En los últimos 10 años, las
candidaturas bolivianas a puestos electivos en organismos internacionales
fueron aplazadas y humilladas, tanto por los delegados estatales como por las
evaluaciones de la sociedad civil. Algunos creerán que siempre fue así y aumentarán
un poco más su baja autoestima nacional.
Sin embargo, hay que recordar que
hace sólo tres lustros un boliviano fue elegido magistrado nada menos que en la
Corte Penal Internacional, CPI, surgida dentro de los estatutos de Roma y con
la difícil tarea de atender casos de genocidio, crímenes de guerra y otros
atentados a los Derechos Humanos.
René Blattmann Bauer (La Paz, 1948),
descendiente de familias suizas y benianas, ganó entre 43 candidatos sugeridos
por los 85 países miembros de la CPI. Él se había destacado desde joven como
brillante estudiante, abogado, defensor de la dignidad del ser humano. Fue
candidato por unos breves meses del Movimiento Nacionalista Revolucionario en
1997 y de otro partido en 2002, pero esa opción política no ensombreció su
reconocido compromiso por defender la vigencia de la Ley y los derechos de los
más excluidos. El gobierno lo propuso, aunque en ese año era su opositor.
Blattmann mereció 30 votos en la
primera ronda sobre las otras candidaturas latinoamericanas y en la segunda
obtuvo 57, venciendo a poderosos oponentes como Argentina y Colombia. La
Cancillería de la República de Bolivia informó que el trabajo diplomático fue
arduo y profesional tanto desde la OEA como desde la ONU para convencer a los
países miembros que apoyen al candidato de un país poco relevante en el
concierto mundial como es Bolivia.
El jurista fue posesionado en La
Haya y tres años después fue elegido vicepresidente de la CPI por sus
cualidades personales, ocupó el cargo hasta 2012 y actualmente es profesor en
Alemania.
Además, recibió importantes premios
por su defensa de la persona, del ser humano, como el Premio Monseñor Leónidas
Proaño, Premio de la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos,
reconocimientos en Europa y en América Latina. Fue elegido profesor honorario
por universidades serias y delegado de la ONU para misiones específicas. ¡No
importaba que fue político; ante todo era un jurista probo!
Personalmente, como periodista,
recuerdo cómo caminaba desde su despacho en El Prado hasta otros sitios para
ahorrar gasolina al Estado. Nunca se lo vio ebrio o huallaichando en Carnavales
en plena Plaza Murillo. Al contrario, era un profesional disciplinado y
austero.
Organizó un departamento de prensa
idílico. El reportero no tenía más que llamar para contar con la documentación
solicitada en un breve tiempo; el Ministerio de Justicia de 1993-1997 ofrecía
inclusive apoyo de expertos para que los periodistas comprendan la profundidad
de las reformas que ahí se aprobaban. Reformas que luego fueron truncadas.
En
Bolivia, él dijo, “el expediente importa más que el ser humano”.
Blattmann fue el maestro de Carlos
Alarcón y de otros abogados constitucionalistas que prueban que en Bolivia no
todos los togados son incompetentes.