Esta semana noticiosa estuvo marcada
en Bolivia por las declaraciones del Secretario de la Organización de Estados
Americanos (OEA), Luis Almagro; por las reacciones del Ministro de Gobierno
Carlos Romero contra internautas y contra un reconocido periodista de Santa
Cruz; y por la visibilidad de la profunda relación del circuito coca cocaína
con el poder político partidario.
Almagro, funcionario internacional
de alto nivel, intentó respaldar la candidatura inconstitucional de Evo
Morales, contradiciendo sus opiniones anteriores y sin tomar en cuenta que, a
diferencia de otros países, en Bolivia hubo un referendo que perdió el
oficialismo. Ninguna medida posterior puede ignorar el resultado: “Bolivia dijo
No”.
No me referiré a las razones del
político uruguayo apodado “panqueque” puesto que ya muchas personas opinaron
sobre el tema y sobre su aparente personalidad bipolar.
Al
final, logró neutralizar a Evo Morales que ya no podrá reaccionar contra él
cuando la OEA reinicie sus acciones contra el régimen de Nicolás Maduro.
Lo más inexplicable, si no queremos
pensar mal, es la visita de Almagro al Chapare y cómo lució una guirnalda de
hojas de coca de la región considerada fundamental para la materia prima de la
cocaína que termina envenenando a jóvenes de todo el continente. Además, bailó
con mujeres bajo sospecha de ser parte de un clan vinculado al narcotráfico.
Estrafalario como es, declaró en
Argentina que no sabía que el collar era de coca. Las imágenes lo contradicen y
podrán ser usadas duramente en su contra en el futuro próximo. A otros
visitantes extranjeros les colocaron adornos similares, los cuales fueron
retirados cortésmente.
Mientras, el ministro Carlos Romero
tuvo dos estallidos de ira que tampoco lo favorecen. El primero fue intentar iniciar
un proceso penal a internautas por burlarse de él. La reacción de la opinión
pública condenando el hecho fue fortísima y retrocedió.
Sin embargo, el lunes, la ciudadanía
conoció asombrada las amenazas agresivas de la propia autoridad contra un
periodista que se distingue por su profesionalidad del matutino “El Deber”,
órgano que goza de la más amplia credibilidad por el manejo responsable de sus
contenidos.
La rabieta de Romero, quien suele
ser más sereno, está vinculada al mayor escándalo de narcotráfico desde la
tragedia de Huanchaca en 1986. Por una filtración de un audio y el trabajo de
la prensa, el país conoció fuertes indicios de la captura del estado en manos
de narcotraficantes, empezando por la policía y el poder judicial.
El caso Montenegro no es solamente
un asunto de comisaría, sino que devela cómo el circuito coca cocaína puede
llegar a vincular a mafiosos bolivianos con comandos brasileños, carteles
colombianos y los emporios delictivos italianos. Es la prensa local e
internacional la que contribuye a difundir los datos.
¿Por qué se enoja tanto el ministro
Romero? ¿Por qué callan los dirigentes cocaleros, Leonardo Loza, Leonilda
Zurita, Margarita Terán, tan opinadores en otros temas? ¿Qué hay detrás de esta
banda y cómo lograron años de impunidad? ¿Será posible algún día saber la
verdad?