¿Cómo pudo el “Cabo Anselmo”
entregar a los torturadores brasileños a su propia compañera, a la hermosa
Soledad Barret Viedma, quien estaba además embarazada de su propio hijo? Esa
misma muchacha paraguaya que había sido noticia en su adolescencia cuando
exiliada en Uruguay le tajearon las bellas piernas con esvásticas por negarse a
dar mueras a Fidel Castro. La misma cara bonita, esbelta, de largo cabello
cobrizo, a quien habían dedicado poemas y cantos Mario Benedetti y Daniel
Viglietti.
Esa historia de pasiones extremas,
de dolores inmensos y de grandes preguntas sobre el alma humana llena varias
investigaciones históricas, biográficas y programas de debate en la televisión
brasileña, uruguaya y paraguaya. Soledad murió acribillada, con el feto de sus
entrañas, aparentemente abortado, al lado de su cadáver que jamás fue entregada
a la familia, en un aparente enfrentamiento, como solían presentar los
regímenes de entonces; se sabía que fue delatada, después se supo que el
infiltrado en la Vanguardia Revolucionaria del Pueblo era su amado esposo.
Desde 2004 se supo quién era ese ex militar que actuó como doble agente y
entregó a varios militantes de izquierda en los duros años setenta.
El “Cabo Anselmo”, José María
Ferreira de Araujo, fue entrevistado varias veces y los videos se pueden
encontrar en el Internet. Los periodistas no pueden disimular su repugnancia al
escuchar su versión para justificar por qué era el agente que llevó a la muerte
a tantos jóvenes. Ya no se esconde como cuando se hizo cirugía plástica y se
cambió varios nombres. Ahora es un lumpen y quiere recibir una pensión de
jubilado militar por los sucios servicios prestados.
Es el rostro del Plan Cóndor que planeó
por todo el continente hace una generación llevándose a los más idealistas. El
Plan que sigue sin castigo, salvo algunos presos pues muchos de sus agentes
siguieron en los sistemas de inteligencia en las democracias latinoamericanas.
Su caso tiene el agravante de haber
provocado la muerte de Soledad Barret, nieta del famoso anarquista español
paraguayo Rafael Barret y de la descendiente Francisca de la épica familia
paraguaya Solano López; hija del militar comunista Alex Barret que se alzó
contra la dictadura de Alfredo Stroessner y hermana de otros nueve muchachos
enrolados en diferentes guerrillas de Latinoamérica. Una biografía única entre
las muchas historias del realismo mágico continental.
EL
ABUELO ANARCO
Conocí la obra de Rafael Barret
(España 1876, Francia 1910), publicada en 1976 en Venezuela, gracias a su nieta
María, exiliada en Colombia. Encontré en esas crónicas a mi padre literario y
desde entonces lo leo cotidianamente y lo divulgo donde puedo.
Barret era un señorito pendenciero
europeo, amigo de literatos famosos, hasta que conoció en carne propia la
hipocresía y bajeza de su propia clase y partió a Argentina con pocos recursos,
en busca de un “nuevo mundo”. Sensible, se convirtió al anarquismo al contemplar
la explotación de los nativos guaraníes en los yerbales paraguayos y desde
entonces no dejó de publicar en diferentes periódicos el horror de esos parajes
y de la miseria. Denunció las torturas a rebeldes en Asunción y fue exiliado a Corumbá,
en la frontera entre Brasil y Bolivia, pero pronto pudo volver.
Periódicos liberales en Buenos Aires
y Montevideo acogieron sus escritos y alcanzó el reconocimiento que no buscaba.
Samuel Blixen y otros periodistas le dieron espacio, pero su principal vocero
fue su propio semanario, “Germinal”.
En 1907 tuvo a su único hijo, Alex,
ya enfermó de la tuberculosis que lo llevaría a la tumba a los 34 años, el mal
que compartió con los semi esclavos de las haciendas al sur del continente. Ese
pueblo que lo despidió en masa cuando partió a curarse a Francia, donde ni los
cuidados de su familia irlandesa lograron salvarlo.
Sus escritos inspiraron al
anarquismo humanista de muchísimos latinoamericanos, como Líber Forty, quien a
su vez lo dio a conocer al poeta León Felipe cuando él visitó La Paz.
Muchos escritores, españoles de la
generación del 98 y latinoamericanos de la talla de Augusto Roa Bastos o Jorge
Luis Borges destacan su fina pluma y, como dice el argentino, “su espíritu
libre”.
ALEX
EN MI RECUERDO
Llegué a la casa de Alex en el
centro de Caracas. Había sido comunista y parte de los militares rebelados
contra la dictadura paraguaya. Exiliado a Argentina cuando Soledad tenía solo
tres meses, junto a su ya numerosa familia, tuvo que partir de nuevo a Uruguay
y al final a Venezuela, país que en los setenta recibía a los perseguidos el
Cono Sur.
Entonces se mantenía enseñando
matemáticas a los colegiales. Vivía modestamente, pero con abundante amor y
hospitalidad. Me enseñó a ser metódica, incluso para resolver crucigramas.
Siempre tenía un pan para compartir, a veces el pan que le hacía falta. La
esposa, descendiente a su vez de estirpes aristocráticas, lo acompañaba
silenciosa.
Recuerdo nítidamente que me sentía
cohibida de quitarle su merienda y él me corrigió: “Puedo ser pobre, no
miserable”, frase aprendida para siempre, qué diferencia es la pobreza de la
miseria, la austeridad que la avaricia. Hospitalidad que gocé de toda su
familia. Los Barret siempre fueron así, incluso los hijos y nietos y bisnietos
que pueblan la tierra.
La pareja vio partir uno a uno a sus
hijos a diferentes combates en los años incendiarios de los 60 y 70 en América
Latina.
ILICHA,
NANNY, FERNANDO
María, Ilicha, era madre de José
Alejandro- el mismo nombre de mi hijo- cuando la conocí. Asilada en Bogotá
parió a Bolívar, famoso desde sus diez años como niño prodigio, conocedor como
pocos de insectos y alimañas. Vivió algunos años en La Paz.
Igual que Soledad, es una cantante
privilegiada y su voz hacía vibrar las peñas en Caracas y en nuestra ciudad.
Todos los Barret son músicos y lutieres pues hacen sus propios instrumentos,
guitarras, con troncos de su amado Paraguay.
Varios ya han muerto, como Nanny, la
más famosa en el canto, que compuso “En el sur del continente” para su hermana
Soledad y grabó en disco acompañada por músicos cochabambinos, también asilados
en Caracas.
Fernando fue combatiente guerrillero
en varios frentes y defendió los procesos socialistas en el continente. Los
Barret estuvieron relacionados con Cuba, con Nicaragua, con la Venezuela de
Chávez, con los tupamaros.
SOLEDAD,
SU HIJA, LOS NIETOS
En toda esa constelación, la
estrella más brillosa en Soledad y su historia es digna de una novela, más
parecida a la ficción que a la realidad. Nacida en Asunción, conoció su primera
huida a los tres meses de nacida y la segunda en edad escolar. Desde niña
repartía periódicos del Partido Comunista Paraguayo, donde militaba su padre, y
adolescente era ya parte de los frentes juveniles antimperialistas.
Su imagen llevando la bandera roja
en una marcha marcó seguramente su destino pues fue marcada por una banda nazi
uruguaya que la secuestró a sus 17 años. Ella se negó a gritar vivas a Hitler y
mueras a Castro y fue tatuada en sus bellas piernas.
Aunque en Montevideo ya se vivía la
sensación fascista, la democracia era aún fuerte y el rechazo de la opinión
pública fue inmenso. Muchos periodistas recordaban también a su abuelo Rafael y
su influencia en la nación.
Primero partió a Moscú y luego a
Cuba a formarse en las escuelas para guerrilleros de la época. Ahí tuvo una
hija que dejó al cuidado de unos amigos brasileños para partir junto al padre a
crear un movimiento subversivo en Recife, pero pronto murió su compañero.
Su hija, que recobró la verdadera
identidad hace poco, reconoce la lucha de su madre y perdona el abandono y es
ahora una activista de Derechos Humanos.
En Recife se organizó una cédula
clandestina. Ella y una compañera francesa disimulaban su ideología trabajando
en una boutique de moda. Ahí conoció al Cabo Anselmo, aparénteme héroe del
levantamiento naval contra la dictadura en 1964.
Amó y durmió con el enemigo, quien
aún la recuerda dulce, poetisa, cantante y alegre. Embarazada fue entregada a
las fuerzas de seguridad por su propio compañero. Aparentemente, una carta
desde Cuba alertó sobre la doble militancia de Anselmo y ello precipitó la
cacería.
Presionado por la opinión pública
uruguaya, en gobierno intentó recuperar su cadáver, hasta ahora desaparecido.
De ella escribió Benedetti:
Viviste
aquí por meses o por años
trazaste
aquí una recta de melancolía
que
atravesó las vidas y las calles
Hace
diez años tu adolescencia fue noticia
te
tajearon los muslos porque no quisiste
gritar
viva Hitler ni abajo Fidel
Eran
otros tiempos y otros escuadrones
pero
aquellos tatuajes llenaron el asombro
a
cierto Uruguay que vivía en la luna
y
claro entonces no podías saber
que
de algún modo eras
la
prehistoria de ibero
Ahora
acribillaron en Recife
tus
veintisiete años
de
amor templado y pena clandestina
Quizá
nunca se sepa cómo ni por qué
Los
cables dicen que te resististe
y
no habrá más remedio que creerlo
porque
lo cierto es que te resistías
con
sólo colocárteles en frente
sólo
mirarlos
sólo
sonreír
sólo
cantar cielitos cara al cielo
Con
tu imagen segura
con
tu pinta muchacha
pudiste
ser modelo
actriz
miss
Paraguay
carátula
almanaque
quién
sabe cuántas cosas!
Pero
el abuelo Rafael el viejo anarco
te
tironeaba fuertemente la sangre
y
vos sentías callada esos tirones
Soledad
no viviste en soledad
por
eso tu vida no se borra
simplemente
se colma de señales
Soledad
no moriste en soledad
por
eso tu muerte no se llora
simplemente
la izamos en el aire
desde
ahora la nostalgia será
un
viento fiel que hará flamear tu muerte
para
que así aparezcan ejemplares y nítido
las
franjas de tu vida
Ignoro
si estarías
de
minifalda o quizá de vaqueros
cuando
la ráfaga de pernambuco
acabó
con tus sueños completos
por
lo menos no habrá sido fácil
cerrar
tus grandes ojos claros
tus
ojos donde la mejor violencia
se
permitía razonables treguas
para
volverse increíble bondad
y
aunque por fin los hayan clausurado
es
probable que aún sigas mirando
soledad
compatriota de tres o cuatro pueblos
el
limpio futuro por el que vivías
y
por el que nunca te negaste a morir.
Poco antes de morir, Daniel
Viglietti grabó junto al poeta un homenaje a la combatiente paraguaya y decenas
de músicos uruguayos reeditaron ese canto: “Mi vida entera no alcanza que pueda
creer que pueden creer tu clara señal”.