miércoles, 2 de mayo de 2018

ANTOFAGASTA, BOLIVIANA, CHILENA, COSMOPOLITA



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            Rafael Escalona recuerda sus amores con La Mayé, a todo volumen, a pesar del Sábado Santo. Los sones salen de un popular bar en pleno centro antofagastino, mientras una rubia caleña, de cintura apretada, invita a pasar. Parecería Colombia porque al frente está un comedero paisa con frijoles y arepas y la muchacha del hotel, de largos cabellos, es pereirana y recién sacó sus papeles legales.
            Antofagasta, ese nombre de puerto y de comuna, de provincia y de himno, que tanto nombran los bolivianos, es ahora la ciudad más cara de Chile y la región metropolitana más poblada. Su riqueza minera atrae a forasteros, algunos para las minas, muchos otros para el área de servicios, otras llenan los burdeles y algunos más para engatusar a los ingenuos.
            En el Observatorio Astronómico Paranal, en pleno desierto de Atacama, encuentro a turistas de los cinco continentes y hay científicos de 36 nacionalidades. Hay hombres y mujeres, jóvenes, adultos, casi viejos, de tez muy blanca, tenue, clara, mate, oscura y marrón: un reflejo del mundo de afuera.
            Para mí es la visita anhelada por años. Después de estar en el Observatorio Astronómico de Tarija, el más importante del país, veo las estrellas desde el punto más fantástico de subcontinente. Allá encontré a los directivos clamando por la falta de pagos que les promete el Estado Plurinacional; acá, los astrónomos se ocupan de las galaxias y de los agujeros negros pues el apoyo administrativo está consolidado.
            Mientras paso la mirada desde el oleaje marino de tantas bullas guerreras, sigo la vista hacia la inmensa estepa donde los militares escondieron cuerpos de fusilados entre 1973 y 1990. Las estrellas en el firmamento más claro y quieto de la América morena no se ocupan de esas miserias humanas, brillan para todos por igual y siguen tan misteriosas como cuando apareció el primer hombre en la costa.
            Aquí se indaga sobre los cometas y las huellas de explosiones astronómicas, sobre el Big Bang y los sonidos del cielo que se graban en sofisticadas computadoras, en bunkers bajo la tierra, siguiendo los más modernos modelos cosmológicos. El macrocosmos que sorprendió a todas las culturas desde la remota antigüedad, de caldeos a mayas, de helenos a galos.
            En esa misma fecha me anuncian el nacimiento de mi nieto y comprendo una vez más que todo cabe en el microcosmos, que, sin ser visible para el ojo humano ya alberga un nuevo ser humano- irrepetible- durante nueve meses, cuyo misterio tampoco alcanza a disiparse por muchos avances de la ciencia médica.
            Aunque hay que reservar con tiempo y llenar un formulario expreso para lograr un cupo para el tour semanal al Observatorio, la espera se justifica. Puedo recomendar a los bolivianos que viajen a este lugar que une a pueblos y que indaga para beneficio de la humanidad. Lleno de secretos, seguramente, con extremas medidas de seguridad, ventoso y difícil de entender, vale más que un día en la playa.
            Los científicos viven en una residencia similar a la ciencia ficción, debajo de la superficie terrestre, con un clima artificial tropical- más caribeño que andino-, con piscina y distracciones para evitar males mentales a los solitarios astrónomos. Al atardecer una densa carpa cubre el techo para impedir la más mínima contaminación atmosférica; es el horario vital para el trabajo de ellos.
            Así, desde la plaza principal hasta el mirador de vidrio, a hora y media en vehículo, Antofagasta es un cúmulo de nacionalidades, migraciones y culturas como pocos combatientes de 1879 se atrevieron a imaginar.
FUE BOLIVIANA, AHORA ES CHILENA

            Al contrario de los datos que aparecen en Wikipedia- al parecer por el descuido de historiadores bolivianos que dejan que ese diccionario electrónico presente una versión sesgada y con medias verdades-, el Museo de Historia de la región y ciudad de Antofagasta recupera los orígenes bolivianos de la zona.
            Los documentos que prueban que esta costa dependía de la Intendencia de Potosí y de la Audiencia de Charcas se unen con las otras certezas de lo que sucedió con esa provincia desde 1825 hasta 1879. El Museo es un ejemplo para las ciudades bolivianas, inclusive La Paz y sobre todo Cochabamba o Santa Cruz, porque cuenta de forma didáctica e independiente el desarrollo histórico del Litoral. La visión sobre la Guerra del Pacífico (1879-1881) es ya desde otro enfoque.
            Muchos habitantes saben la estirpe boliviana de su ciudad y hasta antes del boom migrante de los últimos años, la principal colonia era boliviana. Hacia el norte hasta la frontera con Oruro, aumenta el sentimiento de una pertenencia aymara y una relación cultural muy fuerte con Sabaya, con la música andina. En general el chileno es un pueblo triste y para bailar necesita ese tipo de sones ajenos.
            Danko, el joven guía, intenta con otros amigos adelantar una agencia de viajes para unir a los pueblos y para superar las fronteras. Como muchos tiene un origen pluri multi. Aunque parte de la familia paterna es de origen croata, los abuelos son bolivianos y se sienten muy cercanos a La Paz y a Cochabamba.
            Una de las visitas obligadas es a las ruinas de la Empresa Minera de Huanchaca, del magnate boliviano Aniceto Arce. Hay muchos rastros sobre la explotación del guano, del salitre y después del cobre, mineral que representa la columna vertebral de la economía de Chile desde hace un siglo. Se podría decir que, sin Chuquicamata y Calama, el actual desarrollo chileno no sería posible. El ingreso per cápita en Antofagasta es de ¡37 mil dólares!, diez veces más que el ingreso per cápita en Bolivia, 2017, y veinte veces más que en 1980.
            En los boliches donde se intercambian dichos bogotanos con acentos caraqueños, parejas multicolores, los bolivianos son bienvenidos. El antofagastino es hospitalario y contempla tranquilo como un afro de San Buenaventura besa a una chilena de origen inglés. La queja sobre los bolivianos es por su falta de urbanidad, tienen fama de botar basura en cualquier lugar, inclusive en la playa y en los parques públicos; en cambio, tienen reconocimiento por ser trabajadores y buenos comerciantes.
            La ciudad presenta una dinámica económica desbordante, muy diferente a la decadencia que vi hace tres décadas, cuando la caminé por primera vez.
            Después estuve junto al Teatro de los Andes en el famoso festival de teatro de Antofagasta. La comuna, de casi 400 mil habitantes, organiza muchas actividades y paseos culturales, que ninguna de las ciudades intermedias bolivianas podría competir.
            El turismo está en auge, todo tipo de hoteles y alojamientos, mejor oferta gastronómica con la apertura de restaurantes peruanos y colombianos, recursos humanos capacitados para atender con amabilidad y conocimiento, turismo astronómico y turismo a los desiertos.
            Como coda, muchos turistas pasan a San Pedro de Atacama y de ahí a Uyuni, aunque aumentan los reclamos por la situación en ese principal destino turístico boliviano: robos, incumplimiento de ofertas, inseguridad de vehículos, trato poco amigable.
            Y el tema ineludible, la molestia contra el permanente tono ofensivo de Evo Morales contra los chilenos; aun cuando muchos lo defienden, la mayoría está molesta y desconfía de sus palabras y de sus anuncios.