mario que quiso superar la
actividad artesanal. Decidieron comprar una maquinaria alemana, hornos
automatizados. Ese fue un rasgo importante que mantuvo la empresa por varios
años: reinversión y renovación permanente de equipo para mantener la calidad.
Aunque eran momentos de
inestabilidad económica la familia Yaffar decidió apostar por el desarrollo
industrial paceño/boliviano. La máquina para las galletas de agua significó un
gran salto para ganar el competitivo mercado hasta lograr elaborar más de 140
productos.
“La Francesa” -nombre en homenaje a
la nación que dio pasaporte de Zain- venció otros duros obstáculos: la
hiperinflación en la década de los 80 y la competitividad exigida por el D.S.
21060. Como otras factorías afiliadas a la Cámara Nacional de Industrias (CNI)
empleaba un porcentaje de personas con capacidades disminuidas; como otras
empresas generaba empleo legal. Los hijos o nietos de los primeros obreros
trabajaban en nuevos puestos. Pasaba los exámenes del uso racional de agua y
energía. En el marco de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) apoyó
acciones sociales y ambientales, con el personal y con el entorno. Atendía en
varias ciudades el desayuno escolar.
Pese a esas seis décadas de
experiencia, “La Francesa” será otra de las industrias engullidas por el
sistema creado desde 2006 por el Movimiento al Socialismo (MAS). Luis Arce
Catacora quedará en la historia como el ministro de economía y como el
presidente de la des-industrialización nacional.
El MAS hace todo lo posible por
acabar con lo legal. Arce alentó el pago del doble aguinaldo porque no era su
dinero, obligando a decenas de establecimientos a descapitalizarse. ¿Qué
industria con problemas internos va a esforzarse en conseguir préstamos
bancarios si no hay dólares, no hay garantía jurídica, no se puede consolidar
un plan de negocios ni siquiera en un trimestre?
Además, siempre está la sombra del
chantaje -como pasó con medios de comunicación- o las amenazas del sindicalismo
impostor para apoderarse del esfuerzo ajeno. Álvaro García Linera podría contar
esas historias. O la angurria, como la de la familia Morales Dávila, para
apoderarse de la exitosa empresa de Marcos Iberkleid para después
descuartizarla.
Arce será recordado por haber
permitido que el crónico drama del contrabando sea parte de la competencia
desleal al producto boliviano, afectando las mejores producciones nacionales:
alimentos, vinos, textiles, cigarrillos. Pregunté a un vendedor callejero si
las nueces que ofrecía eran bolivianas (pues consumo las tarijeñas desde mis 17
años). Me respondió: “Sí, son del Desaguadero.” Fracaso absoluto de la Aduana.
La ceguera y la torpeza del MAS para
ayudar a los obreros legales se refleja en las declaraciones de la ministra de
Trabajo Verónica Navia en una reunión internacional. Ante el asombro de sus
pares por la cifra del 80 % de informalidad, afirmó: “la informalidad en
Bolivia la genera la propia empresa privada que no registra sus contratos y
relaciones laborales. Es la que nosotros estamos en la obligación de combatir y
a la que volcamos toda nuestra labor”. No comment.