viernes, 4 de julio de 2025

LA LLOYD, EL CENTENARIO OLVIDADO

 

03 de julio 2025

 

            En mi primer vuelo a Buenos Aires, el refrigerio era huminta con café. Fui inmensamente feliz. Las aeromozas eran elegantes y amables. Era una escena a años luz del catering chatarra que se adjudicó el consorcio García Linera. En la piñata de los veinte años de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) al vicepresidente le tocó el área del transporte. Ordenaba estrangular a los empresarios; si eran negocios propios, viva el capitalismo.

            En 1975 llegaban al aeropuerto de El Alto vuelos de Lufthansa, Aerolíneas Argentinas, AeroPerú, Lan Chile, Panagra, Braniff. Cuando llovía, Varig cubría a los pasajeros con unos coquetos paraguas que sólo se veía en las películas con Catherine Deneuve. El viajero podía escoger y escogía viajar en el Lloyd Aéreo Boliviano (LAB). Los bolivianos tenían tanto orgullo de su línea bandera que lo consideraban patrimonio de su principal centro operativo, Cochabamba, y cariñosamente lo apodaban la Lloyd.

            El LAB despertaba un sentimiento de pertenencia, de ser parte de la familia, de la patria compartida. Es verdad que otras marcas lograban ese amor colectivo, como la leche PIL, que mantuvo su nombre (inteligentemente) después de ser privatizada porque ningún otro sello la ganará en fervor hogareño. También sucedía con Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), seguramente porque en la memoria más atávica estaba relacionado con héroes y beneméritos (hasta que llegaron ellos…).

            La jactancia con la que los bolivianos se referían al LAB tenía una historia de luces, cuyos fulgores tapaban los accidentes. El LAB resumía la relación del Estado con los inversores privados; el aporte de los trabajadores bolivianos con la excelencia de los inventores extranjeros; el desarrollo local con las habilidades de los inmigrantes europeos llegados a inicios de siglo; la valentía de los primeros aviadores bolivianos como el orureño Juan Mendoza con el progreso.

            El LAB fue la segunda línea aérea en el subcontinente, después de la colombiana Avianca. Hubo un prólogo con iniciativas personales, inclusive de la potosina Amalia Villa de la Tapia, y de grupos para poder contar con aviadores y con aviones comerciales y militares.

            Sin embargo, fue el gesto de Wilhelm Killmann, tronco de una estirpe de cinco generaciones que tanto progreso da al país, el que marcó la fundación oficial del Lloyd. Kilmann y otros miembros de la colonia alemana en Bolivia recaudaron fondos para comprar el primer avión de pasajeros y regalarlo a Bolivia con motivo del Centenario. El monomotor Junkers F 13 fue adquirido en Dessau, desmontado y vuelto a montar en Cochabamba. Kilmann fue el primer presidente del LAB. En 1958, a sus 88 años, presidió el primer vuelo entre La Paz y Buenos Aires en un DC 4 bautizado como Guillermo Killmann en su honor.

            Otros socios del LAB fueron también alemanes radicados en La Paz y otras ciudades. El primer avión bautizado “El Oriente” voló entre Cochabamba y Santa Cruz. Valientes mujeres se animaron a ser pasajeras. Fotos de la época nos muestran esa fase inicial de la LAB. Fundado el 15 de septiembre de 1915; el primer vuelo oficial fue el 23 de septiembre, aunque hubo otros ensayos en vísperas del 6 de agosto, fecha patria.

            Fue muy importante la presencia de instructores de Lufthansa que fortalecieron las capacidades de los pilotos bolivianos. Uno de los pioneros fue Jorge Wiltermann Camacho. Aviones del LAB ayudaron en la Guerra del Chaco. En 1941 fue nacionalizado y pasó diferentes etapas en su organización societaria. Sin embargo, no perdió esa relación primaria con Alemania.

            En sus mejores épocas, el LAB amplió su flota con los Jets. Sus rutas aterrizaron en países vecinos, Panamá, Estados Unidos hasta animarse a cruzar a Europa. Al mismo tiempo, llegaba a lugares alejados: de Trinidad o Tarija y poblaciones más pequeñas desde Cobija a Villamontes, de San Borja a Puerto Suárez. Llegó a acumular 64 destinos. En 1956 se dio el secuestro de un vuelo que llevaba presos políticos, desviado a Salta, Argentina.

            La línea aérea boliviana confrontó crisis desde los años 80. La capitalización en 1994 fue una estafa. La posterior compra de Raúl Garafulic Gutiérrez y Ernesto Asbún fue otro desastre.

            Entre 2007 a 2010, el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) con el impulso estrangulador de García Linera hundió las posibilidades de salvataje. Los aviones quedaron como fierros esparcidos en viejos hangares o descampados. Aunque la nueva línea Boliviana de Aviación aprovechó la experiencia de antiguas tripulaciones y personal técnico, no hubo la capacidad de relacionar a ambas empresas. Notables pilotos bolivianos fueron captados por aerolíneas de países árabes.

            BOA tiene muchas sombras, pero queda todavía esa impronta centenaria y la calidez de los empleados que comenzaron con el LAB. El próximo gobierno puede reorganizarla si hay voluntad y se supera la ignorancia de los ministros tic tokeros.