Estos días los periodistas
bolivianos recordarán dos de los momentos más trágicos de su historia. Hace
cincuenta años fue asesinado con una bomba sofisticada el director del
periódico “HOY” Alfredo Alexander y su esposa Martha Dupleich (un mes después
del asesinato de otro periodista Jaime Otero Calderón). Hace 40 años fue
torturado y martirizado el sacerdote jesuita Luis Espinal, director del
semanario “AQUÍ”.
Ninguno de los casos está absolutamente
esclarecido y no hay seguridad de que los verdaderos responsables estuvieran en
el banquillo de los acusados y mucho menos en prisión. Este 14 de marzo la
familia Alexander recordará el horror de aquella mañana cuando un explosivo
destrozó a sus padres/abuelos. Se habló de una conspiración internacional, pero
todo apunta que en realidad fue un asunto más doméstico cuando los militares y
un grupo político querían apoderarse del moderno matutino paceño.
La muerte de Espinal tuvo el
objetivo de acallar a un medio que denunciaba con datos y con responsabilidad
la corrupción y la represión a cargo de militares, paramilitares y civiles.
Algunos nombres coincidieron en 1970, en 1980 y, ¡en 2006!
En la democracia, desde 1982, hubo
también casos de periodistas perseguidos, apresados y muertos, aunque no
siempre por su actividad como reporteros o redactores.
Entre 2006 a 2019 la acción del control
de la libertad de prensa, inspirado en el chavismo, no usó la violencia directa
sino el permanente desgaste del trabajo periodístico, sobre lo cual hay mucho
material difundido.
La herencia actual es una prensa
actual desorientada, dividida y debilitada como está la sociedad en su conjunto,
con escasos ejemplos de periodismo ciudadano, ausencia de crónica moderna y
amputado el periodismo investigativo.
Al inicio de la movilización
ciudadana, hubo reporteros que escaparon a Argentina, aunque nadie los
perseguía salvo la condena social. Quizá avergonzados. Así también
desparecieron programas televisivos por voluntad propia porque ya no tenían a
quien publicitar. El director de un semanario es uno de los asilados en la
Embajada de México. Hay radios que tienden a desaparecer porque ya no tienen la
publicidad oficial.
Lo más lamentable es escuchar a conductores
de programas radiales y televisivos que hasta noviembre guiñaban ojos y avisos
al gobernante Movimiento al Socialismo y de pronto se convirtieron en sus
mayores críticos. ¿Dónde estaban antes?
Tan inseguros son de sí mismos y de
sus ideas que se dejan llevar de la nariz por intrusos de otras realidades como
Fernando Rincón o Alejandro Entrambasaguas y otros que quieren enseñar a los
bolivianos cómo hacer periodismo. Mejor dicho, hay algunos bolivianos que quieren
imitarlos a última hora. Dan un inaceptable protagonismo a CNN.
Los tropezones de los medios
estatales también muestran la falta de orientación estratégica y de compromisos
institucionales que podrían ser el inicio de recuperarlos para el público y no
para un partido.
Los periódicos más tradicionales son
los más vigorosos y confirman lo que anoté hace dos décadas, aunque me
criticaron por usar una categoría “no científica”. Sin embargo, está claro que
las familias cuyo principal interés es el negocio de informar y de mantener su
credibilidad pudieron superar las coyunturas complicadas.
Entre tanto, la prensa boliviana no
sabe a dónde va y está lejos de su esplendor.