Decía mi sabio padre, Huáscar Cajías
Kaufmann, que, cuando una persona te ofende o te hace daño, debes intentar
ponerte en su lugar antes de condenarla, para saber cuáles son sus motivaciones
profundas. Los individuos que mienten, que calumnian, que difaman suelen ser
seres infelices que optan por ese camino ante el fracaso de su propia vida, de
su propia existencia, de su propia fama. ¡Merecen compasión!
Recordaba, como jurista, que los
delincuentes no son personas satisfechas con su figura, con su familia, con sus
conocimientos, con su cultura. Por eso, aunque no imposible, siempre es más
difícil que un poeta engañe a unos agricultores, por ejemplo. “Hay que cuidarse
de los que se sienten muy feos, muy pobres, y de los muy ignorantes”, repetía.
Concepto que igualmente cita Saramago.
Por todo ello, antes de condenar el
intento de Gustavo Torrico para enlodar la memoria de Huáscar Cajías Kaufmann
pensé cuánto de ello se cumple en esta singular figura de la política criolla. ¿Qué
lo motivó a inventar un episodio inexistente? Seguramente, sólo su conciencia
lo sabe.
Los hijos y herederos (además de sus
colegas y exalumnos), no podemos dejar pasar por alto los presuntos delitos de
injuria, difamación y calumnia que cometió Torrico en el programa “Diálogo de
Panamericana” emitido por Radio Panamericana al medio día del sábado 19 de
enero de 2019, ante el silencio de los conductores que no reaccionaron ante
esta infamia.
En esa ocasión, el asambleísta del
Movimiento al Socialismo denigró sucesivamente a las personas de la tercera
edad, a entidades confundiendo unas con otras, a la historia nacional ignorando
datos y hechos. En el minuto 45, al comentar el pedido para que renuncie el actual
Tribunal Electoral, hizo un recuento lleno de falsedades que culminó con una
frase contra Cajías, señalando que fue “defenestrado, enjuiciado, sentenciado y
(luego) el Congreso tuvo que restituirle sus derechos constitucionales.”
Estas afirmaciones contienen
indicios de los delitos de injuria, difamación y calumnia, tipificados en el
Código Penal vigente. Además, atentan contra los derechos consagrados en la
Constitución Política del Estado y la normativa que protegen específicamente la
dignidad de todas las personas.
Huáscar Cajías K. jamás fue
“defenestrado” ni sentenciado. Al contrario, a lo largo de su vida profesional
fue distinguido por numerosos premios nacionales e internacionales por sus
aportes como católico, como criminólogo, como penalista, como académico, como
periodista, como diplomático y como consultor en organismos internacionales.
Como presidente de la CNE fue reconocido a nivel continental como hombre de
buena honra y de decoro personal.
Torrico miente. Torrico ignora que
nadie pierde sus derechos constitucionales en Bolivia, ni siquiera los
dictadores sentenciados. Seguramente se siente impune ante estas afirmaciones.
Cajías logró que políticos y
ciudadanos cumplan la normativa. La muerte lo sorprendió en pleno ejercicio de
sus labores. Jamás se negó a entregar informes a las instancias fiscalizadoras
correspondientes y atendió de forma personal y permanente a la prensa local,
nacional e internacional.
Nunca se arrodilló ante ningún poder
terrenal ni cedió en su firme apego a la verdad y a la sabiduría.