Pedro Casusol, poeta peruano, cuenta
que el máximo exponente del movimiento beatnik Allen Ginsberg inició su recital
en Lima con una frase que dejó a todos confusos: “Acabo de llegar del hospital
donde me he ido a quemar las almorranas porque soy maricón”.
Más allá de la típica provocación de
Ginsberg, su biógrafo Michael Schumacher confirma que adquirió un cuadro de
hemorroides durante su paso por Bolivia, no por los picantes, sino por las
precarias condiciones de los servicios higiénicos en este país. De La Paz se
fue al Cuzco en un camión hacinado.
Sesenta años después, con dos
bonanzas económicas entre 1972-1976 y 2005-2013, ¿podría Allen Ginsberg o
cualquier turista encontrar buenos servicios higiénicos en un recorrido por
Bolivia? ¿Tendría esperanza de comprar asientos en cómodos transportes con
atención suficiente para garantizar su bienestar? Es más, cuántos habitantes de
los once millones contabilizados como bolivianos acceden a una sanidad
suficiente, adecuada al Siglo XXI.
Hace dos siglos nació la enfermera
británica Florence Nightingale y ella enseñó a los guerreros que lavarse las
manos con agua y jabón limitaba epidemias, contagios, enfermedades
gastrointestinales. ¿Cuántos bolivianos pueden lavarse las manos en cualquier
momento, siquiera después de defecar?
El asunto del aseo y de los aseos en
Bolivia es simplemente trágico, pero no atrae ni votos ni programas de gobierno
y enfrentamos día a día la contaminación en los mercados, en los lugares donde
se venden platos de comida, en los caminos y también en los colegios, en las
universidades.
Hace unos años, vecinos del centro
paceño hicieron una marcha “No queremos baño” contra la idea municipal de poner
baños públicos en los lugares más concurridos de la Avenida 16 de julio.
Mientras todos los espectáculos al aire libre, sobre todo las entradas
folklóricas y ahora con mucho énfasis, “el Carnaval” esconden detrás de lujos y
joyas la precariedad absoluta en las letrinas, aseos, baños o “toilets”.
Hace pocos días, en forma dramática
ante el avance del coronavirus, un afamado médico chino declaraba que nada
significan los índices del PIB con cifras azules, así sea de dos dígitos, si
los habitantes de un país enfrentan la suciedad en la cadena alimentaria, desde
el acopio, las ventas, los preparados y sus desechos.
Así también, no puede habar programa
coherente para aumentar la autoestima en las adolescentes si en sus casas y en
sus escuelas no tienen cómo garantizar un mínimo de su higiene íntima y su
autocuidado que empieza y termina en el cuerpo.
Ahora, festejaremos con disfraces y
máscaras las carnestolendas con sus alegrías y tragedias, con sus costumbres y
con sus excesos. Muchas fotos, videos, publicidades y cervezas. Algunas quejas.
Comentarios, una nota y nada más.
Día tras día, semana tras semana,
año tras año, igual. Volverá el fantasma de Ginsberg y una vez más encontrará
que Uyuni es único, que las montañas andinas lo deslumbran, que los yungas y
los valles son fantásticos, pero los servicios higiénicos o no existen o son
tan precarios como cuando llegó en 1960.
El aseo, escribió Florence, es el
primer alivio para cualquier persona, más para un enfermo. Añadimos, un país
sucio es una nación sin futuro.