Este domingo se celebra en todo el
mundo una jornada dedicada a reflexionar sobre la condición de ser mujer, sobre
todo obrera. Como otras conmemoraciones aprobadas en la anterior centuria, la
causa de esta fecha está relacionada con un combate, una batalla, una utopía
para avanzar hacia la Libertad, hacia la dignidad de ser persona.
A veces, las nuevas generaciones
olvidan que hace más de un siglo, más de 100 trabajadoras murieron calcinadas
en una fábrica textil. Ellas reclamaban un horario de trabajo de 10 horas y un
salario similar a los varones. Les respondieron con bombas incendiarias que
quemaron parte del edificio y causaron decenas de víctimas. En 1910 un congreso
de militantes socialistas definió ese día para honrar a la mujer trabajadora.
Desde 1977, la Organización de
Naciones Unidas eligió ese aniversario para dedicarlo al “Día de la Mujer” a
nivel internacional en una de las décadas más emblemáticas de las luchas
femeninas. Bolivia se adhirió pronto, igual que otros países, además de abrir
más tarde otro día para dedicarlo a la Mujer Boliviana en homenaje a la poetisa
Adela Zamudio, luchadora por los derechos de las mujeres, cada 11 de octubre.
Fueron las palabras de Domitila
Barrios de Chungara, madre minera y dirigente de las amas de casa en Siglo XX,
Potosí, las que sellaron ese pionero foro. “Si me permiten hablar” escrito con
ese testimonio por la periodista brasileña Moema Viesser, difundió al mundo
cómo veían las luchas sociales las aguerridas hembras bolivianas.
Ese fue el portaestandarte para gran
parte de las bolivianas antes de las distorsiones que aparecieron con el
feminismo fundamentalista, el que opone hombre mujer y el aberrante que
practican algunos colectivos agresivos y disfrazados, más por complejos que por
buscar el Bien Común.
En el centenario de la masacre
comenzó a funcionar ONU Mujeres, con sus altibajos, al mismo tiempo que en el
mundo se acentuaba la consciencia de las desigualdades persistentes entre nacer
hombre o nacer mujer y la violencia sexista.
En Bolivia ocupaba el gobierno un
movimiento autoidentificado como “de cambio”, con presencia simbólica y masiva
de movimientos sociales femeninos como las llamadas “bartolinas” de origen
agrario. Varias mujeres ocuparon altos puestos en los poderes ejecutivo,
legislativo y judicial.
Sin embargo, fue la época de mayor
humillación pública a mujeres en todos los niveles: ministras hablando de
calzones en plena placa principal; bromas groseras contra obreras petroleras;
intentos de violación en recintos legislativos; incontables relatos de sexo, farra
y mentiras; historias novelescas de poderosos y quinceañeras; estupros; y un
lenguaje permanente de burla sobre los detalles corporales de las muchachas en
flor. Cuando uno vuelve a ver determinas escenas protagonizadas por Evo Morales
y por Álvaro García Linera no comprende cómo los bolivianos aceptamos semejante
ejemplo.
En la ciudad más pujante
económicamente reina impávido un octogenario, viejo verde, que arremete contra
traseros o se siente capaz de chistes y guasas contra funcionarias. La sociedad
cruceña convive con Percy Fernández y no hubo ni hay castigo social a este
individuo que insulta y rebaja la condición del ser humano.
Mientras la colectividad soporte
esos discursos, se ría, los festeje- hasta los aplauda- no logrará combatir las
raíces profundas de feminicidios y de tantas otras agresiones contra alguien
por el delito de no haber nacido varón.