TAN LEJOS Y TAN CERCA DE HAITI
060723
En
estos últimos días aparecen nuevas noticias sobre Haití, todas con el
encabezado de “urgente”. Hace meses/ años/ décadas que ese país caribeño se cae
a pedazos. Son muchos dramas acumulados, pero nada se parece a la
hambruna actual con tres millones de niños con desnutrición crónica y con
riesgo de muerte inmediata, según informó UNICEF en su portal oficial.
Mientras, el gobierno -incluyendo los principales edificios- están en manos de
pandillas juveniles que amenazan, luchan, mueren y asesinan todos los días. La
antigua asamblea legislativa está en ruinas y nadie sabe si algún día volverá a
funcionar.
Naciones Unidas ha convocado en estas semanas a reuniones de emergencia para
encontrar alguna salida para ese país isleño que no tiene presidente, ministros
o servicios de limpieza desde que un grupo de sicarios colombianos ajustició al
mandatario. No hay certeza de cuáles fueron los intereses y las motivaciones,
pero lo evidente es que la respuesta internacional fue tímida y tardía.
Unas
agencias solicitan financiación humanitaria y alimentos, aunque nadie asegura
que esos bienes llegarán a las familias o a los chicos que mueren deshidratados
cada día. Otros expertos convocan al embargo de armas y a preparar juicios
contra quienes alientan la violencia cotidiana. El Secretario General de la
ONU, Antonio Guterres confía en los países caribeños para respaldar el
despliegue de una fuerza internacional para reconstruir las instituciones y con
ello mejorar la seguridad de los habitantes de Haití.
Ese
país comparte la misma isla con República Dominicana pero un muro invisible
separa los dos mundos: el tipo de mestizaje, la cultura, el idioma, la
religión. Después de la dictadura de Rafael Trujillo, los dominicanos
aprovecharon poco a poco las oportunidades para la convivencia democrática. En
cambio, después de la dinastía de los Duvalier, los haitianos no encontraron
una estructura más sólida para pasar a la gobernabilidad.
A
pesar de ser los primeros en rebelarse contra el imperialismo hace más de 200
años (el francés en este caso), pronto sufrieron la venganza y posteriormente
la presión de Estados Unidos. Haití no conoció una época de estabilidad y
careció de líderes que superen la herencia clientelar y corrupta. Sus
indicadores socioeconómicos y de desarrollo humano siempre ocuparon el último
lugar en el continente.
Las
cifras bolivianas acompañaron esa cola durante muchos años y se solía juntar a
los dos países americanos como los rezagados del desarrollo. Esa competencia
opaca se rompió cuando Bolivia construyó desde 1982 a 2009 una democracia
tolerante y participativa.
Los
índices de analfabetismo, acceso a la educación superior, acceso a la salud
pública, descentralización del poder político, participación popular cerraron
en siglo XX con una, Bolivia lejos de Suiza, pero también lejos de Haití. La
continuidad, aún con sobresaltos de programas como el SUMI, los bonos, la
ampliación y modernización de servicios como las telecomunicaciones o el recojo
de basura hasta el 2016 también ayudaron a brindar más oportunidades de vida y
con calidad a miles de bolivianos, sobre todo del área rural.
En cambio,
el desconocimiento del resultado de un referendo para evitar candidaturas
inconstitucionales, el manejo del Poder Judicial para burlar esa derrota, la
contaminación partidista del poder electoral, la politización de la lucha
contra la corrupción, la creciente falta de transparencia en los distintos
asuntos del estado, contribuyeron a acercar al (no) Estado Plurinacional a
Haití.
En
octubre y noviembre de 2019, grupos armados afines al partido de gobierno
(Movimiento al Socialismo) convocaron en vivo y por las redes a una guerra
civil. La valiente acción de la Iglesia Católica y de sus instituciones, de
representantes diplomáticos europeos y de algunos de los propios actores
políticos impidieron el desastre.
Hasta
la fecha, nada de ello se ha investigado; ni siquiera se nombra en los procesos
abiertos contra opositores.
Más
bien, aumentan peligrosamente los grupos, enmascarados o a cara descubierta,
armados, que avasallan tierras cultivadas, haciendas ganaderas, terrenos
urbanos, acequias. Ha crecido el contrabando violento, el sicariato ligado al
narcotráfico, las bandas rivales, las muertes violentas, la explotación ilegal
y a veces mafiosa en la explotación de recursos naturales como el oro, la
presencia de criminales extranjeros.
Así
empezó el despeñadero de la otrora hermosa Somalia, que actualmente sobrevive
por inercia. Los pocos periodistas o personeros de las ONGs relatan historias
escalofriantes.
Así
empezó Haití, burlando una y otra vez las posibilidades de construir una
democracia con el respeto a las diferentes fuerzas y a los diferentes
candidatos. Ahora, nadie se atreve a administrar, ni siquiera las pequeñas
alcaldías. Ya no hay barrios seguros en Puerto Príncipe, las pandillas pueden
entrar a matar a vecinos de edificios solamente porque quieren gastar balas.
Ninguna de las dictaduras continentales da bienestar a su población, todo lo
contrario, sea Cuba, Venezuela, Nicaragua. Ninguna intervención externa
revierte la situación. Cuando no se respetan las reglas de la democracia, el
final es siempre un abismo.