Mientras algunos bolivianos votaban
obligados el pasado domingo, en Santiago de Chiquitos nadie perdió tiempo ni
energía, en las patéticas elecciones primarias. Al contrario, todos estaban en
la plaza disfrutando la clausura del V Festival ConservArte.
Mientras Jesús Vera y otros
activistas del Movimiento al Socialismo impedían las salidas de emergencia ante
el incidente en el botadero de Alpacoma, los cientos de asistentes a los
conciertos, exposiciones y paseos no tiraban ni un papel. El pueblito
chiquitano es ejemplo de aseo en óptima sintonía municipio/sociedad civil.
Mientras la viceministra Cynthia
Silva se ocupaba de agobiar a La Paz, incapaz de auditar otras tragedias
medioambientales en Bolivia, 90 artistas decidieron usar una forma pacífica
para denunciar la intención de forasteros que comenzaron a talar en las reservas
municipales de Roboré.
El Tucabaca, uno de los más hermosos
paisajes bolivianos y- sobre todo- fuente de agua y de aire limpio para un
extensísimo territorio regional no preocupa a Silva o al Ministerio de Medio
Ambiente. Al contrario, el INRA autorizó a una (supuesta) comunidad Tupac Amaru
a desforestar en la reserva forestal. Fui testigo hace tres años cómo gente del
Chapare talaba árboles en San José.
Mientras el Ministerio de Cultura
puso su mayor esfuerzo en el contaminador Dakar, el municipio de Roboré y su
alcalde Iván Quezada prometieron hace unos años convertir la zona en importante
destino turístico. Lo lograron. Llegamos visitantes de todo el país, de
Argentina y de Brasil para participar en caminatas, birthwahching al amanecer, baños en Aguas Calientes o masajes bajo
El Chorro San Luis, además de otras ofertas de ecoturismo.
Los niños contaron con cantidad de
actividades recreativas, manualidades, aprendizajes y excursiones. Notable el compromiso
personal de funcionarios del SERNAP y de guardaparques para empoderarlos sobre
el valor inmaterial del Tucabaca.
“Efecto Mandarina” causó sensación
bajo el cielo estrellado y la banda de jazz de Gustavo Orihuela fue coreada
muchas veces. No faltó el concierto con música renacentista con intérpretes
europeos y el canto de Teresa Morales. El remate: el homenaje al orureño César
Espada en pleno monte. Ni en su tierra natal reconocieron tanto a este
compositor de “Niña camba”; para llorar de emoción.
Roxana Hartmann pintó un mural, el
escultor tarijeño Diego Ferrufino esculpió obras vanguardistas, fotógrafos
expusieron la belleza del paisaje, la limpieza de su cielo, su fauna y la flora
y el alcalde insistía una y otra vez en defender la zona de las actividades
depredadoras.
Una altísima nota la cumplió el
pintor Leoni denunciando con sus cuadros el asalto a la selva. Pintó el cuerpo
del danzante brasileño Pedro Ramírez simbolizando al último jaguar. En el
mirador de Tucabaca presenciamos la original denuncia contra traficantes chinos
que están matando impunemente al felino boliviano.
Mucho tengo que contar sobre los
organizadores, CEPAD, Restaurant Churapa (Steffen Reichle), la red gastronómica
y de hoteles; lo haré en un artículo más extenso. Termino contenta por ese país
aún no ganado por la confrontación, agradeciendo a esos utópicos- casi todos
nacidos en la democracia- que nos invitaron al disfrute.
Vanesa Suárez, encargada de
comunicación en el municipio, entusiasta y eficiente, mostró también cómo con
pocos recursos, pero con buena planificación y sentido común se puede organizar
tremendo festival y cumplir con la prensa, de forma amable y completa.