El Primero de mayo de 1972, la convocatoria circuló cara a cara. Algunos periodistas la conocieron. Jóvenes aprendices se sintieron parte de aquella red susurrada al oído: a las doce, en la plaza Venezuela, frente a la sede de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y de la Central Obrera Boliviana (COB).
Más abajo, en el edificio de la
Confederación Sindical de Trabajadores Fabriles (CSTFB) también se percibían
movimientos sospechosos. En los alrededores tenían sus locales los panaderos,
periodistas, constructores, bancarios, gráficos.
Era el mismo vecindario donde fue
fundada la Sociedad de Obreros “El Porvenir”, cuyo escudo colgaba orgulloso cerca
de la Plaza Murillo. En 1907 fue una de las primeras voces para recordar el Día
del Trabajo. Al inicio hubo veladas culturales. Poco a poco fueron las concentraciones,
marchas, protestas, rebeliones. Socialistas, marxistas y anarquistas
aprovechaban el Primero de Mayo para anunciar la revolución.
Más tarde, con la experiencia
durante la Guerra del Chaco, los primeros sindicatos mineros, el empuje del
nacionalismo, la fecha consagrada para recordar a los mártires de Chicago
adquirió sellos de grandeza. Vociferantes trabajadores, hombres, mujeres y sus
familias bajaban en tropel anunciando una nueva era de mayor felicidad para el
proletariado y para la Humanidad.
El 9 de
abril de 1952 la clase obrera creyó llegar al paraíso. El 17, cuando aún
estaban calientes los fusiles, fue fundada la COB. Mantuvo la unidad, a pesar
de las presiones oficialistas para coptarla, como sucedía con las
organizaciones argentinas bajo el peronismo; o para dividirla, como pasaba en
la mayoría de los países latinoamericanos con las centrales obreras paralelas.
El
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), intentó formar grupos disidentes
y debilitar a la FSTMB. Inventó esbirros, sindicatos controlados, congresos
amañados. No logró vencer a la democracia obrera y a la independencia sindical.
Reprimió, encarceló, asesinó, pero el proletariado boliviano mantuvo altiva la
cabeza.
En 18
años de gobiernos militares hubo masacres en las minas, en los barrios obreros,
en las universidades. La etapa más dura se dio desde agosto de 1971, como una
reacción al poder representado por la Asamblea del Pueblo.
En mayo
de 1972, los obreros convocaron a la concentración como señal de presencia. El
acto duró pocos minutos, breves discursos, banderas tricolores al viento. Un
corredor humano protegía al principal orador, el dirigente minero del Partido
Comunista, Oscar Salas.
El
sistema represivo se agudizó por el avance de las dictaduras en Uruguay y en
Chile. Nada fue comparable con lo que sobrevino cuando los militares ocuparon
la Casa Rosada en 1976.
Con el
aliento de Washington se implementó el Plan Cóndor o la Operación Cóndor para
erradicar toda sombra de sindicalismo independiente, de partidos de izquierda,
de prensa contestataria, de curas rebeldes, de artistas atrevidos.
En Bolivia, Hugo Banzer Suárez en
su fase más brutal mandó tropas a las minas. Los dirigentes fueron apresados o
expulsados a Chile, donde gobernaba Augusto Pinochet. Desde 1974 intentó
reemplazar a la COB con los llamados “coordinadores laborales” puestos a dedo.
También llevó repetidoras del oficialista Canal 7 a los campamentos para
adoctrinar a la población. Fracasó en sus aspiraciones.
Los mineros mantuvieron sus
organizaciones dentro y fuera del socavón. El Comité Ejecutivo de la COB en la
clandestinidad siguió reuniéndose. Juan Lechín y otros líderes lograron burlar
los controles fronterizos. Fueron las esposas de los mineros las que arrancaron
la amnistía general. La COB derrotó al golpe de noviembre de 1979. Fueron los
sindicalistas los que mantuvieron la actividad política para frenar a los narcos
en 1980.
El Primero de mayo de 1983, una
inmensa multitud se descolgó desde las laderas hasta San Francisco. En todo el
país los obreros marcharon del brazo de los campesinos ya unificados en una
central única; capas medias, intelectuales, dulceros, salubristas, maestros
entonando los cánticos revolucionarios, portando cartelones y banderas.
Hasta 2006, a pesar de su
creciente debilitamiento numérico y protagónico, la COB mantuvo su esencia:
defensa de las clases populares/proletarias; independencia de clase de
cualquier gobierno; unidad.
En 2025,
una COB decrépita se mueve entre vehículos chutos regalados por presidentes o
ministros; hoteles alojamientos financiados con dinero público; paseos del
brazo con gobernantes; salarios superiores a los de la gran mayoría de los
bolivianos. El Movimiento al Socialismo logró lo que no pudieron las
dictaduras. Igual sucede en la región. El Grupo de Puebla ha desarticulado en
20 años lo que costó formar en un siglo.