viernes, 16 de mayo de 2025

CAFÉ CON PAN, QUESO Y PALTA

 


            El pantano provocado por el (No) Estado Plurinacional no consigue engullir a los bolivianos porque existe una resistencia silenciosa. Es un tejido social aún resiliente que cubre todo el territorio nacional, pero que en La Paz adquiere una particularidad grandeza porque el combate es aún más intenso, a veces dramático.

            Bloqueos cotidianos y permanentes, dinamitazos trimestrales, impuestos concentrados en unos pocos, controles sanitarios discrecionales, falta de divisas, falta de carburantes y de gas licuado, aumento diario de los insumos son las vallas para vencer.

            Sin embargo, cuando la gente despierta, el dinosaurio todavía está ahí. Un dinosaurio más simpático del imaginado por Augusto Monterroso porque representa a esas personas que están dispuestas a superar los obstáculos.

            Son esos pequeños, medianos y grandes empresarios que hacen malabarismos para conseguir harina, sal, manteca, combustible; que trabajan de noche para que al amanecer la tiendita de barrio tenga la canasta lista con marraqueta fresca, sarnita o chamillo. Los paceños gozaron siempre de panecillos fantásticos; quizá porque la altura influye en la cocción. El pan de Laja es legendario. Un griego nacido en la misma isla de Homero trajo la marraqueta. Una familia italiana le dio apellido con esa costra tostada que la hace única.

            En la época del modelo de libre mercado aumentaron las ofertas y variedades. Hay pan alemán, pan francés, pan árabe, pan pita, pan negro, pan con linaza, pan con semillas, panes redondos, panes largos, panes cortos. Empresas emblemáticas como San Gabriel brindan su producto en el desayuno escolar para escuelas urbanas y rurales.

            Los fabricantes de quesos unen tradiciones con novedades. Los quesos de la provincia Ingavi fueron siempre notables y Tiahuanacu es el pionero. Collana en la provincia Aroma es famosa marca de queso blanco para el pan, para el plato paceño, para combinarlo con leche condensada o con mermelada de frutillas. Los viajeros se detienen en El Tholar sólo para disfrutarlo.

            En los años noventa, cuando el estado alentaba la inversión privada, aparecieron los quesos sofisticados, de inspiración francesa, danesa, holandesa, belga. Cooperantes que eligieron quedarse en el país juntaron sus recetas con las habilidades locales. Pronto sobresalió Flor de Leche con su fábrica en Achocalla. La caja con los quesos madurados, Achocalla, Brie, Tilsit es un preciado regalo navideño. Ofrece un circuito de degustación en su local campestre.

            El producto que ha evolucionado como un gigante es el café yungueño. Fue el lugar privilegiado para los granos traídos en legendarias travesías desde Etiopía, Europa hasta América en el siglo 18. Por muchos años fue una bebida caliente artesanal, a veces tosca, aunque siempre acertada para combatir el frío. Café con pan en Unduavi era la posta indispensable para quien ingresaba desde el páramo a la selva.

            Son varios los nombres de los que abrieron el paso al café industrial en el siglo XX como Royal, Copacabana, el moka introducido por un italiano. Los cultivos enfrentaban constantemente plagas como la roya.

            Una vez más, fue el ambiente económico favorable a la inversión y al trabajo legal el que auspició en las últimas décadas del siglo XX la transición de ese café rural a un café de altísima calidad. También incluyeron programas de erradicación de la coca ilegal, sobre todo en Caranavi, donde llegaron expertos colombianos. De las decenas de inscritos, pocos continuaron, pero el resultado es espectacular.

            No solamente en la ciudad se consume café de primera sino en pueblos como Coroico donde la cafetería MyM, de Marcos y Maritza brinda diversas formas de consumir café con inspiración italiana. El café de Madini es servido en Alexander Coffe. El café de Yanacachi está destinado casi en su totalidad para la exportación. Los jóvenes que inventaron la franquicia de Typica se hicieron famosos primero con su variedad para preparar la bebida, igual que los dueños de Bronce y de decenas de locales en Sopocachi, en el casco antiguo, en la Sagárnaga. Tomar café es un saber, una pertenencia.

            Cerca de las universidades hay puestos que sirven café con pan con palta. Otro acierto. Hay buena palta en Santa Cruz y en Sucre, pero la palta yungueña es la preferida. También compite la peruana. La palta, el aguacate, se ha convertido en un producto de lujo en el mundo, tanto que su producción masiva ha traído secuelas medioambientales en territorios no adecuados, como en Chile.

            Cada uno de estos productos une la tradición con la modernidad y la capacidad de nuevos aprendizajes. Con su esfuerzo, los emprendedores nos ayudan a despertar con el aroma de café, el pan caliente, queso fresco, palta. Al mismo tiempo alientan la fe en la patria de la infancia.

viernes, 9 de mayo de 2025

ADIÓS ROSÁNGELA “CONNIE” CONITZER BEDREGAL

 


            Durante años, cada 9 de mayo, encontraba a Rosángela Conitzer Bedregal en los actos conmemorativos del final de la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados, por un lado, y las tropas soviéticas, por otro frente, derrotaron a las fuerzas de Adolf Hitler. Este viernes se cumplen 80 años de esa victoria.

            En esa misma fecha, en 1950, después de cinco años de durísima reconstrucción física y anímica, el ministro francés Robert Schuman (1886- 1963) presentó la declaración que lleva su nombre y que significó el inició de la cooperación europea. La meta era reemplazar las armas por el diálogo, por los planes conjuntos, por la cooperación económica y política entre los antiguos rivales.

            Schuman, con raíces germanas, tuvo la valentía de proponer un tratado con Alemania, la misma nación que años atrás asesinó a sus compatriotas. Encontró a otro gran visionario, Konrad Adenauer. Ambos, como no podía ser de otra manera, afrontaron las hostilidades internas, el descrédito de otros líderes europeos y muchos obstáculos.

            Al primer paso siguieron otros y otros hasta conformar la Unión Europea, el mejor ejemplo mundial de que la convivencia entre viejos enemigos es posible y beneficia a las mayorías. La UE se mantiene, a pesar de las muchas dificultades.

            La invasión de Rusia a Ucrania y la presión de Vladimir Putin contra mandatarios de exrepúblicas soviéticas es el miedo a que la vivencia de la libertad y de los derechos humanos alcance a más países.

            La Unión Europea ha sido y es en varios asuntos el principal aliado de Bolivia, aunque el (No) Estado Plurinacional de Bolivia se empeñe en enturbiar esas relaciones o en apoyar la violencia rusa (y los mercenarios y soldados norcoreanos) contra un país pequeño.

            Rosángela, más famosa como Connie, era una permanente defensora de los caminos pacíficos, de la vía cooperativa en lugar de la confrontación.

            Ella solía asistir a las recepciones con su esposo, el diplomático Rafael Echazú, y con su madre Yolanda, tan pequeña y flaquita como una colegiala; tan grande en su verso que sus contemporáneos la bautizaron como Yolanda de América.

            Cuando tocaban el Himno Europeo, la Oda a la Alegría de Friedrich von Schiller universalizada por Ludwig van Beethoven parecía que finalmente la humanidad había aprendido la lección.

            Todo sonaba a belleza. Schuman era casi igual al apellido de Robert Schumann, uno de los más amados compositores de Connie. Ella, como parte de las mujeres de su familia, fue una gran pianista. Sin alborotos, como era todo lo que hacía, tocó hasta su vejez. Era parte del grupo extraordinario de pianistas como Graciela Rodo Boulanger. Las montañas multicolores paceñas conocieron esas veladas exquisitas.

            La letra de la Oda de Schiller, publicada en 1786 (es decir antes de la Revolución Francesa) era un canto al anhelo humano de igualdad, libertad, fraternidad y una confianza infinita en la capacidad de hermandad entre los seres humanos. Esas rimas son un retrato de Connie, fraterna con todo otro ser humano, amante de la libertad como fueron sus padres, abuelos y la extraordinaria estirpe de los Bedregal, sencilla.

            ¡Alegría! ¡Alegría!, Freude, Freude. Esa era la risa permanente y cantarina de Rosángela. “Quien ha tenido la fortuna de tener un amigo”, continúa el Himno a la Alegría. Como expresaban colegas, alumnos, familiares, admiradores, qué hermoso fue tener una amiga como ella. Ella podía recitarlo en los seis idiomas que practicaba, incluido el hebreo literario.

            Cuando la Unión Europea escogió a la Novena Sinfonía como su canción oficial mandaba un mensaje a todos los guerreristas. Así como Alemania/Austria generó las almas perversas de las SS, así también engendró a un maestro como Beethoven, no solamente un genio musical sino un defensor de la hermandad.

            Connie era seguidora de ese espíritu. Por años fue profesora de alemán en el Goethe Institut, otra entidad que lleva el nombre de un poeta que buscó los valores de la humanidad. Ahí una anécdota. En la mañana, ella era alumna de filosofía de Huáscar Cajías, por la tarde era su maestra pues él decidió aprender el idioma para apoyar a sus hijos, escolares del Deutsche Schule. Ambos supieron manejar perfectamente cada rol, que incluía la amistad de Huáscar con los Bedregal y Gerd Conitzer.

            Connie frecuentaba sin rencor el ambiente alemán, aunque su padre había sido prisionero en un campo de concentración. Pudo llegar a Bolivia como otros judíos en 1939. Pronto se hizo famoso porque vendía libros de casa en casa. Los había leído todos. Él también dominaba cuatro idiomas.

            Rosángela nació el 25 de julio de 1945, en los estertores de la guerra. Su padre era conocido como el Gringo Chukuta, por su integración a la cultura paceña. Su madre Yolanda era pintora, música, poetisa. Connie la convocó en sus últimos instantes: “mamá, mamá”, cuando era trasladada a la clínica por su hija Natalia. Ella, Alejandra, los nietos saben que murió en paz, como vivió, rodeada de amor.

lunes, 5 de mayo de 2025

LO QUE EL PLAN CÓNDOR NO LOGRÓ, LO CONSIGUIÓ EL GRUPO DE PUEBLA

 

            El Primero de mayo de 1972, la convocatoria circuló cara a cara. Algunos periodistas la conocieron. Jóvenes aprendices se sintieron parte de aquella red susurrada al oído: a las doce, en la plaza Venezuela, frente a la sede de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y de la Central Obrera Boliviana (COB).

Más abajo, en el edificio de la Confederación Sindical de Trabajadores Fabriles (CSTFB) también se percibían movimientos sospechosos. En los alrededores tenían sus locales los panaderos, periodistas, constructores, bancarios, gráficos.

Era el mismo vecindario donde fue fundada la Sociedad de Obreros “El Porvenir”, cuyo escudo colgaba orgulloso cerca de la Plaza Murillo. En 1907 fue una de las primeras voces para recordar el Día del Trabajo. Al inicio hubo veladas culturales. Poco a poco fueron las concentraciones, marchas, protestas, rebeliones. Socialistas, marxistas y anarquistas aprovechaban el Primero de Mayo para anunciar la revolución.

Más tarde, con la experiencia durante la Guerra del Chaco, los primeros sindicatos mineros, el empuje del nacionalismo, la fecha consagrada para recordar a los mártires de Chicago adquirió sellos de grandeza. Vociferantes trabajadores, hombres, mujeres y sus familias bajaban en tropel anunciando una nueva era de mayor felicidad para el proletariado y para la Humanidad.

            El 9 de abril de 1952 la clase obrera creyó llegar al paraíso. El 17, cuando aún estaban calientes los fusiles, fue fundada la COB. Mantuvo la unidad, a pesar de las presiones oficialistas para coptarla, como sucedía con las organizaciones argentinas bajo el peronismo; o para dividirla, como pasaba en la mayoría de los países latinoamericanos con las centrales obreras paralelas.

            El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), intentó formar grupos disidentes y debilitar a la FSTMB. Inventó esbirros, sindicatos controlados, congresos amañados. No logró vencer a la democracia obrera y a la independencia sindical. Reprimió, encarceló, asesinó, pero el proletariado boliviano mantuvo altiva la cabeza.

            En 18 años de gobiernos militares hubo masacres en las minas, en los barrios obreros, en las universidades. La etapa más dura se dio desde agosto de 1971, como una reacción al poder representado por la Asamblea del Pueblo.

            En mayo de 1972, los obreros convocaron a la concentración como señal de presencia. El acto duró pocos minutos, breves discursos, banderas tricolores al viento. Un corredor humano protegía al principal orador, el dirigente minero del Partido Comunista, Oscar Salas.

            El sistema represivo se agudizó por el avance de las dictaduras en Uruguay y en Chile. Nada fue comparable con lo que sobrevino cuando los militares ocuparon la Casa Rosada en 1976.

            Con el aliento de Washington se implementó el Plan Cóndor o la Operación Cóndor para erradicar toda sombra de sindicalismo independiente, de partidos de izquierda, de prensa contestataria, de curas rebeldes, de artistas atrevidos.

En Bolivia, Hugo Banzer Suárez en su fase más brutal mandó tropas a las minas. Los dirigentes fueron apresados o expulsados a Chile, donde gobernaba Augusto Pinochet. Desde 1974 intentó reemplazar a la COB con los llamados “coordinadores laborales” puestos a dedo. También llevó repetidoras del oficialista Canal 7 a los campamentos para adoctrinar a la población. Fracasó en sus aspiraciones.

Los mineros mantuvieron sus organizaciones dentro y fuera del socavón. El Comité Ejecutivo de la COB en la clandestinidad siguió reuniéndose. Juan Lechín y otros líderes lograron burlar los controles fronterizos. Fueron las esposas de los mineros las que arrancaron la amnistía general. La COB derrotó al golpe de noviembre de 1979. Fueron los sindicalistas los que mantuvieron la actividad política para frenar a los narcos en 1980.

El Primero de mayo de 1983, una inmensa multitud se descolgó desde las laderas hasta San Francisco. En todo el país los obreros marcharon del brazo de los campesinos ya unificados en una central única; capas medias, intelectuales, dulceros, salubristas, maestros entonando los cánticos revolucionarios, portando cartelones y banderas.

Hasta 2006, a pesar de su creciente debilitamiento numérico y protagónico, la COB mantuvo su esencia: defensa de las clases populares/proletarias; independencia de clase de cualquier gobierno; unidad.

            En 2025, una COB decrépita se mueve entre vehículos chutos regalados por presidentes o ministros; hoteles alojamientos financiados con dinero público; paseos del brazo con gobernantes; salarios superiores a los de la gran mayoría de los bolivianos. El Movimiento al Socialismo logró lo que no pudieron las dictaduras. Igual sucede en la región. El Grupo de Puebla ha desarticulado en 20 años lo que costó formar en un siglo.

viernes, 25 de abril de 2025

DE LA AVENIDA CENTENARIO A LA AVENIDA BICENTENARIO

 

            Arriba, en la pared de una casa, cuelga un aviso con una foto de Luis Arce Catacora luciendo guirnaldas y disfrazado de técnico de la Empresa Pública Social de Agua y Saneamiento (EPSAS). El anuncio hace referencia a la renovación de alcantarillado en la avenida Ecuador, la ruta vertebral del barrio de Sopocachi, en La Paz, la antigua Avenida Centenario. EPSAS surgió de un complejo proceso para sacar a Aguas del Illimani y tiene un alcance al espacio metropolitano paceño.

            ¿Qué tiene que ver el mandatario del (No) Estado Plurinacional con las tareas que durante décadas eran responsabilidades directas o indirectas del municipio? ¿Se imaginan a Ismael Montes en esos afanes, o a Víctor Paz Estenssoro? Luis Arce tiene un afán desmedido de aparecer. Quizá le aconsejaron que si su rostro se repite subirán sus bajos niveles de popularidad. Al revés, los resultados del trabajo subrayan su incompetencia.

            Hace poco, en la recta de la Avenida Costanera, aparecía un banner donde él abrazaba al vicepresidente David Choquehuanca, en la típica imagen paternalista del criollo sobre el indio. Difícil una foto contraria: Choquehuanca apapachando a Arce. Hugo Chávez arropaba a Evo Morales como a su “indio”; nunca a la inversa.

            Más allá, enormes vallas muestran al alcalde Iván Arias, sonriente, con flores rebasando su garganta, rodeado de gentes. Anuncia sus “grandes obras para La Paz”. Es otro que sueña con la reelección. ¿Creerá que su gestión ha aportado al bienestar de la sede de gobierno? ¿Creerá que sólo “unos cuantos” de la zona sur son los que se quejan?

            Mientras la realidad acumula tristes datos duros.

            En el ciclo que se abrió en enero de 2006, el territorio boliviano vivió el deterioro de la calidad de vida: el capitalismo salvaje, los incendios descontrolados, las sequías, la deforestación. En 2019, el extremo de la catástrofe provocó la reacción ciudadana como prólogo para sacar a Morales del poder. En 2024, las quemas revelaron la complicidad entre autoridades y traficantes de tierras, la relación de avasalladores con mafias, con estructuras delincuenciales.

            En las ciudades, las gestiones municipales se han aplazado, salvo el caso de Cochabamba. En La Paz, el fracaso de Arias y de su equipo es aún más frustrante porque había una acumulación de 20 años de cultura ciudadana, de prevención de riesgos, de ejemplar gestión de las actividades artísticas, la expansión de áreas verdes y una apertura a mejores indicadores de desarrollo humano.

            Hace un siglo, cuando comenzaba la expansión del barrio más bonito y original paceño, cuando autoridades y propietarios combinaban confort, belleza, vista hacia el Illimani, se trazó la Avenida Centenario. Es una calle suficientemente ancha, serpenteante, plana, conectando las cuestas de la Aspiazu, la Guachalla, la Rosendo Gutiérrez, la Belisario Salinas, la Pedro Salazar, los nombres de los liberales que tenían educación y decencia. Todas arborizadas, uniendo su verdor a las muchas plazas, a las chacarillas, rosales y jardines de las casas donde moraban poetas, músicos, profesores, industriales, comerciantes mestizos y migrantes, libreros, parroquianos.

            La Avenida Centenario, denominada años más tarde como Avenida Ecuador, terminaba en el mirador de El Montículo, la parada del tranvía 2. Aunque a la vez continuaba hacia la plaza España, los recovecos que unían con Llojeta (el proyectado Parque Forestal), el inestable barrio de Tembladerani y senderos hacia El Alto.

            En este Bicentenario, Arias ha emprendido hace 18 meses, el mejoramiento de tres o cuatro cuadras de la calle Abdón Saavedra, paralela a la Centenario/Ecuador. Una absurda tardanza que ha afectado a los vecinos y a la circulación vehicular. Es una historia digna del populismo, muy larga y el lector se cansará de los detalles. Eso sí, grandes banners con el rostro del Negrito. Para la propaganda personal de Arias sobra dinero.

            Desde enero, las entidades emprendieron el destrozo de los adoquines de la cuadra Aspiazu-Guachalla. Un barrial de varias semanas para que al final queden jorobas en vez de calzadas. La tarea continuó otras cuadras, cada cual rematada al gusto del capataz de turno. El conductor encontrará más baches que prosperidad.

            La Avenida Centenario era un símbolo del progreso, de la estética, de la modernidad, similar a las calles paralelas 20 de Octubre, 6 de Agosto y Aniceto Arce que unían el centro con la expansión urbana hacia San Jorge, Obrajes, Calacoto.

            El Montículo, una suave colina desde donde se divisa en 360 grados todo el paisaje fantástico de la ciudad de colores, cielo brillante y al guardián Illimani, era el resumen de ese deseo de combinar naturaleza, ciencia y bienestar. La pequeña capilla, los bancos, los árboles, las glorietas eran el escenario para imaginar poemas, escuchar retretas, enamorar, o simplemente caminar bajo el rumor del follaje.

            En este Bicentenario, como en todas las calles y plazas paceñas, la maleza ahoga a las pocas flores que sobreviven al descuido de los dueños de perros, la sobrepoblación canina del parque que ya no alberga a niños ni a escritores. Los pastos crecen entre las piedras y los adoquines. Ya se cayó un muro antiguo; en otros lugares hay el mismo descuido.

            Arias fue fruto del voto equivocado, del voto “contra el MAS”. Cuidado para los próximos comicios, los demagogos no son sólo los azules.

 

jueves, 24 de abril de 2025

MÁS ALLÁ DEL FUEGO”

 

PRESENTACION DEL DOCUMENTAL

“MÁS ALLÁ DEL FUEGO”

LUPE CAJÍAS, La Paz, 23 de abril de 2025

         Aún estaba caliente el cuerpo de Jorge Bergoglio, cuando los canales y radios del mundo interrumpieron sus transmisiones para analizar su legado. Siguieron las polémicas: hizo poco o mucho por Gaza o por Ucrania, sus reformas fueron lentas o intensas.

         La mayoría de los entrevistados (expertos o simples transeúntes) coincidían en destacar una de sus preocupaciones: el cuidado de la Casa Común. La Carta Encíclica “Laudato Si, mi Signore, Alabado seas mi Señor”, recuerda al canto de San Francisco de Asís, el patrono de los ecologistas y da seguimiento a las líneas trazadas por el papa obrero Juan XXIII hace medio siglo.

         Antes de muchas teorías o de los actuales fundamentalismos para mirar asuntos relacionados con el clima, el medio ambiente, el aire, la tierra, el agua, San Francisco se preocupaba por esa casa compartida, hermana como el sol y como la luna, madre que cuida, abraza, da sustento, da alegría con sus colores y sus productos.

         El texto de la Encíclica es un poema y a la vez una potente voz para mirar hacia adentro. ¿En qué momento los hijos de esa madre, los hermanos de los árboles y de las hierbas se sintieron los dueños y decidieron abusar de sus dones, de sus bienes, de sus potencialidades?

         En esa misma mañana de lunes santo -cuando comenzaba a escribir este comentario- caía una tormenta sobre La Paz. ¿Desde cuándo llueve en abril? Cuando éramos niños, adolescentes, incluso ya adultos, disfrutábamos la luz de ese mes, el más propicio para viajar, para salir de excursiones. Ni tan caluroso, ni tan lluvioso, ni tan frío, ni de vientos: Abril.

         El ser humano se despoja de su bien mayor, la naturaleza que le brinda calidez, amor, dudas, reflexiones, pasiones.

         Hace algunas semanas, cuando padecimos en la ciudad derrumbes y mazamorra, el geógrafo francés Huber Matzurec, con experiencia mundial y estudioso de la realidad de esta urbe de ríos, riachuelos y estoraques de tierras deleznables, explicaba que no existen “desastres naturales”. Los desastres los producen los hombres con sus ambiciones, sus descuidos, la falta de planificación, la demagogia, el desprecio por las relaciones entre los elementos de la naturaleza.

         El documental que hoy veremos: “Más allá del fuego” es un esfuerzo para mostrar que los incendios que padecen los habitantes del norte, del este y del sureste de Bolivia no son casuales ni maldades de la naturaleza. Enfatiza el rol heroico de los bomberos voluntarios, la pasividad de las autoridades y da cifras estremecedoras.

         En pocos minutos -el tema da para un serial con varias temporadas- los autores logran conmover con los efectos de largo alcance de cada quema provocada. Es un video para difundir, para aprender; también para debatir, para criticar como alientan sus autores en cada presentación.

         Es una tradición prender pasturas y hierbas para preparar nuevas siembras o ampliar espacios ganaderos. Hasta el fin del siglo pasado, la práctica provocaba un molesto humo, en algunos años muy intenso, algunos accidentes o el cierre de aeropuertos.

         Poco a poco, los incendios fueron adquiriendo el rostro más perverso de modelos económicos que violentan a esa Madre Tierra: desforestación, ampliación desmedida de las fronteras agrícolas, siembras de productos agroindustriales en escalas superiores a lo que puede soportar un manejo adecuado.

         En estos últimos años, el tráfico de tierras tiene nombre y apellido y revela el incumplimiento de las instituciones que deberían regular la propiedad y el trabajo. Incluso hay leyes que alientan los incendios. La prensa cruceña, especialmente el matutino “El Deber” denunció esas prácticas, con valentía, porque las nuevas mafias no respetan a periodistas ni a investigadores.

         El documental muestra los ejemplos más emblemáticos y la lucha titánica de los bomberos para enfrentar este infierno moderno. Es una convocatoria a todas las personas de buena voluntad, como denominaba el papa Francisco a las personas solidarias.

Hace 60 años, Noel Kempff Mercado advertía que la tala descontrolada de árboles para ampliar los barrios, las disputas perversas por terrenos, la aparición de loteadores -muchas veces con rostro de migrante- anunciaba el final de la calidad de vida que conocía Santa Cruz y el país.

Probablemente acá están reunidos los convencidos. Falta sacar estas exhibiciones hasta donde se reúnen los actores públicos o privados responsables de este ecocidio por obra o por omisión. Es un llamado a la conciencia ciudadana, antes que el suicidio colectivo toque nuestra puerta, casa por casa.  

viernes, 11 de abril de 2025

CUATRO VOCES, CORALES Y SOLISTAS

 

            Es una buena noticia escuchar voces femeninas fuertes, sin lamentos, como registra el último número de la Revista Análisis e Investigación de la Carrera de Ciencias Políticas y Gestión Pública de la Universidad Mayor de San Andrés, con el auspicio de la Fundación Seidel.

El editor, Franklin Pareja, seleccionó cuatro testimonios: Jimena Costa, politóloga; Cecilia Requena, defensora de la calidad de vida; Adriana Salvatierra, parlamentaria y Claudia Soruco, periodista. Sus trayectorias hablan por ellas. Sus voces resumen intensos momentos de la construcción de la democracia en Bolivia.

            Costas y Requena vivieron casi siempre en la sede de gobierno. Vivir, estudiar, trabajar, hacer política acá es muy diferente a tener esa experiencia en Cobija o en Puerto Suárez. Pasaron los años claves de su adolescencia bajo regímenes militares, esos 18 años sin prácticas democráticas (salvo fugaces gobiernos civiles).

Costas da datos concretos para describir las aguas pantanosas de la política, lo que le tocó enfrentar circunstancialmente con Samuel Doria Medina y su entorno y con Oscar Ortiz. Utiliza un lenguaje sin autocensura, audaz. Examina el día a día aprovechando la normativa vigente; se apoya en las leyes aprobadas en relación con la participación política de la mujer en estos 42 años de gobiernos constitucionales y las contrasta con la realidad dentro de la Cámara de Diputados.

            Requena relata su trabajo y sus opciones por determinadas urgencias desde los años 80 para defender la calidad de vida, la sostenibilidad, desde Bolivia con claves mundiales. Presenta su activismo en la sociedad civil hasta el desafío de ocupar un lugar en el Senado de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Sin quejarse, reafirma su compromiso. Sus vivencias dejan en el lector la sensación de estropicio en esta legislatura que culmina en pocos meses.

            Por su parte, Adriana Salvatierra y Claudia Soruco alzan sus voces desde la región: Santa Cruz de la Sierra e Irupana. Ambas lucen su juventud; su lenguaje es de una generación que creció en un ambiente político diferente a los años 70.

            La edad de la toma de conciencia, de las preguntas y de las definiciones la pasaron casi por completo bajo el régimen del Movimiento al Socialismo y con un solo presidente, Evo Morales.

            Son voces solistas. Quizá no pueden sentirse representantes de una generación que se alejó de la militancia política. Desde su calidez, casi ingenuidad, nos develan otras formas de ver Bolivia.

            Aunque Adriana no vivió directamente bajo la bota militar, pertenece a una familia de luchadores sociales, que padecieron los rigores de la clandestinidad, la cárcel, el exilio. Veinteañera enfrentó una encrucijada que la colocó en la cima y en la sima. Su visión enfatiza la teoría y los ejemplos regionales.

Claudia no es protagonista sino testigo, como periodista. Ejemplifica los avances en cifras de la presencia femenina en diferentes niveles del quehacer político. Sin embargo, también ejemplifica la instrumentalización de esa presencia. Mujeres para llenar listas, para la foto; no para la propuesta, para el pensamiento, para las principales vocerías.

            Destaca a varias diputadas que han logrado presencia en los últimos años. Subraya que Cecilia Requena fue una parlamentaria excepcional. Nota la timidez generalizada para participar en debates sobre temas complejos, como los económicos. Comenta el hundimiento del parlamento en noticias de acoso y violencia sexual, agresiones verbales y físicas y el espectáculo de mujeres peleando a puñetes en la testera. La degradación ha alejado la participación de los mejores. Similar o peor escenario se transmite en las asambleas departamentales y en los consejos municipales. Se cumple con cuotas legales sin cuidar los méritos de las seleccionadas.

Las cuatro se distancian de la victimización mujeril, pero no dejan de lado los obstáculos que una boliviana tiene que vencer para poder competir en el espacio donde desarrolla sus apuestas profesionales, ideológicas, participativas.

            Esta edición sale en vísperas de las definiciones electorales. Los partidos políticos tienen la oportunidad de cumplir la normativa y a la vez de potenciar la presencia femenina de calidad en la política.

¿Falta mucho para cambiar mentalidades, para que no se pongan de florero a mujeres y a indígenas? ¿Cuándo se hablará de personas, de seres humanos, sin tener que marcar las diferencias biológicas, étnicas, regionales, religiosas?           

 

viernes, 4 de abril de 2025

BICENTENARIO SIN PRESOS NI PERSEGUIDOS POLÍTICOS

 

            En este mes, abril de 2025, Bolivia ingresa simultáneamente en el último tramo para festejar el Bicentenario de la organización de la república y en la definición de fechas, candidaturas y listados para las elecciones generales de agosto.

            Doscientos años es un aniversario irrepetible. Hay iniciativas públicas y privadas para celebrarlo: desfiles, encuentros regionales, publicaciones académicas, seminarios, conferencias, muchos discursos.

            Por otra parte, las próximas elecciones presidenciales serán las décimo primeras de la etapa constitucional más larga de la historia: 42 años cumplidos, un semestre y algunos días. A pesar de muchos sobresaltos y crisis, la democracia sobrevive. Las tendencias totalitarias no han logrado ahogar el enorme esfuerzo de sucesivas generaciones, a lo largo y ancho del territorio, para defender el precario Estado de Derecho

            El presidente del Estado Plurinacional Luis Arce Catacora tiene, en ese contexto, una de las últimas oportunidades para virar la imagen negativa de su gobierno y darle un cariz de reconciliación nacional. Puede descomprimir el caldeado ambiente político -que tanto gravita en la incertidumbre económica- dictando una amplia amnistía para que los bolivianos desterrados puedan volver a su país sin miedo; para que las cárceles se vacíen de los presos por causas políticas y sindicales. Para que los bolivianos celebren la firma del Acta de la Independencia con libertad, igualdad y fraternidad.

            Este acto de generosidad tiene varias aristas. En el aspecto legal puede convocar a una comisión de constitucionalistas notables, presidida por el ministro de Justicia César Siles, para que diseñe una hoja de ruta coherente.

            Existen exiliados desde 2003. Más de dos décadas sin poder retornar a sus hogares; ni siquiera sus familiares. Es el tiempo de destierro más largo desde 1825. Cifra que representa la mitad de los años de democracia. ¿Cómo es posible que esto suceda? ¿En qué momento la sociedad ha internalizado ese dato como parte de la normalidad?

            Ninguno de los presuntos delitos que se les atribuye tendría un castigo tan extenso.

Además, hay personas que fueron forzadas a salir de Bolivia por el solo hecho de haber sido leales a Gonzalo Sánchez de Lozada, presidente constitucional. Para los que se rebelaron contra su mandato hubo perdón.

            El otro grupo más numeroso de presos y exiliados está relacionado con los hechos de 2019. Se castiga el levantamiento pacífico de la ciudadanía contra una larga lista de irregularidades, agravadas por el desconocimiento del resultado del referéndum de 2016.

Ningún proceso judicial, un lustro después, pudo probar que hubo un golpe de estado. Al contrario, el propio gobierno actual denuncia una serie de mentiras que fueron fabricadas por anteriores autoridades, como la existencia de un “mar de gas”. Así también se desbarató el inmenso montaje en torno al llamado caso de terrorismo en el Hotel Las Américas.

            ¿Qué pasó en Senkata y en Sacaba, en Montero, en los incendios a casas particulares, en la quema de buses municipales, en las convocatorias a una guerra civil? Solamente un debido proceso podrá aproximarse a la verdad y a las responsabilidades. Será posible cuando existe un poder judicial independiente.

            El apresamiento de la exmandataria constitucional Jeanine Añez, el secuestro del gobernador Luis Fernando Camacho, la detención de Marcos Pumari en una cárcel destinada para los presos más peligrosos fueron condenados por organismos internacionales como violación de derechos humanos.

            Existen presos por protestas sociales, de los cuales el caso de César Apaza de APDECOCA es uno de los peores. Informes independientes revelan que en el país existen casi 300 presos políticos, incluso dos menores. La sede de la Asamblea de Derechos Humanos está cercada por la policía desde hace 20 meses.

            ¿Hasta cuándo? El presidente Arce tiene la oportunidad de iluminar ese panorama sombrío. Un gobierno antiimperialista no necesariamente tiene que ser autoritario, como ejemplifican Uruguay o Chile.

            La reconciliación nacional y los nuevos pactos serán fundamentales para que el próximo régimen enfrente la actual crisis. Quien quiera que gane tendrá que asumir duras medidas económicas. Si el tejido social está más pacificado, podrá conseguir avanzar. El Bicentenario podrá ser un Jubileo o una bufonada.

           

           

viernes, 28 de marzo de 2025

LAS CÁRCELES SALVADOREÑAS, MEDIO SIGLO INFAME

 

            En 1980, en el exilio panameño, conocí el texto de Ana Guadalupe Martínez: “Las cárceles clandestinas de El Salvador”. Como decían sus compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en ese país el boom de la literatura latinoamericana no llegó como novela sino en formato de este testimonio que se pasaba de mano en mano.

            Ana Guadalupe (Metapan, 1950) era hija de uno de los militares que se rebeló contra el dictador impuesto por Estados Unidos Maximiliano Hernández Martínez; su familia, a pesar de ser próspera, conoció el exilio. El relato de esta joven delgada y pequeñita impresionó a los tribunales internacionales sobre Derechos Humanos

            El Salvador, el “Pulgarcito de América” como lo retrató la poetisa Gabriela Mistral, no conoció períodos de democracia en casi toda su historia republicana. La cercanía con el imperialismo yanqui, la permanente presión demográfica en sus escasos kilómetros cuadrados, el poder de 14 familias terratenientes y sus representaciones políticas y militares frenaron las aspiraciones de los campesinos y de las capas medias.

            Ana Guadalupe- cuyo nombre permanece en nuestra familia en su homenaje- luchó desde la actividad estudiantil contra la dictadura militar salvadoreña. En 1978 fue secuestrada por agentes vestidos de civil de la Sección Segunda de la Guardia Nacional y desaparecida por nueve meses. Estuvo sometida a todo tipo de vejámenes: torturas con corrientes eléctricas en sus partes íntimas, violada reiteradamente, encerrada en una celda a oscuras, esposada de pies y manos, muchas veces desnuda.

            Ella publicó su testimonio con el apoyo del comandante Joaquín Villalobos. Ambos lucharon para unificar a los grupos en el Frente por la Liberación Nacional Farabundo Martí (FMLN) durante los intensos años de guerra popular prolongada. Después fueron parte esencial de las negociaciones diplomáticas para firmar la paz en 1992.

            La democracia salvadoreña dio paso inicialmente a la representación civil de los represores bajo el partido ARENA, los mismos que habían mandado ajusticiar a Monseñor Oscar Arnulfo Romero el 24 de marzo de 1980 (dos días después del martirio de Luis Espinal) y de más de 70 mil muertes en una década.

            En medio del conflicto, decenas de familias fueron desplazadas de las zonas rurales a la ya desbordada capital San Salvador. Los jóvenes vivían a sobresaltos porque eran blanco de la represión militar por sólo ser muchachos. Muchos escaparon hacia el norte. Fueron clandestinos en Los Ángeles, donde aprendieron de las pandillas de ese territorio, el uso fácil de las armas, la delincuencia como única forma de sobrevivir.

            En los años 80 el libro de Martínez era leído por casi todos los salvadoreños y los centroamericanos y se convirtió en un impulso de resistencia, denuncia e incluso de ingreso a la guerrilla. En los años 90 fue texto en las universidades. Se lo analizaba como parte de la literatura testimonial, junto a los escritos del poeta Roque Dalton. Se lo tomaba en cuenta en las carreras sociales, de historia, de ciencias políticas.

            Hace pocos meses, una encuesta mostró que actualmente sólo el 33 por ciento de los jóvenes conocen la historia de Ana Guadalupe y de los presos desaparecidos salvadoreños.

            Mientras ella y Villalobos salieron del FMLN desilusionados por los niveles de corrupción del antiguo grupo guerrillero cuando llegó al poder. Mauricio Funes (2009- 2014) y Salvador Sánchez Cerén (excomandante Leonel) (2014-2019) son otro ejemplo de la incapacidad de la izquierda para gobernar y para mostrar un rostro honrado.

            Como sucede en Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Ecuador, la victoria legal de la izquierda fue la gran desilusión. Más saqueo de las arcas públicas, más represión, más inseguridad callejera.

            Mientras decenas de jóvenes eran deportados y formaban las temibles maras como la Salvatrucha o MS13, que nació en Estados Unidos. Reclutaron a la fuerza o voluntariamente a desocupados y a excombatientes. Gobernaban las calles y las comunidades sembrando terror.

            Con ese panorama, el presidente Nayib Bukele (2019) logró organizar un amplio sistema represivo. Son las nuevas cárceles que maltratan por igual a pandilleros o a adolescentes inocentes, que no tienen derecho a ningún tipo de defensa.

            Sin embargo, las cárceles de Bukele son presentadas como un éxito de los tiempos modernos. No existe una Ana Guadalupe Martínez que denuncie al mundo lo que allí sucede. Mucho menos se difunde la responsabilidad de las políticas estadounidenses en Centroamérica como el germen de la violencia que tiñe esa región.

           

miércoles, 26 de marzo de 2025

LA REPRESION DEL MNR

 

DE LA REPRESIÓN AISLADA A LA REPRESIÓN SISTEMICA EN LOS GOBIERNOS DE LA REVOLUCIÓN NACIONAL

 

LUPE CAJIAS

MARZO 2025

SEMINARIO: GUERRA, VIOLENCIA Y NACIÓN

FACULTAD DE HUMANIDADES, CARRERA DE HISTORIA

UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRÉS

            La violencia política es un ingrediente infaltable en las sociedades, aún en las más pacíficas. Suecia se estremeció cuando su tranquilidad fue perturbada por el asesinato del primer ministro Olof Palme en 1986; el líder socialdemócrata salía de un cine sin escolta, como prefería. La muerte del referente de la defensa de los derechos humanos horrorizó a su país que sintió que con el magnicidio había “perdido la inocencia”. El estado de bienestar mostraba su grieta.

            Mahatma Gandhi había luchado contra el imperialismo inglés durante casi toda su vida. Practicando la desobediencia civil no violenta logró arrinconar a la arrogante monarquía británica. Venció años de persecución y cárcel; a la soledad y al hambre. Sin embargo, un fanático hinduista lo asesinó cuando iba a rezar.

            Son muchos los ejemplos que se pueden citar a lo largo de la historia, más aún en un momento en que el genocidio televisado de los judíos contra los palestinos en Gaza y los territorios ocupados de Cisjordania nos muestra que el horror de la Segunda Guerra Mundial retorna con toda su furia.

            Las naciones de América Latina y del Caribe conocieron los grados de violencia política desde sus inicios. Aunque, la maldad no alcanzó la sofisticación de los estalinistas o de los nazis o del actual ejército israelí. Todavía en el continente no hemos contemplado los horrores de una guerra fratricida como haca pocos años en Bosnia o el exterminio de 800 mil tutsis en Ruanda en 1994.

            El escritor judío austriaco Stefan Zweig alertaba un siglo que la falta de tolerancia hundirá a la humanidad. Muchas de sus biografías son un relato de la ausencia de ese valor que enfrenta a los seres humanos por tierra, por dioses, por ideas, por ambiciones.

            Zweig citaba al teólogo humanista Sebastien Chateillon cuando condenó hace cinco siglos la ejecución de Miguel Servet por los calvinistas en Ginebra. “Matar a un hombre no es defender una doctrina; es matar a un hombre.” No defendieron una doctrina, quemaron a un ser humano, describió Chateillon en su texto. Servet, junto a Giordano Bruno, también incinerado, son mártires universales por la libertad de pensamiento.

            Esta frase acompaña como telón de fondo a esta ponencia.

            Bolivia fue gestada entre la sangre y la muerte y nació en un parto doloroso, como todo alumbramiento. Los enfrentamientos y los asesinatos se sucedieron a lo largo del siglo XIX. En su texto “Las matanzas de Yañez” (1861) Gabriel René Moreno relata los niveles de esa violencia política. Sin embargo, como señala claramente este escritor cruceño, el pueblo no aceptó la represión cobarde, el ajusticiamiento de personas que estaban indefensas en una prisión. Un mes más tarde, una turba anónima vengó a los muertos del Loreto.

            Después los ciudadanos se retiraron a sus domicilios impidiendo así que su acción fuese aprovechada para el beneficio de algún político.

            Jaime Paz Zamora describía al pueblo boliviano como esencialmente tierno, capaz de ser solidario con el perseguido, con el prisionero. Decía que esa ternura salvaba situaciones dramáticas, cuando un carcelero ayudaba a pasar una nota entre las rejas; cuando una comerciante ocultaba a un estudiante desconocido; cuando un empresario asilaba a un sindicalista.

            El fabril comunista Max Toro contaba que el trato de los esbirros bolivianos no pasaba ciertos límites; quizá porque más tarde podrían estar ellos en los bandos vencidos. Una gran diferencia con la actitud de los sicarios argentinos.

            Quizá algunas características de la sociedad boliviana, como los tejidos familiares, vecinales, comunales, se convierten en barreras de un descalabro mayor en tanta historia de golpes de estado y violencia callejera.

            También es posible añadir que la sociedad boliviana es más parecida al formato “tinku”; es decir el enfrentamiento temporal, ineludible y ritualista, que a la opción por la lucha armada o las guerras populares permanentes. No han tenido éxito acá las iniciativas aisladas como si se pudieron desarrollar en Centroamérica, especialmente en Guatemala, país con indicadores demográficos y sociales muy similares a los bolivianos.

            Martha Irurozqui escribió un ensayo (2009), más detallado y profundo que estas pinceladas, sobre la legitimación o la deslegitimación del ejercicio público de la violencia política de gobernados y de gobernantes y de personas y sobre las diferencias entre el militarismo- o sea la potencial acción armada profesional y aceptada- y las protestas civiles.

            Una puede significar “defensa del orden” y la otra revolución, o viceversa.

            En su texto desmenuza el uso de la violencia a lo largo de nuestra historia, particularmente a fines del siglo XIX cuando el país intentaba ingresar a la modernización económica y a la vez vivía intensas luchas civiles.

            También es importante recordar que los nacionalismos son señalados con frecuencia como sementales desbocados de los enfrentamientos más sangrientos en los últimos dos siglos de la historia de la humanidad. El autor cruceño Julio Antelo (2024) reúne autores de varias épocas que analizan estos extremos en su obra: “Alabanza y menosprecio de la libertad y la democracia”.

            Con esas escenografías de fondo, me situaré en algunos momentos de los primeros años de la Revolución Nacionalista boliviana

            El antecedente más importante es la vivencia de los jóvenes de todo el país en las trincheras de el Chaco. Muchas mentalidades fueron transformadas en su visión de país y muchos caracteres cambiaron sus seguridades hogareñas por impulsos apasionados y fanáticos.

            Le experiencia de ver morir y de matar dejó profunda huella en quienes fueron posteriormente actores principales o secundarios de los hechos entre 1935 y 1964, y aún más tarde.

            Igualmente es necesario ubicar estos acontecimientos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial con sus inconmensurables secuelas de muerte y destrucción. La humanidad conoció la furia de la que era capaz para defender creencias, ideas o emociones, aún y a pesar del propio hundimiento. Horrores sumados a los asesinatos masivos, los pogromos y las hambrunas que desde 1917 vivía la población en la Unión Soviética, que superaban la saña zarista.

            René Arce Aguirre en la biografía de Carlos Salinas Aramayo: “Un destino inconcluso” relata los crímenes de Chuspipata en 1944. El asesinato de este hombre de 43 años junto con otros parlamentarios y las otras muertes en la época de Gualberto Villarroel fueron el umbral de lo que se venía. Ninguno de los autores fue procesado y la sociedad, sobre todo paceña, no logró reconciliarse. Tonos lúgubres cayeron en muchos hogares. Decían que los huesos de esos muertos cloquearon por muchos años en las dependencias policiales.

            La respuesta del otro lado fue el magnicidio de Villarroel como una competencia de nuevos arrebatos colectivos. Los cables de las agencias internacionales rebalsaban de asombro al contar lo sucedido. ¿País de salvajes? O era la imitación criolla de la muerte del duce Benito Mussolini meses atrás, como especula Mariano Baptista por los testimonios recogidos.

            ¿De dónde salió la soga? Es una de las interrogantes que repetí ante varios entrevistados para entender cómo pudo pasar lo que pasó. Las respuestas fueron distintas y anecdóticas.

            Hace poco me obsequiaron un álbum de fotos de la guerra civil en Potosí en 1949, evidencia del grado de los odios que estaban desatados. No me animé a publicarlas para no dañar sensibilidades.

            En cambio, con todas sus víctimas, la revolución en abril de 1952 no alcanzó los grados de otras acciones armadas en el continente. Por ejemplo, las biografías de Francisco “Pancho” Villa y los cuentos de Juan Rulfo desmenuzan niveles de crueldad y de venganzas que marcaron con sangre a México hasta nuestros días. Herencia inevitable.

            Los episodios más dramáticos del nacionalismo revolucionario en el poder vendrían después de la victoria de la insurrección popular.

            La creación del Control Político al mando del cochabambino Claudio San Román (formado en represión por el propio FBI) y Adhemar Menacho y el uso de la policía -los carabineros- en la persecución a los opositores fueron las herramientas para sistematizar la represión política como un gran aparato burocrático. El chileno Luis Gayán Contador es el otro nombre que aparece en esta maquinaria. Él mismo torturaba personalmente a los presos.

            Es poco conocido el rol de los comunistas españoles como Francisco Lluch Urbano (oficial republicano), a quienes se atribuye la idea de crear milicias y campos de concentración. Ellos y un oficial llamado Mario Busch habrían tenido la experiencia en la guerra civil española, por una parte y en la Alemania nazi, por la otra. El decreto que creaba los centros de reclusión es de 1953.

            Aunque hubo intentos de investigación parlamentaria en 1965, existe poco material sobre la violación de los derechos humanos durante el gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), especialmente en el primer periodo de Víctor Paz Estenssoro (1952-1953). Los libros más conocidos son los de Mario Peñaranda, Fernando Loayza Beltrán, Hernán Landívar.

            Los campos de concentración funcionaron en lugares hostiles, geográfica y humanamente, pues estaban ubicados en el altiplano más frío y en zonas donde la población indígena o los sindicatos eran ampliamente favorables al gobierno. Salvo excepciones de caridad de algunas mujeres o la compasión de algunos dirigentes mineros, el preso no tenía esperanza de recibir ningún apoyo de la población civil de Corocoro, Uncía, Catavi, Curahuara de Carangas.

            Uno de los testimonios más completos y tristes es el escrito por Hernán Barriga Antelo: Laureles de un tirano, publicado en enero de 1965, poco después de la caída del MNR. Barriga relata en primera persona varios ejemplos y las circunstancias que vivieron los retenidos en las dependencias del Control Político, las cárceles y los campos de concentración. No todos eran militantes de Falange Socialista Boliviana; ni siquiera eran políticos. Varios estaban encerrados por algún conflicto con algún vecino que quería apoderarse de sus bienes, o porque eran hijos o padres de falangistas o porque algún jefe de comando quería apoderarse de sus bienes o de su comercio, como le pasó al propio Barriga. Otros eran héroes del Chaco, como Bernardino Bilbao Rioja.

            El esquema comenzaba en el propio Palacio de Gobierno y el primer brazo ejecutor era el Ministerio del interior, que también era de justicia. Federico Fortún Sanjinés es uno de los acusados de organizar los campos de detención y de definir el destino de los presos. Fortún llegó a ser presidente interino, condecorado por el gobierno franquista y en 1986 Paz Estenssoro declaró duelo nacional por su muerte en atención a los “servicios prestados a la nación”.

            El ministerio montó un amplio esquema de escuchas clandestinas; violación de correspondencia; archivos personales con todos los datos familiares, políticos y profesionales de los sospechosos; redes de espionaje con taxistas, peluqueras, lustrabotas, prostitutas; se quemaron redacciones de periódicos clausurados y se quemaron libros.

            Rafael Loayza estuvo encerrado en una celda oscura y solitaria durante tres años. Como sucedió en Argentina con militares reprimidos por el peronismo, el resultado fue que este oficial se convirtió en un represor durante la dictadura.

            Varios de los paramilitares de los años 70 eran hijos que habían visto sacar a sus padres a empellones, golpear a sus madres que los querían defender en medio de la noche, o que iban hasta Curahuara en trenes de carga, caminaban horas para probar suerte si podían ver a su padre, aunque sea desde lejos.

            Durante meses los detenidos eran trasladados de un lugar a otro, siempre con golpes y torturas; casi todos perdían entre 30 a 40 kilos, tenían sus cabellos y sus uñas largas, su piel ennegrecida. Eran obligados a masturbarse en medio del patio, a pesar de su debilidad, delante de los guardias embriagados. Varios se suicidaron. El MNR introducía “buzos” entre los presos para crear un ambiente permanente de sospecha. A varios los obligaron a jurar y a vivar al MNR y a torturar a sus propios camaradas. Los agentes les robaban anillos, relojes.

            Muchos de los exiliados nunca volvieron al país ni dejaron que sus hijos retornen a una patria tan desagradecida, como el caso de Alfonso de la Vega. Decenas de familias quedaron separadas para siempre.

            La tortura psicológica era otro instrumento. Fanny Caballero contaba cómo los agentes entraban a medianoche a su casa, revolvían todo, amenazaban a su madre, le lanzaban piropos obscenos. Al día siguiente le contaban a su padre preso el color del camisón de su mujer y las formas de sus hijitas para enloquecerlo. Él estaba preso solamente por alquilar un departamento en la misma casa donde murió Oscar Unzaga de la Vega.

            A otros presos les hacían escuchar los sonidos de un catre moviéndose rítmicamente haciéndoles creer que en ese cuarto del lado estaba su esposa. O los acosaban con burlas porque la enamorada, después de dos o tres años de espera, salía con otro joven. Un niño registró cómo su abuelo apuntaba con su propia pistola la cabeza de su madre, un mediodía cuando él volvía del colegio. “Antes que la lleven, yo mismo la mato”, decía el caballero.

            Aunque el MNR negaba, el control político alcanzaba a las mujeres en formatos que eran desconocidos. Ellas eran más fáciles de humillar, aún sin tocarlas, con el asedio de otras mujeres conocidas como “barzolas”, o con detalles como obligarlas a orinar y cagar en tarros de lata que quedaban en la celda o a no contar con ningún tipo de paño para disimular los rastros de la menstruación.

            En algunos casos llegaron a los golpes hasta destrozar riñones y pulmones. Un ejemplo famoso fue el de Elena del Carpio, a quien ni siquiera sus propias amigas emenerristas pudieron salvar y que vio a sus padres torturados para obligarla a firmar una declaración. Otra fue Graciela Iturri, prima de Unzaga, quien encaneció en pocos días de detenida; jamás quiso contar qué le pasó; nunca se casó.

            Muchas décadas después, quise entrevistar a una de ellas que aceptó dar testimonio. Cuando acudí a la cita en una casa de Obrajes, su familia me contó que estaba en la clínica. Con solo el recuerdo se había derrumbado y su corazón estaba en peligro. Me pidieron jamás volver.

            Los crímenes en la calle Sucre, en La Paz en 1959, en Terebinto, la presencia de paramilitares de Ucureña en Santa Cruz, las muertes de universitarios son temas que trato en detalle en la biografía de Oscar Unzaga de la Vega “Morir en mi cumpleaños”.

            En 1959, la emboscada y asesinato del movimientista Vicente Álvarez Plata, de 38 años, ex ministro de Asuntos Campesinos y responsable de Reforma Agraria, mostró que la represión podía alcanzar a militantes del partido si caían en desgracia. Existe un folleto sobre el caso. Entrevisté a sus familiares que nunca consiguieron esclarecer los sucesos. Los presuntos asesinos Paulino Quispe Wila Saco y Toribio Salas fueron amnistiados.

            En 1964 cayó el MNR, salieron los presos políticos, la casa de San Román fue incendiada y saqueada. Este oficial del ejército vivió asilado en el Paraguay de Alfredo Stroessner.

            Hubo algún intento de juicios sin resultados de largo plazo. El esquema represivo sobrevivió. Los campos de concentración fueron cerrados, pero se abrieron las llamadas casas de seguridad o se utilizaron cárceles provinciales como Achocalla para detener o desaparecer a los presos.

            En 1982, durante el primer periodo democrático en la historia de Bolivia, la señora Teresa Ormachea de Siles, contaba que uno de los guardaespaldas de su marido era uno de los que antes lo había perseguido y que antes-antes era del partido. Seguramente siguió ahí hasta el fin de sus días.