Atribuyen a un líder la frase:
“Cuando se abren las ventanas entran las mariposas, pero también pueden entrar
las moscas”, al advertir que, al aperturar la República Popular de China a la
economía de mercado, el sistema socialista se enriquecería, pero también
aparecerían males del capitalismo. Así ha sido.
Lo que dejó de lado en su reflexión
es que el camino es de ida y de vuelta. La demanda china movilizó las cifras
mundiales y trajo beneficios a diferentes regímenes, sin contar los muchos
aportes de la milenaria cultura al desarrollo de la civilización. Sin embargo,
ese comercio se fue extraviando, particularmente en las dos últimas décadas y
China trajo más perjuicios que beneficios al estado de bienestar.
No es casual que la pandemia conocida
como “coronavirus” saliese desde un mercado popular en una de las ciudades
chinas más industrializadas y parte de la región más contaminada. Los
campesinos y los obreros, también hoteles, vendían y compraban todo tipo de
animales salvajes para ser consumidos por seres humanos en las condiciones más primitivas
que es posible imaginar.
Algunos artículos recientes
recuerdan que los pobladores de la China continental se tuvieron que costumbrar
a comer hasta bichos por la hambruna de los años 60 que provocó la muerte de al
menos 45 millones de personas revelando el fracaso de las políticas de Mao Tse
Tung y de su esposa. La llamada revolución cultural superó las muertes causadas
por hambre en la Unión Soviética y, a la vez, provocó canibalismos y excesos
para saciar el instinto humano de comer.
Aunque Deng Xiaoping decía que ser
rico era glorioso y que el negocio con dinámicas capitalistas no era
contradictorio al socialismo, el crecimiento impresionante del PIB chino no
estuvo acompañado por una apertura democrática y tampoco por mejores
oportunidades para todos los chinos. La falta de transparencia ha sido fatal
condición para la expansión del COVID 19 pues impidió reacciones tempranas.
El modelo económico chino que llegó
a Bolivia tampoco fue grato. Varias entidades de la sociedad civil demostraron
el interés mezquino de la presencia china en Sudamérica (CEDLA, CEDIB,
Fundación Solón) pues el poderoso dragón dejó más deudas nacionales pero escasa
inversión. Con datos del Banco Central, así mostró hace poco un informe especial
de un matutino cruceño. Sin olvidar el affaire Zapata.
La presencia china ocupó capítulos
escandalosos como los abusos a los empleados bolivianos porque no las empresas
de Beijing no reconocían derechos laborales. Hubo castigos físicos. Lamentable
la situación de los trabajadores traídos (quizá a la fuerza) que vivían en
galpones en el Salar de Uyuni con una salida cada tres semanas.
El régimen de Evo Morales dejó pasar
esos excesos mientras él, su vicepresidente, ministros y tribunos disfrutaban
de viajes y banquetes imitando el lujo que tenía Mao mientras moría su pueblo.
Muchos prefirieron cerrar los ojos y no leer Historia.
Un caso que debería haber preocupado
más es el de la matanza de jaguares para sacarles sus colmillos y traficar con
ellos por motivos afrodisíacos, mafiosos y capitalistas. Ni las autoridades
centrales ni las judiciales cumplieron con el deber para castigar a los
súbditos chinos aliados con cómplices bolivianos. Impunes.
China debería condonar la deuda que
contrajo irresponsablemente el MAS, igual que otros gobiernos populistas. El
virus chino no es casual y no es con donaciones de barbijos o de respiradores
que va a ayudar a paliar la próxima recesión nacional, mundial.