Relata el mito griego que la
ambición del rey Midas de Frigia lo llevó a convertir todo lo que tocaba en
oro, hasta su comida y a su propia hija. Desesperado pidió a Dionicio liberarlo
de la codicia que no le traía la felicidad. Es un cuento y una moraleja muy
utilizada en los libros infantiles.
En Bolivia, el Jefazo Evo Morales
envilece todo lo que toca desde que comenzó a ejercer un poder sin respetar la
ley ni la moral. Envilece el amor, envilece a la mujer boliviana en la figura
de Gabriela Zapata y envilece la paternidad como un caso original de un padre
que no sabe si embarazó a su mujer, si hubo o no un hijo.
Envilece las luchas centenarias de
las poblaciones precolombinas al ejercer como presidente aimara la represión,
persecución y clientelismo contra las organizaciones de los pueblos originarios
bolivianos que con tanto esfuerzo habían construido a la Confederación Sindical
de Trabajadores Campesinos de Bolivia, a la Federación Bartolina Sisa, a la
CIDOB. Envilece la Central Obrera Boliviana, la otrora gloriosa Federación de
Mineros acallada con ¡10 carritos!
Envilece a grupos musicales y
cantautores que primero le dedican canciones y luego reciben extraordinarios
encargos, siempre muy bien pagados. Hasta les ofreció su propio “festival de
viña” como premio consuelo. ¡Qué lejos de la canción comprometida de los años
setenta! A ese panorama se agregan excesos en bebidas, farras y accidentes.
Envilece a cineastas convertidos
súbitamente en corifeos para construir museos inservibles que los destruirá el
tiempo y el olvido más temprano que tarde, mientras los pobres no encuentran
cómo salir de su miseria. Los mismos que pasan también factura por campañas de
las empresas del estado plurinacional y campañas políticas.
Envilece al deporte. No sólo por el
rodillazo a quien se atrevió a jugar futbol de verdad, sino porque convirtió a
los (escasos) héroes de la selección nacional en su grupo de entretenimiento
personal para ir a jugar por allá y por acá y que le dejen usar la camiseta
“10”. Los envileció con una amistad que aparece enredada con festejos y gozos,
como circula en tantísimas fotografías encabezadas por Leo Fernández. ¿En qué
momento los campeones del 94 se convirtieron en “socialistas”?
Envilece las justas deportivas,
donde los pocos bolivianos que clasifican no tienen para su uniforme, para su
nutrición controlada, para sus entrenamientos sistemáticos. Mientras el
derroche que encabeza Iván Canelas se concentra en cemento y construcciones mal
hechas.
Pobre Alejandro Leytón, cómo le
habrán jalado las orejas por revelar que el propio Jefazo revisó a quién y cómo
se harían los contratos para los Juegos ODESUR. Pablo Groux fue un incansable
gestor cultural hasta 2006, después se convirtió en lo que es hoy. Las
denuncias de mal tratos y de ilegalidades lo acompañaron en sus sucesivos
puestos; hasta Morales lo sacó rudamente. Ahora le reconfía el espectáculo, el
circo.
Basta leer las declaraciones de las
propias autoridades para justificar porqué Gastón Ugalde recibirá la pega de la
antorcha; otro favorecido desde que se apegó al Jefazo con sus cuadritos de
coca.
No trabajan por compromiso
ideológico, son piezas del rey Midas.
La cereza del pastel; las medallas
tendrán forma de coca, la sustancia prohibida en el deporte, pero es otra orden
del Jefazo.