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viernes, 11 de julio de 2025

ISRAEL Y THANATOS

 

            No existe en el planeta un estado contemporáneo más relacionado con Thanatos que Israel. La mayoría de los países, por no decir todos, sufrieron de una u otra forma los dolores del parto sangriento. Parece inevitable.  Las naciones admiten que sus héroes y mártires fueron víctimas, pero ellos también mataron, arrasaron poblados, persiguieron enemigos, clavaron bayonetas, incendiaron templos.

            Sin embargo, sólo Israel nació expulsando de sus hogares a 700.000 personas que no habían cometido ningún delito, ninguna acción contra quienes venían desde más allá del mar. La Nakba, el éxodo obligado. Los desplazados no tenían ninguna responsabilidad de las llagas sangrantes que acompañaban a esas familias recién llegadas que habían perdido todo durante los años del nazismo y del estalinismo; algunas con largas experiencias de persecución. Ese defecto congénito perseguirá siempre a Israel.

            Los recién llegados y los que vinieron luego desde Europa o desde América (Argentina) son los progenitores de los que ahora asesinan a más de 57 mil bebés, escolares, madres de familia, jóvenes, hombres. Cada hora, cada minuto aumenta la cifra, sin contar heridos y desaparecidos.

            Los mismos que destruyen hospitales con bombas o granadas, que cometen crímenes selectivos o masivos; los que ajustician a médicos después de disparar a las ambulancias; los que descuartizan a los 10 hijos de la pediatra Alaa al-Najja (el mayor de doce años, el menor de siete meses) porque curaba a chicos sin piernas, a cabecitas partidas, a decenas de huérfanos.

            Parece un concurso macabro entre las tropas para contar sus hazañas. “Yo maté a la familia de Fátima Hasouna porque era fotoperiodista. Yo fui el que acalló a los testigos. Yo maté a los refugiados en el colegio. Yo maté al poeta. Ellos mataron a 226 molestosos periodistas. Yo incendié las cosechas. Yo agredí al que traía comida. Yo disparé contra los que hacían fila para conseguir un bocado. Yo reventé la cisterna de agua.” Muy pocos son los soldados que han optado por denunciar lo que los comandantes les obligan a realizar. Encuestas revelan que una mayoría de los judíos apoya la guerra, también fuera de Israel, aunque tienen la oportunidad de informarse de lo que pasa en Gaza y Cisjordania.

            Los líderes de estos colonos creen ser el pueblo elegido, aunque desde el siglo I abandonaron la zona. Cuando retornaron, milenios después, arrancaron a niños y mujeres que eran descendientes de los que se habían quedado durante sucesivos imperios. Los alcaldes de origen palestino convivieron en paz con los escasos judíos que ejercían su religión a fines del siglo XIX. La convivencia existió hasta que llegaron los sionistas y sus patrocinadores.

            El negocio de la guerra es un gran negocio. Mercaderes de la muerte los califica el papa León XIV. La delegada de Naciones Unidas, Francesca Albanese mostró cuánto ganan con la guerra en Gaza las grandes empresas multinacionales, sin contar las importantes industrias armamentistas.

            El pretexto del antisemitismo no le sirve a Benjamín Netanyahu para justificar tanta muerte, mientras su ministro de guerra anuncia que desplazarán a los dos millones de palestinos de Gaza. Sigue vigente la idea de convertir esa costa en una rivera de lujo. Proponen a Donald Trump para recibir el Nobel de la Paz por estas ideas.

            Los esfuerzos de algunas fuerzas políticas europeas, incluso algunas en el gobierno, no alcanzan para detener los acuerdos de venta de armas y de comercio con el régimen del terror.

            El genocidio israelí contra Palestina continúa cada día. Es como si los dictadores guatemaltecos hubiesen bombardeado 20 meses sin descanso las montañas del Quiché porque ahí estaba la guerrilla comunista o Franco hubiese repetido 50 Guernicas para acabar con ETA. O René Barrientos hubiese mandado acribillar a todos los pobladores de Samaipata porque por ahí pasaron los barbudos.

            Ningún régimen ha usado el hambre como el de Tel Aviv para someter a una población indefensa. Inventan una fundación “humanitaria” para controlar con perversa inteligencia a todo el que se acerca a mendigar una arroz o lentejas. Cuando se les ocurre, disparan 616 veces contra los que aguardan, como denuncian testigos y la ONU.

            La paradoja es que la sociedad civil en el mundo entero ahora sabe más sobre la causa palestina y en todas las latitudes hay un grito: “Palestina libre” y ondea su bandera en decenas de capitales. Hay un cantante nombrándola, hay una feria plagada de carteles, hay millones de personas en las calles luciendo keffiyeh bordados como símbolo de la resistencia. Hay voces que no se callan. Hay conciencias que siguen lúcidas. Como nunca,  decenas de publicaciones acompañan la tragedia palestina y guardan la memoria colectiva.

           

viernes, 23 de agosto de 2024

EL GENOCIDIO SIN FRENO

 

            ¿Novedades desde Gaza? Casi ninguna. Las cifras de asesinatos en los últimos meses suman más de cuarenta mil, la mayoría niños, adolescentes y mujeres. Sin contar los miles de asesinatos desde la agudización de la represión sionista en 2014; sin contar los miles de asesinatos en las intifadas de fines del siglo pasado; sin contar los miles de asesinatos, heridas, encarcelamientos, hostigamientos desde el avasallamiento de las tierras palestinas en 1948.

            Israel es el único país en el mundo que ha logrado apresar y asesinar oficialmente a sus adversarios en cualquier lugar del mundo. Comenzó con la caza de nazis, que despertó la simpatía internacional. Luego siguió con atentados contra fedayines y continuó con una larga lista de atropellos por encima de cualquier orden mundial. En las últimas semanas, sus agentes matan a líderes árabes en territorio libanés o en territorio iraní y el resto del planeta dice: “amen”.

            Es imposible imaginar otra potencia nuclear con tanta impunidad; la Rusia de Putin se queda atrás. Ni siquiera bajo el paraguas del temible Plan Cóndor, ingresaban militares de otro país sin permiso del anfitrión para secuestrar a los enemigos. Israel ejerce el peor terrorismo de Estado, pero lo hace en una dimensión tan inconmensurable que sus crímenes ya no se cuentan, como reflexionaba Rodión Romanovich Raskolnikov en “Crimen y Castigo” respecto a los militares que matan tantas veces que ya no se afligen ni sienten inquietud en su conciencia, como sí le sucede al asesino de una vieja usurera.

            ¡Ay si alguien reclama! Las tropas judías lo amenazan inmediatamente con el discurso de odio, de motetes como “antisemita”, de acusaciones como “terrorista” y de amenazas de muerte en cualquier lugar “donde se esconda”.

            Durante años, hasta el 7 de octubre de 2023, los crímenes de Israel contra el pueblo palestino y contra otras colectividades llamaban la atención de pocos periodistas, de algunos historiadores y literatos. De vez en vez un reportaje o el informe de alguna ONG de Derechos Humanos desvelaba el horror cotidiano de vivir en la mayor prisión del mundo, con toda la familia controlada día a día, hora a hora.

            Los sistemas de Naciones Unidas cumplían roles limitados y en ningún caso fueron suficientes para desenmarañar los muros que separan a los habitantes palestinos y judíos; las cárceles llenas de adolescentes palestinos torturados y enloquecidos; la vigilancia similar a los campos de concentración de 1940 contra cualquiera que tenga piel oscura; la humillación cotidiana de los avasalladores/colonos contra los antiguos dueños palestinos de casas y terrenos.

            El actual foco noticioso en el genocidio en Gaza difunde más lo que viven familias horrorizadas, con sus viviendas destruidas, sin agua ni alimentos, sufriendo bombardeos en escuelas o en hospitales, sin posibilidad de ningún refugio. ¿Qué haría un represor judío contra otro judío que esconda a un palestino? Seguramente, nadie ni ninguna organización clandestina se arriesgaría para proteger a una Ana Frank o para emplear a perseguidos.

            Cada semana, la opinión pública universal conoce un nuevo episodio de crueldad bajo el absurdo pretexto de terminar así con una ideología, fomentada por la propia represión y por los propios organismos de inteligencia israelies. El rechazo a Benjamín Netanyahu es mundial y alcanza a distintas nacionalidades, religiones y culturas.

            El tema estará seguramente en la mesa de las elecciones en Estados Unidos, el principal país que provee las armas y el financiamiento que utiliza Israel para asesinar todos los días a niños palestinos.

            La encrucijada para Kamala Harris será una encrucijada para el futuro de la humanidad, más allá de la política doméstica y de las posibilidades de una guerra regionalizada.

            Si la principal potencia, que enarbola el respeto a los Derechos Humanos como principal estandarte de su existencia, no es capaz de frenar el genocidio en Gaza, la humanidad tiene pocas esperanzas. El mundo que dejemos a nuestros hijos será un mundo mucho más cruel del mundo que nosotros encontramos.

viernes, 9 de febrero de 2024

GENOCIDIO CONTRA EL PUEBLO PALESTINO

 

            El primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu comentó en todo burlón la demanda presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia contra Tel Aviv por propiciar el genocidio contra el pueblo palestino. El máximo tribunal internacional dio una respuesta rápida después de escuchar los alegatos en La Haya y ordenó a Israel prevenir actos de genocidio en Gaza, conclusión que muestra que el mundo ya no es indiferente con el sufrimiento palestino.

            Fue la primera vez que Israel se vio obligado a comparecer ante este tribunal, acusado de violar la Convención de Naciones Unidas Contra el Genocidio. A lo largo de la historia, especialmente en el siglo XX, se lamentaron genocidios contra poblaciones enteras, como la armenia. Pero, la urgencia para contar con un instrumento jurídico internacional contra el exterminio deliberado de pueblos fue el asesinato planificado de seis millones de judíos promovido por el nazismo

            En los alegatos, Alemania sustento la defensa que presentó el gobierno de Israel y rechazó la acusación de genocidio presentada por la nación de Nelson Mandela. Inmediatamente Namibia recordó a los alemanes que sus abuelos no solamente crearon campos de exterminio en Europa, sino que también asesinaron a poblaciones originarias. Recién en 2021 Berlín reconoció su responsabilidad por las muertes de 150 mil hereros y namas. Esos pueblos fueron exterminados entre 1904 y 1908. (Esas historias no salen en las películas de la Metro o de la Paramount.)

            El gobierno sudafricano fue representado por un equipo multiétnico y plural de juristas que detallaron los hechos por los cuales acusan a Israel de violar las leyes internacionales. Medio centenar de abogados preparan otra acusación contra Estados Unidos y contra el Reino Unido por complicidad con los crímenes de guerra de Israel en la Franja de Gaza.

            Varios gobiernos de América Latina, de África y de Asia, además de los países árabes, expresaron su respaldo a la acción de Sudáfrica, uno de los países con más derecho moral para denunciar los excesos de un estado contra seres indefensos.

            El debate encendió muchos escenarios mundiales, opiniones divididas, sobre todo en torno al término “genocidio”: ¿promueve o no Israel la eliminación sistemática de los palestinos por razones de etnia, religión, nacionalidad?

            Las noticias cotidianas nos muestran- y los discursos oficiales israelitas lo subrayan- que la intención del gobierno de Netanyahu es exterminar al pueblo palestino. Por ello, matan cada quince minutos a un niño palestino desde hace cuatro meses, sin contar los niños y adolescentes muertos en las últimas décadas.

            El ministro de defensa israelí asegura que han liquidado a 10 mil terroristas. Un dato polémico pues de los 28 mil muertos, más de la mitad son niños, ancianos y mujeres. Israel sabe que no podrá detener a los combatientes palestinos, de las cenizas surgirán nuevos combatientes, nuevas Intifadas como ha sucedido desde 1948. Por ello su objetivo es la destrucción total (léanse las declaraciones de los ministros más radicales y sus temibles propuestas). No es casual que en el gobierno estén los supremacistas judíos que creen que hay que exterminar a todos los árabes.

            Además de las balas utilizan la hambruna. Las autoridades de la FAO denunciaron esta semana que la falta de acceso a alimentos se cierne sobre dos millones de palestinos. “Jamás habíamos visto esto en ningún país”. No hay agua potable; las raciones de comida alcanzan para una vez al día, cuando hay suerte. Los niños intentan en filas interminables que algún mendrugo llene sus escudillas. Hace meses que no pueden bañarse, ni cambiarse de ropa ni ser atendidos en centros de salud por enfermedades comunes.

            Los israelíes bombardean hospitales con el pretexto de que ahí se esconden miembros de Hamas. Un comando disfrazado ingresó a una sala y asesinó a tres personas asegurando que eran “terroristas”. Sólo ellos pueden actuar con esa impunidad. En cualquier lugar del mundo, hasta el peor asesino tiene derecho a un proceso.

            Israel también mata a los periodistas palestinos -van más de 80- en sus casas, con toda su familia, para que nadie cuente la historia. Esto no sucedió ni en Vietnam, ni en Uganda ni con Pinochet. La prensa extranjera no puede ingresar para verificar el genocidio. Los corresponsales de la cadena Al Jazeera son acribillados; el principal editor vio morir a su esposa, sus hijos, sus nietos, hasta verse obligado a salir a Egipto. Lamento la indiferencia de la APLP sobre este asunto que conmueve a la prensa mundial.

            El 30 de enero de 1933 Adolfo Hitler llegó al poder; pocos imaginaron de lo que era capaz. El 27 de enero de 1945, las tropas rusas abrieron el campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau; los pocos sobrevivientes relataron el horror que vivieron en esos doce años.

            Esa fecha fue destinada por la ONU para conmemorar la Memoria de las Víctimas. “No olvidar lo que pasó”. En 2024 vemos en vivo y en directo la muerte de miles de palestinos. ¿Quiénes quedarán para contarlo? Netanyahu no va a detener el exterminio y las grandes potencias son sus cómplices, como expresaron los juristas sudafricanos.