lunes, 19 de noviembre de 2018

LOS HÉROES SE VAN


            Triste semana la vivida en El Montículo. Partieron dos vecinos históricos, sin ruidos y sin estridencias, aunque ambos fueron héroes de las luchas sociales bolivianas. Combatientes sin medallas ni charreteras, sin espadas ni discursos. Héroes de la solidaridad y de la austeridad. Ambos también compañeros eternos de sus respectivas compañeras y padres amantísimos, de los que escasean; 60 años de amor, ¡qué envidia!
            Daniel Agudo, profesor de Ciencias Sociales, fue el maestro de muchas generaciones que conocieron su sabiduría y su paciencia para trasmitir a los jóvenes las características de la Patria, la búsqueda incesante de la Nación que no termina de construirse, las luchas permanentes de los obreros y de los trabajadores.
            Fue dirigente del magisterio, en la época de oro del proletariado ilustrado, de los sindicatos que eran a la vez escuelas de cuadros revolucionarios. Así lo conocí, cuando nos detuvieron junto a un cura belga y una minera embarazada por llevar chocolates, Mentisan y abarcas a los relocalizados. Era la “Marcha por la Vida” de agosto de 1986, la última gran acción colectiva de la vanguardia obrera.
            Daniel estaba solo, no tenía logística de apoyo y durmió como pudo en las aulas de un colegio en Lahuachaca y luego en Sica Sica, antes de caer apresado por los militares del regimiento asentado en Patacamaya. Mantuvo la serenidad hasta que la presión social nos sacó del encierro. Desde entonces fuimos amigos.
            Era, además, el dueño de la casita más antigua del barrio. Es curioso que la última vez que charlamos, camino a la capilla que amaba, me entregó copias de sus papeles donde se detallan datos de la sayaña de Isidro Quispe, desde las leyes de Ex vinculación de 1880 hasta las ventas entre 1909 y 1917 que fueron conformando Sopocachi alrededor de la Avenida Centenario.
            Al lado, vivió por décadas Miguel Ballón Sanjinés, hijo y hermano de una familia inclinada a las revueltas, las conspiraciones, ateos. Él mantuvo durante años un perfil bajo y fue difícil sentarnos a conversar sobre su rol como apoyo a los guerrilleros sobrevivientes de Ñancahuazú.
            Miguel, con la red urbana de los comunistas y del Ejército de Liberación Nacional, participó en la fuga de película de los cinco hombres más buscados después del ajusticiamiento de Ernesto Guevara el 9 de octubre de 1967. Aquel puñado de guerreros agotados y tristes logró burlar el cerco militar de múltiples capas hasta llegar a la ciudad.
            Coraje, decisión, convicción, fueron principios claves para la huida. Sin embargo, no hubiesen tenido éxito sin la solidaridad de otros. Miguel era casado, padre de hijos pequeños, pero no dudó en prestar su casa- donde vivía su cuñado militar- para una de las etapas del escape. Fue el enlace con los socialistas chilenos para recibir al otro lado de la frontera a los tres cubanos que habían combatido junto a Guevara.
            Daniel y Miguel mostraron, además, a lo largo de sus vidas, el compromiso amplio con los valores más profundos del ser con decoro personal. Revolucionarios de verdad.
           011118