“Ortega y Somoza son la misma cosa”
gritan agónicos los miles de chavales que por más de 60 días llenan las calles
de las principales ciudades nicaragüenses exigiendo la salida del presidente
Daniel Ortega, aferrado al poder como Bashar Hafez al-Assad, como Nicolás
Maduro y como otros más.
No les importa cuánta sangre se
vierte, cuántos mártires, cuántas madres desesperadas, cuántos viudos, cuántos
huérfanos. Al contrario de otros mandatarios, incluso constitucionales, que
optaron por la retirada, hay una nueva raza- de tiranos viles, como apuntaría
José Martí- que se atraganta con la rapiña, la “piñata”, dicen en Nicaragua.
Raza vil que crea al mismo tiempo
dinastías oscuras. Recordemos que el dictador sirio siguió la saga de treinta
años de gobierno despótico de su padre. Maduro actúa como el hijo putativo de
Hugo Chávez, o el kircherismo que quiso imitar a las esposas de Juan Domingo
Perón.
Más indecente que los Somoza o los
Trujillo, que los Duvalier o los Stroessner es el clan Ortega. Habla a nombre
de la Revolución, del Hombre Nuevo, de Ernesto Guevara, de Augusto Sandino, de
los mártires y héroes del 79, pero está hundido en la miseria humana más atroz.
Daniel Ortega es patético. Conocida
es la lamentable historia de su hijastra abusada sexualmente por él cuando era
adolescente. La otra hija, Camila Antonia Ortega Murillo es modelo de fina ropa
y joyas, gozando y posando como no se atrevieron nunca las mujeres del clan
Somoza. No es la única de la familia, la prima, Mariana Ortega Trejos, hija del
comandante militar Humberto Ortega, concursó sin éxito para Miss Nicaragua.
Ambas son, como casos que conocemos
en Bolivia, imitación criolla de las imágenes femeninas que crea el “aborrecido
sistema capitalista”. Salen en las revistas de moda plástica, que pertenecen a
la “odiada prensa”, al servicio del imperio. Mientras mueren adolescentes en
Masaya, ellas lucen bellos tacos de charol.
Ortega, como varios de sus colegas
del Socialismo XXI, es un impostor y a sus 72 años ya muestra demasiados signos
de ser además una persona con funciones intelectuales disminuidas. En cambio,
la hembra que se apoderó de las luchas sandinistas, Rosario Murillo,
vicepresidenta en esta farsa dinástica, aprovecha todos los espacios para
colocar en puestos claves a sus otros seis hijos.
El símbolo de las nuevas luchas
estudiantiles es el derribo de los árboles esotéricos que la loca mandó a
colocar en diferentes esquinas de Managua para traer las “buenas energías” a su
dominio personal. Son tantos los desfalcos, las gulas y lascivias que “Tachito”
Somoza palidecería.
Ortega pasó el dato a Evo Morales de
las posibilidades de aprovechar la Corte de la Haya y el mandatario boliviano
lo visitó con frecuencia, incluso sin motivos reales.
Lo que no pudo la “United Fruit” ni
Franklin Roosevelt han podido China y Rusia sosteniendo en su patio trasero a
las nuevas formas de dictadura latinoamericanas.