Juan Mendoza comprobó esa mañana de
1921 su vestimenta: la chamarra de cuero, los guantes de prebil, la gorra
enteriza y las antiparras para proteger su rostro. Faltaba poco para emprender el vuelo en el
biplano “Oruro”. A su lado, el copiloto Ángel Mardesich lo miraba entre
nervioso y animado. “¡Por Bolivia!”, estrecharon sus manos.
No adivinaban que un siglo después
su hazaña sería olvidada, su amada tricolor desfigurada y el escudo nacional alterado.
La ruta desde Poopó a Oruro, que festejaron desde el aire, en el nuevo siglo es
la vía de los chutos y el contrabando.
Mendoza nació en 1893 en Obrajes, en
el departamento de Oruro, al oeste de Bolivia. A los ocho años había prometido
vencer la gravedad después de ver el espectáculo de un globo aerostático en la
pujante ciudad minera. En 1919 protagonizó un raid en bicicleta desde Oruro a
La Paz ganando a los pesados carretones. Él quería volar como el chileno Luis
Pace en Papel Pampa o como el estadounidense Donald Hudson que surco el cielo
entre Viacha y La Paz.
El Estado intentaba crear una
Escuela Militar de Aviación y Oruro quería ser la sede. En 1915 un comité
especial recaudó fondos con ese propósito. Los ciudadanos pagaron los cursos de
Mendoza en Argentina en 1916. Ahí le ofrecieron trabajo, pero él prefirió
retornar porque era agradecido y quería romper el mito sobre la altura.
Otros aportes de empresarios
orureños le ayudaron a comprar un bimotor Fiat de segunda mano en Buenos Aires.
La internación del aparato fue el prólogo de la hazaña: primero hasta la
frontera de la Quiaca, desmontarlo para seguir por el camino de tierra, volver
a montarlo para volar desde Uyuni a Potosí como homenaje al 10 de noviembre.
El vuelo del 19 de noviembre lo
consagró como el primer piloto boliviano. Una multitud de 40 mil curiosos lo
esperaba para festejarlo, tocar sus manos, pasarlo de hombro en hombro,
mientras sonaban alegres huayños y los gritos: “Viva Mendoza”, “Viva Oruro”,
“Viva Bolivia”. Orgullo por un joven que mostraba tanta valentía.
Mendoza lo había logrado a pesar de
que el presidente Ismael Montes le negó apoyo porque su familia era de la
oposición. En cambio, Bautista Saavedra quiso aprovechar su popularidad y le
propuso una candidatura electoral. El piloto orureño no aceptó concursar y la
venganza oficialista fue enviar unos funcionarios que le quitaron el avión “por
no pagar impuestos”.
Mendoza, en cambio, donó su casa
familiar para una escuela. Actualmente ningún establecimiento educativo lleva
su nombre, mientras decenas de políticos ponen sus apellidos en obras públicas.
En 1945, la alcaldía orureña
decidió reivindicarlo nombrando “Juan Mendoza” al aeropuerto. Sin embargo, en
2013 los asambleístas del MAS quisieron reemplazarlo por el de Evo Morales, en
lo que alguien calificó el sumun del llunquerío. Como a inicios del
siglo, la población orureña se organizó para rechazar el intento convocando a
un gran paro cívico. Juan Ramón Quintana dijo que era una movilización
“estéril” y Morales la calificó de “política”. El atrevimiento masista fue
derrotado.
Aunque sin avión, el joven piloto
siguió practicando en Cochabamba hasta el estallido de la Guerra del Chaco. Ahí
partió para atender la maestranza. Supo de las hazañas de Manuel Marzana y de
los que defendieron Boquerón; de los hermanos Gutiérrez que bajaron desde Itaguazurenda
y Charagua; de los stronguistas que defendieron la cañada; de los Walter
Montenegro que dejaron el escritorio; de los pintores Gil Coimbra y Cecilio
Guzmán de Rojas; de: Víctor Ustárez, Bernardino Bilbao la Vieja, Alberto Taborga,
Pablo Sullcamayta, Pedro Chura, Francisco Cuchallu, Ricardo Roque Condori, Carmelo
Cuellar, Sabino Yacuara, Germán Jordán y los 1008 voluntarios de Alihata. Walter
Kohn, veterano de la Primera Guerra Mundial, uno de los muchos migrantes que
fueron a defender el Chaco, murió gritando: “¡Viva Bolivia!” levantando la
rojo, amarillo, verde.
Mendoza sufrió la derrota nacional como
sufriría hoy viendo la tricolor reemplaza por una enseña instrumentalizada y al
escudo histórico trocado por una cruz falsificada que lo reemplaza en todas las
imágenes del Estado boliviano. Los héroes y mártires murieron defendiendo una
patria, no un partido.