Los mercados populares bolivianos,
sobre todo los paceños, deben estar entre los más abundantes y variados del
planeta. Las fruteras exiben productos de los valles, de la zona yungueña y
cada vez más exóticos frutos amazónicos. No alcanzan los días del mes para
probar tantas delicias, desde las manzanas o naranjas tradicionales hasta los
achachairus, la flor de Jamaica, los mangos que aumentan los infinitos matices
y olores de los puestos.
Tampoco faltan las verduras y
hortalizas cada vez con más exquisiteces y con una amplísima gama, cuyos
alcances no conocieron las abuelas. Hay habichuelas tradicionales, otras más
largas, las más verdes, las más planas; tomates de diferentes formas y tamaños;
locoto, ají colorado, ají amarillo, ají dulce, ají picante, rocotos naranjas;
más de cincuenta variedades de papa, camote, oca, racacha, oca, plátano de
freír, plátano para patacones, plátano verde, hierbas finas.
Las caseritas suelen combinar los
colores para impactar con un rojo pimentón al lado de una verde acelga, el
amarillo del zapallo con los ocres de los tubérculos. Aunque hay productos
importados, la mayoría llegan desde todo el país.
Podríamos seguir enumerando las
innumerables ofertas de carnes, cada vez con mayor calidad. Tampoco faltan
productos en los almacenes de abarrotes, muchos con el sello de Hecho en
Bolivia. (Aunque hasta ahora no encontré en más de 10 lugares en zonas
diferentes una bolsa con azúcar de San Buenaventura).
Sin embargo, ese potencial
pantagruélico contrasta con mi jubilación que no llega al salario mínimo
después de 40 años de trabajo, aunque no siempre aportando. Resulta que, desde
inicio del año, esa pequeña renta disminuye entre Bs. 17 hasta sumas mayores y
cada mes retiro menos dinero.
Esto significa que cada semana tengo
menos efectivo para mi alimentación. A este ritmo en dos años me quedaré sin
dinero para el mercado. Aún tengo fuerzas para trabajar y completar los
ingresos, además de los otros ingresos familiares. Sin embargo, mis cálculos para
ser autónoma hasta mis noventa años se hacen trizas.
Primero reclamé en el banco y la
amable señorita me contó que todos protestan. pero así no más es. Me fui a la
AFP y la responsable me explicó que han bajado tales y cuales cotizaciones en
la bolsa, noticia que no se presentaba desde hace una década.
No entiendo por qué las
organizaciones de jubilados no han presentado al menos una queja, sobre todo por
los que las circunstancias nos dejaron como la mayonesa de la generación
sándwich, sin beneficios ni del antiguo ni del nuevo régimen. ¿Qué pasará
todavía, cuando funcione la Gestora?
Las experiencias de los fondos de
rentas no son amables en Bolivia. Más bien suman muchos los escándalos de
corrupción en anteriores regímenes. La llegada de las AFPs supuso un orden
gratificante y por lo que se conoce hubo responsabilidad en el manejo de las
inversiones.
Este es un dato más del deterioro de
la economía, como bien anunciaron diferentes expertos. Mi temor es que suceda
al próximo presidente lo que pasó en El Alto o en Tarija y el MAS dejé vacías
las arcas, además del profundo deterioro institucional.