Estoy entre los bolivianos que
admiramos la historia y la cultura milenaria de China y contemplamos
impresionados su esfuerzo desde 1949 para salir de un atraso secular hasta un
desarrollo moderno. Sin embargo, como no podría ser de otra manera, amo más a
Bolivia, a sus habitantes y a su naturaleza.
Por ello, no deja de preocuparme-
incluso de provocarme enojo- las permanentes noticias difundidas por los medios
de comunicación o por el boca a boca que cuentan sobre los abusos de las
empresas chinas contra los bolivianos y los atentados contra la fauna de la
nación.
No se trata de propaganda “de la
derecha” sino de datos cotidianos. El maltrato a los trabajadores no es una
excepción y los anuncios de superar aquellas maldades no son más que eso,
anuncios. Hay casos que conocemos por informes personales de los afectados,
como una jefa china que intentó arañar a su subalterna boliviana porque no
entregó las fotocopias con la rapidez que ella exigía.
Los casos más dramáticos son los
ejercitados de forma colectiva y regular contra obreros eventuales. Ahí la
ausencia de la legislación laboral boliviana y de acciones efectivas de las
autoridades son un drama. ¿Por qué el Ministerio de Trabajo no inspecciona con
la drasticidad que emplea contra los medios de comunicación?
¿Por qué no informa en qué
condiciones trabajan los contratados para realizar carreteras en diferentes
departamentos del país que, dicho sea de paso, fueron adjudicadas sin procesos
transparentes a empresas chinas? Además de las huelgas de los bolivianos en los
últimos años denunciando las pésimas condiciones, habría que mostrar cuántos
asiáticos trabajan ahí y bajo qué legislación.
Un caso reciente, silenciado, es el
de los obreros en el Salar de Uyuni. Al parecer, por lo que cuentan, los
bolivianos duermen en galpones más cómodos. En cambio, los obreros chinos
descansan en carpas a pesar de las condiciones climáticas, no tienen servicios
salvo cuando van al pueblo cada dos o tres semanas. En Uyuni se comenta sobre
su agresividad pues llegan sucios, malolientes y con deseos de prostitutas. ¿Sería
mucho pedir una comisión legislativa acompañada por periodistas para ver in
situ y recolectar allá las evidencias?
El caso del contrabando de colmillos
de jaguar y las abortadas audiencias judiciales para castigar a la banda china
son una muestra de la impunidad que los protege. Qué hacen en el Illimani, qué
hacen en Guanay.
En difícil imaginar la acción de
autoridades judiciales que fueron invitadas en masa a visitar al gigante
asiático; de oficiales que tienen relaciones de privilegio con su embajada.
China además se convierte en el salvavidas de países en caída libre como es el
caso de Venezuela y de Nicaragua (donde se intentó un mega fracasado canal
interoceánico).
Algunos estudiosos (CEDLA; FES)
publicaron lo que significa el desembarco chino en la economía. También toca
analizar qué pasa con su política laboral, las horas de trabajo, los
beneficiosos sociales, los salarios mínimos y las condiciones de salud
ocupacional. ¿O volvemos al siglo XVIII?