viernes, 8 de junio de 2018

DANIEL ORTEGA, EL INDECENTE


            “Ortega y Somoza son la misma cosa” gritan agónicos los miles de chavales que por más de 60 días llenan las calles de las principales ciudades nicaragüenses exigiendo la salida del presidente Daniel Ortega, aferrado al poder como Bashar Hafez al-Assad, como Nicolás Maduro y como otros más.
            No les importa cuánta sangre se vierte, cuántos mártires, cuántas madres desesperadas, cuántos viudos, cuántos huérfanos. Al contrario de otros mandatarios, incluso constitucionales, que optaron por la retirada, hay una nueva raza- de tiranos viles, como apuntaría José Martí- que se atraganta con la rapiña, la “piñata”, dicen en Nicaragua.
            Raza vil que crea al mismo tiempo dinastías oscuras. Recordemos que el dictador sirio siguió la saga de treinta años de gobierno despótico de su padre. Maduro actúa como el hijo putativo de Hugo Chávez, o el kircherismo que quiso imitar a las esposas de Juan Domingo Perón.
            Más indecente que los Somoza o los Trujillo, que los Duvalier o los Stroessner es el clan Ortega. Habla a nombre de la Revolución, del Hombre Nuevo, de Ernesto Guevara, de Augusto Sandino, de los mártires y héroes del 79, pero está hundido en la miseria humana más atroz.
            Daniel Ortega es patético. Conocida es la lamentable historia de su hijastra abusada sexualmente por él cuando era adolescente. La otra hija, Camila Antonia Ortega Murillo es modelo de fina ropa y joyas, gozando y posando como no se atrevieron nunca las mujeres del clan Somoza. No es la única de la familia, la prima, Mariana Ortega Trejos, hija del comandante militar Humberto Ortega, concursó sin éxito para Miss Nicaragua.
            Ambas son, como casos que conocemos en Bolivia, imitación criolla de las imágenes femeninas que crea el “aborrecido sistema capitalista”. Salen en las revistas de moda plástica, que pertenecen a la “odiada prensa”, al servicio del imperio. Mientras mueren adolescentes en Masaya, ellas lucen bellos tacos de charol.
            Ortega, como varios de sus colegas del Socialismo XXI, es un impostor y a sus 72 años ya muestra demasiados signos de ser además una persona con funciones intelectuales disminuidas. En cambio, la hembra que se apoderó de las luchas sandinistas, Rosario Murillo, vicepresidenta en esta farsa dinástica, aprovecha todos los espacios para colocar en puestos claves a sus otros seis hijos.
            El símbolo de las nuevas luchas estudiantiles es el derribo de los árboles esotéricos que la loca mandó a colocar en diferentes esquinas de Managua para traer las “buenas energías” a su dominio personal. Son tantos los desfalcos, las gulas y lascivias que “Tachito” Somoza palidecería.
            Ortega pasó el dato a Evo Morales de las posibilidades de aprovechar la Corte de la Haya y el mandatario boliviano lo visitó con frecuencia, incluso sin motivos reales.
            Lo que no pudo la “United Fruit” ni Franklin Roosevelt han podido China y Rusia sosteniendo en su patio trasero a las nuevas formas de dictadura latinoamericanas.